Es evidente que Johnson, conocido por sus mentiras y su fogosidad que a veces raya con lo irracional, se ha envalentonado en su reto a Europa tras la “cumbre” del G-7, donde ha encontrado un caluroso apoyo de Donald Trump que le ha ofrecido una alianza comercial y económica poco menos que paradisíaca en un enfurecido marco de nacionalismo populista. Ambos comparten una feroz hostilidad hacia los inmigrantes, en la que se encuentra la raíz misma del propio Brexit.
Queda por ver cual va a ser la reacción de los propios británicos que ya mostraron su división en el referéndum hace dos años. De momento, Escocia está incubando otra consulta sobre la separación de Inglaterra y, más allá, está en juego la suerte de los inmigrantes que residen en Gran Bretaña, entre ellos casi 200.000 españoles, así como la estabilidad empresarial, tanto británica como europea, de la que dependen cientos de miles de empleados. De la mentira como arma política, Londres está pasando a una dramática realidad que se le puede escapar de las manos.