Siglo XXI. Diario digital independiente, plural y abierto. Noticias y opinión
Viajes y Lugares Tienda Siglo XXI Grupo Siglo XXI
21º ANIVERSARIO
Fundado en noviembre de 2003
Opinión
Etiquetas | Opus Dei | Religión
Mirar solo a la propia felicidad es una forma de egoísmo

Opus Dei: Comentario crítico a una carta (LXX)

|

Como habrá podido ver el lector, el problema institucional del Opus Dei, que es una de las coordenadas que, en mi opinión, es necesario conocer para entender la carta de 9 de enero de 2018, tiene algunos puntos que reclaman una profunda reforma.


Uno de ellos es la dirección espiritual obligatoria con nombramiento impuesto del director espiritual por parte de la institución, verdadero escándalo para todo aquel que, sin conocer el Opus Dei, se entera de que esta práctica se da hoy día en el seno de una organización de la Iglesia Católica.


Otro de los puntos necesitados de reforma es la práctica de la corrección fraterna al estilo Opus Dei, con delación incluida, que es en realidad un medio de control en el que se utiliza, como controladores y como controlados, a todos contra todos, matando la posible confianza que pudiera llegar a existir en la institución si no se pusiera ese freno a la confianza.


Otro punto de clara necesidad de reforma es el relativo a las numerarias auxiliares, verdaderas esclavas del Opus Dei bajo el cuento de tener vocación profesional de fregar suelos o váteres. Y menos mal que, al menos en países medianamente civilizados, a base de querellas criminales, van aprendiendo, y les pagan por su trabajo.

El cuarto punto fuerte es el proselitismo.


Cuando en marzo de 2013 fue elegido Bergoglio como Papa, puesto que no sabía absolutamente nada de él, me lancé en los días siguientes a comprar varios libros sobre su vida, sus actividades anteriores, sus homilías, cuando era arzobispo de Buenos Aires, etc. Recuerdo que salieron muchísimos libros sobre el nuevo Papa, unos 30. Yo me compré media docena y me los leí todos en tiempo record. Fui el único de mi centro que hizo eso. Me vino muy bien y creo que desde pronto me hice una idea más o menos aproximada de quien era el nuevo Papa.


Lo que más me llamó la atención fueron sus ataques furibundos al proselitismo que venían recogidos en no pocas de sus homilías. Fue algo que me dejó descolocado, pues yo mismo llevaba entendiendo el proselitismo desde hacía 40 años como “la señal cierta del celo verdadero” (Camino, nº 793), y como tal lo había expuesto en las muchas charlas que di en ese tiempo.


San Josemaría decía con frecuencia textualmente que “el que no hace proselitismo está muerto, y yo a los muertos los entierro piadosamente”.


Al amparo de esta idea, en el Opus Dei se lleva 90 años haciendo un proselitismo absolutamente agresivo en el que se agobia, principalmente a la gente joven, con ideas falsas como las que voy a exponer más adelante, que al crearles una honda preocupación de conciencia, les fuerza a pedir la admisión en el Opus Dei en una actuación de clarísima falta de libertad.


La programación del proselitismo en el Opus Dei supera todo lo admisible: El fundador del Opus Dei dijo muchas veces que nadie en el Opus Dei podía sentirse tranquilo si no traía cada año “cuatro o cinco vocaciones”. En los centros del Opus Dei siempre han sido habituales las “tertulias proselitistas” encaminadas a planificar el proselitismo y distribuirse la gente para obtener el mayor número de “vocaciones”.


Desde los primerísimos años del Opus Dei se practica “la lista de san José”, consistente en elaborar el día 19 de marzo de cada año una lista de “pitables” que a lo largo del año, con el suficiente trato proselitista, lleguen a pedir la admisión en el Opus Dei.


Cuando leí esas homilías de Bergoglio, el nuevo Papa Francisco, me di claramente cuenta de que algo estaba cambiando, pues Bergoglio, o sea, el Papa, decía justo todo lo contrario que lo que decía san Josemaría, que lo que decía el Opus Dei y que lo que había dicho yo mismo durante los cuarenta años anteriores.


Este asunto fue tema de mi oración personal. Intenté compaginar las dos posturas. Al fin y al cabo, el proselitismo agresivo que se practica en el Opus Dei tiene una buena intención de fondo. Pero terminé dándome cuenta de que, como el fin no justifica los medios, era evidente que en el Opus Dei habíamos andado mal el camino y había que rectificar. Pero no dije nada. Ya por entonces me había dado cuenta de que “hacer sugerencias”, aparte de ser algo inútil, solo podía crearme problemas en el seno del Opus Dei: Un tipo del Opus Dei proponiendo que se deje de hacer proselitismo, era casi “un cadáver a punto de ser enterrado piadosamente”.


Lo que hice por mi cuenta fue replantearme personalmente mi propia traducción del término “proselitismo”, en el sentido de seguir la corriente a los directores, pero dejar de practicarlo tal y como se hace en el Opus Dei, y entenderlo como siempre se ha entendido el “proselitismo” en la Iglesia, como lo planteó nuestro Señor, como una invitación a seguir a Cristo basada fundamentalmente en el testimonio de la propia vida, y también en la palabra, si alguien me pidiera “razón de mi esperanza”, como nos recuerda san Pedro en una de sus cartas. Pero nunca como se ha venido practicando en el Opus Dei desde los comienzos, un proselitismo agresivo, propio de multinacional o de agencia bancaria, pisoteando la intimidad y la libertad individual.


