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Etiquetas | Paraguay | Historia | Guerra
Acrobáticos esfuerzos se han hecho para negar la participación de intereses empresariales en una guerra sudamericana importada desde Wall Street

​Mariano Llano y la Guerra del Chaco que nos ocultaron

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Recuerdo que mi amigo Mariano Llano Díaz de Vivar, trágicamente desaparecido el fin de semana, solía alentarme en mis esfuerzos para develar intereses ocultos involucrados en la guerra paraguayo-bolilviana de 1932 a 1935 y que todavía, aunque parezca increíble, yacen en la penumbra historiográfica.

Sucede que la matanza entre paraguayos y bolivianos poco después de la caída de la bolsa, en aquel martes negro, está plagada de intereses bastardos que nada tienen que ver con las falsas banderas agitadas por el establishment para consumo ajeno.

Aunque hoy en día riquezas minerales del subsuelo como el gas o el petróleo han sido consagrados como casus belli por toda la opinión pública mundial, que ha presenciado en pocos años invasiones y amenazas a países petroleros, tanto como magnicidios de jefes de estado que planeaban desafiar petrodivisas hegemónicas, la norma impuesta por los más “prestigiosos” sigue siendo contravenir toda lógica.

Aunque vivamos en tiempos que nos permiten informarnos de manera digital y en tiempo real, el delirio de los que siempre consideraron la información como un negocio superpuesto a la verdad, pretende seguir permeando conciencias y manipulando juicios al pasado, en beneficio del presente y futuro que consideran favorable a sus intereses.

En mayo de 1934, el considerado más célebre personaje de la historia de Luisiana, denunciaba que la empresa petrolera Standard Oil estaba involucrada en el estallido de la guerra del Chaco. Era el Senador Huey Long, quien luego sería personaje de filmes laureados en Hollywood, novelas premiadas por el publico y la critica y biografías galardonadas con el Pulitzer. Su asesinato en septiembre de 1935 es uno de los más controvertidos en la historia de Estados Unidos.

Tan sustancioso respaldo al ejército boliviano en su búsqueda de una salida fluvial a los productos de su rico subsuelo, solo podría contrarrestarse con antagonistas del mismo peso, rol atribuido a personeros de la empresa anglo-holandesa Shell por versiones consideradas “alternativas”. La presencia inglesa en Argentina, conocida a fondo por los historiadores de ese país, desarrolla el resto del relato.

En fechas como éstas, del año 1934, concretamente el 19 de marzo de 1934, el comandante boliviano Enrique Peñaranda consignaba que las autoridades argentinas facilitaban el aprovisionamiento del ejército paraguayo desde sus fronteras, en una actitud que contrastaba con las dificultades que tenían los pobladores de localidades bolivianas para cruzar ríos limítrofes al territorio disputado con modestas cantidades de víveres para los suyos.


Al día siguiente, 20 de marzo de 1934, otro informe dirigido al jefe del estado boliviano, preguntaba si no se consideraba necesario un parte al respecto, ya que no solo existía ayuda fronteriza de los argentinos, también los prisioneros paraguayos habían reconocido la importante presencia de oficiales argentinos en sus filas. En la Casa Argentina de Asunción, que todavía existe y en el mismo sitio, se reclutó el regimiento de Caballería “San Martin” integrado por argentinos que lucharon en filas paraguayas, existiendo incluso bibliografía al respecto.


La escritora paraguaya Beatriz Gonzalez Oddone, consigna la ayuda argentina al Paraguay revelando que todas las noches, a las doce y media en punto, la inteligencia militar argentina pasaba un parte de su Estado Mayor, firmado por el Coronel Esteban Vacarezza, acompañado de apreciaciones pronosticando alternativas futuras.


Un historiador paraguayo de incuestionable objetividad, Alfredo Seiferheld, publicó en su “álbum fotogrático” sobre la guerra del Chaco, sugestivas fotos del aprovisionamiento que daba la Shell a los vehículos motorizados de las fuerzas paraguayas, así como las dotaciones de camiones que llegaban a Paraguay desde Argentina.


Por si faltaran indicios, una estación telegráfica de la Standard Oil en Tartagal, provincia argentina de Salta, fue clausurada por la Dirección de Correos y telégrafos argentinos en prueba de la “neutralidad” de Buenos Aires.


Empresas argentinas como la naviera Nicolas Mihanovich, la yerbatera argentina Larangeira, prestaron importante ayuda financiera al Paraguay. Toda la gasolina, fuel oil o nafta, bombas de artillería, así como el trigo que consumió el ejército paraguayo en guerra con Bolivia provinieron de Argentina. Según las memorias del ministro paraguayo en Buenos Aires Vicente Rivarola, “todas las armas adquiridas por el Paraguay en Europa y Estados Unidos”, eran desembarcados discretamente en Buenos Aires, y reembarcados con destinos falsos para abastecer el esfuerzo bélico paraguayo.


Como epílogo de estas breves líneas, valga todo lo expuesto en memoria del amigo Mariano Llano, que hizo un esfuerzo por esclarecer episodios de nuestra historia tan oscuros como el trágico final de su vida. Lo explicó alguna vez un filósofo contemporáneo cuando escribió, que a veces la tragedia de la muerte de un hombre completa y ejemplifica el sentido de toda su vida. 

