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Una secta no puede durar demasiado tiempo en el cuerpo de la Iglesia

Opus Dei: Comentario crítico a una carta (LIX)

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En la entrega anterior se ha suscitado la cuestión de la posible falsificación de “escritos” del fundador del Opus Dei que nunca llegaría a escribir, en la medida de que estos dicen justo lo contrario de lo que se ve en otros escritos de los que sí se tiene constancia y que inevitablemente “han dejado un rastro” que quizá en su momento no se pensó que fuera “conveniente” hacer desaparecer.


Inventar la historia es algo muy difícil, prácticamente imposible en personajes de cierta relevancia pública. Hay quien se va de rositas de esta vida, pero luego viene la historia, el análisis minucioso del rastro dejado. Si no se controla ese rastro TOTALMENTE, es imposible sustraerse a un juicio sereno de la historia, la cual dispone de muchos años para elaborarlo. No tiene prisa.


En el caso de san Josemaría Escrivá, además, ese maquillaje se viene haciendo de forma muy burda. La mentiras, cuanto más gordas son, más difíciles de creer se presentan. En el caso de san Josemaría se ha seguido el mismo “método” que en otros personajes históricos: Eliminar lo que no le favorece, modificar datos históricos que parecen poco conocidos, hacerle decir o escribir lo que nunca dijo o escribió.


En cuanto a esto último, diré mi opinión al respecto.


Yo entiendo que, mientras una persona está viva, tiene la oportunidad de desdecirse de cosas que sostuvo en un momento determinado de la vida. Por tanto, puede rectificar por escrito o mediante publicaciones.


Si no lo hace, sus posturas han quedado fijadas, salvo que haya pruebas de que quiso rectificarlas. Hoy día, con el uso de los medios informáticos, esto se torna mucho más difícil, ya que antiguamente, era posible dejar algo manuscrito y fechado que, con el análisis de grafólogos se pudiera probar que eran escritos originales.


Si lo que se pretende sostener que eran escritos de un autor fallecido, están escritos a máquina, la cosa es más difícil, pues aunque se pueda reconocer el tipo de máquina como la misma con que se escribió el escrito original, siempre cabe la posibilidad de falsificar los cuadernillos de la publicación y sustituir parcialmente lo que realmente dijo por lo que se le quiere atribuir. Al fin y al cabo, si de esa “publicación” solo existe un original, y este está “custodiado” por la organización, es evidente que tal “publicación no publicada” no pasa de ser un escrito privado de parte, sin trascendencia pública y sin visos de constancia objetiva de veracidad, la cual no puede ser invocada como fuente argumental para probar algo que “decía” esa persona fallecida, que en su condición de fallecida ya no puede hablar.


Mala cosa es esa de querer hacer hablar a los muertos. Eso es lo que ocurrió cuando se repitió el referéndum por el que Andalucía accedía a la autonomía según el artículo 151 de la Constitución, cuando en ese referéndum “votaron” muchos almerienses fallecidos que no votaron en la primera vez. Curiosamente, en la primera vez salió el “NO” en Almería, y en la segunda salió el “SÍ”.


También recuerdo la fusión de los bancos de Bilbao y de Vizcaya. Hay libros publicados sobre lo que pasó. Recuerdo que hubo cosas que “no se hicieron demasiado bien” y eso dio origen a un procedimiento penal en el que los directivos de dichos bancos se vieron algo apurados.


Se dio la circunstancia de que por esas fechas falleció Pedro de Toledo, que era el presidente del Banco de Vizcaya. La sentencia final, creo recordar que fue desfavorable para él, ya cadáver, mientras para los demás fue favorable. 

Recuerdo que se planteó en aquellas fechas, a nivel de calle y de medios de comunicación, la cuestión de si Pedro de Toledo fue condenado por estar fallecido o porque realmente era de justicia que fuera así, en justicia.


Si los archivos secretos del Vaticano no son accesibles hasta muchos años después de fallecidas las personas o tenido lugar determinados hechos o documentos, me imagino que es porque hay motivos para ocultarlos, como la buena fama de las personas o de sus hijos, etc. Pero es sabido que poco a poco, según los temas, se van levantando los secretos de los asuntos.


Ahora bien, una cosa es tener documentos en secreto y otra falsificarlos. Lo que no es aceptable nunca es apoyar lo que sea sobre la mentira. Es inaceptable pretender que un muerto “diga” lo que nunca ha dicho.


En esa línea, es inaceptable que Ocáriz cite unas supuestas cartas de san Josemaría que solo las tiene él y que se pueden componer perfectamente escribiendo con una máquina de escribir de las antiguas, de modo que la última página de esa carta tenga una firma y fecha originales y manuscritas de san Josemaría, dejadas por él antes de morir, como quien firma en blanco uno o varios (o muchos) papeles de modo que el texto precedente lo escriba DESPUÉS una persona de confianza.


Cuando un escrito de un fallecido, que se descubre o se hace público después de su muerte, no es todo él manuscrito, ológrafo, no se puede afirmar que sea original, y menos hoy día, con los medios informáticos, con los que los escritos son simples archivos digitales que se copian, pegan y manipulan a voluntad, y donde el rasgo original de la propia escritura manual, con los gestos genuinos que le son propios e intransferibles, ya no existe.


Por eso, afirmo que no me creo ninguna de las supuestas cartas de san Josemaría, salvo que exista una fe pública externa a la organización y previa a su muerte que, con independencia, haya testificado esa autenticidad. Lo contrario es pretender hacer comulgar con ruedas de molino, no a quienes “odian” al Opus Dei, entre los que no me cuento, sino a quienes no tienen por que ser unos fanáticos de nada, ni del Opus Dei ni de san Josemaría; sino que ejercen su derecho a no creerse las cosas sin una mínima seriedad u objetividad.


Por eso, cuando, poco tiempo después de abandonar el Opus Dei, vi publicado un libro póstumo de un numerario escritor conocido, José Miguel Cejas, titulado “Cara y cruz: Josemaría Escrivá”, en el que se mencionan también los “defectos” de san Josemaría, los aciertos y los “errores”, me olió muy mal, sobre todo porque este numerario había sido el autor de la biografía oficial de la beatificación de san Josemaría, y porque en todos los libros escritos por él sobre san Josemaría, siempre fue un verdadero trompetero. El libro “Cara y cruz” no casa con las biografías anteriores del mismo autor sobre san Josemaría Escrivá.


¿Cómo es que se le ocurre escribir sobre los errores de san Josemaría justo al final de su vida y el libro aparece después de que ambos hayan muerto? ¿Dónde están las pruebas de que lo escribió José Miguel Cejas? ¿Cómo es que esos “errores” aparecen escritos por un difunto 24 años después de la beatificación de san Josemaría, y no se permitió a otros que también querían testificar en el proceso sobre otros errores de san Josemaría? ¿Cómo es que este libro de errores se publica “bajo control”, prologado por el sacerdote que lleva la Oficina de las causas de los santos del Opus Dei en España, José Carlos Martín de la Hoz, en una editorial no controlada por el Opus Dei (quizá para despistar)?

Todo esto lo digo en relación a lo que se suscitó ayer sobre las supuestas cartas de san Josemaría. Pero sigamos avanzando en los comentarios a la carta de 9 de enero de 2018, escrita por Fernando Ocáriz.