Esta denuncia del proselitismo por parte del Papa me empezó a abrir los ojos acerca de la chapuza del espíritu del Opus Dei. Yo por entonces ya veía muchas incongruencias en el Opus Dei, pero esta era una incongruencia fundacional importante. En aquella ocasión tuve que elegir entre san Josemaría y el Papa. Elegí al segundo. Ahora pienso que muy probablemente bastantes miembros del Opus Dei, incluidos los que lo gobiernan, en una tesitura parecida, habrán optado por san Josemaría.


Una vez me comentó un amigo, hablándome de los jesuitas, que mientras otras instituciones de la Iglesia siguen a san Francisco de Asís (franciscanos) o a santo Domingo de Guzmán (dominicos), los jesuitas no son “ignacianos”, sino “jesuitas”, porque a quien siguen no es a Ignacio de Loyola, sino a Jesús.


Por cierto, la palabra “jesuitas” era un término despectivo, análogo a “opusinos”, con el que se conocía peyorativamente en los primeros tiempos a los sacerdotes miembros de la Compañía de Jesús. Hoy día, en un sano ejercicio de reírse de sí mismos, los jesuitas se autocalifican de “jesuitas” incluso al escribir su nombre, pues se presentan como Fulano de Tal, SJ, es decir, “sacerdote jesuita”. A los opusinos, probablemente les sudederá algo parecido dentro de unos años, si logran reírse de sí mismos. Un buen síntoma de madurez espiritual será cuando ellos mismos se califiquen así.

Vuelvo al hilo del tema: Hay que optar por Cristo, por el Papa, por la Iglesia, no por un grupito, por una secta, por un santo que hoy está canonizado y mañana podría no estarlo.


En abril de 2013 me di cuenta de que en el Opus Dei tenían que empezar a cambiar muchas cosas y que este Papa quizá iba a tener protagonismo en esos cambios. Ya por entonces yo había expuesto en varias ocasiones a los directores mi parecer de que en el Opus Dei nos estábamos equivocando en el planteamiento del caladero de las futuras vocaciones de numerarios.


Por una parte me daba cuenta de que los centros de universitarios prácticamente habían desaparecido de la faz de la labor apostólica de la región de España, que era y sigue siendo “la gallina de los huevos de oro del Opus Dei”.

Desde que yo me hice del Opus Dei hasta el año 2013, se puede decir que, salvo los colegios mayores como Moncloa, Albayzín, Guadaira, etc., la labor apostólica con universitarios estaba reducida al mínimo. En 2013, yo tenía la sensación de que el Opus Dei había desconectado con la universidad, y por tanto, con los intelectuales.


Un universitario, por su carácter crítico con todo, pues eso es parte del espíritu universitario, se había convertido en un elemento difícil de “hincarle el diente” en la medida en que en el Opus Dei, cada vez más, los numerarios eran menos intelectuales al dedicar sus esfuerzos apostólicos a catequizar a niños, por entender en el fondo que tal esfuerzo es, apostólicamente, más rentable, pues a un chaval de 14 años se le puede convencer para hacerse numerario del Opus Dei antes que a un universitario, no solo porque un universitario ya sabe lo que son las chicas, sino porque habría que explicarle muchas más cosas de fondo, mientras que un chaval no se las plantea, o si se las plantea, el bajo nivel intelectual y formativo del numerario oxidado de hoy día, que se dedica a los niños, puede abordarlo fácilmente.


Desde hacía años yo veía que el apostolado con la gente joven del Opus Dei había quedado reducido a los clubs de bachilleres en los que, además, el esfuerzo fundamental se llevaba a cabo con niños de 12 a 15 años, debido a que, desde que quedó prohibido hacerse del Opus Dei antes de los 18 años (por el nuevo Código de Derecho Canónico), en la prelatura se creó la figura de los “aspirantes”, que por cierto, no viene en los Estatutos, de modo que puedan pedir la admisión en el Opus Dei, como aspirantes, chavales de, al menos 14,5 años.


A mí esto me parece una manera de chotearse de la Iglesia y de sus normas. Si la Iglesia establece una edad mínima de 18 años para poder ingresar en una institución, no me parece honrado burlar esa norma pero excusarse diciendo que esos niños no se han hecho del Opus Dei, sino simplemente aspirantes, pues al incluirlos a casi todos los efectos como miembros de la institución, se les toma más por “miembros” que por “no miembros”, sin serlo, vulnerando la verdad de sus vidas, e interiormente se les crea una confusión que puede afectar a su conciencia y no ser positivo de cara a un posterior discernimiento.


Pero sobre todo, me parece y me parecía un empobrecimiento de la labor del Opus Dei que yo había conocido en mis tiempos de universitario, en donde sin ningún tipo de complejo, se hacía labor apostólica y proselitista con gente que intelectualmente planteaba batalla.


Me parecía ridículo plantear el proselitismo con unos niños de 13 años con los que se contaban las semanas que faltaban para que cumplieran los catorce y medio. Por otra parte, veía que luego, en cuanto a chicos que habían rebasado los dieciocho, prácticamente casi no quedaba ninguno en los clubs.


Pero si todos estos planteamientos eran ridículos, lo peor de lo peor, lo que a mí me parecía demencial y en varias ocasiones planteé a los directores, sin el más mínimo éxito, fue esa “estrategia” de tener asociados a los clubs de niños, los colegios controlados por el Opus Dei, de tal manera que poco a poco se han ido creando verdaderos “invernaderos” para niños, los cuales van por la mañana al colegio controlado por el Opus Dei, y por la tarde al club de niños del Opus Dei. Y sobre todo, lo peor es que de ese “invernadero” vaya a salir “los numerarios del mañana”.