​Mariano Llano y la Guerra del Chaco que nos ocultaron

Acrobáticos esfuerzos se han hecho para negar la participación de intereses empresariales en una guerra sudamericana importada desde Wall Street
Luis Agüero Wagner
lunes, 18 de marzo de 2019, 14:56 h (CET)

Recuerdo que mi amigo Mariano Llano Díaz de Vivar, trágicamente desaparecido el fin de semana, solía alentarme en mis esfuerzos para develar intereses ocultos involucrados en la guerra paraguayo-bolilviana de 1932 a 1935 y que todavía, aunque parezca increíble, yacen en la penumbra historiográfica.

Sucede que la matanza entre paraguayos y bolivianos poco después de la caída de la bolsa, en aquel martes negro, está plagada de intereses bastardos que nada tienen que ver con las falsas banderas agitadas por el establishment para consumo ajeno.

Aunque hoy en día riquezas minerales del subsuelo como el gas o el petróleo han sido consagrados como casus belli por toda la opinión pública mundial, que ha presenciado en pocos años invasiones y amenazas a países petroleros, tanto como magnicidios de jefes de estado que planeaban desafiar petrodivisas hegemónicas, la norma impuesta por los más “prestigiosos” sigue siendo contravenir toda lógica.

Aunque vivamos en tiempos que nos permiten informarnos de manera digital y en tiempo real, el delirio de los que siempre consideraron la información como un negocio superpuesto a la verdad, pretende seguir permeando conciencias y manipulando juicios al pasado, en beneficio del presente y futuro que consideran favorable a sus intereses.

En mayo de 1934, el considerado más célebre personaje de la historia de Luisiana, denunciaba que la empresa petrolera Standard Oil estaba involucrada en el estallido de la guerra del Chaco. Era el Senador Huey Long, quien luego sería personaje de filmes laureados en Hollywood, novelas premiadas por el publico y la critica y biografías galardonadas con el Pulitzer. Su asesinato en septiembre de 1935 es uno de los más controvertidos en la historia de Estados Unidos.

Tan sustancioso respaldo al ejército boliviano en su búsqueda de una salida fluvial a los productos de su rico subsuelo, solo podría contrarrestarse con antagonistas del mismo peso, rol atribuido a personeros de la empresa anglo-holandesa Shell por versiones consideradas “alternativas”. La presencia inglesa en Argentina, conocida a fondo por los historiadores de ese país, desarrolla el resto del relato.

En fechas como éstas, del año 1934, concretamente el 19 de marzo de 1934, el comandante boliviano Enrique Peñaranda consignaba que las autoridades argentinas facilitaban el aprovisionamiento del ejército paraguayo desde sus fronteras, en una actitud que contrastaba con las dificultades que tenían los pobladores de localidades bolivianas para cruzar ríos limítrofes al territorio disputado con modestas cantidades de víveres para los suyos.


Al día siguiente, 20 de marzo de 1934, otro informe dirigido al jefe del estado boliviano, preguntaba si no se consideraba necesario un parte al respecto, ya que no solo existía ayuda fronteriza de los argentinos, también los prisioneros paraguayos habían reconocido la importante presencia de oficiales argentinos en sus filas. En la Casa Argentina de Asunción, que todavía existe y en el mismo sitio, se reclutó el regimiento de Caballería “San Martin” integrado por argentinos que lucharon en filas paraguayas, existiendo incluso bibliografía al respecto.


La escritora paraguaya Beatriz Gonzalez Oddone, consigna la ayuda argentina al Paraguay revelando que todas las noches, a las doce y media en punto, la inteligencia militar argentina pasaba un parte de su Estado Mayor, firmado por el Coronel Esteban Vacarezza, acompañado de apreciaciones pronosticando alternativas futuras.


Un historiador paraguayo de incuestionable objetividad, Alfredo Seiferheld, publicó en su “álbum fotogrático” sobre la guerra del Chaco, sugestivas fotos del aprovisionamiento que daba la Shell a los vehículos motorizados de las fuerzas paraguayas, así como las dotaciones de camiones que llegaban a Paraguay desde Argentina.


Por si faltaran indicios, una estación telegráfica de la Standard Oil en Tartagal, provincia argentina de Salta, fue clausurada por la Dirección de Correos y telégrafos argentinos en prueba de la “neutralidad” de Buenos Aires.


Empresas argentinas como la naviera Nicolas Mihanovich, la yerbatera argentina Larangeira, prestaron importante ayuda financiera al Paraguay. Toda la gasolina, fuel oil o nafta, bombas de artillería, así como el trigo que consumió el ejército paraguayo en guerra con Bolivia provinieron de Argentina. Según las memorias del ministro paraguayo en Buenos Aires Vicente Rivarola, “todas las armas adquiridas por el Paraguay en Europa y Estados Unidos”, eran desembarcados discretamente en Buenos Aires, y reembarcados con destinos falsos para abastecer el esfuerzo bélico paraguayo.


Como epílogo de estas breves líneas, valga todo lo expuesto en memoria del amigo Mariano Llano, que hizo un esfuerzo por esclarecer episodios de nuestra historia tan oscuros como el trágico final de su vida. Lo explicó alguna vez un filósofo contemporáneo cuando escribió, que a veces la tragedia de la muerte de un hombre completa y ejemplifica el sentido de toda su vida. 

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