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Entrevista a Antonio Revert, secretario judicial, músico y poeta

"La masacre y explotación de animales es la causa de justicia más silenciada"

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Jurista de profesión, poeta por vocación, es licenciado en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid, con especialidad jurídico-empresarial CEU-San Pablo, Antonio Revert pertenece al cuerpo superior jurídico del Estado de Letrados de la Administración de Justicia (anteriormente llamados “secretarios judiciales”), al que accedió como número uno de su promoción del turno de oposición libre entre licenciados en Derecho de toda España. Fue condecorado con la cruz distinguida de San Raimundo de Peñafort por el ministro de Justicia Juan Fernando López Aguilar en el año 2004.

Publicó su primer libro de poemas en 2014, bajo el título "Diego contra la oscuridad", editado por factoriadelarte (Tejina, Santa Cruz de Tenerife). Poemas suyos están incluidos en las antologías Y así sería para siempre (editado por la Escuela Canaria de Creación literaria), “Contra”: poesía ante la represión (Coordinadora Anti Represión de la Región de Murcia), y Voces del Extremo (Antología 2012/2016), de editorial Amargord.


16195668 1282576791824249 5433368821887548040 nEs coordinador del encuentro de poesía de la conciencia crítica “Voces del extremo” en su edición de Tenerife, junto a José María García Linares y Ernesto Suárez.


Profesor titulado de piano (grado medio) por el Conservatorio Superior de Música de Alicante, ha formado parte de varias bandas de Rock en Tenerife, como teclista.


Secretario judicial, poeta, vegano desde hace dos años: ¿cómo llevas la compaginación de tan, aparentemente, distintos mundos?

Bueno, lo de Secretario Judicial (por cierto, que ahora nos llamamos “letrados/as de la administración de justicia”, se modificó el nombre) es un trabajo más. Un trabajo que me gusta, pero que no deja de ser eso, trabajo. Un modo como cualquier otro de ganarse la vida. Siempre quise estudiar periodismo, siempre me interesó el tema de la comunicación, de la palabra, hablada o escrita. Pero acabé siendo jurista. Empecé Derecho con la idea de hacer las dos carreras, pero luego ya lo jurídico no me dejó, porque hay una fuerte vocación en mí desde siempre de Justicia, de justicia social, dicen mis padres que desde que era niño. Y el Derecho satisfizo esa parte mía. Después de licenciarme, tras unos tediosos años de oposición, aprobé; y aquí estamos. Pero siempre cuestiono esto de que se nos califique personalmente por aquello en lo que trabajamos. Lo que soy, lo que me califica, no es aquello en lo que trabajo: me identifico más con aspectos como que soy padre de un niño de diez años, que soy animalista, que hago música o que escribo poemas.

En cuanto a mi formación musical, es uno de los muchos regalos de mis padres, y aunque ya no imparta clases de piano, me ha permitido disfrutar como un niño formando parte de varias bandas de Rock. Era algo que la vida me debía.

Y por lo que se refiere a la escritura, es mi vida, aunque no le dedico el tiempo que quisiera. No es un “hobby”. Y también es vehículo para decir lo que no puedo decir con la toga puesta (aclaro, por cierto, que en esta entrevista hablo como ciudadano, por si acaso).


También me preguntaste por el veganismo y te diré que hace precisamente ahora dos años que di el paso. Es una de las decisiones vitales de las que más orgulloso estoy. Desde pequeño siento adoración por los animales, y en un momento dado me resultó imposible asumir la incoherencia de decir que los quiero y al mismo tiempo, comérmelos, o participar de su explotación. La masacre y explotación de animales es la causa de justicia más silenciada: para mí, el ejemplo más palmario de cómo este sistema nos conduce a asumir pacíficamente, con tranquilidad, lo inaceptable. Del enorme poder de las grandes empresas para ocultar la verdad y crear mentiras con el fin de salvaguardar sus beneficios económicos a costa de lo que sea y mantener el estado de cosas que mejor los garantice. Sobre el papel de otros agentes en esto, como los poderes públicos, mejor no digo nada. Por cierto, este regalo del veganismo se lo debo a mi compañera, que se asesoró con muchísimo cuidado sobre la parte relativa a nutrición, para hacer el cambio correctamente (ojo, que tan peligrosa es una dieta vegana mal hecha, como una no-vegana igualmente hecha de forma incorrecta).


Como poeta involucrado contra las injusticias sociales, eres feminista activo. Háblanos sobre ello.

No hay alternativa. Es una de las muchas cosas que he ido descubriendo a base de leer. Soy del tipo de poetas que piensan que cuando uno escribe versos, lo hace desde la posición en la que se encuentra, y eso se traslada al poema. Inevitablemente, todo poeta se moja, consciente o inconscientemente, y se trata de saber a quién le estás haciendo el juego, como dice nuestro querido Antonio Orihuela. El poema se escribe al calor de las circunstancias económicas, sociológicas, etc. del tiempo en que nace, implica un modo de relacionarse, de estar, en el mundo. Si admitimos que el Lenguaje o la pintura, por citar solo dos ejemplos, ponen de manifiesto y son reflejo de las relaciones humanas de cada tiempo, y muy en particular de las relaciones de poder vigentes en el momento en que surgen (sobre esto hay muchísimo escrito); ¿cómo pensar que la poesía, no? ¿cómo defender que la poesía surge totalmente pura, como un producto de laboratorio completamente aséptico? Hasta un poema de amor estará condicionado, plasmará la ubicación del poeta, de la poeta, en el mundo. No será igual, si quien lo escribe es un varón blanco heterosexual que vive en el mundo con posición acomodada, que si es una persona que va a ser expulsada de su casa por no poder pagar la hipoteca, o una mujer que lucha contra su condena de aceptar un matrimonio de conveniencia, en algún lugar remoto del planeta. Esto lo ha expuesto ya muchísima gente.