Me consta que Ocáriz está al corriente de esta serie de artículos. También es cierto que, como he apuntado en artículos anteriores, está hablando con bastante insistencia de la figura de Cristo, quizá con la idea de orientar a la gente del Opus Dei hacia Cristo. Ya apunté hace tiempo en estos artículos que llegará un momento en el que, en el Opus Dei, tendrán que optar, o por Jesucristo, o por san Josemaría, su fundador divinizado. Parece que Ocáriz está empezando a preparar el terreno en el buen camino, esto es, optando por Cristo, aunque a juzgar por las 31 citas de san Josemaría en su carta de 9 de enero de 2018 bien podría pensarse lo contrario, esto es, que siguen empeñados en ese maquillaje absurdo de la figura de san Josemaría a fin de "fabricar un santo" cuya realidad fue bien distinta.


Una reforma del Opus Dei vendrá sin duda por una reforma total estatutaria e institucional, por supuesto; que Ocáriz, o no querrá, o no se atreverá, o no sabrá, o no podrá hacerla, o no le dejarán. Ahora bien, no está mal empezar a poner los fundamentos orientando hacia Cristo a los miembros del Opus Dei. La reforma de la que hablo, en mi opinión, la hará el sucesor de Ocáriz, o el sucesor del sucesor, si la hace o si llega a tiempo, porque cabe la posibilidad de que la crisis institucional del Opus Dei termine antes de tiempo como el rosario de la aurora. Una secta no puede durar demasiado tiempo en el cuerpo de la Iglesia.


No está mal que Ocáriz hable de Cristo. He aquí un dato reciente: el mensaje suyo de 6 de agosto de 2018, en el que se le ve con más humildad colectiva, menos autorreferencial que en la carta de 9 de enero de 2018, más cristiano y menos opusino. Copio el mensaje:


"Durante los viajes de estos meses, me llena de agradecimiento al Señor ver cómo en tantos sitios, hijas e hijos míos ponen en marcha y desarrollan proyectos para que el mensaje de Cristo y su llamada a la santidad alcance a muchas almas. Algunas de esas iniciativas son grandes, otras son más pequeñas, y siempre acompañadas por el espíritu de servicio y el trato de sincera amistad con las personas. Es bonito ver en todas partes un mismo espíritu y con rostros tan variados.


También es motivo de alegría y agradecimiento a Dios comprobar que esas actividades apostólicas cooperan, junto a las que realizan otras instituciones, al progreso humano personal y social en amplios sectores de muchos países".

Está bien este mensaje. La gente del Opus Dei lo habrá agradecido pues mayoritariamente buscan la santidad personal de modo sincero, al margen de las maquinaciones, intrigas y juegos sucios de quienes gobiernan la institución. Ocáriz les dice en este mensaje lo que ellos esperan oír del prelado. No estaría mal que el prelado y quienes le rodean acompañasen con obras lo que se dice en este mensaje.


No hay que olvidar que Ocáriz, hasta ahora, con los hechos, ha demostrado ser un lobo con piel de cordero. Quiero decir, que lleva muchos años en el gobierno del Opus Dei, y que se las gasta al estilo que hemos visto con sus denuncias (¿acoso?) y burofaxes a Agustina López de los Mozos por querer un pretendido anonimato siendo un personaje público, esto es, una cuadratura del círculo muy sospechosa o una polisemia opusina, como se quiera entender. Repito: Ocáriz no nació ayer.


Es una lástima que para el prelado y quienes le rodean, hacer cabeza es sinónimo de caudillo en vez de líder. El caudillo manda, el líder va por delante. Al caudillo no se le ven los defectos ni miserias; al líder, sí. San Josemaría se veía como caudillo (ver el primer capítulo de Camino) ¿En quién estaría pensando cuando escribió Camino?


Hay un artículo buenísimo, publicado hace año y medio en el Diario de Córdoba por un catedrático jubilado en el que analiza estos dos conceptos. Leyéndolo, se da uno cuenta de lo antiguo que está san Josemaría. Él, pensando en el Caudillo al escribir Camino hace casi 80 años, y los tiempos actuales en otra onda. ¿Es esa la "proyección de eternidad" de la que hablan los miembros del Opus Dei respecto de su rancio fundador?


Quien quiera leer o descargar el artículo que menciono, lo puede hacer en este enlace: ( http://www.diariocordoba.com/noticias/opinion/liderazgo-caudillaje_1126217.html ).


Volvamos a la idea de orientar hacia Cristo a la institución. Esa puede ser la pre-reforma que precise el Opus Dei. Pero luego ha de venir la reforma, y desde dentro. Y desde arriba.


Ya apunté ayer y en entregas anteriores que, a mi juicio, la reforma fundamental que debería emprender el Opus Dei es eliminar completamente lo que ellos llaman "la charla fraterna o confidencia", es decir, la dirección espiritual obligatoria con alguien nombrado para ello desde la dirección de la institución. Una segunda reforma sería eliminar la delación en la práctica de la corrección fraterna, de modo que deje de ser elemento de control desde la dirección. Pero eso es otro tema. Me voy a centrar en el primero, pues es lo que estoy comentando. Esa debería ser la primera reforma

Claro que esa reforma tendría que ir unida al firme propósito de dejar de ser secta.


Cuando la gente del Opus Dei explica lo que es la institución suele decir más o menos que "la labor del Opus Dei es ofrecer unos medios de formación a sus miembros y a quienes lo deseen, para facilitarles la vida cristiana en el ambiente en que cada uno se encuentre".


Hasta ahí, todo bien. Para empezar, incluso eso de "ofrecer" está bien, ya que ofrecer no prejuzga que se deba "aceptar", sino solo que se ofrece algo, para que, el que lo desee, aproveche ese ofrecimiento.


Lo malo empieza cuando se comienza a confundir la dirección espiritual - la famosa "charla fraterna o confidencia" - con un medio de formación. Los medios de formación son algo general, que nunca pueden intervenir en el fuero interno de las personas. La dirección espiritual es otra cosa que afecta al fuero interno, y que es totalmente distinta a lo que tras el concilio Vaticano II la Iglesia sugiere a todos los cristianos, que es "el acompañamiento espiritual".


En general, hoy día, salvo en el ámbito de los religiosos, carece de sentido hablar de "dirección espiritual", y menos en el ámbito de los laicos, hombres y mujeres corrientes, que se suponen adultos responsables, y que por tanto, se dirigen a sí mismos como personas y como cristianos, apoyados en un discernimiento personal y libre en el que su conciencia bien formada es la norma próxima de moralidad, y donde nunca les viene la voluntad de Dios "a través de los directores".

La primera reforma pendiente del Opus Dei es suprimir totalmente la dirección espiritual obligatoria, llamada eufemísticamente "la charla fraterna o confidencia", esto es, optar por dejar de ser una guardería de adultos. Es totalmente anacrónico que una institución se dedique "institucionalmente" a impartir dirección espiritual, que se presente ante la Iglesia y ante la sociedad como "un plantel de expertos directores espirituales que te dirigen la vida".