Unido a esto, tenemos el espectáculo de la resistencia numantina de las empresas educativas de estos colegios para evitar que los mismos sean mixtos, todo ello orientado a crear un ambiente-invernadero en el que el niño, ni en el colegio ni en el club se relaciona con niñas. Con esto, desde el Opus Dei han llegado a pensar que crean un ambiente favorable al “florecimiento” de “vocaciones de numerarios”.


El resultado a la vuelta de los años ha sido desastroso: Los universitarios los han perdido del todo por no dedicarse a ellos; hoy día no “pita” ni un solo universitario como numerario. En cuanto a los niños, de 18 años para abajo, se puede decir que los únicos que “pitan”, y con cuentagotas, son unos pocos niños de 14,5 años, los cuales, cuando llegan a los 18 y salen un poco del invernadero, prácticamente abandonan todos. Esto lleva ya pasando desde hace bastantes años.

El resultado es un envejecimiento de la población numeraria. En los centros de apostolado con la gente joven, la media de edad ha subido considerablemente, desde los veintitantos de hace años hasta los cincuentones de ahora, en donde, además, los actuales residentes numerarios tienen una inmadurez intelectual considerable en relación con la gente del Opus Dei de su edad de hace años.


Como hoy día los niños son más pijos en general, en los clubs de niños cada vez se usan medios materiales más caros, porque si no, por ahí ya no va ni su padre. De todo esto cabe plantearse también si los chavales que van lo hacen con la recta intención de buscar una formación cristiana que les ayude en su vida o si van porque se lo pasan bien con las maquinitas que hay en el club.


De todo lo que voy diciendo se puede ver cómo el Opus Dei ha ido perdiendo el norte, empezando por el error fundacional del proselitismo y siguiendo por el modo de enfocarlo, con una estrategia absolutamente equivocada.


Pero la guinda que ha colmado el vaso ha sido un despropósito mayúsculo, esta vez causado por el encefalograma plano del anterior prelado, Javier Echevarría, con el que demostró ser un auténtico negado como gobernante junto con una inteligencia casi inexistente. Me refiero a su campaña proselitista en todo el Opus Dei de “Los quinientos”. Lo explico.

Tras la guerra civil española, en el Opus Dei solo quedaron una docena escasa de numerarios. Prácticamente hubo que empezar de nuevo. Tras la década de los cuarenta, en que hubo muchas “vocaciones”, san Josemaría quiso potenciar lo que él llamó “la batalla de la formación”, es decir, enviar a Roma a muchos numerarios para prepararlos al sacerdocio y dar un empujón de calidad en el nivel de formación de la mayoría de los miembros.


Como consecuencia de ese envío masivo de numerarios a Roma, los consejos locales de España (que era casi el único país en el que estaba implantado el Opus Dei de modo relevante) se quedaroncasi vacíos u ocupados por numerarios con muy poco tiempo en la institución. Claramente hacía falta gente.


Fue entonces cuando san Josemaría vino de Roma y se presentó en Villanueva, un centro de Madrid, y desde allí dijo que necesitaba 500 numerarios.


Toda la gente del Opus Dei que quedaba en España se puso manos a la obra y en un tiempo relativamente razonable se consiguieron esos 500 numerarios, con lo que demográficamente, el Opus Dei quedó equilibrado en España, y con los que estaban en Roma se pudo contar para una expansión de la institución.


Hay que tener en cuenta que esas cosas podrían ser planteables entonces, con un fervor religioso importante en España, con abundancia de “vocaciones” al estado religioso o al seminario, con una visión del catolicismo todavía muy distinta a la que traería el concilio Vaticano II unos quince años después, con una guerra todavía reciente, tras la cual se mezclaba lo patriótico con lo religioso.


Eran unos años de efervescencia religiosa y de radicalidad religiosa enfervorizada, en los que ninguna institución de la Iglesia carecía de abundantes “vocaciones” de todo tipo.


En un ambiente así, plantearse levantar 500 vocaciones, era algo ambicioso, pero no exagerado. De hecho, salieron.

No se qué se le pasaría por el magín a Javier Echevarría; no se en qué mundo vivía o qué arcángel se le apareció para gastarle una broma. No se si en un momento determinado cayó en la cuenta de lo alarmantes que se le mostraban las cifras acerca de la población y la demografía del Opus Dei en el momento actual.


No se qué pasó, pero un buen día, el prelado del Opus Dei Javier Echevarría, emulando a san Josemaría sin darse cuenta de que el momento y el lugar eran distintos, se lanzó a montar una campaña con todos los miembros del Opus Dei para conseguir “500 vocaciones”.


En los años de san Josemaría, la campaña se desarrolló en un único país, España, sin embargo ahora no se sabía qué es lo que pretendía Javier Echevarría, había una confusión completa. ¿Eran 500 en todo el Opus Dei o en cada país, y durante cuánto tiempo duraba la campaña?


La respuesta de Echevarría fue que aquello era un querer de Dios, que era aplicable a cada país, incluso a cada delegación, en caso de España. En cuanto al tiempo, tampoco fue muy claro cuánto debía durar.


Pedir 500 vocaciones a muchos países en los que hacía años que no “pitaba” nadie, era mucho pedir, por no decir, un detalle de mal gobierno, al no saber adaptar los objetivos a las capacidades reales de quien los ha de cumplir.