En cuanto a lo del feminismo, como con el veganismo, es una cuestión de “despertar”. He tenido la suerte de dar con ciertas lecturas y con determinadas personas (en particular, mi esposa y compañera) para ir cayendo en la cuenta de en qué medida los varones participamos del machismo. Son mecanismos aprendidos y aprehendidos en la infancia. Los hemos asumido inconscientemente. Y esto nada tiene que ver con “criminalizar” a los hombres, como se comenta muchas veces, con esta ola contra el feminismo, tan de moda. Nadie se considera machista, difícilmente alguien es deliberadamente injusto con su pareja, por ejemplo, o se aprovecha “a sabiendas” de las ventajas que tiene ser hombre en esta sociedad. Hemos desarrollado mecanismos inconscientes porque fuimos educados en el patriarcado, lo que no nos hace malas personas. Es solo que, si queremos una sociedad más igual, quienes hemos de provocar el cambio de paradigma somos nosotros, los hombres. Sin embargo, cuando dices lo de “feminismo activo”, diré que espero no ser demasiado “activo”… En esa evolución en la que estoy, en ese proceso de desprogramación, he llegado a la conclusión de que lo que mejor que puedo hacer como hombre para apoyar el feminismo es reconocer mi propio machismo. Pero de veras, sin pregonarlo, hacer un íntimo examen de conciencia para reconocer en qué medida participo del machismo y me beneficio de mi condición de varón, todos los días. El mejor apoyo, no sé si es eso que llamas “feminismo activo”: quizá es más bien lo que he explicado antes y echarme a un lado. Dejar que la lucha la protagonicen las mujeres. Los hombres tendemos a ocupar el espacio público, se nos potencia desde pequeños eso, al igual que valores como la fuerza y la seguridad (y tantos otros). Y se premia y valora a la mujer por el papel que desarrolla en el espacio de lo privado. En el fundamental espacio de los cuidados. Si no estamos atentos acabamos dando lecciones de feminismo los hombres (y esto lo he visto yo), encabezando una lucha que es de ellas y que deben encabezar ellas. El mayor apoyo puede ser intentar ocupar anónimamente, en silencio, ese espacio. Cuidar de mi hijo pero sin contarlo en Facebook. Pero ¿ves? Aquí ya lo estoy contando… No es fácil ese tránsito, porque hay que estar dispuesto a recorrer un gran camino de desprogramación, a renunciar a nuestros privilegios, a hacer un constante ejercicio de autocrítica. Pero cuando despiertas, creo que ya es difícil engañarte a ti mismo: empieza ese trayecto, que por otra parte es maravilloso.  Yo le debo muchísimo al feminismo, por eso quizá sí hablo con frecuencia del tema. Le debo por ejemplo que, con todas mis limitaciones, con mis faltas de paciencia y lo que a veces nos permitimos inconscientemente los hombres (se trata de ir ganando en consciencia), no me he perdido la crianza de mi hijo. He estado con él, como -por otra parte- debe ser. No he recibido regalo más grande que no haberme perdido a mi hijo. No estar perdiéndomelo.


¿Cómo llegas al poema? ¿Te sientas y esperas? ¿Comienzas con una idea sin saber a dónde llegará? ¿Te viene por entero y borras poco? (Decía Flaubert, él que era tan obsesivo con la palabra, tan honesto, tan orfebre incansable, que escribir es tirar mil veces más de lo que se da por bueno).

La idea primigenia, la emoción de la que procede el poema, llega cuando quiere. En otros momentos de mi vida, sobre la marcha tenía la posibilidad de garabatear hasta en una servilleta de un bar (esto queda muy bien decirlo, pero es cierto que los bares, los cafés, a mí me han regalado muchos embriones de poemas, y me los he llevado escritos en servilletas). Ahora no: casi siempre es pasado un tiempo que intento recordar ese chispazo y con más tranquilidad, cuando puedo, dejar que fluya sobre el papel. Ahí está el esqueleto del poema. Hace tiempo que valoro el trabajo que viene después, el de dar forma desde ese esqueleto, con el intelecto, al poema. Considero que el reto es ése: conservar la emoción primera, ese chispazo sin el cual el poema no es más que un objeto artificial. Pero complementarlo con el trabajo mental, para que cumpla una vocación estética, inherente a cualquier manifestación artística. No es fácil: si te quedas corto, el poema es prácticamente un “poner las tripas sobre la mesa”, sin más, pero si te pasas, se hace demasiado intelectual, demasiado sintético, vacío. A mí me interesaron siempre los poetas y las poetas que escriben con la sencillez como bandera. Los/as que logran que el ejercicio intelectual no manche la pureza, la sencillez. Es esa poesía sencilla la que a mí siempre me ha interesado. Creo que tiene que ver con la fascinación que ya dije que desde siempre tuve por la “comunicación”. Damos por hecho que cuando alguien dice “no me gusta la poesía porque no la entiendo”, es porque la poesía no es para todos/as. Pero muchos creemos que cuando alguien dice eso, igual es porque el poeta (o la poeta), está fallando. Hay una maravillosa vocación de la palabra como medio de entendernos, de crear vínculos: me pregunto si a veces no estamos con la poesía poniendo una valla, privándola de esa vocación. Ya digo que es difícil, pero es a la vez un reto bellísimo al que me entrego con mucho gusto, dispuesto a morir en el intento, si es preciso.