No veo inconveniente en que, INDIVIDUALMENTE Y SIN RENDIR CUENTAS ANTE NADIE, haya personas que, por las razones que sean, busquen un ACOMPAÑANTE ESPIRITUAL, y libremente lo elijan entre los miembros del Opus Dei. Pero eso será un asunto exclusivo entre el acompañado y el acompañante, Y DE NADIE MÁS.


Ese derecho a buscar acompañante espiritual lo pueden ejercer también los miembros del Opus Dei, PERO SIN QUE LA INSTITUCIÓN META LAS NARICES EN ESE ASUNTO. Esto quiere decir que cada miembro del Opus Dei podrá optar por buscar o no buscar acompañante espiritual, y en caso de hacerlo, lo hará cuándo y cómo le parezca, y la elección del acompañante podrá recaer en otro miembro de la institución o en alguien que no pertenezca a la institución, ya que el objetivo que se busca es el de ayudar a discernir en el seguimiento de Cristo, y no "identificarse con el espíritu del Opus Dei", que es lo mismo que decir "identificarse con el grupo, con la secta".


Esta supresión de la charla fomentará, sin duda, las amistades particulares. Pero es que lo lógico es que sea así, que cada cual tenga, dentro de la institución a que pertenece, las amistades particulares que quiera, ya que hay quien tiene más empatía o afinidad con unos que con otros. Es una gilipollez eso que pretendía el fundador del Opus Dei de que, entre los miembros de su institución no hubiera amistades particulares.


El acompañamiento espiritual, por naturaleza, es espontáneo, libre y sobre todo, PRIVADO. De hecho, parece que así nació en el Opus Dei, como una iniciativa espontánea e individual de algunos miembros, consistente en contar al fundador (porque tenían confianza con él) algunos aspectos de su vida espiritual buscando consejo en él.

Pero eso nada tiene que ver con esa INSTITUCIONALIZACIÓN REGLADA de una cosa como esta, utilizándola además como medio de control para mantener determinadas vergüenzas y trapos sucios institucionales bajo control, y sobre todo, para ejercer la violencia sobre las conciencias de los miembros de la misma.


El punto fundamental de reforma del Opus Dei sería una renuncia total y absoluta a intervenir institucionalmente, de modo directo o a través de otros miembros, en la vida interior de cada miembro. Esto debería afectar, no solo a los miembros del Opus Dei, sino a los miembros de la prelatura de la Santa Cruz incardinados en ella, verdaderos esclavos del prelado y de sus vicarios (véase el artículo 125.2 de los Estatutos, que textualmente dice así: "La potestad de régimen de que goza el Prelado es plena, tanto en el fuero externo como en el interno, sobre los sacerdotes incardinados en la Prelatura; sobre los laicos incorporados a la Prelatura esta potestad se extiende sólo a cuanto se refiere a la misión peculiar de la misma Prelatura")..


Ayer comentábamos el punto 10 de la carta de Ocáriz de 9 de enero de 2018 y aportábamos muchas citas expresivas de esa tiranía sobre las conciencias que se vive en el Opus Dei desde los tiempos del fundador.


En el segundo párrafo de ese número 10 se puede leer esto: "También en la dirección espiritual, alguna vez, se puede dar ―con claridad, pero siempre con cariño y delicadeza― un “consejo imperativo”, que recuerde la obligación de cumplir un deber. La fuerza de ese consejo, sin embargo, no provendría del consejo mismo, sino de ese deber. Cuando hay confianza, se puede y se debe hablar así, y quien recibe esa advertencia lo agradece, porque reconoce en ese gesto la fortaleza y el cariño de un hermano mayor".


Todo aquel que haya leído mi artículo de ayer de esta serie, reconocerá esta expresión - "consejo imperativo" - y sabrá que está tomada de la página 63 de las "Experiencias sobre el modo de llevar charlas fraternas", Roma, 19 de marzo de 2001, y que es una de esas 46 "publicaciones" denunciadas por la prelatura del Opus Dei por "vulnerar derechos de autor", aunque como hemos visto más atrás, el móvil real era que permanecieran ocultas una serie de "normas internas" no promulgadas, esto es, sectarias, desde las que se gobierna el Opus Dei.


Es curioso, Ocáriz, tan pródigo en citas de san Josemaría en esta carta, habla de los "consejos imperativos", PERO NO CITA LA PROCEDENCIA DE ESTA EXPRESIÓN, de esta cuadratura del círculo o polisemia opusina. ¿Qué pasa, Ocáriz, es que no tienes cojones para hablar abiertamente y con transparencia, es que fuiste muy gallito al poner el pleito a OpusLibros por publicar un documento interno de gobierno que os hubiera delatado como secta, de haber reconocido su carácter imperativo, y ahora no te atreves a reconocer que lo que indicas en tu carta acerca de los consejos imperativos, viene de ahí?


Entrando en el contenido de los "consejos imperativos", podrían entenderse aceptables en la medida en que esos "consejos" los de alguien LIBRE E INDEPENDIENTEMENTE, BUSCADO POR EL PROPIO INTERESADO, AL MARGEN DE CUALQUIER INSTITUCIÓN.


Lo que es inaceptable desde el punto de vista de los Derechos Humanos es que desde una institución se establezca la dirección espiritual obligatoria para los miembros de la misma, y que se designe desde la institución a un determinado miembro de la misma para recibir esa dirección espiritual obligatoria. A partir de ahí, lo que es todavía más totalmente inaceptable es que ese director de "consejos imperativos"


¿Qué es un consejo imperativo?

La cuadratura del círculo, o lo que es lo mismo: Te doy un "consejo" en el que te "recuerdo" un mandato, o lo que es lo mismo: "te recuerdo que haciendo eso, te vas a condenar", o "si haces o dices eso, debes reparar" (expresión muy típica en las direcciones espirituales - charlas - que se llevan en el Opus Dei), o "debes llevar eso a la confesión" (un modo eufemístico de decir al dirigido que ha cometido un pecado mortal, también muy típico del Opus Dei), o ese otro consejo imperativo, muy opusino, que dice que "te recuerdo que en el Opus Dei la advertencia más fuerte es un "por favor"".

Todos estos "consejos imperativos" que se estilan en el Opus Dei, en realidad son juicios temerarios, absolutamente inmorales desde el punto de vista objetivo, porque invaden de modo intolerable el sagrario de la conciencia de las personas, cuando en ese sagrario solo hay sitio para dos personas: el interesado y Cristo.


Esta gilipollez, propia de la teología barata del Opus Dei, supone además una chapuza vergonzante, pues un "consejo imperativo", al desconocer el ámbito más íntimo de la conciencia, no puede por menos de ser un consejo parcial e imperfecto, que abarca solo los aspectos "objetivos" de la cuestión que se trata, dejando fuera el ámbito más importante, que es el de la conciencia, del que no se puede prescindir nunca.


Precisamente esta es la razón por la que nunca podemos juzgar a los demás, porque no tenemos todos los datos. Precisamente esta es la razón por la que Jesucristo es nuestro Juez, porque Él sí tiene todos los datos, los externos y los internos, que comparte con nosotros. Precisamente esta es la razón por la que nadie tiene derecho a dar a otro ningún "consejo imperativo", ya que dicho "consejo" podría causarle un mal grave, al desconocer todas las circunstancias personales, familiares, profesionales, emocionales, afectivas, psicológicas, etc. que rodean la complejidad de una persona.