Con gran entusiasmo, desde un lugar y otro, toda la gente del Opus Dei se puso a copiar la expresión “500” como motivo de icono de whatsapp, de adornos domésticos en los centros, de motivo de las tartas de cumpleaños y demás tonterías similares, mientras que las “500 vocaciones” nunca terminaban de aparecer, como no podía ser menos, dada la sequía de “vocaciones” que venía padeciendo el Opus Dei en todos los países desde hacía años.


El resultado fue que la “Campaña de los 500” terminó como el rosario de la aurora hasta deshacerse inadvertidamente como un azucarillo en el café.


Los numerarios mayores nos dábamos cuenta del ridículo del anterior prelado, solo ocultado por ese afán de decir que “el rey no está desnudo”, aunque todo el mundo lo viera en pelota. Quiero decir, que lo de los 500 fue claramente un momento en el que se vio que el prelado estaba empezando a dar bandazos.


No lo se, y probablemente nunca llegue a saberse, si la gilipollez de los 500 tuvo que ver con el hecho de que poco después, en 2014, Javier Echevarría nombró un vicario auxiliar, cuyo nombramiento recayó en Fernando Ocáriz.


Como es sabido, el prelado del Opus Dei es un cargo vitalicio, pero se prevé en los Estatutos la posibilidad de que, en caso de que el cargo le empiece a ir grande, nombre un vicario auxiliar con prácticamente todos los poderes ejecutivos del prelado.


Lógicamente, con más de 82 años, el cuerpo no está para muchos trotes, y de manera análoga a Benedicto XVI, que renunció al pontificado, como en el Opus Dei no cabe la renuncia, está la figura del vicario auxiliar.


Lo que yo no se es si a Javier Echevarría se le empezó a ir la olla o si había otras causas, pero lo de los 500 denota algo raro, y sabiendo cómo son en el Opus Dei, que entienden que quien hace cabeza “no pueda tener defectos”, no me extraña nada que le hubieran “animado” a nombrar un vicario auxiliar al menor síntoma de falta de cordura para el gobierno. En fin, da igual.


Quiero decir, que al menos por los datos externos que conocimos, el vicario auxiliar que fue nombrado, lo fue según el artículo 135 de los Estatutos, y no de acuerdo al artículo 136, pues claramente no intervino el Congreso General, sino que se produjo una simple delegación. Ahora bien, por el contenido de dicha delegación, recuerdo que esta fue de mucho contenido, lo que pudo indicar que “de común acuerdo” y para no levantar suspicacias, se zanjó la cuestión de modo casi inadvertido por el artículo 135 y como si ello fuera algo sin importancia. Lo de siempre, la guardería de adultos.


Todo lo expuesto viene a cuento del proselitismo en el Opus Dei, la única institución de la Iglesia que ha hecho proselitismo. Otros, simplemente han esperado a que hubiera gente atraída por el respectivo carisma, y por supuesto, con absoluta madurez, es decir, buscando que en las distintas instituciones de la Iglesia no entren niños. ¿Se puede pensar en algo serio cuando para entrar en el Opus Dei, aunque sea como aspirante, los que quieren ingresar tengan que pedir legalmente permiso a papá y mamá para entrar?


Peor todavía es lo que pasaba en mi época, que desde el Opus Dei nos inducían a no decir a nuestros padres que nos íbamos a hacer – o que nos habíamos hecho – del Opus Dei.


Termino esta toma de contacto con el panorama del proselitismo en el Opus Dei en los últimos 5 años planteando solo una pregunta.


Sí, es verdad que todo joven tiene derecho a decidir acerca del planteamiento de su vida, es verdad. Es verdad que yo, por ejemplo, mientras que fui del Opus Dei y no vi claras todas las cosas que vengo diciendo en estos 70 artículos, fui feliz, salvo los últimos años. Es verdad que fui feliz. Ahora va la pregunta:


¿Y mis padres, fueron felices viendo los errores en que andaba metido?


Es verdad que yo fui feliz, pero ¿hice felices a los demás, en concreto a mis padres? Mirar solo a la propia felicidad es una forma de egoísmo.


Esta serie de artículos está próxima a terminar. Pensaba dejar para el último artículo una pública petición de perdón a mis padres, que ya murieron. No me puedo aguantar; la hago ahora: QUERIDOS PADRES: OS PIDO PERDÓN POR EL SUFRIMIENTO QUE OS HAYA CAUSADO CON OCASIÓN DE MI PERTENENCIA AL OPUS DEI. Ya no hay vuelta atrás. Dios sabrá sacar partido de todo esto.


Mañana seguiremos comentando el punto 15 de esa carta.

Opus Dei: Comentario crítico a una carta (LXX)

Mirar solo a la propia felicidad es una forma de egoísmo
Antonio Moya Somolinos
miércoles, 22 de agosto de 2018, 09:01 h (CET)

Como habrá podido ver el lector, el problema institucional del Opus Dei, que es una de las coordenadas que, en mi opinión, es necesario conocer para entender la carta de 9 de enero de 2018, tiene algunos puntos que reclaman una profunda reforma.


Uno de ellos es la dirección espiritual obligatoria con nombramiento impuesto del director espiritual por parte de la institución, verdadero escándalo para todo aquel que, sin conocer el Opus Dei, se entera de que esta práctica se da hoy día en el seno de una organización de la Iglesia Católica.