En los hechos tuyos en la calle, en los estamentos culturales y demás, que podemos observar por la red y en distintas publicaciones, es claro que no eres “un poeta sentado”, como reconocía no ser Alberti. ¿Qué podemos hacer con la poesía, en estos tiempos en que se premia en los medios lo más alejado de la abstracción y lo simbólico y en que las artes, sus espacios, han sido secuestrados para ofrecer al público libros únicamente de "entretenimiento"?

Bueno, yo -ahora- prácticamente no tengo proyección alguna en la calle. Ya dije que mi prioridad es mi casa (y ahora no quiero quedar bien, porque es lo que pasa siempre que los hombres decimos esto). El espacio doméstico en el que vivo con mi hijo, con mi pareja y con mi perra. Como ha sido la prioridad de las mujeres durante milenios y aún hoy; lo que sucede es que cuando los hombres lo decimos, somos admirados y elogiados. El ego siempre está al acecho. Quizá lo interesante es hacerlo sin contarlo. Por ejemplo, cocinar un potaje para la familia sin que nadie lo sepa es apoyar el feminismo, que es una causa de justicia prioritaria; dependiendo del contexto, mucho más que manifestarse en la calle. Ambas cosas son compatibles, pero así como en otras épocas estuve metido en varios fregados (recuerdo por ejemplo, con lo que fue a plataforma del 0,7%, en mis tiempos universitarios en Madrid), ahora quiero estar en el espacio privado. Intento no ser el típico varón alabado fuera de casa, encabezando todo tipo de causas, que en casa apenas es un desconocido, alguien que no es capaz ni de mirar a los ojos de su hijo, pero que luego contará en Facebook lo mucho que lo quiere. Es un gran descubrimiento por mi parte. Y ya digo que no son incompatibles ambos planos, pero con 24 horas que tiene el día, y con un niño de 10 años, pues sí que hay que elegir un poco.


En cuanto a la segunda pregunta, no diré nada que no sepamos: este sistema neoliberal que padecemos convierte todo en mercancía: la sanidad, la vivienda, los cuerpos de las mujeres, los animales, etc. Todo. Y por supuesto, no puede ser de otro modo, también la poesía. Importa un producto ligero, que no cuestione. El sistema gestiona hoy hasta el antagonismo. Hasta la propia crítica del sistema. Es un doble looping, porque jamás se ha repetido tanto y desde tantos foros que somos tremendamente libres. Todo ha sido secuestrado por el poder económico, la poesía también. El sistema no va a potenciar aquello que puede poner en peligro su propia supervivencia. El éxito es tal que a cualquier poeta que se comprometa y sea demasiado crítico en sus versos, rápidamente se le tacha de “panfletario” o “panfletaria”. Igual que hoy ser de izquierdas te convierte en “radical”, poco menos que en un anti-demócrata. Cuando no puede haber nada más panfletario, nada más groseramente político que esos vídeos patrocinados por ciertos Bancos, por ciertos grandes medios, o por grandes empresas en los que un famoso/a, pregona que si persigues tus sueños, puedes conseguirlos, o que con actitud positiva se puede lograr todo, así sin más. Parecen inocuos, aparentan ser simples mensajes de autoayuda completamente neutrales, cuando en realidad tras ellos subyace (de manera que da terror verlo) el mantra neoliberal de que hoy quien se esfuerza puede conseguir todo. Y por tanto, como corolario, se culpa así a quien no logró el éxito profesional, el éxito sin más: se le responsabiliza de su fracaso, de su pobreza. Implícitamente se lanza la idea de que la culpa es suya, por no haberse esforzado lo suficiente o porque no tuvo actitud positiva (que se lo digan a los miles de familias que sobreviven con sueldos de miseria, haciendo malabarismos para llegar a fin de mes). Es puro adoctrinamiento, por otra parte muy infantilizante, en la línea de este “centrismo-buen-rollito-disfrazado de librepensamiento” tan de moda (sobre esto hay muchísimo escrito), que en realidad es neoliberalismo radical. Eso sí que es radical. Se responsabiliza al pobre, al que no tiene trabajo: bajo la quimera de que hoy existe igualdad de oportunidades. Como si el Estado realmente hoy en día garantizase la igualdad de oportunidades.


Coordinas los encuentros de poesía de la conciencia crítica de Voces del Extremo, en Tenerife. Es interesante, imprescindible, que los poetas sigamos reuniéndonos. ¿Has observado que desde los grupos de poetas más despiertos hay desánimo o se han planteado propuestas para llevar la poesía a su altura de la que la han despojado, con los libros de entretenimiento, o quizá otro tipo de propuestas en que el poeta y su poesía puedan intervenir, en la forma en que sea, en esta realidad que a todos nos subyuga?