Ocáriz no tiene ni puta idea de lo que es la "tierra sagrada" de la conciencia, del santuario interior de una persona, ante la que el Papa dice que "hay que descalzarse", como Moisés ante la zarza, porque la conciencia, tan pisoteada en el Opus Dei, es lo que de manera más inmediata nos hace ser "imagen de Dios". ("La Iglesia tendrá que iniciar a sus hermanos –sacerdotes, religiosos y laicos– en este «arte del acompañamiento», para que todos aprendan siempre a quitarse las sandalias ante la tierra sagrada del otro" (cf. Ex 3, 5). Evangelii Gaudium nº 169).


Ocáriz sigue atrasado o sencillamente, no quiere darse por enterado del magisterio del Papa, pues la exhortación Amoris Laetitiae no es simplemente una exhortación relativa a la familia y al amor humano, sino algo mucho más profundo, pues a partir de esos temas, el Papa ha dado una vuelta de tuerca a las reformas que está llevando a cabo en la Iglesia, en concreto, al modo de estudiar y entender la moral, volviendo a la primavera de la Iglesia que fue el Concilio Vaticano II, con Gaudium et Spes, y recuperando de este el valor dado a la conciencia, superando la visión estática de Veritatis Splendor, en la que parece haberse quedado Ocáriz. La moral, desde Amoris Laetitiae, vuelva a dejar de ser un ejercicio teórico de un caso de pizarra, similar a un problema de matemáticas (que es como se ven en las “collatio teologiae moralis” que tienen periódicamente los sacerdotes numerarios del Opus Dei) para considerar que el ser humano es un ser “encarnado”, no un simple sujeto de un problema teórico; un ser con sus circunstancias peculiares, solo suyas, y con su conciencia, que no se puede olvidar.


Quizá este magisterio del Papa pueda parecerles a los opusinos algo revolucionario, pero se equivocan, pues este modo de ver la moral del Papa actual enlaza directamente con santo Tomás de Aquino y con los pontífices que le han precedido, en especial, con Benedicto XVI. No me explico cómo Ocáriz está tan poco ubicado con sus "consejos imperativos" cuando en los Estatutos del Opus Dei, número 103, se habla de seguir al Doctor Angélico en lo relativo a la formación doctrinal-religiosa que se imparte en el Opus Dei.


Una frase que se dice mucho en el Opus Dei es que quienes llevan la dirección espiritual "tienen todos los datos del problema". También se suele usar mucho otra idea, tomada del punto 59 de Camino: "Conviene que conozcas esta doctrina segura: el espíritu propio es mal consejero, mal piloto, para dirigir el alma en las borrascas y tempestades, entre los escollos de la vida interior. Por eso es Voluntad de Dios que la dirección de la nave la lleve un Maestro, para que con su luz y conocimiento, nos conduzca a puerto seguro".


Evidentemente, estos planteamientos, aptos, quizá, para religiosos o para laicos inmaduros de siglos pretéritos, son absolutamente inaceptables para laicos que deben asumir sus propias responsabilidades mediante discernimiento personal, no dejando tales responsabilidades en manos de su "director". Tratar a los laicos como cristianos inmaduros o menores de edad es algo inaceptable en la Iglesia de hoy.


Evidentemente también, quien tiene todos los datos del problema es el propio interesado, no el director, que ve las cosas desde fuera, de modo parcial y sin conocer las implicaciones emocionales y psicológicas y de otro tipo, internas y externas, del interesado, pues nadie puede ponerse en su lugar.


La norma ignaciana del discernimiento que aconseja no hacer mudanzas en tiempos de desolación, debe entenderse como una llamada a la paciencia, a la serenidad antes de decidir, a la reflexión, a la maduración, a evitar tomar decisiones precipitadamente cuando se tiene el ánimo alterado y se puede perder la objetividad.


Pero san Ignacio nunca pone, en absoluto, las propias responsabilidades en manos de otro. El discernimiento es irrenunciable, es personal; y en él, nadie tiene más datos del problema que uno mismo.


No se trata de que el espíritu propio sea mejor o peor consejero, mejor o peor piloto; es que es el ÚNICO PILOTO; no es que sea consejero mejor o peor; es que es QUIEN TIENE QUE DECIDIR, quien tiene que DIRIGIR SU PROPIA ALMA, no otro. Los que deciden no son los consejeros, sino uno mismo.


Tampoco se trata de "ser conducido a puerto seguro", sino de buscar y descubrir la verdad de la propia vida, que puede ser segura o no, pero es la verdad, y por tanto, preferible a la "seguridad" que da el que otro le saque a uno las castañas del fuego y le deje con la conciencia tranquila por haberle suplantado en la labor de tomar las propias decisiones.

Termino este comentario del punto 10 de la carta de 9 de enero de 2018 con un enlace magistral de OpusLibros titulado "La libertad de las conciencias en el Opus Dei". Está escrito bajo pseudónimo por un tal "Oráculo". Es una pieza espectacular de teología espiritual, muy documentada, extensa (28 páginas), en la que se trata con profundidad la cuestión de la tiranía que se ejerce en el Opus Dei hacia las conciencias.


Si el Papa leyera esto, me parece que tomaría una decisión respecto del Opus Dei.


El estudio está dedicado "a todos los fieles de la prelatura personal". Les animo a que lo lean, aunque me temo que obrarán con esas anteojeras que les caracteriza, fruto de esa máxima de san Josemaría: "ahogar el mal en abundancia de bien". ¿Qué harán? Muy sencillo.


Primero: Antes de plantearse leer ("ESCUCHAR") ese estudio de "Oráculo", prejuzgarán que "es malo" porque está publicado en OpusLibros, que son malos porque ahí están gentes que "no perseveraron" y obviamente, son malos y se juegan la vida eterna por no perseverar en el Opus Dei.


Segundo: En algunos casos, simplemente no lo leerán porque tienen prohibido leer eso o les da miedo que los directores sepan que han abierto esa página web, ya que podría ponerse en peligro de perder la fe y la "vocacion al Opus Dei".


Tercero: En otros casos, "ahogarán el mal en abundancia de bien", esto es, mandarán a sus contactos o a los contactos que piensen que pueden haber leído el estudio de Oráculo, algún mensajito ñoño de esos que se mandan por whatsapp unos a otros los miembros del Opus Dei, con trocitos de videos de san Josemaría en los que este se presentaba como un santito angelical y simpático, entre los aplausos de gente entregada.


De todas formas, si alguien quiere leer este profundo estudio de Oráculo, ahí tiene el enlace: (http://opuslibros.org/libros/oraculo/libertad.PDF). Que lo disfruten.

Opus Dei: Comentario crítico a una carta (LIX)

Una secta no puede durar demasiado tiempo en el cuerpo de la Iglesia
Antonio Moya Somolinos
viernes, 10 de agosto de 2018, 07:23 h (CET)

En la entrega anterior se ha suscitado la cuestión de la posible falsificación de “escritos” del fundador del Opus Dei que nunca llegaría a escribir, en la medida de que estos dicen justo lo contrario de lo que se ve en otros escritos de los que sí se tiene constancia y que inevitablemente “han dejado un rastro” que quizá en su momento no se pensó que fuera “conveniente” hacer desaparecer.