Otro de los puntos necesitados de reforma es la práctica de la corrección fraterna al estilo Opus Dei, con delación incluida, que es en realidad un medio de control en el que se utiliza, como controladores y como controlados, a todos contra todos, matando la posible confianza que pudiera llegar a existir en la institución si no se pusiera ese freno a la confianza.


Otro punto de clara necesidad de reforma es el relativo a las numerarias auxiliares, verdaderas esclavas del Opus Dei bajo el cuento de tener vocación profesional de fregar suelos o váteres. Y menos mal que, al menos en países medianamente civilizados, a base de querellas criminales, van aprendiendo, y les pagan por su trabajo.

El cuarto punto fuerte es el proselitismo.


Cuando en marzo de 2013 fue elegido Bergoglio como Papa, puesto que no sabía absolutamente nada de él, me lancé en los días siguientes a comprar varios libros sobre su vida, sus actividades anteriores, sus homilías, cuando era arzobispo de Buenos Aires, etc. Recuerdo que salieron muchísimos libros sobre el nuevo Papa, unos 30. Yo me compré media docena y me los leí todos en tiempo record. Fui el único de mi centro que hizo eso. Me vino muy bien y creo que desde pronto me hice una idea más o menos aproximada de quien era el nuevo Papa.


Lo que más me llamó la atención fueron sus ataques furibundos al proselitismo que venían recogidos en no pocas de sus homilías. Fue algo que me dejó descolocado, pues yo mismo llevaba entendiendo el proselitismo desde hacía 40 años como “la señal cierta del celo verdadero” (Camino, nº 793), y como tal lo había expuesto en las muchas charlas que di en ese tiempo.


San Josemaría decía con frecuencia textualmente que “el que no hace proselitismo está muerto, y yo a los muertos los entierro piadosamente”.


Al amparo de esta idea, en el Opus Dei se lleva 90 años haciendo un proselitismo absolutamente agresivo en el que se agobia, principalmente a la gente joven, con ideas falsas como las que voy a exponer más adelante, que al crearles una honda preocupación de conciencia, les fuerza a pedir la admisión en el Opus Dei en una actuación de clarísima falta de libertad.


La programación del proselitismo en el Opus Dei supera todo lo admisible: El fundador del Opus Dei dijo muchas veces que nadie en el Opus Dei podía sentirse tranquilo si no traía cada año “cuatro o cinco vocaciones”. En los centros del Opus Dei siempre han sido habituales las “tertulias proselitistas” encaminadas a planificar el proselitismo y distribuirse la gente para obtener el mayor número de “vocaciones”.


Desde los primerísimos años del Opus Dei se practica “la lista de san José”, consistente en elaborar el día 19 de marzo de cada año una lista de “pitables” que a lo largo del año, con el suficiente trato proselitista, lleguen a pedir la admisión en el Opus Dei.


Cuando leí esas homilías de Bergoglio, el nuevo Papa Francisco, me di claramente cuenta de que algo estaba cambiando, pues Bergoglio, o sea, el Papa, decía justo todo lo contrario que lo que decía san Josemaría, que lo que decía el Opus Dei y que lo que había dicho yo mismo durante los cuarenta años anteriores.


Este asunto fue tema de mi oración personal. Intenté compaginar las dos posturas. Al fin y al cabo, el proselitismo agresivo que se practica en el Opus Dei tiene una buena intención de fondo. Pero terminé dándome cuenta de que, como el fin no justifica los medios, era evidente que en el Opus Dei habíamos andado mal el camino y había que rectificar. Pero no dije nada. Ya por entonces me había dado cuenta de que “hacer sugerencias”, aparte de ser algo inútil, solo podía crearme problemas en el seno del Opus Dei: Un tipo del Opus Dei proponiendo que se deje de hacer proselitismo, era casi “un cadáver a punto de ser enterrado piadosamente”.


Lo que hice por mi cuenta fue replantearme personalmente mi propia traducción del término “proselitismo”, en el sentido de seguir la corriente a los directores, pero dejar de practicarlo tal y como se hace en el Opus Dei, y entenderlo como siempre se ha entendido el “proselitismo” en la Iglesia, como lo planteó nuestro Señor, como una invitación a seguir a Cristo basada fundamentalmente en el testimonio de la propia vida, y también en la palabra, si alguien me pidiera “razón de mi esperanza”, como nos recuerda san Pedro en una de sus cartas. Pero nunca como se ha venido practicando en el Opus Dei desde los comienzos, un proselitismo agresivo, propio de multinacional o de agencia bancaria, pisoteando la intimidad y la libertad individual.


Esta denuncia del proselitismo por parte del Papa me empezó a abrir los ojos acerca de la chapuza del espíritu del Opus Dei. Yo por entonces ya veía muchas incongruencias en el Opus Dei, pero esta era una incongruencia fundacional importante. En aquella ocasión tuve que elegir entre san Josemaría y el Papa. Elegí al segundo. Ahora pienso que muy probablemente bastantes miembros del Opus Dei, incluidos los que lo gobiernan, en una tesitura parecida, habrán optado por san Josemaría.


Una vez me comentó un amigo, hablándome de los jesuitas, que mientras otras instituciones de la Iglesia siguen a san Francisco de Asís (franciscanos) o a santo Domingo de Guzmán (dominicos), los jesuitas no son “ignacianos”, sino “jesuitas”, porque a quien siguen no es a Ignacio de Loyola, sino a Jesús.