Pertenecer a la familia Voces del Extremo es otro regalo de la vida, y también un orgullo. Descubrir un montón de voces hermanas, de poetas que hacen de su discurso poético una verdadera militancia en las causas en las que creemos. Poetas valientes, menos pendientes de su “carrera”, de su “trayectoria” que de alzar la voz contra la injusticia. Lo que pasa es que es el sistema se encarga de que ese discurso no tenga proyección pública apenas. No interesa, es un peligro para su subsistencia. Hay bastantes poetas, y buenos/as, que cultivan lo que llaman poesía de la conciencia crítica. Pero luego encuentras incluso manuales de literatura en los que ni siquiera aparecen. Por buscar algo positivo en ese orden de cosas: decía la gran Ana Pérez Cañamares en una entrevista que uno de los aspectos de estos tiempos a celebrar (que se vincula a toda la ilusión de lo que fue el 15M) es que fuéramos y vayamos hoy los y las poetas a manifestaciones, a leer nuestros poemas. No concibo la poesía sin ese sitio a pie de calle, la poesía tiene que respirar realidad, ha de colarse en las casas, en las Universidades. Y con ella, el cuestionamiento del capitalismo como algo frente a lo que no hay alternativas y que tenemos que asumir sí o sí. Tengo esperanza. También en cuanto a la posibilidad de volver a organizar Voces el Extremo en Tenerife.


Dinos qué poetas clásicos admiras, y te han ayudado en tu quehacer; y de lo contemporáneo, cuáles consideras que quedarán, por la necesidad de su obra y la singularidad de ésta?

El escritor que casi me hizo enloquecer fue Gabriel García Márquez. Eso de entrada. Ya de adolescente escribía poemas, pero mi referencia era él. En poesía empecé, supongo que como muchos/as, por Neruda. Quedé fascinado con sus “Veinte poemas de amor…” Luego llegaron, cómo no, autores como Machado, Miguel Hernández y Lorca. Me quedé loco con ellos, como es lógico, con cada uno por razones distintas. De la generación del 27, además de Lorca, me detuve con muchísima atención en Pedro Salinas y en Cernuda (claro, pero a quién no le gustan sus poemas). Y luego llegó Ángel González, que fue un grandísimo hallazgo. Una revelación. Como pocos, representa para mí ese equilibrio entre sencillez del texto y profundidad del discurso. La capacidad de emocionar con un lenguaje sencillo, a cualquier ser humano. La posibilidad de escribir poemas bellos desde abajo, no desde una supuesta atalaya reservada a los/as poetas. Tú lees, por ejemplo, su poema “Primera evocación” (uno de mis favoritos), y te puede gustar o no: pero es difícil que no te cale, que no te roce, al menos. Me voy a olvidar de muchos/as poetas pero bueno, te cito alguno/a más: me sobrecoge ese punto extremo de Alejandra Pizarnik, me gustan muchos poemas de Sylvia Plath y desde luego me encantan Joan Margarit, Javier Egea, Luis García Montero… Y por supuesto, finalmente ha sido decisivo encontrarme con la poesía de la conciencia crítica, con Voces del Extremo. Como llegar a casa. Nunca seré ya igual después de leer a poetas a los/as que admiro como por supuesto Antonio Orihuela, Ana Pérez Cañamares, Inma Luna, Jorge Riechmann, Begoña Abad, Jose María García Linares, Enrique Falcón… Cada uno con sus peculiaridades, no los/as estoy metiendo a todos/as en el mismo saco ni encerrándolos/as en el universo de Voces del Extremo; estoy contando que fue a propósito de Voces que los/as conocí. Pero cada cual tiene su camino y construye su propia voz. Más allá de lo que representa Voces del Extremo.


Defíneme ciudad.

Para mí, (es una definición subjetiva): espacio alienante, reino de la prisa, disolvente de los vínculos del ser humano con otros seres humanos y con la madre tierra, el cual aglutina a peones y peonas convertidos a la vez en simples consumidores y consumidoras.


Defíneme amor.

Difícil. Lo contrario del ego, la superación del ego (hablo del “ego” en los términos en que se refiere a él Eckhart Tolle)…


Defíneme “planeta tierra”.

Regalo que no merecíamos, al que haríamos un gran favor si nos extinguiéramos los seres humanos.


Pronto aparece editado por Ediciones En Huida, tu poemario "Rutina de volar", que me cuentas se escribió a propósito de tu compañera y de la vida con ella, como punto de partida hacia distintas temáticas. ¿Podríamos cerrar esta entrevista con algunos de tus versos?

Por supuesto. Y muchas gracias. Aquí algunos del poemario "Mobiliario básico":


Pero mataríamos por esa piscina.

al final de todo,

lo que de verdad nos lastima,

lo que nos quiebra bien adentro,

es no tener una piscina más grande,

no ser los dueños del zoológico.

Por un buen precio

abatiríamos plácidas palomas,

mataríamos delfines

con nuestras propias manos,

por un buen precio.

