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​A nadie le ha resultado indiferente la extraordinaria entrevista de Jordi Évole al Papa Francisco

La entrevista

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He tenido que volverla a ver y, sobre todo, a escuchar. La primera vez que la disfruté en directo se me acumuló una tormenta de ideas mientras se me llenaba de fuego el corazón. Hacía años que no me emocionaba tanto en el encuentro con el Evangelio vivo. Así que la he vuelto a revisar.

Provisto de papel y lápiz he ido tomando nota de las frases con la que respondía el Papa al sagaz reportero que, como es necesario en esta profesión, intentó llevar el agua a su molino y ponerlo en apuros.

Desde el momento en que Francisco se declaro pontífice-puente llevado por las alas de los Ángeles, la entrevista se convirtió en una declaración de principios. “El que levanta muros acaba prisionero de los mismos”, “Nos hemos acostumbrado a los mismos, nos parece natural el cortar el paso a la migración”, “el mundo se ha olvidado de llorar”.

Cuando el entrevistador pedía soluciones, el entrevistado repetía “que lean el evangelio y que sean coherente con el mismo”, “que conozcan la doctrina social de la Iglesia”, “la dictadura nace del miedo”, hay menos ricos, pero con mucha plata y muchos pobres con poca plata”, “estamos en la tercera guerra mundial… a pedacitos”.


Al hablar de África su voz cambia el tono. El sentimiento aflora a sus labios y al temblor de sus manos. “Los africanos han recuperado el terreno, pero el interior sigue siendo de las potencias invasoras”, “todos los países del primer mundo venden armas sin pudor y mientras, proclaman la bondad de la paz”. Las concertinas lo dejaron sin palabra. Son una vergüenza para todos; el problema de la migración hacia Europa demuestra el egoísmo de los viejos países anclados en sus “verdades”.

Sobre el trabajo habla del precariado como un mal de nuestra época; lo que antes se llamaba pobres vergonzantes hoy es el salario precario, ese que hace imposible llegar a final de mes. Ese que reciben la mayoría de los jubilados, los que no llegan a los mil euros con una familia que mantener, los que tienen trabajos-basura y la mayoría de las veces sin seguridad social.

Sobre las distintas maneras de entender la vida, la política, la economía o la religión, nos habla de persuadir, no insultar, buscar el punto común que nos acerca y no lo que nos separa. Habla con rotundidez del aborto. No se puede solucionar un problema eliminando una vida humana. Ni alquilar un sicario que lo haga. Hay que ayudar a la madre a solucionar su problema sin perjudicar a nadie más. No dejarla en la calle.

Aunque entiendo sus argumentos, estimo que se quedó un poco a medias en el tema de la homosexualidad y en la presencia de las mujeres en la Iglesia. Creo que se tuvo que morder la lengua para evitar ataques por todas partes. Se quedó con la acogida familiar de los homosexuales y la identidad de la Iglesia como femenina. La mujer “da riqueza y sentido común a la Iglesia”. Protagonismo, no servidumbre de la mujer.

“Vivo en un museo”; esta frase resume sus sentimientos. No puede vender sus paredes, le cuesta mucho evitar la parafernalia y las grandes decisiones. Entonces, y a instancias del periodista, habló de los pobres de la calle, los que deambulan por las grandes ciudades y, como no, del Vaticano. Se sienten invisibles, pero tampoco se quieren adaptar a las rutinas de una vida algo más ordenada.

Los miembros de la Iglesia tenemos que pagar nuestros tributos, siempre que no se trate de instituciones sociales o de educación, nunca los negocios encubiertos. Achaca a diversas causas la disminución de fieles en los templos. Yo estimo que es muy difícil ser un cristiano coherente. Por eso van disminuyendo poco a poco los cristianos sociales y de cumplimiento.

Su análisis sobre los medios es determinante. Piensa que la comunicación es básica y enriquecedora de la humanidad, siempre que no adolezca de uno de sus cuatro pecados “errores” principales: La desinformación, la calumnia, la difamación y la coprofilia. Finalmente habló de la “trata”, la prostitución de los medios. Parece que conoce el tema.

Inmediatamente llegaron a mi mente algunos programas de televisión e incluso canales completos. Los periodistas de bufanda, los periodistas de partido, los periodistas comprados o vendidos, los que inventan noticias “calumnia que algo queda”, “una mentira repetida se convierte en una verdad”, todos ellos han conseguido que seamos una de las profesiones menos valoradas por la gente. (Estamos en los últimos escalones del ranking).

Inmediatamente ha nacido un spin-off de esta entrevista. Sus palabras durante el vuelo a Marruecos sobre su visita a España han hecho rasgarse las vestiduras a casi todos. Convendría que dichas frases se aclarasen un poco, dado que han servido a muchos para descalificarlo por completo injustamente.

En los abusos por parte de miembros de la Iglesia se defendió como pudo ante un ataque directo. “Tenemos que reconocerlo y pedir perdón. Denunciar inmediatamente y olvidarse de un corporativismo patente en todas las profesiones”. La hermenéutica (interpretación en cada época) no disminuye la responsabilidad. Habló de procesos sanadores como el reciente congreso celebrado en Roma a dicho respecto.

En varios momentos de la entrevista habla de sonreír a la vida; declara con pena que en algunas frases pronunciadas metió la pata: “me equivoque”, dice en algún momento.

Mi conclusión es contundente. Solo hay un redentor. Pero el Papa Francisco es un auténtico Vicario de Cristo en la tierra. 

