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Recuerda el león cuando era libre
al otro lado de las rejas.
El circo que lo capturó
cubre la hierba.
Llorando el león sólo recuerda,
acostado en su fría celda.
Pronto empezará la función
y en él sólo hay tristeza.
Sus ojos eran altos como el Sol,
sus patas, Torres inmensas.
Temblando agacha la cabeza
y sus ojos cierra.
Busca la luz, León,
en el fondo de tu tristeza.
En tu negra prisión
hay verdes praderas.
Campos de libertad
en el reino de tu cabeza.
El carcelero traidor
en tu mente no entra.
Recuerda el hombre que no es libre
en este mundo que lo apresa.
Camina en la gris ciudad
y en él sólo hay tristeza.
Llorando el hombre nada espera
en la cárcel de su existencia.
Dentro se agita el león
buscando una puerta.
Busca la luz, león,
en el fondo de tu tristeza.
En tu negra prisión
hay verdes praderas.
Campos de libertad
en el reino de tu cabeza.
El carcelero traidor
en tu mente no entra.
Soneto dedicado a la Hermandad del Cristo de los Estudiantes de Córdoba que ha logrado esta imagen, tan cabal como conmovedora, que nos acerca, más aún, al Cristo Vivo del Sagrario.
A pocos días de que comience la Semana Santa, en donde se vive con especial devoción en lugares tan emblemáticos como Sevilla, cae en nuestras manos una característica novela negra del escritor Fran Ortega. Los hijos de justo comienza con el capellán de la Macarena degollado en la Basílica, en donde, además, no hay rastro de la imagen de la virgen.
Te he mirado Señor, como otras veces, pero hoy tu rostro está más afligido. Sé que ahora te sientes muy herido por agravios que tu no te mereces.
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