"La masacre y explotación de animales es la causa de justicia más silenciada"

Entrevista a Antonio Revert, secretario judicial, músico y poeta
Ángel Padilla
viernes, 1 de noviembre de 2019, 09:36 h (CET)

Jurista de profesión, poeta por vocación, es licenciado en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid, con especialidad jurídico-empresarial CEU-San Pablo, Antonio Revert pertenece al cuerpo superior jurídico del Estado de Letrados de la Administración de Justicia (anteriormente llamados “secretarios judiciales”), al que accedió como número uno de su promoción del turno de oposición libre entre licenciados en Derecho de toda España. Fue condecorado con la cruz distinguida de San Raimundo de Peñafort por el ministro de Justicia Juan Fernando López Aguilar en el año 2004.

Publicó su primer libro de poemas en 2014, bajo el título "Diego contra la oscuridad", editado por factoriadelarte (Tejina, Santa Cruz de Tenerife). Poemas suyos están incluidos en las antologías Y así sería para siempre (editado por la Escuela Canaria de Creación literaria), “Contra”: poesía ante la represión (Coordinadora Anti Represión de la Región de Murcia), y Voces del Extremo (Antología 2012/2016), de editorial Amargord.


16195668 1282576791824249 5433368821887548040 nEs coordinador del encuentro de poesía de la conciencia crítica “Voces del extremo” en su edición de Tenerife, junto a José María García Linares y Ernesto Suárez.


Profesor titulado de piano (grado medio) por el Conservatorio Superior de Música de Alicante, ha formado parte de varias bandas de Rock en Tenerife, como teclista.


Secretario judicial, poeta, vegano desde hace dos años: ¿cómo llevas la compaginación de tan, aparentemente, distintos mundos?

Bueno, lo de Secretario Judicial (por cierto, que ahora nos llamamos “letrados/as de la administración de justicia”, se modificó el nombre) es un trabajo más. Un trabajo que me gusta, pero que no deja de ser eso, trabajo. Un modo como cualquier otro de ganarse la vida. Siempre quise estudiar periodismo, siempre me interesó el tema de la comunicación, de la palabra, hablada o escrita. Pero acabé siendo jurista. Empecé Derecho con la idea de hacer las dos carreras, pero luego ya lo jurídico no me dejó, porque hay una fuerte vocación en mí desde siempre de Justicia, de justicia social, dicen mis padres que desde que era niño. Y el Derecho satisfizo esa parte mía. Después de licenciarme, tras unos tediosos años de oposición, aprobé; y aquí estamos. Pero siempre cuestiono esto de que se nos califique personalmente por aquello en lo que trabajamos. Lo que soy, lo que me califica, no es aquello en lo que trabajo: me identifico más con aspectos como que soy padre de un niño de diez años, que soy animalista, que hago música o que escribo poemas.

En cuanto a mi formación musical, es uno de los muchos regalos de mis padres, y aunque ya no imparta clases de piano, me ha permitido disfrutar como un niño formando parte de varias bandas de Rock. Era algo que la vida me debía.

Y por lo que se refiere a la escritura, es mi vida, aunque no le dedico el tiempo que quisiera. No es un “hobby”. Y también es vehículo para decir lo que no puedo decir con la toga puesta (aclaro, por cierto, que en esta entrevista hablo como ciudadano, por si acaso).


También me preguntaste por el veganismo y te diré que hace precisamente ahora dos años que di el paso. Es una de las decisiones vitales de las que más orgulloso estoy. Desde pequeño siento adoración por los animales, y en un momento dado me resultó imposible asumir la incoherencia de decir que los quiero y al mismo tiempo, comérmelos, o participar de su explotación. La masacre y explotación de animales es la causa de justicia más silenciada: para mí, el ejemplo más palmario de cómo este sistema nos conduce a asumir pacíficamente, con tranquilidad, lo inaceptable. Del enorme poder de las grandes empresas para ocultar la verdad y crear mentiras con el fin de salvaguardar sus beneficios económicos a costa de lo que sea y mantener el estado de cosas que mejor los garantice. Sobre el papel de otros agentes en esto, como los poderes públicos, mejor no digo nada. Por cierto, este regalo del veganismo se lo debo a mi compañera, que se asesoró con muchísimo cuidado sobre la parte relativa a nutrición, para hacer el cambio correctamente (ojo, que tan peligrosa es una dieta vegana mal hecha, como una no-vegana igualmente hecha de forma incorrecta).


Como poeta involucrado contra las injusticias sociales, eres feminista activo. Háblanos sobre ello.

No hay alternativa. Es una de las muchas cosas que he ido descubriendo a base de leer. Soy del tipo de poetas que piensan que cuando uno escribe versos, lo hace desde la posición en la que se encuentra, y eso se traslada al poema. Inevitablemente, todo poeta se moja, consciente o inconscientemente, y se trata de saber a quién le estás haciendo el juego, como dice nuestro querido Antonio Orihuela. El poema se escribe al calor de las circunstancias económicas, sociológicas, etc. del tiempo en que nace, implica un modo de relacionarse, de estar, en el mundo. Si admitimos que el Lenguaje o la pintura, por citar solo dos ejemplos, ponen de manifiesto y son reflejo de las relaciones humanas de cada tiempo, y muy en particular de las relaciones de poder vigentes en el momento en que surgen (sobre esto hay muchísimo escrito); ¿cómo pensar que la poesía, no? ¿cómo defender que la poesía surge totalmente pura, como un producto de laboratorio completamente aséptico? Hasta un poema de amor estará condicionado, plasmará la ubicación del poeta, de la poeta, en el mundo. No será igual, si quien lo escribe es un varón blanco heterosexual que vive en el mundo con posición acomodada, que si es una persona que va a ser expulsada de su casa por no poder pagar la hipoteca, o una mujer que lucha contra su condena de aceptar un matrimonio de conveniencia, en algún lugar remoto del planeta. Esto lo ha expuesto ya muchísima gente.