Inventar la historia es algo muy difícil, prácticamente imposible en personajes de cierta relevancia pública. Hay quien se va de rositas de esta vida, pero luego viene la historia, el análisis minucioso del rastro dejado. Si no se controla ese rastro TOTALMENTE, es imposible sustraerse a un juicio sereno de la historia, la cual dispone de muchos años para elaborarlo. No tiene prisa.


En el caso de san Josemaría Escrivá, además, ese maquillaje se viene haciendo de forma muy burda. La mentiras, cuanto más gordas son, más difíciles de creer se presentan. En el caso de san Josemaría se ha seguido el mismo “método” que en otros personajes históricos: Eliminar lo que no le favorece, modificar datos históricos que parecen poco conocidos, hacerle decir o escribir lo que nunca dijo o escribió.


En cuanto a esto último, diré mi opinión al respecto.


Yo entiendo que, mientras una persona está viva, tiene la oportunidad de desdecirse de cosas que sostuvo en un momento determinado de la vida. Por tanto, puede rectificar por escrito o mediante publicaciones.


Si no lo hace, sus posturas han quedado fijadas, salvo que haya pruebas de que quiso rectificarlas. Hoy día, con el uso de los medios informáticos, esto se torna mucho más difícil, ya que antiguamente, era posible dejar algo manuscrito y fechado que, con el análisis de grafólogos se pudiera probar que eran escritos originales.


Si lo que se pretende sostener que eran escritos de un autor fallecido, están escritos a máquina, la cosa es más difícil, pues aunque se pueda reconocer el tipo de máquina como la misma con que se escribió el escrito original, siempre cabe la posibilidad de falsificar los cuadernillos de la publicación y sustituir parcialmente lo que realmente dijo por lo que se le quiere atribuir. Al fin y al cabo, si de esa “publicación” solo existe un original, y este está “custodiado” por la organización, es evidente que tal “publicación no publicada” no pasa de ser un escrito privado de parte, sin trascendencia pública y sin visos de constancia objetiva de veracidad, la cual no puede ser invocada como fuente argumental para probar algo que “decía” esa persona fallecida, que en su condición de fallecida ya no puede hablar.


Mala cosa es esa de querer hacer hablar a los muertos. Eso es lo que ocurrió cuando se repitió el referéndum por el que Andalucía accedía a la autonomía según el artículo 151 de la Constitución, cuando en ese referéndum “votaron” muchos almerienses fallecidos que no votaron en la primera vez. Curiosamente, en la primera vez salió el “NO” en Almería, y en la segunda salió el “SÍ”.


También recuerdo la fusión de los bancos de Bilbao y de Vizcaya. Hay libros publicados sobre lo que pasó. Recuerdo que hubo cosas que “no se hicieron demasiado bien” y eso dio origen a un procedimiento penal en el que los directivos de dichos bancos se vieron algo apurados.


Se dio la circunstancia de que por esas fechas falleció Pedro de Toledo, que era el presidente del Banco de Vizcaya. La sentencia final, creo recordar que fue desfavorable para él, ya cadáver, mientras para los demás fue favorable. 

Recuerdo que se planteó en aquellas fechas, a nivel de calle y de medios de comunicación, la cuestión de si Pedro de Toledo fue condenado por estar fallecido o porque realmente era de justicia que fuera así, en justicia.


Si los archivos secretos del Vaticano no son accesibles hasta muchos años después de fallecidas las personas o tenido lugar determinados hechos o documentos, me imagino que es porque hay motivos para ocultarlos, como la buena fama de las personas o de sus hijos, etc. Pero es sabido que poco a poco, según los temas, se van levantando los secretos de los asuntos.


Ahora bien, una cosa es tener documentos en secreto y otra falsificarlos. Lo que no es aceptable nunca es apoyar lo que sea sobre la mentira. Es inaceptable pretender que un muerto “diga” lo que nunca ha dicho.


En esa línea, es inaceptable que Ocáriz cite unas supuestas cartas de san Josemaría que solo las tiene él y que se pueden componer perfectamente escribiendo con una máquina de escribir de las antiguas, de modo que la última página de esa carta tenga una firma y fecha originales y manuscritas de san Josemaría, dejadas por él antes de morir, como quien firma en blanco uno o varios (o muchos) papeles de modo que el texto precedente lo escriba DESPUÉS una persona de confianza.


Cuando un escrito de un fallecido, que se descubre o se hace público después de su muerte, no es todo él manuscrito, ológrafo, no se puede afirmar que sea original, y menos hoy día, con los medios informáticos, con los que los escritos son simples archivos digitales que se copian, pegan y manipulan a voluntad, y donde el rasgo original de la propia escritura manual, con los gestos genuinos que le son propios e intransferibles, ya no existe.


Por eso, afirmo que no me creo ninguna de las supuestas cartas de san Josemaría, salvo que exista una fe pública externa a la organización y previa a su muerte que, con independencia, haya testificado esa autenticidad. Lo contrario es pretender hacer comulgar con ruedas de molino, no a quienes “odian” al Opus Dei, entre los que no me cuento, sino a quienes no tienen por que ser unos fanáticos de nada, ni del Opus Dei ni de san Josemaría; sino que ejercen su derecho a no creerse las cosas sin una mínima seriedad u objetividad.


Por eso, cuando, poco tiempo después de abandonar el Opus Dei, vi publicado un libro póstumo de un numerario escritor conocido, José Miguel Cejas, titulado “Cara y cruz: Josemaría Escrivá”, en el que se mencionan también los “defectos” de san Josemaría, los aciertos y los “errores”, me olió muy mal, sobre todo porque este numerario había sido el autor de la biografía oficial de la beatificación de san Josemaría, y porque en todos los libros escritos por él sobre san Josemaría, siempre fue un verdadero trompetero. El libro “Cara y cruz” no casa con las biografías anteriores del mismo autor sobre san Josemaría Escrivá.


¿Cómo es que se le ocurre escribir sobre los errores de san Josemaría justo al final de su vida y el libro aparece después de que ambos hayan muerto? ¿Dónde están las pruebas de que lo escribió José Miguel Cejas? ¿Cómo es que esos “errores” aparecen escritos por un difunto 24 años después de la beatificación de san Josemaría, y no se permitió a otros que también querían testificar en el proceso sobre otros errores de san Josemaría? ¿Cómo es que este libro de errores se publica “bajo control”, prologado por el sacerdote que lleva la Oficina de las causas de los santos del Opus Dei en España, José Carlos Martín de la Hoz, en una editorial no controlada por el Opus Dei (quizá para despistar)?

Todo esto lo digo en relación a lo que se suscitó ayer sobre las supuestas cartas de san Josemaría. Pero sigamos avanzando en los comentarios a la carta de 9 de enero de 2018, escrita por Fernando Ocáriz.


Me consta que Ocáriz está al corriente de esta serie de artículos. También es cierto que, como he apuntado en artículos anteriores, está hablando con bastante insistencia de la figura de Cristo, quizá con la idea de orientar a la gente del Opus Dei hacia Cristo. Ya apunté hace tiempo en estos artículos que llegará un momento en el que, en el Opus Dei, tendrán que optar, o por Jesucristo, o por san Josemaría, su fundador divinizado. Parece que Ocáriz está empezando a preparar el terreno en el buen camino, esto es, optando por Cristo, aunque a juzgar por las 31 citas de san Josemaría en su carta de 9 de enero de 2018 bien podría pensarse lo contrario, esto es, que siguen empeñados en ese maquillaje absurdo de la figura de san Josemaría a fin de "fabricar un santo" cuya realidad fue bien distinta.