Por cierto, la palabra “jesuitas” era un término despectivo, análogo a “opusinos”, con el que se conocía peyorativamente en los primeros tiempos a los sacerdotes miembros de la Compañía de Jesús. Hoy día, en un sano ejercicio de reírse de sí mismos, los jesuitas se autocalifican de “jesuitas” incluso al escribir su nombre, pues se presentan como Fulano de Tal, SJ, es decir, “sacerdote jesuita”. A los opusinos, probablemente les sudederá algo parecido dentro de unos años, si logran reírse de sí mismos. Un buen síntoma de madurez espiritual será cuando ellos mismos se califiquen así.

Vuelvo al hilo del tema: Hay que optar por Cristo, por el Papa, por la Iglesia, no por un grupito, por una secta, por un santo que hoy está canonizado y mañana podría no estarlo.


En abril de 2013 me di cuenta de que en el Opus Dei tenían que empezar a cambiar muchas cosas y que este Papa quizá iba a tener protagonismo en esos cambios. Ya por entonces yo había expuesto en varias ocasiones a los directores mi parecer de que en el Opus Dei nos estábamos equivocando en el planteamiento del caladero de las futuras vocaciones de numerarios.


Por una parte me daba cuenta de que los centros de universitarios prácticamente habían desaparecido de la faz de la labor apostólica de la región de España, que era y sigue siendo “la gallina de los huevos de oro del Opus Dei”.

Desde que yo me hice del Opus Dei hasta el año 2013, se puede decir que, salvo los colegios mayores como Moncloa, Albayzín, Guadaira, etc., la labor apostólica con universitarios estaba reducida al mínimo. En 2013, yo tenía la sensación de que el Opus Dei había desconectado con la universidad, y por tanto, con los intelectuales.


Un universitario, por su carácter crítico con todo, pues eso es parte del espíritu universitario, se había convertido en un elemento difícil de “hincarle el diente” en la medida en que en el Opus Dei, cada vez más, los numerarios eran menos intelectuales al dedicar sus esfuerzos apostólicos a catequizar a niños, por entender en el fondo que tal esfuerzo es, apostólicamente, más rentable, pues a un chaval de 14 años se le puede convencer para hacerse numerario del Opus Dei antes que a un universitario, no solo porque un universitario ya sabe lo que son las chicas, sino porque habría que explicarle muchas más cosas de fondo, mientras que un chaval no se las plantea, o si se las plantea, el bajo nivel intelectual y formativo del numerario oxidado de hoy día, que se dedica a los niños, puede abordarlo fácilmente.


Desde hacía años yo veía que el apostolado con la gente joven del Opus Dei había quedado reducido a los clubs de bachilleres en los que, además, el esfuerzo fundamental se llevaba a cabo con niños de 12 a 15 años, debido a que, desde que quedó prohibido hacerse del Opus Dei antes de los 18 años (por el nuevo Código de Derecho Canónico), en la prelatura se creó la figura de los “aspirantes”, que por cierto, no viene en los Estatutos, de modo que puedan pedir la admisión en el Opus Dei, como aspirantes, chavales de, al menos 14,5 años.


A mí esto me parece una manera de chotearse de la Iglesia y de sus normas. Si la Iglesia establece una edad mínima de 18 años para poder ingresar en una institución, no me parece honrado burlar esa norma pero excusarse diciendo que esos niños no se han hecho del Opus Dei, sino simplemente aspirantes, pues al incluirlos a casi todos los efectos como miembros de la institución, se les toma más por “miembros” que por “no miembros”, sin serlo, vulnerando la verdad de sus vidas, e interiormente se les crea una confusión que puede afectar a su conciencia y no ser positivo de cara a un posterior discernimiento.


Pero sobre todo, me parece y me parecía un empobrecimiento de la labor del Opus Dei que yo había conocido en mis tiempos de universitario, en donde sin ningún tipo de complejo, se hacía labor apostólica y proselitista con gente que intelectualmente planteaba batalla.


Me parecía ridículo plantear el proselitismo con unos niños de 13 años con los que se contaban las semanas que faltaban para que cumplieran los catorce y medio. Por otra parte, veía que luego, en cuanto a chicos que habían rebasado los dieciocho, prácticamente casi no quedaba ninguno en los clubs.


Pero si todos estos planteamientos eran ridículos, lo peor de lo peor, lo que a mí me parecía demencial y en varias ocasiones planteé a los directores, sin el más mínimo éxito, fue esa “estrategia” de tener asociados a los clubs de niños, los colegios controlados por el Opus Dei, de tal manera que poco a poco se han ido creando verdaderos “invernaderos” para niños, los cuales van por la mañana al colegio controlado por el Opus Dei, y por la tarde al club de niños del Opus Dei. Y sobre todo, lo peor es que de ese “invernadero” vaya a salir “los numerarios del mañana”.


Unido a esto, tenemos el espectáculo de la resistencia numantina de las empresas educativas de estos colegios para evitar que los mismos sean mixtos, todo ello orientado a crear un ambiente-invernadero en el que el niño, ni en el colegio ni en el club se relaciona con niñas. Con esto, desde el Opus Dei han llegado a pensar que crean un ambiente favorable al “florecimiento” de “vocaciones de numerarios”.


El resultado a la vuelta de los años ha sido desastroso: Los universitarios los han perdido del todo por no dedicarse a ellos; hoy día no “pita” ni un solo universitario como numerario. En cuanto a los niños, de 18 años para abajo, se puede decir que los únicos que “pitan”, y con cuentagotas, son unos pocos niños de 14,5 años, los cuales, cuando llegan a los 18 y salen un poco del invernadero, prácticamente abandonan todos. Esto lleva ya pasando desde hace bastantes años.