En cuanto a lo del feminismo, como con el veganismo, es una cuestión de “despertar”. He tenido la suerte de dar con ciertas lecturas y con determinadas personas (en particular, mi esposa y compañera) para ir cayendo en la cuenta de en qué medida los varones participamos del machismo. Son mecanismos aprendidos y aprehendidos en la infancia. Los hemos asumido inconscientemente. Y esto nada tiene que ver con “criminalizar” a los hombres, como se comenta muchas veces, con esta ola contra el feminismo, tan de moda. Nadie se considera machista, difícilmente alguien es deliberadamente injusto con su pareja, por ejemplo, o se aprovecha “a sabiendas” de las ventajas que tiene ser hombre en esta sociedad. Hemos desarrollado mecanismos inconscientes porque fuimos educados en el patriarcado, lo que no nos hace malas personas. Es solo que, si queremos una sociedad más igual, quienes hemos de provocar el cambio de paradigma somos nosotros, los hombres. Sin embargo, cuando dices lo de “feminismo activo”, diré que espero no ser demasiado “activo”… En esa evolución en la que estoy, en ese proceso de desprogramación, he llegado a la conclusión de que lo que mejor que puedo hacer como hombre para apoyar el feminismo es reconocer mi propio machismo. Pero de veras, sin pregonarlo, hacer un íntimo examen de conciencia para reconocer en qué medida participo del machismo y me beneficio de mi condición de varón, todos los días. El mejor apoyo, no sé si es eso que llamas “feminismo activo”: quizá es más bien lo que he explicado antes y echarme a un lado. Dejar que la lucha la protagonicen las mujeres. Los hombres tendemos a ocupar el espacio público, se nos potencia desde pequeños eso, al igual que valores como la fuerza y la seguridad (y tantos otros). Y se premia y valora a la mujer por el papel que desarrolla en el espacio de lo privado. En el fundamental espacio de los cuidados. Si no estamos atentos acabamos dando lecciones de feminismo los hombres (y esto lo he visto yo), encabezando una lucha que es de ellas y que deben encabezar ellas. El mayor apoyo puede ser intentar ocupar anónimamente, en silencio, ese espacio. Cuidar de mi hijo pero sin contarlo en Facebook. Pero ¿ves? Aquí ya lo estoy contando… No es fácil ese tránsito, porque hay que estar dispuesto a recorrer un gran camino de desprogramación, a renunciar a nuestros privilegios, a hacer un constante ejercicio de autocrítica. Pero cuando despiertas, creo que ya es difícil engañarte a ti mismo: empieza ese trayecto, que por otra parte es maravilloso.  Yo le debo muchísimo al feminismo, por eso quizá sí hablo con frecuencia del tema. Le debo por ejemplo que, con todas mis limitaciones, con mis faltas de paciencia y lo que a veces nos permitimos inconscientemente los hombres (se trata de ir ganando en consciencia), no me he perdido la crianza de mi hijo. He estado con él, como -por otra parte- debe ser. No he recibido regalo más grande que no haberme perdido a mi hijo. No estar perdiéndomelo.


¿Cómo llegas al poema? ¿Te sientas y esperas? ¿Comienzas con una idea sin saber a dónde llegará? ¿Te viene por entero y borras poco? (Decía Flaubert, él que era tan obsesivo con la palabra, tan honesto, tan orfebre incansable, que escribir es tirar mil veces más de lo que se da por bueno).

La idea primigenia, la emoción de la que procede el poema, llega cuando quiere. En otros momentos de mi vida, sobre la marcha tenía la posibilidad de garabatear hasta en una servilleta de un bar (esto queda muy bien decirlo, pero es cierto que los bares, los cafés, a mí me han regalado muchos embriones de poemas, y me los he llevado escritos en servilletas). Ahora no: casi siempre es pasado un tiempo que intento recordar ese chispazo y con más tranquilidad, cuando puedo, dejar que fluya sobre el papel. Ahí está el esqueleto del poema. Hace tiempo que valoro el trabajo que viene después, el de dar forma desde ese esqueleto, con el intelecto, al poema. Considero que el reto es ése: conservar la emoción primera, ese chispazo sin el cual el poema no es más que un objeto artificial. Pero complementarlo con el trabajo mental, para que cumpla una vocación estética, inherente a cualquier manifestación artística. No es fácil: si te quedas corto, el poema es prácticamente un “poner las tripas sobre la mesa”, sin más, pero si te pasas, se hace demasiado intelectual, demasiado sintético, vacío. A mí me interesaron siempre los poetas y las poetas que escriben con la sencillez como bandera. Los/as que logran que el ejercicio intelectual no manche la pureza, la sencillez. Es esa poesía sencilla la que a mí siempre me ha interesado. Creo que tiene que ver con la fascinación que ya dije que desde siempre tuve por la “comunicación”. Damos por hecho que cuando alguien dice “no me gusta la poesía porque no la entiendo”, es porque la poesía no es para todos/as. Pero muchos creemos que cuando alguien dice eso, igual es porque el poeta (o la poeta), está fallando. Hay una maravillosa vocación de la palabra como medio de entendernos, de crear vínculos: me pregunto si a veces no estamos con la poesía poniendo una valla, privándola de esa vocación. Ya digo que es difícil, pero es a la vez un reto bellísimo al que me entrego con mucho gusto, dispuesto a morir en el intento, si es preciso.


