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Lo que siguió a esto fue una querella criminal contra estos sacerdotes del Opus Dei

Opus Dei: Comentario crítico a una carta (XLII)

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Ayer vimos que los santos no salen solo a base de oración, sino de medios humanos y materiales,... y de dinero. Y que, a más dinero, menor tiempo tardan los expedientes.


Por muy divina que sea la Iglesia - que lo es - el Vaticano es un Estado, con su organización administrativa en la que los monseñores que pululan por los despachos, son funcionarios. Y el Papa, es el jefe del Estado Vaticano.


Los que llevamos muchos años trabajando en la Administración Pública sabemos que el público valora en mucho la amistad con los funcionarios y políticos pues les va en ello la celeridad de sus expedientes o conseguir de ellos lo que les favorece, sobre todo con los funcionarios y políticos que se dejan querer.


Como botón de muestra puedo citar la intensa relación entre José Ignacio Wert, entonces ministro de Educación, Cultura y Deporte en el primer gobierno Rajoy y Ramón Herrando, consiliario del Opus Dei en España, durante los meses previos a la aprobación de la LOMCE, en la que José Ignacio Wert se autoinmoló políticamente, defendiendo numantinamente la educación diferenciada o segregada, tal y como la entiende el Opus Dei para sus colegios.


La LOMCE llegó en un momento crítico para las pretensiones del Opus Dei en el tema de los colegios diferenciados, cuando solo por ley podían salirse con la suya, pues en los tribunales no las tenían ya todas consigo.


Parece que van a tener que seguir haciendo labor de pasillo, pues tal y como se ven las cosas, a la LOMCE (a lo que queda de ella) le quedan solo unos pocos colacaos.


Lo peor que le puede pasar a un ciudadano es toparse con un funcionario o político independiente, que sea imparcial, que se conforme con su sueldo y que no necesite ninguna ayuda económica para vivir con dignidad; que actúe pensando en todos, y no en unos grupitos. Y que no aspire a más gastos que los que él mismo se pueda pagar con su sueldo.


Esto también es lo peor que le puede pasar a un político en el ejercicio de su cargo, encontrarse a un funcionario que no esté dispuesto a obedecer más que lo que las disposiciones legales digan; y lo que le ordene el político, siempre que ello no contradiga esas leyes.


Cuando Benedicto XVI renunció al pontificado, no fue porque estuviera poco menos que a punto de morir, sino porque se dio cuenta de que no podía con los hijoputas que pululan por el Vaticano y tuvo la humildad de reconocerlo y dar paso a otro que tuviera más fuerzas para lidiar con esa mafia.


Lo primero que hizo Benedicto XVI al verse con su sucesor fue entregarle el dossier con la mierda que había en el Vaticano y él no pudo con ella. En estos últimos años se ha filtrado una gran cantidad de documentos que lo aseveran. Muchos de ellos han aparecido reproducidos en varios libros, sobre todo en Italia.


No es ciencia ficción pensar que el Papa corre peligro de morir en el Vaticano. Hay mucho criminal ahí dentro. El hecho de que desde el primer momento optase por irse a vivir a Santa Marta o crear el G9, no obedece a simples cuestiones pastorales, sino a una estrategia, también, de autodefensa.


La corrupción viene de muy atrás, no solo de tiempos de Benedicto XVI, sino de Juan Pablo II y antes. No es exagerado decir que todavía no está esclarecida la muerte de Juan Pablo I.


Todo esto no es ciencia ficción. Podemos irnos a los tiempos del primer renacimiento, a la figura ya mencionada de Alejandro VI Borgia, que consiguió el pontificado sobornando a los cardenales del cónclave, que tuvo ocho hijos naturales, que mandó matar a su detractor Girolamo Savonarola y a todo el que se le oponía, que utilizó los bienes de la Iglesia para beneficiar económicamente a sus hijos, sobre todo a César, a quien hizo obispo de Pamplona a los 16 años, de Valencia a los 17 años, y un año después, cardenal; que mercadeaba con las cosas sagradas en sus intrigas políticas, que llevaba una vida de lujo, propia de un príncipe mundano, que no tenía el más mínimo escrúpulo en sus ambiciones de poder, que participaba de las orgías que organizaba su hijo César en Roma, en una de las cuales, estando ebrio, mantuvo relaciones sexuales con su propia hija Lucrecia, de la cual tuvo un hijo. Y un largo etcétera.


Aunque cite a Alejandro VI, no era un caso aislado. La ruptura de la Iglesia no fue obra de Lutero, sino de todos los hijoputas eclesiásticos que pululaban por Roma, de la misma manera que cuando alguien habla mal del Opus Dei, no es esa persona la que "hace daño a la Obra", sino que son ellos mismos los que, con su conducta hipócrita están haciendo daño a su propia institución y a la Iglesia. Y parte de esa conducta corrupta fue el proceso fraudulento de beatificación de su fundador.


Volviendo a la Iglesia del renacimiento, lo mismo que si queremos acudir al "siglo de Hierrro del Pontificado", en el que la corrupción fue tal que los Papas del renacimiento quedaron como monjas ursulinas, acudiendo a los periodos más oscuros de la Iglesia, es donde se puede ver su carácter divino, pues es imposible que tanta corrupción no haya dado con ella al traste. Si hablamos del cisma de oriente o del de occidente, cuando llegó a haber a la vez tres Papas rivales, o del conciliarismo o de otras páginas negras, podemos observar que en ningún momento de la historia de la Iglesia, por oscuro que haya sido, ha habido un solo Papa que no haya sido fiel a la fe recibida de Jesucristo.


Esto es importante, porque la fe es lo único en lo que el Papa tiene infalibilidad, y no en todos los supuestos. Y una beatificación no compromete la infalibilidad del Papa por cuanto no es una cuestión que comprometa la fe.