La entrevista

​A nadie le ha resultado indiferente la extraordinaria entrevista de Jordi Évole al Papa Francisco
Manuel Montes Cleries
jueves, 4 de abril de 2019, 16:26 h (CET)

He tenido que volverla a ver y, sobre todo, a escuchar. La primera vez que la disfruté en directo se me acumuló una tormenta de ideas mientras se me llenaba de fuego el corazón. Hacía años que no me emocionaba tanto en el encuentro con el Evangelio vivo. Así que la he vuelto a revisar.

Provisto de papel y lápiz he ido tomando nota de las frases con la que respondía el Papa al sagaz reportero que, como es necesario en esta profesión, intentó llevar el agua a su molino y ponerlo en apuros.

Desde el momento en que Francisco se declaro pontífice-puente llevado por las alas de los Ángeles, la entrevista se convirtió en una declaración de principios. “El que levanta muros acaba prisionero de los mismos”, “Nos hemos acostumbrado a los mismos, nos parece natural el cortar el paso a la migración”, “el mundo se ha olvidado de llorar”.

Cuando el entrevistador pedía soluciones, el entrevistado repetía “que lean el evangelio y que sean coherente con el mismo”, “que conozcan la doctrina social de la Iglesia”, “la dictadura nace del miedo”, hay menos ricos, pero con mucha plata y muchos pobres con poca plata”, “estamos en la tercera guerra mundial… a pedacitos”.


Al hablar de África su voz cambia el tono. El sentimiento aflora a sus labios y al temblor de sus manos. “Los africanos han recuperado el terreno, pero el interior sigue siendo de las potencias invasoras”, “todos los países del primer mundo venden armas sin pudor y mientras, proclaman la bondad de la paz”. Las concertinas lo dejaron sin palabra. Son una vergüenza para todos; el problema de la migración hacia Europa demuestra el egoísmo de los viejos países anclados en sus “verdades”.

Sobre el trabajo habla del precariado como un mal de nuestra época; lo que antes se llamaba pobres vergonzantes hoy es el salario precario, ese que hace imposible llegar a final de mes. Ese que reciben la mayoría de los jubilados, los que no llegan a los mil euros con una familia que mantener, los que tienen trabajos-basura y la mayoría de las veces sin seguridad social.

Sobre las distintas maneras de entender la vida, la política, la economía o la religión, nos habla de persuadir, no insultar, buscar el punto común que nos acerca y no lo que nos separa. Habla con rotundidez del aborto. No se puede solucionar un problema eliminando una vida humana. Ni alquilar un sicario que lo haga. Hay que ayudar a la madre a solucionar su problema sin perjudicar a nadie más. No dejarla en la calle.

Aunque entiendo sus argumentos, estimo que se quedó un poco a medias en el tema de la homosexualidad y en la presencia de las mujeres en la Iglesia. Creo que se tuvo que morder la lengua para evitar ataques por todas partes. Se quedó con la acogida familiar de los homosexuales y la identidad de la Iglesia como femenina. La mujer “da riqueza y sentido común a la Iglesia”. Protagonismo, no servidumbre de la mujer.

“Vivo en un museo”; esta frase resume sus sentimientos. No puede vender sus paredes, le cuesta mucho evitar la parafernalia y las grandes decisiones. Entonces, y a instancias del periodista, habló de los pobres de la calle, los que deambulan por las grandes ciudades y, como no, del Vaticano. Se sienten invisibles, pero tampoco se quieren adaptar a las rutinas de una vida algo más ordenada.

Los miembros de la Iglesia tenemos que pagar nuestros tributos, siempre que no se trate de instituciones sociales o de educación, nunca los negocios encubiertos. Achaca a diversas causas la disminución de fieles en los templos. Yo estimo que es muy difícil ser un cristiano coherente. Por eso van disminuyendo poco a poco los cristianos sociales y de cumplimiento.

Su análisis sobre los medios es determinante. Piensa que la comunicación es básica y enriquecedora de la humanidad, siempre que no adolezca de uno de sus cuatro pecados “errores” principales: La desinformación, la calumnia, la difamación y la coprofilia. Finalmente habló de la “trata”, la prostitución de los medios. Parece que conoce el tema.

Inmediatamente llegaron a mi mente algunos programas de televisión e incluso canales completos. Los periodistas de bufanda, los periodistas de partido, los periodistas comprados o vendidos, los que inventan noticias “calumnia que algo queda”, “una mentira repetida se convierte en una verdad”, todos ellos han conseguido que seamos una de las profesiones menos valoradas por la gente. (Estamos en los últimos escalones del ranking).

Inmediatamente ha nacido un spin-off de esta entrevista. Sus palabras durante el vuelo a Marruecos sobre su visita a España han hecho rasgarse las vestiduras a casi todos. Convendría que dichas frases se aclarasen un poco, dado que han servido a muchos para descalificarlo por completo injustamente.

En los abusos por parte de miembros de la Iglesia se defendió como pudo ante un ataque directo. “Tenemos que reconocerlo y pedir perdón. Denunciar inmediatamente y olvidarse de un corporativismo patente en todas las profesiones”. La hermenéutica (interpretación en cada época) no disminuye la responsabilidad. Habló de procesos sanadores como el reciente congreso celebrado en Roma a dicho respecto.

En varios momentos de la entrevista habla de sonreír a la vida; declara con pena que en algunas frases pronunciadas metió la pata: “me equivoque”, dice en algún momento.

Mi conclusión es contundente. Solo hay un redentor. Pero el Papa Francisco es un auténtico Vicario de Cristo en la tierra. 

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