Una reforma del Opus Dei vendrá sin duda por una reforma total estatutaria e institucional, por supuesto; que Ocáriz, o no querrá, o no se atreverá, o no sabrá, o no podrá hacerla, o no le dejarán. Ahora bien, no está mal empezar a poner los fundamentos orientando hacia Cristo a los miembros del Opus Dei. La reforma de la que hablo, en mi opinión, la hará el sucesor de Ocáriz, o el sucesor del sucesor, si la hace o si llega a tiempo, porque cabe la posibilidad de que la crisis institucional del Opus Dei termine antes de tiempo como el rosario de la aurora. Una secta no puede durar demasiado tiempo en el cuerpo de la Iglesia.


No está mal que Ocáriz hable de Cristo. He aquí un dato reciente: el mensaje suyo de 6 de agosto de 2018, en el que se le ve con más humildad colectiva, menos autorreferencial que en la carta de 9 de enero de 2018, más cristiano y menos opusino. Copio el mensaje:


"Durante los viajes de estos meses, me llena de agradecimiento al Señor ver cómo en tantos sitios, hijas e hijos míos ponen en marcha y desarrollan proyectos para que el mensaje de Cristo y su llamada a la santidad alcance a muchas almas. Algunas de esas iniciativas son grandes, otras son más pequeñas, y siempre acompañadas por el espíritu de servicio y el trato de sincera amistad con las personas. Es bonito ver en todas partes un mismo espíritu y con rostros tan variados.


También es motivo de alegría y agradecimiento a Dios comprobar que esas actividades apostólicas cooperan, junto a las que realizan otras instituciones, al progreso humano personal y social en amplios sectores de muchos países".

Está bien este mensaje. La gente del Opus Dei lo habrá agradecido pues mayoritariamente buscan la santidad personal de modo sincero, al margen de las maquinaciones, intrigas y juegos sucios de quienes gobiernan la institución. Ocáriz les dice en este mensaje lo que ellos esperan oír del prelado. No estaría mal que el prelado y quienes le rodean acompañasen con obras lo que se dice en este mensaje.


No hay que olvidar que Ocáriz, hasta ahora, con los hechos, ha demostrado ser un lobo con piel de cordero. Quiero decir, que lleva muchos años en el gobierno del Opus Dei, y que se las gasta al estilo que hemos visto con sus denuncias (¿acoso?) y burofaxes a Agustina López de los Mozos por querer un pretendido anonimato siendo un personaje público, esto es, una cuadratura del círculo muy sospechosa o una polisemia opusina, como se quiera entender. Repito: Ocáriz no nació ayer.


Es una lástima que para el prelado y quienes le rodean, hacer cabeza es sinónimo de caudillo en vez de líder. El caudillo manda, el líder va por delante. Al caudillo no se le ven los defectos ni miserias; al líder, sí. San Josemaría se veía como caudillo (ver el primer capítulo de Camino) ¿En quién estaría pensando cuando escribió Camino?


Hay un artículo buenísimo, publicado hace año y medio en el Diario de Córdoba por un catedrático jubilado en el que analiza estos dos conceptos. Leyéndolo, se da uno cuenta de lo antiguo que está san Josemaría. Él, pensando en el Caudillo al escribir Camino hace casi 80 años, y los tiempos actuales en otra onda. ¿Es esa la "proyección de eternidad" de la que hablan los miembros del Opus Dei respecto de su rancio fundador?


Quien quiera leer o descargar el artículo que menciono, lo puede hacer en este enlace: ( http://www.diariocordoba.com/noticias/opinion/liderazgo-caudillaje_1126217.html ).


Volvamos a la idea de orientar hacia Cristo a la institución. Esa puede ser la pre-reforma que precise el Opus Dei. Pero luego ha de venir la reforma, y desde dentro. Y desde arriba.


Ya apunté ayer y en entregas anteriores que, a mi juicio, la reforma fundamental que debería emprender el Opus Dei es eliminar completamente lo que ellos llaman "la charla fraterna o confidencia", es decir, la dirección espiritual obligatoria con alguien nombrado para ello desde la dirección de la institución. Una segunda reforma sería eliminar la delación en la práctica de la corrección fraterna, de modo que deje de ser elemento de control desde la dirección. Pero eso es otro tema. Me voy a centrar en el primero, pues es lo que estoy comentando. Esa debería ser la primera reforma

Claro que esa reforma tendría que ir unida al firme propósito de dejar de ser secta.


Cuando la gente del Opus Dei explica lo que es la institución suele decir más o menos que "la labor del Opus Dei es ofrecer unos medios de formación a sus miembros y a quienes lo deseen, para facilitarles la vida cristiana en el ambiente en que cada uno se encuentre".


Hasta ahí, todo bien. Para empezar, incluso eso de "ofrecer" está bien, ya que ofrecer no prejuzga que se deba "aceptar", sino solo que se ofrece algo, para que, el que lo desee, aproveche ese ofrecimiento.


Lo malo empieza cuando se comienza a confundir la dirección espiritual - la famosa "charla fraterna o confidencia" - con un medio de formación. Los medios de formación son algo general, que nunca pueden intervenir en el fuero interno de las personas. La dirección espiritual es otra cosa que afecta al fuero interno, y que es totalmente distinta a lo que tras el concilio Vaticano II la Iglesia sugiere a todos los cristianos, que es "el acompañamiento espiritual".


En general, hoy día, salvo en el ámbito de los religiosos, carece de sentido hablar de "dirección espiritual", y menos en el ámbito de los laicos, hombres y mujeres corrientes, que se suponen adultos responsables, y que por tanto, se dirigen a sí mismos como personas y como cristianos, apoyados en un discernimiento personal y libre en el que su conciencia bien formada es la norma próxima de moralidad, y donde nunca les viene la voluntad de Dios "a través de los directores".

La primera reforma pendiente del Opus Dei es suprimir totalmente la dirección espiritual obligatoria, llamada eufemísticamente "la charla fraterna o confidencia", esto es, optar por dejar de ser una guardería de adultos. Es totalmente anacrónico que una institución se dedique "institucionalmente" a impartir dirección espiritual, que se presente ante la Iglesia y ante la sociedad como "un plantel de expertos directores espirituales que te dirigen la vida".

No veo inconveniente en que, INDIVIDUALMENTE Y SIN RENDIR CUENTAS ANTE NADIE, haya personas que, por las razones que sean, busquen un ACOMPAÑANTE ESPIRITUAL, y libremente lo elijan entre los miembros del Opus Dei. Pero eso será un asunto exclusivo entre el acompañado y el acompañante, Y DE NADIE MÁS.


Ese derecho a buscar acompañante espiritual lo pueden ejercer también los miembros del Opus Dei, PERO SIN QUE LA INSTITUCIÓN META LAS NARICES EN ESE ASUNTO. Esto quiere decir que cada miembro del Opus Dei podrá optar por buscar o no buscar acompañante espiritual, y en caso de hacerlo, lo hará cuándo y cómo le parezca, y la elección del acompañante podrá recaer en otro miembro de la institución o en alguien que no pertenezca a la institución, ya que el objetivo que se busca es el de ayudar a discernir en el seguimiento de Cristo, y no "identificarse con el espíritu del Opus Dei", que es lo mismo que decir "identificarse con el grupo, con la secta".