El resultado es un envejecimiento de la población numeraria. En los centros de apostolado con la gente joven, la media de edad ha subido considerablemente, desde los veintitantos de hace años hasta los cincuentones de ahora, en donde, además, los actuales residentes numerarios tienen una inmadurez intelectual considerable en relación con la gente del Opus Dei de su edad de hace años.


Como hoy día los niños son más pijos en general, en los clubs de niños cada vez se usan medios materiales más caros, porque si no, por ahí ya no va ni su padre. De todo esto cabe plantearse también si los chavales que van lo hacen con la recta intención de buscar una formación cristiana que les ayude en su vida o si van porque se lo pasan bien con las maquinitas que hay en el club.


De todo lo que voy diciendo se puede ver cómo el Opus Dei ha ido perdiendo el norte, empezando por el error fundacional del proselitismo y siguiendo por el modo de enfocarlo, con una estrategia absolutamente equivocada.


Pero la guinda que ha colmado el vaso ha sido un despropósito mayúsculo, esta vez causado por el encefalograma plano del anterior prelado, Javier Echevarría, con el que demostró ser un auténtico negado como gobernante junto con una inteligencia casi inexistente. Me refiero a su campaña proselitista en todo el Opus Dei de “Los quinientos”. Lo explico.

Tras la guerra civil española, en el Opus Dei solo quedaron una docena escasa de numerarios. Prácticamente hubo que empezar de nuevo. Tras la década de los cuarenta, en que hubo muchas “vocaciones”, san Josemaría quiso potenciar lo que él llamó “la batalla de la formación”, es decir, enviar a Roma a muchos numerarios para prepararlos al sacerdocio y dar un empujón de calidad en el nivel de formación de la mayoría de los miembros.


Como consecuencia de ese envío masivo de numerarios a Roma, los consejos locales de España (que era casi el único país en el que estaba implantado el Opus Dei de modo relevante) se quedaroncasi vacíos u ocupados por numerarios con muy poco tiempo en la institución. Claramente hacía falta gente.


Fue entonces cuando san Josemaría vino de Roma y se presentó en Villanueva, un centro de Madrid, y desde allí dijo que necesitaba 500 numerarios.


Toda la gente del Opus Dei que quedaba en España se puso manos a la obra y en un tiempo relativamente razonable se consiguieron esos 500 numerarios, con lo que demográficamente, el Opus Dei quedó equilibrado en España, y con los que estaban en Roma se pudo contar para una expansión de la institución.


Hay que tener en cuenta que esas cosas podrían ser planteables entonces, con un fervor religioso importante en España, con abundancia de “vocaciones” al estado religioso o al seminario, con una visión del catolicismo todavía muy distinta a la que traería el concilio Vaticano II unos quince años después, con una guerra todavía reciente, tras la cual se mezclaba lo patriótico con lo religioso.


Eran unos años de efervescencia religiosa y de radicalidad religiosa enfervorizada, en los que ninguna institución de la Iglesia carecía de abundantes “vocaciones” de todo tipo.


En un ambiente así, plantearse levantar 500 vocaciones, era algo ambicioso, pero no exagerado. De hecho, salieron.

No se qué se le pasaría por el magín a Javier Echevarría; no se en qué mundo vivía o qué arcángel se le apareció para gastarle una broma. No se si en un momento determinado cayó en la cuenta de lo alarmantes que se le mostraban las cifras acerca de la población y la demografía del Opus Dei en el momento actual.


No se qué pasó, pero un buen día, el prelado del Opus Dei Javier Echevarría, emulando a san Josemaría sin darse cuenta de que el momento y el lugar eran distintos, se lanzó a montar una campaña con todos los miembros del Opus Dei para conseguir “500 vocaciones”.


En los años de san Josemaría, la campaña se desarrolló en un único país, España, sin embargo ahora no se sabía qué es lo que pretendía Javier Echevarría, había una confusión completa. ¿Eran 500 en todo el Opus Dei o en cada país, y durante cuánto tiempo duraba la campaña?


La respuesta de Echevarría fue que aquello era un querer de Dios, que era aplicable a cada país, incluso a cada delegación, en caso de España. En cuanto al tiempo, tampoco fue muy claro cuánto debía durar.


Pedir 500 vocaciones a muchos países en los que hacía años que no “pitaba” nadie, era mucho pedir, por no decir, un detalle de mal gobierno, al no saber adaptar los objetivos a las capacidades reales de quien los ha de cumplir.


Con gran entusiasmo, desde un lugar y otro, toda la gente del Opus Dei se puso a copiar la expresión “500” como motivo de icono de whatsapp, de adornos domésticos en los centros, de motivo de las tartas de cumpleaños y demás tonterías similares, mientras que las “500 vocaciones” nunca terminaban de aparecer, como no podía ser menos, dada la sequía de “vocaciones” que venía padeciendo el Opus Dei en todos los países desde hacía años.


El resultado fue que la “Campaña de los 500” terminó como el rosario de la aurora hasta deshacerse inadvertidamente como un azucarillo en el café.


Los numerarios mayores nos dábamos cuenta del ridículo del anterior prelado, solo ocultado por ese afán de decir que “el rey no está desnudo”, aunque todo el mundo lo viera en pelota. Quiero decir, que lo de los 500 fue claramente un momento en el que se vio que el prelado estaba empezando a dar bandazos.


