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Pero por encima de todo, lo que nunca nadie ni nada podrá cambiar es que me tuvo nueve meses en el vientre una gitana

Esto es lo que soy

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Empezando por lo accidental y terminando por lo trascendente

Primero soy europeo.


Segundo, soy español.


Tercero, soy andaluz.


Cuarto, soy de Puerto Real (Cádiz)


Quinto, soy cristiano.


Sexto, soy socialista.


Séptimo, soy gitano.

Las seis primeras cualidades de mi existencia son accidentales

Primero, soy europeo, pero igualmente podría ser africano o asiático si hubiera nacido en cualquiera de esos continentes.
Segundo, soy español, pero sería francés, ruso o argentino si mi madre me hubiera parido en Francia, en Rusia o en Argentina.
Tercero, soy andaluz, pero ¿por qué no catalán, gallego o extremeño? Todo consiste en el certificado de nacimiento que te da el Registro Civil.
Cuarto, soy gaditano ―¡qué suerte la mía de haber abierto los ojos en la tierra que dio a luz la primera Constitución democrática y liberal de España―, pero igualmente podría ser alcalaíno por ser la tierra donde nació el autor del Quijote.
Quinto, soy cristiano por tradición y porque creo que en el Evangelio está la clave del respeto y el amor entre las personas. Pero igualmente podría ser budista o simplemente ateo.
Sexto, soy socialista porque creo que el socialismo es quien mejor puede llevar a cabo el cumplimiento de los ideales de justicia, libertad, solidaridad y respeto que nos debemos todos los seres humanos. Pero en su lugar también podría ser conservador o comunista.

Todo lo dicho hasta aquí es temporal y circunstancial. Todo es aparentemente bueno y todo puede cambiarse justificadamente. Sin embargo, lo que permanece inalterable, lo que ni siquiera yo mismo podría cambiar porque forma parte de mi ente personal e intransferible es mi condición de gitano. Por esa razón:

Primero: Aunque pudiera ser europeo, americano o asiático, siempre seré gitano


Segundo: Sea cual sea mi nacionalidad, siempre seré gitano


Tercero: Por encima de la región del mundo donde haya nacido, siempre seré gitano.


Cuarto: Mi patria chica es la que es, pero podría ser cualquier otra. Sin embargo, siempre seré gitano.


Quinto: Pudiendo ser cristiano, o musulmán, o budista o ateo, siempre seré gitano.


Sexto: Ser socialista, liberal, conservador, de izquierdas o de derechas no me impide ser siempre gitano.

Todo lo dicho hasta aquí es verdad, es temporal y es cambiante.

Lo que nunca cambiarán son mis raíces gitanas, milenarias.


Lo que nunca cambiará es el sentimiento de familia (la familia es lo más importante) que para cualquier gitano que se precie es lo primero.
Lo que nunca cambiará es el respeto, la veneración y la obediencia que debemos a nuestros padres y ancianos. Ellos son el fundamento de nuestra vida en sociedad.

Pero por encima de todo, por encima del bien y del mal, por encima de todas las leyes que puedan dictar “los gachés”,― o los gitanos si algún día gobernamos en este país―, lo que nunca nadie ni nada podrá cambiar es que me tuvo nueve meses en el vientre una gitana, y allí, en el claustro sagrado de la maternidad, aprendí a quererla y a respetarla.

Por eso ante ella me rompo la camisa, y coloco a la mujer gitana en lo más alto de mi vida y de nuestra estirpe.



Esto es lo que soy

Pero por encima de todo, lo que nunca nadie ni nada podrá cambiar es que me tuvo nueve meses en el vientre una gitana
Juan de Dios Ramírez Heredia
miércoles, 6 de marzo de 2019, 15:05 h (CET)

Empezando por lo accidental y terminando por lo trascendente

Primero soy europeo.


Segundo, soy español.


Tercero, soy andaluz.


Cuarto, soy de Puerto Real (Cádiz)


Quinto, soy cristiano.


Sexto, soy socialista.


Séptimo, soy gitano.

Las seis primeras cualidades de mi existencia son accidentales

Primero, soy europeo, pero igualmente podría ser africano o asiático si hubiera nacido en cualquiera de esos continentes.
Segundo, soy español, pero sería francés, ruso o argentino si mi madre me hubiera parido en Francia, en Rusia o en Argentina.
Tercero, soy andaluz, pero ¿por qué no catalán, gallego o extremeño? Todo consiste en el certificado de nacimiento que te da el Registro Civil.
Cuarto, soy gaditano ―¡qué suerte la mía de haber abierto los ojos en la tierra que dio a luz la primera Constitución democrática y liberal de España―, pero igualmente podría ser alcalaíno por ser la tierra donde nació el autor del Quijote.
Quinto, soy cristiano por tradición y porque creo que en el Evangelio está la clave del respeto y el amor entre las personas. Pero igualmente podría ser budista o simplemente ateo.
Sexto, soy socialista porque creo que el socialismo es quien mejor puede llevar a cabo el cumplimiento de los ideales de justicia, libertad, solidaridad y respeto que nos debemos todos los seres humanos. Pero en su lugar también podría ser conservador o comunista.

Todo lo dicho hasta aquí es temporal y circunstancial. Todo es aparentemente bueno y todo puede cambiarse justificadamente. Sin embargo, lo que permanece inalterable, lo que ni siquiera yo mismo podría cambiar porque forma parte de mi ente personal e intransferible es mi condición de gitano. Por esa razón:

Primero: Aunque pudiera ser europeo, americano o asiático, siempre seré gitano


Segundo: Sea cual sea mi nacionalidad, siempre seré gitano


Tercero: Por encima de la región del mundo donde haya nacido, siempre seré gitano.


Cuarto: Mi patria chica es la que es, pero podría ser cualquier otra. Sin embargo, siempre seré gitano.


Quinto: Pudiendo ser cristiano, o musulmán, o budista o ateo, siempre seré gitano.


Sexto: Ser socialista, liberal, conservador, de izquierdas o de derechas no me impide ser siempre gitano.

Todo lo dicho hasta aquí es verdad, es temporal y es cambiante.

Lo que nunca cambiarán son mis raíces gitanas, milenarias.


Lo que nunca cambiará es el sentimiento de familia (la familia es lo más importante) que para cualquier gitano que se precie es lo primero.
Lo que nunca cambiará es el respeto, la veneración y la obediencia que debemos a nuestros padres y ancianos. Ellos son el fundamento de nuestra vida en sociedad.

Pero por encima de todo, por encima del bien y del mal, por encima de todas las leyes que puedan dictar “los gachés”,― o los gitanos si algún día gobernamos en este país―, lo que nunca nadie ni nada podrá cambiar es que me tuvo nueve meses en el vientre una gitana, y allí, en el claustro sagrado de la maternidad, aprendí a quererla y a respetarla.

Por eso ante ella me rompo la camisa, y coloco a la mujer gitana en lo más alto de mi vida y de nuestra estirpe.



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