Esta supresión de la charla fomentará, sin duda, las amistades particulares. Pero es que lo lógico es que sea así, que cada cual tenga, dentro de la institución a que pertenece, las amistades particulares que quiera, ya que hay quien tiene más empatía o afinidad con unos que con otros. Es una gilipollez eso que pretendía el fundador del Opus Dei de que, entre los miembros de su institución no hubiera amistades particulares.


El acompañamiento espiritual, por naturaleza, es espontáneo, libre y sobre todo, PRIVADO. De hecho, parece que así nació en el Opus Dei, como una iniciativa espontánea e individual de algunos miembros, consistente en contar al fundador (porque tenían confianza con él) algunos aspectos de su vida espiritual buscando consejo en él.

Pero eso nada tiene que ver con esa INSTITUCIONALIZACIÓN REGLADA de una cosa como esta, utilizándola además como medio de control para mantener determinadas vergüenzas y trapos sucios institucionales bajo control, y sobre todo, para ejercer la violencia sobre las conciencias de los miembros de la misma.


El punto fundamental de reforma del Opus Dei sería una renuncia total y absoluta a intervenir institucionalmente, de modo directo o a través de otros miembros, en la vida interior de cada miembro. Esto debería afectar, no solo a los miembros del Opus Dei, sino a los miembros de la prelatura de la Santa Cruz incardinados en ella, verdaderos esclavos del prelado y de sus vicarios (véase el artículo 125.2 de los Estatutos, que textualmente dice así: "La potestad de régimen de que goza el Prelado es plena, tanto en el fuero externo como en el interno, sobre los sacerdotes incardinados en la Prelatura; sobre los laicos incorporados a la Prelatura esta potestad se extiende sólo a cuanto se refiere a la misión peculiar de la misma Prelatura")..


Ayer comentábamos el punto 10 de la carta de Ocáriz de 9 de enero de 2018 y aportábamos muchas citas expresivas de esa tiranía sobre las conciencias que se vive en el Opus Dei desde los tiempos del fundador.


En el segundo párrafo de ese número 10 se puede leer esto: "También en la dirección espiritual, alguna vez, se puede dar ―con claridad, pero siempre con cariño y delicadeza― un “consejo imperativo”, que recuerde la obligación de cumplir un deber. La fuerza de ese consejo, sin embargo, no provendría del consejo mismo, sino de ese deber. Cuando hay confianza, se puede y se debe hablar así, y quien recibe esa advertencia lo agradece, porque reconoce en ese gesto la fortaleza y el cariño de un hermano mayor".


Todo aquel que haya leído mi artículo de ayer de esta serie, reconocerá esta expresión - "consejo imperativo" - y sabrá que está tomada de la página 63 de las "Experiencias sobre el modo de llevar charlas fraternas", Roma, 19 de marzo de 2001, y que es una de esas 46 "publicaciones" denunciadas por la prelatura del Opus Dei por "vulnerar derechos de autor", aunque como hemos visto más atrás, el móvil real era que permanecieran ocultas una serie de "normas internas" no promulgadas, esto es, sectarias, desde las que se gobierna el Opus Dei.


Es curioso, Ocáriz, tan pródigo en citas de san Josemaría en esta carta, habla de los "consejos imperativos", PERO NO CITA LA PROCEDENCIA DE ESTA EXPRESIÓN, de esta cuadratura del círculo o polisemia opusina. ¿Qué pasa, Ocáriz, es que no tienes cojones para hablar abiertamente y con transparencia, es que fuiste muy gallito al poner el pleito a OpusLibros por publicar un documento interno de gobierno que os hubiera delatado como secta, de haber reconocido su carácter imperativo, y ahora no te atreves a reconocer que lo que indicas en tu carta acerca de los consejos imperativos, viene de ahí?


Entrando en el contenido de los "consejos imperativos", podrían entenderse aceptables en la medida en que esos "consejos" los de alguien LIBRE E INDEPENDIENTEMENTE, BUSCADO POR EL PROPIO INTERESADO, AL MARGEN DE CUALQUIER INSTITUCIÓN.


Lo que es inaceptable desde el punto de vista de los Derechos Humanos es que desde una institución se establezca la dirección espiritual obligatoria para los miembros de la misma, y que se designe desde la institución a un determinado miembro de la misma para recibir esa dirección espiritual obligatoria. A partir de ahí, lo que es todavía más totalmente inaceptable es que ese director de "consejos imperativos"


¿Qué es un consejo imperativo?

La cuadratura del círculo, o lo que es lo mismo: Te doy un "consejo" en el que te "recuerdo" un mandato, o lo que es lo mismo: "te recuerdo que haciendo eso, te vas a condenar", o "si haces o dices eso, debes reparar" (expresión muy típica en las direcciones espirituales - charlas - que se llevan en el Opus Dei), o "debes llevar eso a la confesión" (un modo eufemístico de decir al dirigido que ha cometido un pecado mortal, también muy típico del Opus Dei), o ese otro consejo imperativo, muy opusino, que dice que "te recuerdo que en el Opus Dei la advertencia más fuerte es un "por favor"".

Todos estos "consejos imperativos" que se estilan en el Opus Dei, en realidad son juicios temerarios, absolutamente inmorales desde el punto de vista objetivo, porque invaden de modo intolerable el sagrario de la conciencia de las personas, cuando en ese sagrario solo hay sitio para dos personas: el interesado y Cristo.


Esta gilipollez, propia de la teología barata del Opus Dei, supone además una chapuza vergonzante, pues un "consejo imperativo", al desconocer el ámbito más íntimo de la conciencia, no puede por menos de ser un consejo parcial e imperfecto, que abarca solo los aspectos "objetivos" de la cuestión que se trata, dejando fuera el ámbito más importante, que es el de la conciencia, del que no se puede prescindir nunca.


Precisamente esta es la razón por la que nunca podemos juzgar a los demás, porque no tenemos todos los datos. Precisamente esta es la razón por la que Jesucristo es nuestro Juez, porque Él sí tiene todos los datos, los externos y los internos, que comparte con nosotros. Precisamente esta es la razón por la que nadie tiene derecho a dar a otro ningún "consejo imperativo", ya que dicho "consejo" podría causarle un mal grave, al desconocer todas las circunstancias personales, familiares, profesionales, emocionales, afectivas, psicológicas, etc. que rodean la complejidad de una persona.


Ocáriz no tiene ni puta idea de lo que es la "tierra sagrada" de la conciencia, del santuario interior de una persona, ante la que el Papa dice que "hay que descalzarse", como Moisés ante la zarza, porque la conciencia, tan pisoteada en el Opus Dei, es lo que de manera más inmediata nos hace ser "imagen de Dios". ("La Iglesia tendrá que iniciar a sus hermanos –sacerdotes, religiosos y laicos– en este «arte del acompañamiento», para que todos aprendan siempre a quitarse las sandalias ante la tierra sagrada del otro" (cf. Ex 3, 5). Evangelii Gaudium nº 169).


