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Sentencias judiciales, declaraciones altisonantes, promotores de la mediocridad; nos obligan a ser radicales en la búsqueda de las verdades

Aprendizajes radicales

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Serán aquellas tareas humildes, esforzadas para aclararnos las ideas de entre la madeja indiscriminada de conocimientos en la cual hemos convertido la comunicación social. Para entresacar las mejores cualidades de cara a una convivencia satisfactoria. Asumir esta disposición, ya sé que contraría a tantos engreídos como al parecer hay; cuando proliferan los expertos y los mismos ciudadanos creen saberlo casi todo a golpe de tecla. No sé si por el aprendizaje irrenunciable e incesante, o por la RADICALIDAD de no cejar en el empeño pese a los afanados modeladores de las actitudes ajenas, ensimismados en sus hallazgos superficiales, con sus actitudes necias de desprecio hacia los grandes enigmas y las versiones personales.

Desde aquellas honduras de la oscuridad cavernaria, de la cual todos partimos, topamos con la DISYUNTIVA de los saberes; unos nos brotan de los adentros, mientras llegan informaciones foráneas. Necesitamos esa doble vía de las aportaciones, como bien atestigua la suma de las experiencias. Aunque a veces no los valoremos, la sabiduría interna es potente y sobre todo insobornable; la intuición, los sentimientos, las emociones, ponen de manifiesto un valioso punto de partida. El complemento procedente del exterior es inevitable dadas las carencias. individuales, siendo evidente el problema de su extensión, que alberga una compleja diversidad. Se requieren actitudes atentas.

Hablan de tiempos en los cuales uno sabía a que atenerse, se disponía del fundamento de los conocimientos. No es creíble dicha afirmación, ya ven como acabamos hoy en día a pesar de los magníficos adelantos. Los conceptos se muestran tambaleantes, supeditados a los usos de cada sujeto o colectivo, sin el menor ánimo de considerarlos en común con el resto. En cuanto al método para aclararnos viene a ser secundario, como también lo será el resultado obtenido, dependiendo de quien protagonice su desarrollo. En la actualidad funcionamos con verdades ceñidas a un PRAGMATISMO SECTORIAL, que no sabe de razonamientos sesudos. En todo caso, estos últimos irán a remolque del utilitarismo.

De donde deducimos las dificultades para aproximarnos a las verdades, tan desperdigadas como actuantes en cada empeño. Estamos ante un panorama poco solidario; en él, las posturas adoptadas son divergentes. La mejor manera de perseguir las mayores cuotas posibles de verdad van a centrarse en el método personal de una CRÍTICA permanente de los escaparates propuestos en los diversos sectores. Las intenciones descubiertas, las consecuencias derivadas, los intereses en suma, exigen la investigación continuada y la apertura franca hacia las novedades adquiridas en cada momento. El hallazgo de puntos de apoyo, aunque sean momentáneos, sólo serán un paso intermedio.

Si de verdad pretendemos enterarnos de los asuntos que nos importan, de los influyentes en nuestras circunstancias vitales, hemos de utilizar el zoom para concretar los objetivos; para empezar, sabemos de la complicada retícula que los envuelve. Ante la factura de la electricidad, los mítines políticos, los recursos disponibles para las pensiones, la discordancia entre sueldos básicos y ganancia de los gestores; nos bemos obligados a estar muy atentos, de lo contrario ni nos enteramos de los manejos. El enjambre de propuestas DISTRACTORAS nos invade. El jolgorio intrascendente entretiene, convirtiéndose en cómplice de la desinformación. Aprendemos la lección, toleramos o disfrutamos de la distracción.

Los jeroglíficos antiguos son interesantes, los laberintos un entretenimiento literario, los acertijos una broma; quedando sobrepasados por el predominio moderno de los artilugios enrevesados. Los espacios ENCRIPTADOS colocan sus barreras frente a las personas interesadas por conocer sus contenidos. Sus dimensiones y características son muy variables. La misma mente humana es inaccesible en gran parte hasta para el propio sujeto. No digamos los planos ocupados por las trabas pergeñadas por la actividad social. O bien aquellos enigmáticos fondos cósmicos o sagrados. Al menos, nos conviene saber la situación de esas criptas, el espacio ocupado por ellas y las posibilidades a nuestro alcance.

Ahora predominan las actitudes arrogantes, en una especie de endiosamiento intolerante con cualquier impedimento, venga este de las actuaciones del prójimo o de las limitaciones estructurales del mundo o de la propia constitución biológica. Es irreal esa supremacía individual, de hecho se resquebraja ante los envites de la existencia. Es ANTINATURAL ese distanciamiento, que nos conduce a un alejamiento de la Naturaleza como tal, pero conlleva el desconocimiento de la propia naturaleza humana. El aprendizaje de cuales son las auténticas raíces constituyentes es una labor delicada, pero desde luego contraria a las contundencias de las actitudes prepotentes de triste recuerdo.