En los hechos tuyos en la calle, en los estamentos culturales y demás, que podemos observar por la red y en distintas publicaciones, es claro que no eres “un poeta sentado”, como reconocía no ser Alberti. ¿Qué podemos hacer con la poesía, en estos tiempos en que se premia en los medios lo más alejado de la abstracción y lo simbólico y en que las artes, sus espacios, han sido secuestrados para ofrecer al público libros únicamente de "entretenimiento"?

Bueno, yo -ahora- prácticamente no tengo proyección alguna en la calle. Ya dije que mi prioridad es mi casa (y ahora no quiero quedar bien, porque es lo que pasa siempre que los hombres decimos esto). El espacio doméstico en el que vivo con mi hijo, con mi pareja y con mi perra. Como ha sido la prioridad de las mujeres durante milenios y aún hoy; lo que sucede es que cuando los hombres lo decimos, somos admirados y elogiados. El ego siempre está al acecho. Quizá lo interesante es hacerlo sin contarlo. Por ejemplo, cocinar un potaje para la familia sin que nadie lo sepa es apoyar el feminismo, que es una causa de justicia prioritaria; dependiendo del contexto, mucho más que manifestarse en la calle. Ambas cosas son compatibles, pero así como en otras épocas estuve metido en varios fregados (recuerdo por ejemplo, con lo que fue a plataforma del 0,7%, en mis tiempos universitarios en Madrid), ahora quiero estar en el espacio privado. Intento no ser el típico varón alabado fuera de casa, encabezando todo tipo de causas, que en casa apenas es un desconocido, alguien que no es capaz ni de mirar a los ojos de su hijo, pero que luego contará en Facebook lo mucho que lo quiere. Es un gran descubrimiento por mi parte. Y ya digo que no son incompatibles ambos planos, pero con 24 horas que tiene el día, y con un niño de 10 años, pues sí que hay que elegir un poco.


En cuanto a la segunda pregunta, no diré nada que no sepamos: este sistema neoliberal que padecemos convierte todo en mercancía: la sanidad, la vivienda, los cuerpos de las mujeres, los animales, etc. Todo. Y por supuesto, no puede ser de otro modo, también la poesía. Importa un producto ligero, que no cuestione. El sistema gestiona hoy hasta el antagonismo. Hasta la propia crítica del sistema. Es un doble looping, porque jamás se ha repetido tanto y desde tantos foros que somos tremendamente libres. Todo ha sido secuestrado por el poder económico, la poesía también. El sistema no va a potenciar aquello que puede poner en peligro su propia supervivencia. El éxito es tal que a cualquier poeta que se comprometa y sea demasiado crítico en sus versos, rápidamente se le tacha de “panfletario” o “panfletaria”. Igual que hoy ser de izquierdas te convierte en “radical”, poco menos que en un anti-demócrata. Cuando no puede haber nada más panfletario, nada más groseramente político que esos vídeos patrocinados por ciertos Bancos, por ciertos grandes medios, o por grandes empresas en los que un famoso/a, pregona que si persigues tus sueños, puedes conseguirlos, o que con actitud positiva se puede lograr todo, así sin más. Parecen inocuos, aparentan ser simples mensajes de autoayuda completamente neutrales, cuando en realidad tras ellos subyace (de manera que da terror verlo) el mantra neoliberal de que hoy quien se esfuerza puede conseguir todo. Y por tanto, como corolario, se culpa así a quien no logró el éxito profesional, el éxito sin más: se le responsabiliza de su fracaso, de su pobreza. Implícitamente se lanza la idea de que la culpa es suya, por no haberse esforzado lo suficiente o porque no tuvo actitud positiva (que se lo digan a los miles de familias que sobreviven con sueldos de miseria, haciendo malabarismos para llegar a fin de mes). Es puro adoctrinamiento, por otra parte muy infantilizante, en la línea de este “centrismo-buen-rollito-disfrazado de librepensamiento” tan de moda (sobre esto hay muchísimo escrito), que en realidad es neoliberalismo radical. Eso sí que es radical. Se responsabiliza al pobre, al que no tiene trabajo: bajo la quimera de que hoy existe igualdad de oportunidades. Como si el Estado realmente hoy en día garantizase la igualdad de oportunidades.


