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La marcha de la dignidad

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La dignidad siempre ha tenido un recorrido muy largo tras ser despojados de todo. Nos pueden quitar el trabajo, el seguro de desempleo o la casa pero nunca la dignidad, ese “algo” que nos merecemos y define como personas, ese valor especial que nos hace únicos. Es el último escalón que nos queda antes de llegar al estadio de primate.

La dignidad es un último estertor. El grito de Munch. Aquel grito postrero y necesario que lleva a las personas al límite. Y es que existe el criterio de hacernos pasar de pobres a esclavos, último eslabón del sometimiento a la violencia del hombre.

Cada persona es ese “pequeño dios del mundo” del que hablaba Goethe en su Fausto, y más químicamente ese conjunto de agua, calcio y moléculas casi idénticas, con una etiqueta colectiva diferente, que diría Sagan. Pero todas tenemos una dignidad a la que agarrarnos como a un clavo ardiendo.

Este fin de semana confluyen en Madrid 150 colectivos que al unísono han preparado desde este verano la marcha de la dignidad. Con esta marcha se quiere visualizar la protesta de una parte de la sociedad ante la situación de deterioro social y económico, la degradación política y la deriva de una sociedad que ha perdido en pocos años importantes conquistas históricas.

Frente a ello, la clase política ha inyectado en el sistema miles de millones de euros para salvar a los bancos y especuladores. Se pide que no se pague la deuda, un empleo digno, una renta básica y la recuperación de los derechos sociales… Muchos de estos derechos eran los que pedíamos durante los primeros años de la transición, además de la vuelta a un sistema democrático.

Habría que decir que también hoy día el sistema democrático está pervertido, desde el momento en que no existe responsabilidad por incumplimiento de los programas con los que los partidos se presentan a las elecciones.

Siempre les quedará la posibilidad de decir que “los mercados” son los culpables de los recortes en sanidad, educación, cultura y ayudas sociales a dependientes y necesitados. Los mercados son ese “gobierno de nadie” que no se identifica con persona alguna y que puede resultar, como dijo la filósofa Hannah Arendt, una de las versiones más crueles y tiránicas de la burocracia que nos gobierna.

La marcha de la dignidad

Francisco Morales Lomas
sábado, 22 de marzo de 2014, 10:24 h (CET)
La dignidad siempre ha tenido un recorrido muy largo tras ser despojados de todo. Nos pueden quitar el trabajo, el seguro de desempleo o la casa pero nunca la dignidad, ese “algo” que nos merecemos y define como personas, ese valor especial que nos hace únicos. Es el último escalón que nos queda antes de llegar al estadio de primate.

La dignidad es un último estertor. El grito de Munch. Aquel grito postrero y necesario que lleva a las personas al límite. Y es que existe el criterio de hacernos pasar de pobres a esclavos, último eslabón del sometimiento a la violencia del hombre.

Cada persona es ese “pequeño dios del mundo” del que hablaba Goethe en su Fausto, y más químicamente ese conjunto de agua, calcio y moléculas casi idénticas, con una etiqueta colectiva diferente, que diría Sagan. Pero todas tenemos una dignidad a la que agarrarnos como a un clavo ardiendo.

Este fin de semana confluyen en Madrid 150 colectivos que al unísono han preparado desde este verano la marcha de la dignidad. Con esta marcha se quiere visualizar la protesta de una parte de la sociedad ante la situación de deterioro social y económico, la degradación política y la deriva de una sociedad que ha perdido en pocos años importantes conquistas históricas.

Frente a ello, la clase política ha inyectado en el sistema miles de millones de euros para salvar a los bancos y especuladores. Se pide que no se pague la deuda, un empleo digno, una renta básica y la recuperación de los derechos sociales… Muchos de estos derechos eran los que pedíamos durante los primeros años de la transición, además de la vuelta a un sistema democrático.

Habría que decir que también hoy día el sistema democrático está pervertido, desde el momento en que no existe responsabilidad por incumplimiento de los programas con los que los partidos se presentan a las elecciones.

Siempre les quedará la posibilidad de decir que “los mercados” son los culpables de los recortes en sanidad, educación, cultura y ayudas sociales a dependientes y necesitados. Los mercados son ese “gobierno de nadie” que no se identifica con persona alguna y que puede resultar, como dijo la filósofa Hannah Arendt, una de las versiones más crueles y tiránicas de la burocracia que nos gobierna.

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