El hombre nuevo tan mencionado por las denominadas como vanguardias, afronta en esencia dos rumbos diferenciados. La huída hacia delante, engreído de sus logros, sin saber a donde va y tirando cada uno por su sendero con la mayor fuerza posible. O por el contrario, la elección de la actitud solidaria de una HUMILDAD consecuente con sus limitaciones, con sus ignorancias y con el acompañamiento del resto de seres vivos, sin dejar de lado el entorno físico en toda su amplitud y características. En las experiencias de la vida pública resultan patentes las consecuencias originadas por esas opciones. También en lo que respecta a las actuaciones privadas, pero menos visibles. ¿Sabremos elegir lo más conveniente?

No podemos librarnos del continuo RETORNO a las ignorancias, a las carencias; ellas se encargarán de las demostraciones pertinentes para que lo entendamos así. El carácter menesteroso de la presencia humana es el verdadero denominador común, a pesar de los magníficos logros obtenidos. Se cumple el viejo presagio según el cual más dura será la caída en tanto se haya subido a lugares poco consolidados.

El empeño que pongamos en la escapada siempre resulta insuficiente; el resultado será frustrante o lógico, dependiendo de la alienación personal que le preceda. El colofón de los sufrimientos estará relacionado con estas circunstancias, que siempre se añaden a las sobrevenidas por la vía natural independiente de las actitudes. Esto de las CARENCIAS radicales nos cuesta de entender, metidos en una rebelión permanente e infructuosa.

El panorama parece claro para iluminar las mejores actitudes, pero partiendo de la libre disposición de cada cual según sus circunstancias. El reto es fascinante, preocupante y enigmático donde los hay, pero insoslayable; exige un pronunciamiento personal. El camino es el HALLAZGO, al vernos conminados a entenderlos bajo esas condiciones; bajo el prisma de una esperanza situada en la meta. La llegada es a un lugar incierto, el camino es el campo de acción para poner a prueba nuestros alcances mentales. En vista de las dificultades requerimos de la máxima colaboración posible, nos va en ello la concordia de los caminantes.

Aprendizajes radicales

Sentencias judiciales, declaraciones altisonantes, promotores de la mediocridad; nos obligan a ser radicales en la búsqueda de las verdades
Rafael Pérez Ortolá
viernes, 18 de octubre de 2019, 10:34 h (CET)

Serán aquellas tareas humildes, esforzadas para aclararnos las ideas de entre la madeja indiscriminada de conocimientos en la cual hemos convertido la comunicación social. Para entresacar las mejores cualidades de cara a una convivencia satisfactoria. Asumir esta disposición, ya sé que contraría a tantos engreídos como al parecer hay; cuando proliferan los expertos y los mismos ciudadanos creen saberlo casi todo a golpe de tecla. No sé si por el aprendizaje irrenunciable e incesante, o por la RADICALIDAD de no cejar en el empeño pese a los afanados modeladores de las actitudes ajenas, ensimismados en sus hallazgos superficiales, con sus actitudes necias de desprecio hacia los grandes enigmas y las versiones personales.

Desde aquellas honduras de la oscuridad cavernaria, de la cual todos partimos, topamos con la DISYUNTIVA de los saberes; unos nos brotan de los adentros, mientras llegan informaciones foráneas. Necesitamos esa doble vía de las aportaciones, como bien atestigua la suma de las experiencias. Aunque a veces no los valoremos, la sabiduría interna es potente y sobre todo insobornable; la intuición, los sentimientos, las emociones, ponen de manifiesto un valioso punto de partida. El complemento procedente del exterior es inevitable dadas las carencias. individuales, siendo evidente el problema de su extensión, que alberga una compleja diversidad. Se requieren actitudes atentas.

Hablan de tiempos en los cuales uno sabía a que atenerse, se disponía del fundamento de los conocimientos. No es creíble dicha afirmación, ya ven como acabamos hoy en día a pesar de los magníficos adelantos. Los conceptos se muestran tambaleantes, supeditados a los usos de cada sujeto o colectivo, sin el menor ánimo de considerarlos en común con el resto. En cuanto al método para aclararnos viene a ser secundario, como también lo será el resultado obtenido, dependiendo de quien protagonice su desarrollo. En la actualidad funcionamos con verdades ceñidas a un PRAGMATISMO SECTORIAL, que no sabe de razonamientos sesudos. En todo caso, estos últimos irán a remolque del utilitarismo.