No lo se, y probablemente nunca llegue a saberse, si la gilipollez de los 500 tuvo que ver con el hecho de que poco después, en 2014, Javier Echevarría nombró un vicario auxiliar, cuyo nombramiento recayó en Fernando Ocáriz.


Como es sabido, el prelado del Opus Dei es un cargo vitalicio, pero se prevé en los Estatutos la posibilidad de que, en caso de que el cargo le empiece a ir grande, nombre un vicario auxiliar con prácticamente todos los poderes ejecutivos del prelado.


Lógicamente, con más de 82 años, el cuerpo no está para muchos trotes, y de manera análoga a Benedicto XVI, que renunció al pontificado, como en el Opus Dei no cabe la renuncia, está la figura del vicario auxiliar.


Lo que yo no se es si a Javier Echevarría se le empezó a ir la olla o si había otras causas, pero lo de los 500 denota algo raro, y sabiendo cómo son en el Opus Dei, que entienden que quien hace cabeza “no pueda tener defectos”, no me extraña nada que le hubieran “animado” a nombrar un vicario auxiliar al menor síntoma de falta de cordura para el gobierno. En fin, da igual.


Quiero decir, que al menos por los datos externos que conocimos, el vicario auxiliar que fue nombrado, lo fue según el artículo 135 de los Estatutos, y no de acuerdo al artículo 136, pues claramente no intervino el Congreso General, sino que se produjo una simple delegación. Ahora bien, por el contenido de dicha delegación, recuerdo que esta fue de mucho contenido, lo que pudo indicar que “de común acuerdo” y para no levantar suspicacias, se zanjó la cuestión de modo casi inadvertido por el artículo 135 y como si ello fuera algo sin importancia. Lo de siempre, la guardería de adultos.


Todo lo expuesto viene a cuento del proselitismo en el Opus Dei, la única institución de la Iglesia que ha hecho proselitismo. Otros, simplemente han esperado a que hubiera gente atraída por el respectivo carisma, y por supuesto, con absoluta madurez, es decir, buscando que en las distintas instituciones de la Iglesia no entren niños. ¿Se puede pensar en algo serio cuando para entrar en el Opus Dei, aunque sea como aspirante, los que quieren ingresar tengan que pedir legalmente permiso a papá y mamá para entrar?


Peor todavía es lo que pasaba en mi época, que desde el Opus Dei nos inducían a no decir a nuestros padres que nos íbamos a hacer – o que nos habíamos hecho – del Opus Dei.


Termino esta toma de contacto con el panorama del proselitismo en el Opus Dei en los últimos 5 años planteando solo una pregunta.


Sí, es verdad que todo joven tiene derecho a decidir acerca del planteamiento de su vida, es verdad. Es verdad que yo, por ejemplo, mientras que fui del Opus Dei y no vi claras todas las cosas que vengo diciendo en estos 70 artículos, fui feliz, salvo los últimos años. Es verdad que fui feliz. Ahora va la pregunta:


¿Y mis padres, fueron felices viendo los errores en que andaba metido?


Es verdad que yo fui feliz, pero ¿hice felices a los demás, en concreto a mis padres? Mirar solo a la propia felicidad es una forma de egoísmo.


Esta serie de artículos está próxima a terminar. Pensaba dejar para el último artículo una pública petición de perdón a mis padres, que ya murieron. No me puedo aguantar; la hago ahora: QUERIDOS PADRES: OS PIDO PERDÓN POR EL SUFRIMIENTO QUE OS HAYA CAUSADO CON OCASIÓN DE MI PERTENENCIA AL OPUS DEI. Ya no hay vuelta atrás. Dios sabrá sacar partido de todo esto.


Mañana seguiremos comentando el punto 15 de esa carta.

Noticias relacionadas

La libertad de expresión es un derecho fundamental que abarca las libertades de opinión, información y prensa, es esencial para ejercer otros derechos humanos y participar activamente en una sociedad libre y democrática, pero lo mismo en España que toda Europa, este derecho se enfrenta a desafíos y tensiones debido a la censura y a las restricciones.

Tras conocer por la prensa que un juzgado ha abierto diligencias de investigación por una denuncia contra su esposa, el presidente del Gobierno ha publicado una carta abierta dirigida a la ciudadanía en el antiguo Twitter, en la que afirma que: "Vive con impotencia el fango que se esparce sobre su mujer", y se pregunta si debe continuar o renunciar, motivo por el cual cancela su agenda, y se da de plazo hasta el próximo lunes, para meditar su futuro.

Pedro Sánchez habría dado por amortizada la actual legislatura y, con un golpe de efecto, anunciará presumiblemente el 29 de abril el adelanto de las Elecciones Generales para el próximo otoño, con la esperanza de renacer cual Ave Fénix y obtener unos resultados que le permitan conformar un Gobierno en solitario tras fagocitar los restos del naufragio de la efímera candidatura unitaria de izquierdas Sumar y con apoyos externos de los grupos nacionalistas periféricos.

 
Quiénes somos  |   Sobre nosotros  |   Contacto  |   Aviso legal  |   Suscríbete a nuestra RSS Síguenos en Linkedin Síguenos en Facebook Síguenos en Twitter   |  
© Diario Siglo XXI. Periódico digital independiente, plural y abierto | Director: Guillermo Peris Peris
© Diario Siglo XXI. Periódico digital independiente, plural y abierto