Ocáriz sigue atrasado o sencillamente, no quiere darse por enterado del magisterio del Papa, pues la exhortación Amoris Laetitiae no es simplemente una exhortación relativa a la familia y al amor humano, sino algo mucho más profundo, pues a partir de esos temas, el Papa ha dado una vuelta de tuerca a las reformas que está llevando a cabo en la Iglesia, en concreto, al modo de estudiar y entender la moral, volviendo a la primavera de la Iglesia que fue el Concilio Vaticano II, con Gaudium et Spes, y recuperando de este el valor dado a la conciencia, superando la visión estática de Veritatis Splendor, en la que parece haberse quedado Ocáriz. La moral, desde Amoris Laetitiae, vuelva a dejar de ser un ejercicio teórico de un caso de pizarra, similar a un problema de matemáticas (que es como se ven en las “collatio teologiae moralis” que tienen periódicamente los sacerdotes numerarios del Opus Dei) para considerar que el ser humano es un ser “encarnado”, no un simple sujeto de un problema teórico; un ser con sus circunstancias peculiares, solo suyas, y con su conciencia, que no se puede olvidar.


Quizá este magisterio del Papa pueda parecerles a los opusinos algo revolucionario, pero se equivocan, pues este modo de ver la moral del Papa actual enlaza directamente con santo Tomás de Aquino y con los pontífices que le han precedido, en especial, con Benedicto XVI. No me explico cómo Ocáriz está tan poco ubicado con sus "consejos imperativos" cuando en los Estatutos del Opus Dei, número 103, se habla de seguir al Doctor Angélico en lo relativo a la formación doctrinal-religiosa que se imparte en el Opus Dei.


Una frase que se dice mucho en el Opus Dei es que quienes llevan la dirección espiritual "tienen todos los datos del problema". También se suele usar mucho otra idea, tomada del punto 59 de Camino: "Conviene que conozcas esta doctrina segura: el espíritu propio es mal consejero, mal piloto, para dirigir el alma en las borrascas y tempestades, entre los escollos de la vida interior. Por eso es Voluntad de Dios que la dirección de la nave la lleve un Maestro, para que con su luz y conocimiento, nos conduzca a puerto seguro".


Evidentemente, estos planteamientos, aptos, quizá, para religiosos o para laicos inmaduros de siglos pretéritos, son absolutamente inaceptables para laicos que deben asumir sus propias responsabilidades mediante discernimiento personal, no dejando tales responsabilidades en manos de su "director". Tratar a los laicos como cristianos inmaduros o menores de edad es algo inaceptable en la Iglesia de hoy.


Evidentemente también, quien tiene todos los datos del problema es el propio interesado, no el director, que ve las cosas desde fuera, de modo parcial y sin conocer las implicaciones emocionales y psicológicas y de otro tipo, internas y externas, del interesado, pues nadie puede ponerse en su lugar.


La norma ignaciana del discernimiento que aconseja no hacer mudanzas en tiempos de desolación, debe entenderse como una llamada a la paciencia, a la serenidad antes de decidir, a la reflexión, a la maduración, a evitar tomar decisiones precipitadamente cuando se tiene el ánimo alterado y se puede perder la objetividad.


Pero san Ignacio nunca pone, en absoluto, las propias responsabilidades en manos de otro. El discernimiento es irrenunciable, es personal; y en él, nadie tiene más datos del problema que uno mismo.


No se trata de que el espíritu propio sea mejor o peor consejero, mejor o peor piloto; es que es el ÚNICO PILOTO; no es que sea consejero mejor o peor; es que es QUIEN TIENE QUE DECIDIR, quien tiene que DIRIGIR SU PROPIA ALMA, no otro. Los que deciden no son los consejeros, sino uno mismo.


Tampoco se trata de "ser conducido a puerto seguro", sino de buscar y descubrir la verdad de la propia vida, que puede ser segura o no, pero es la verdad, y por tanto, preferible a la "seguridad" que da el que otro le saque a uno las castañas del fuego y le deje con la conciencia tranquila por haberle suplantado en la labor de tomar las propias decisiones.

Termino este comentario del punto 10 de la carta de 9 de enero de 2018 con un enlace magistral de OpusLibros titulado "La libertad de las conciencias en el Opus Dei". Está escrito bajo pseudónimo por un tal "Oráculo". Es una pieza espectacular de teología espiritual, muy documentada, extensa (28 páginas), en la que se trata con profundidad la cuestión de la tiranía que se ejerce en el Opus Dei hacia las conciencias.


Si el Papa leyera esto, me parece que tomaría una decisión respecto del Opus Dei.


El estudio está dedicado "a todos los fieles de la prelatura personal". Les animo a que lo lean, aunque me temo que obrarán con esas anteojeras que les caracteriza, fruto de esa máxima de san Josemaría: "ahogar el mal en abundancia de bien". ¿Qué harán? Muy sencillo.


Primero: Antes de plantearse leer ("ESCUCHAR") ese estudio de "Oráculo", prejuzgarán que "es malo" porque está publicado en OpusLibros, que son malos porque ahí están gentes que "no perseveraron" y obviamente, son malos y se juegan la vida eterna por no perseverar en el Opus Dei.


Segundo: En algunos casos, simplemente no lo leerán porque tienen prohibido leer eso o les da miedo que los directores sepan que han abierto esa página web, ya que podría ponerse en peligro de perder la fe y la "vocacion al Opus Dei".


Tercero: En otros casos, "ahogarán el mal en abundancia de bien", esto es, mandarán a sus contactos o a los contactos que piensen que pueden haber leído el estudio de Oráculo, algún mensajito ñoño de esos que se mandan por whatsapp unos a otros los miembros del Opus Dei, con trocitos de videos de san Josemaría en los que este se presentaba como un santito angelical y simpático, entre los aplausos de gente entregada.


De todas formas, si alguien quiere leer este profundo estudio de Oráculo, ahí tiene el enlace: (http://opuslibros.org/libros/oraculo/libertad.PDF). Que lo disfruten.

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Al fin, el sistema educativo (aunque fundamentalmente lo es, o habría de serlo, de enseñanza-aprendizaje) está dentro de una dinámica social y en su transcurrir diario forja futuros ciudadanos con base en unos valores imperantes de los que es complicado sustraerse. Desde el XIX hasta nuestros días dichos valores han estado muy influenciados por la evolución de la ética económico-laboral, a la que Jorge Dioni López se refería afinadamente en un artículo.

Acaba de fallecer Joe Lieberman, con 82 años, senador estadounidense por Connecticut durante cuatro mandatos antes de ser compañero de Al Gore en el año 2000. Desde que se retiró en 2013 retomó su desempeño en la abogacía en American Enterprise Institute y se encontraba estrechamente vinculado al grupo político No Label (https://www.nolabels.org/ ) y que se ha destacado por impulsar políticas independientes y centristas.

Me he criado en una familia religiosa, sin llegar a ser beata, que ha vivido muy de cerca la festividad del Jueves Santo desde siempre. Mis padres se casaron en Santo Domingo, hemos vivido en el pasillo del mismo nombre, pusimos nuestro matrimonio a los pies de la Virgen de la Esperanza, de la que soy hermano, y he llevado su trono durante 25 años.

 
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