De donde deducimos las dificultades para aproximarnos a las verdades, tan desperdigadas como actuantes en cada empeño. Estamos ante un panorama poco solidario; en él, las posturas adoptadas son divergentes. La mejor manera de perseguir las mayores cuotas posibles de verdad van a centrarse en el método personal de una CRÍTICA permanente de los escaparates propuestos en los diversos sectores. Las intenciones descubiertas, las consecuencias derivadas, los intereses en suma, exigen la investigación continuada y la apertura franca hacia las novedades adquiridas en cada momento. El hallazgo de puntos de apoyo, aunque sean momentáneos, sólo serán un paso intermedio.

Si de verdad pretendemos enterarnos de los asuntos que nos importan, de los influyentes en nuestras circunstancias vitales, hemos de utilizar el zoom para concretar los objetivos; para empezar, sabemos de la complicada retícula que los envuelve. Ante la factura de la electricidad, los mítines políticos, los recursos disponibles para las pensiones, la discordancia entre sueldos básicos y ganancia de los gestores; nos bemos obligados a estar muy atentos, de lo contrario ni nos enteramos de los manejos. El enjambre de propuestas DISTRACTORAS nos invade. El jolgorio intrascendente entretiene, convirtiéndose en cómplice de la desinformación. Aprendemos la lección, toleramos o disfrutamos de la distracción.

Los jeroglíficos antiguos son interesantes, los laberintos un entretenimiento literario, los acertijos una broma; quedando sobrepasados por el predominio moderno de los artilugios enrevesados. Los espacios ENCRIPTADOS colocan sus barreras frente a las personas interesadas por conocer sus contenidos. Sus dimensiones y características son muy variables. La misma mente humana es inaccesible en gran parte hasta para el propio sujeto. No digamos los planos ocupados por las trabas pergeñadas por la actividad social. O bien aquellos enigmáticos fondos cósmicos o sagrados. Al menos, nos conviene saber la situación de esas criptas, el espacio ocupado por ellas y las posibilidades a nuestro alcance.

Ahora predominan las actitudes arrogantes, en una especie de endiosamiento intolerante con cualquier impedimento, venga este de las actuaciones del prójimo o de las limitaciones estructurales del mundo o de la propia constitución biológica. Es irreal esa supremacía individual, de hecho se resquebraja ante los envites de la existencia. Es ANTINATURAL ese distanciamiento, que nos conduce a un alejamiento de la Naturaleza como tal, pero conlleva el desconocimiento de la propia naturaleza humana. El aprendizaje de cuales son las auténticas raíces constituyentes es una labor delicada, pero desde luego contraria a las contundencias de las actitudes prepotentes de triste recuerdo.

El hombre nuevo tan mencionado por las denominadas como vanguardias, afronta en esencia dos rumbos diferenciados. La huída hacia delante, engreído de sus logros, sin saber a donde va y tirando cada uno por su sendero con la mayor fuerza posible. O por el contrario, la elección de la actitud solidaria de una HUMILDAD consecuente con sus limitaciones, con sus ignorancias y con el acompañamiento del resto de seres vivos, sin dejar de lado el entorno físico en toda su amplitud y características. En las experiencias de la vida pública resultan patentes las consecuencias originadas por esas opciones. También en lo que respecta a las actuaciones privadas, pero menos visibles. ¿Sabremos elegir lo más conveniente?

No podemos librarnos del continuo RETORNO a las ignorancias, a las carencias; ellas se encargarán de las demostraciones pertinentes para que lo entendamos así. El carácter menesteroso de la presencia humana es el verdadero denominador común, a pesar de los magníficos logros obtenidos. Se cumple el viejo presagio según el cual más dura será la caída en tanto se haya subido a lugares poco consolidados.

El empeño que pongamos en la escapada siempre resulta insuficiente; el resultado será frustrante o lógico, dependiendo de la alienación personal que le preceda. El colofón de los sufrimientos estará relacionado con estas circunstancias, que siempre se añaden a las sobrevenidas por la vía natural independiente de las actitudes. Esto de las CARENCIAS radicales nos cuesta de entender, metidos en una rebelión permanente e infructuosa.

El panorama parece claro para iluminar las mejores actitudes, pero partiendo de la libre disposición de cada cual según sus circunstancias. El reto es fascinante, preocupante y enigmático donde los hay, pero insoslayable; exige un pronunciamiento personal. El camino es el HALLAZGO, al vernos conminados a entenderlos bajo esas condiciones; bajo el prisma de una esperanza situada en la meta. La llegada es a un lugar incierto, el camino es el campo de acción para poner a prueba nuestros alcances mentales. En vista de las dificultades requerimos de la máxima colaboración posible, nos va en ello la concordia de los caminantes.

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