Coordinas los encuentros de poesía de la conciencia crítica de Voces del Extremo, en Tenerife. Es interesante, imprescindible, que los poetas sigamos reuniéndonos. ¿Has observado que desde los grupos de poetas más despiertos hay desánimo o se han planteado propuestas para llevar la poesía a su altura de la que la han despojado, con los libros de entretenimiento, o quizá otro tipo de propuestas en que el poeta y su poesía puedan intervenir, en la forma en que sea, en esta realidad que a todos nos subyuga?

Pertenecer a la familia Voces del Extremo es otro regalo de la vida, y también un orgullo. Descubrir un montón de voces hermanas, de poetas que hacen de su discurso poético una verdadera militancia en las causas en las que creemos. Poetas valientes, menos pendientes de su “carrera”, de su “trayectoria” que de alzar la voz contra la injusticia. Lo que pasa es que es el sistema se encarga de que ese discurso no tenga proyección pública apenas. No interesa, es un peligro para su subsistencia. Hay bastantes poetas, y buenos/as, que cultivan lo que llaman poesía de la conciencia crítica. Pero luego encuentras incluso manuales de literatura en los que ni siquiera aparecen. Por buscar algo positivo en ese orden de cosas: decía la gran Ana Pérez Cañamares en una entrevista que uno de los aspectos de estos tiempos a celebrar (que se vincula a toda la ilusión de lo que fue el 15M) es que fuéramos y vayamos hoy los y las poetas a manifestaciones, a leer nuestros poemas. No concibo la poesía sin ese sitio a pie de calle, la poesía tiene que respirar realidad, ha de colarse en las casas, en las Universidades. Y con ella, el cuestionamiento del capitalismo como algo frente a lo que no hay alternativas y que tenemos que asumir sí o sí. Tengo esperanza. También en cuanto a la posibilidad de volver a organizar Voces el Extremo en Tenerife.


Dinos qué poetas clásicos admiras, y te han ayudado en tu quehacer; y de lo contemporáneo, cuáles consideras que quedarán, por la necesidad de su obra y la singularidad de ésta?

El escritor que casi me hizo enloquecer fue Gabriel García Márquez. Eso de entrada. Ya de adolescente escribía poemas, pero mi referencia era él. En poesía empecé, supongo que como muchos/as, por Neruda. Quedé fascinado con sus “Veinte poemas de amor…” Luego llegaron, cómo no, autores como Machado, Miguel Hernández y Lorca. Me quedé loco con ellos, como es lógico, con cada uno por razones distintas. De la generación del 27, además de Lorca, me detuve con muchísima atención en Pedro Salinas y en Cernuda (claro, pero a quién no le gustan sus poemas). Y luego llegó Ángel González, que fue un grandísimo hallazgo. Una revelación. Como pocos, representa para mí ese equilibrio entre sencillez del texto y profundidad del discurso. La capacidad de emocionar con un lenguaje sencillo, a cualquier ser humano. La posibilidad de escribir poemas bellos desde abajo, no desde una supuesta atalaya reservada a los/as poetas. Tú lees, por ejemplo, su poema “Primera evocación” (uno de mis favoritos), y te puede gustar o no: pero es difícil que no te cale, que no te roce, al menos. Me voy a olvidar de muchos/as poetas pero bueno, te cito alguno/a más: me sobrecoge ese punto extremo de Alejandra Pizarnik, me gustan muchos poemas de Sylvia Plath y desde luego me encantan Joan Margarit, Javier Egea, Luis García Montero… Y por supuesto, finalmente ha sido decisivo encontrarme con la poesía de la conciencia crítica, con Voces del Extremo. Como llegar a casa. Nunca seré ya igual después de leer a poetas a los/as que admiro como por supuesto Antonio Orihuela, Ana Pérez Cañamares, Inma Luna, Jorge Riechmann, Begoña Abad, Jose María García Linares, Enrique Falcón… Cada uno con sus peculiaridades, no los/as estoy metiendo a todos/as en el mismo saco ni encerrándolos/as en el universo de Voces del Extremo; estoy contando que fue a propósito de Voces que los/as conocí. Pero cada cual tiene su camino y construye su propia voz. Más allá de lo que representa Voces del Extremo.


Defíneme ciudad.

Para mí, (es una definición subjetiva): espacio alienante, reino de la prisa, disolvente de los vínculos del ser humano con otros seres humanos y con la madre tierra, el cual aglutina a peones y peonas convertidos a la vez en simples consumidores y consumidoras.


Defíneme amor.

Difícil. Lo contrario del ego, la superación del ego (hablo del “ego” en los términos en que se refiere a él Eckhart Tolle)…


Defíneme “planeta tierra”.

Regalo que no merecíamos, al que haríamos un gran favor si nos extinguiéramos los seres humanos.


Pronto aparece editado por Ediciones En Huida, tu poemario "Rutina de volar", que me cuentas se escribió a propósito de tu compañera y de la vida con ella, como punto de partida hacia distintas temáticas. ¿Podríamos cerrar esta entrevista con algunos de tus versos?

Por supuesto. Y muchas gracias. Aquí algunos del poemario "Mobiliario básico":


Pero mataríamos por esa piscina.

al final de todo,

lo que de verdad nos lastima,

lo que nos quiebra bien adentro,

es no tener una piscina más grande,

no ser los dueños del zoológico.

Por un buen precio

abatiríamos plácidas palomas,

mataríamos delfines

con nuestras propias manos,

por un buen precio.

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