En efecto, la situación creada a partir del discurso del teniente general Mena en la celebración de la Pascua Militar es, claramente, inadmisible.
En primer lugar, que un mando militar se erija en intérprete de la Constitución es algo que, como mínimo, me pone los pelos de punta. Menos mal que, acto seguido, ha sido el propio ejército, en boca del Jefe del Estado Mayor de la Defensa, el que ha querido desautorizar las palabras de quien, sin legitimidad alguna, ha pretendido ser portavoz del ejército español.
Que sea el mismo ejército al que el teniente general Mena decía representar quien recomiende su cese fulminante, nos demuestra la plena integración del ejército español en la normalidad constitucional. Una normalidad que, en ningún caso, admite pronunciamientos paternalistas de quienes, simple y llanamente, han de seguir la dirección marcada desde el Gobierno democráticamente elegido ─art. 97 Constitución española─.
Sin embargo, han sido otros los que, una vez más, han querido posicionarse dentro de la gravedad de lo ilegítimo. ¿Qué le pasa al Partido Popular?
El señor Elorriaga, a la sazón Secretario de Comunicación del PP, en vez de censurar la gravedad de las palabras del militar Mena ha preferido regalarnos una serie de consideraciones que, para no dejar de ser fino, diré que rebasan en mucho lo que la paciencia aconseja pasar por alto.
Dice Elorriaga que él considera «inevitable que se produzcan pronunciamientos de todo tipo», en el contexto de las negociaciones del proyecto del Estatuto para Cataluña. ¿Pero quién se cree este señor? ¿Hasta dónde está dispuesta a llegar la ultraderecha española con tal de crispar? ¿A qué tipo de pronunciamientos se refiere?
No todo vale, señores del PP ─no me cansaré de repetirlo─. Jugar con las palabras y los contextos, es inadmisible. Cuando el señor Elorriaga habla de «pronunciamientos de todo tipo» en este contexto militar, subyace una medida intención de generar el discurso preguerracivilista en el que el PP pretende sumirnos.
¡Inadmisible! Inadmisible por el juego de intenciones; inadmisible por querer arrastrar en su espiral de crispación a instituciones que, a diferencia de ellos mismos, sí han sabido instaurarse en la normalidad democrática.
Si me permiten, el PP podría aprender una valiosa lección de todo esto. Así como el ejército ha pedido el cese del teniente general Mena, podrían ellos instar la destitución fulminante de quien ha demostrado, con sus declaraciones, una ínfima convicción democrática. Y es que, a menos que alguien me demuestre lo contrario, en democracia los únicos pronunciamientos válidos son los de la ciudadanía.
¡Basta ya, señores del PP! ¡Basta ya!