Lo cual quiere decir que cabe perfectamente en la Iglesia un proceso de beatificación fraudulento y mafioso, sin que por ellos se tenga que concluir que Juan Pablo II lo era. A mi modo de ver, era fundamentalmente un mal gobernante, a quien, además, le colaron unas cuantas.


Benedicto XVI siempre dijo de sí mismo que el gobierno no era su fuerte. Sin embargo, demostró ser un magnífico gobernante, sobre todo si lo comparamos con Juan Pablo II. Visto de tejas abajo, Juan Pablo II fue un político (no olvidemos que era jefe de Estado) que se dejó embelesar por el Opus Dei. Hay una carta durísima del cardenal Martini en la que se lo echa en cara. A mi modo de ver, el tiempo va dando cada vez más la razón al arzobispo fallecido de Milán.


Juan Pablo II no se dio cuenta, por ejemplo, de que el arzobispo norteamericano Paul Marcinkus, presidente del banco del Vaticano, el IOR, y amigo personal suyo, estaba llevando a cabo actividades financieras mafiosas en colaboración con la masoneria, que provocaron el colapso del banco Ambrosiano.


Tampoco se dio cuenta de que Marcial Maciel le estaba metiendo en un verdadero lío mientras que el pontífice lo tenía por santo en vida.


Tampoco tuvo tacto para afrontar el caso Lefevre, y al excomulgar al referido obispo, dio lugar a un problema cismático que ha supuesto una verdadera pesadilla para la Iglesia, aunque al parecer, está ya en vías de solución, gracias a la prudencia y buen gobierno de Benedicto XVI y Francisco, como veremos dentro de unos días.


Tampoco supo afrontar el problema de las secularizaciones de sacerdotes, y al reprimir la libertad de muchos de ellos, creó otros problemas peores que todavía hoy están vivos.


Muy dado a manifestaciones multitudinarias, a llenar estadios, a dar varias vueltas al mundo en olor de multitudes, a las jornadas mundiales de la juventud, a proclamar en San Pedro miles de santos y beatos, a producir montones de documentos doctrinales, pero poco prudente al elegir a sus colaboradores o a dar soluciones con mansedumbre a los problemas. De muchas meteduras de pata le salvó la presencia junto a él del cardenal Ratzinger.


Con la destitución del padre Arrupe se equivocó de plano, y él mismo lo reconoció más tarde


La beatificación de san Josemaría Escrivá está llena de corrupciones procedimentales sobre las que Juan Pablo II no actuó.


Entrando ya en el proceso de beatificación, podemos decir que este comenzó muchos años antes de que falleciera el fundador. En el Opus Dei, con una disciplina férrea, se venía recogiendo cuidadosamente todo lo que en el futuro pudieras ser de utilidad al proceso.


Por ello, cuando falleció san Josemaría, no hubo más que hacer que poner en marcha una maquinaria cuyos motores ya se estaban calentando desde hacía años. Más que preparar una documentación, hubo que hacer selección, habida cuenta de la cantidad tan exorbitante de material que había.


Incluso había cartas testimoniales de personas que habían fallecido antes que san Josemaría, y que los miembros del Opus Dei habían recogido años atrás pensando en esa posibilidad de premorir, que de hecho, sucedió en esos casos.

Recuerdo que, aquel verano de 1975, yo lo pasé en el colegio mayor Moncloa, en una convivencia de 60 días para los que comenzábamos a vivir en centros del Opus Dei. Más o menos a los 20 días de fallecer san Josemaría, esto es, a mediados de julio, en una tertulia después de comer, se nos empezaron a repartir esas famosas estampas amarillas para la devoción privada. También recuerdo que a finales de ese verano, todos pasamos a firmar una carta postulatoria dirigida a la Santa Sede para que incoara el proceso.


Si estos detalles los protagonizábamos los que estábamos más en la base, a nivel de Roma y del consejo general, la maquinaria se movía de otro modo, consiguiendo cartas postulatorias del mayor número de los obispos del mundo, pidiendo también cartas testimoniales, empezando a fomentar la publicación de biografías, la primera de las cuales, "Apuntes biográficos de monseñor Escrivá de Balaguer" salió aproximadamente al año del fallecimiento, seguida de una batería de ellas, todas escritas por personas del Opus Dei: Peter Berglar, Francois Gondrand, Vázquez de Prada (la primera; la posterior no es suya, aunque la firmó), Ana Sastre, Pilar Urbano, etc.


Quizá el Opus Dei no contó con que habría otras personas que no tuvieran sobre san Josemaría la misma opinión que ellos. Salieron otras publicaciones.


Sin embargo, el Opus Dei siempre ha esgrimido que lo que otros digan del Opus Dei o del fundador, no tiene valor porque "no lo conocen", a diferencia de ellos, que sí lo conocen por estar dentro.


Ahora bien, no contaban con que una de esas personas que ellos habían dejado en la cuneta Y QUE SÍ SABÍA PERFECTAMENTE lo que es el Opus Dei, tamién se lanzó a contarlo, no precisamente la versión oficial, sino lo que el Opus Dei venía ocultando.


Esta persona era María Angustias Moreno, ex numeraria, que años atrás fue directora de un centro del Opus Dei y sabía de lo que hablaba. El proceso de beatificación empezaba a complicarse, incluso antes de ser incoado.


Años atrás, Jesús Ynfante, también ex miembro, había publicado un libro sobre el Opus Dei titulado "La santa mafia", que gracias a las influencias políticas que la institución tenía con el régimen de Franco, este secuestró la publicación, aunque no pudo evitar que se vendiera en el mercado clandestino a precio de oro o que se vendiera en Francia. Vaya, algo parecido a "El último tango en París".


El libro de María Angustias se llama "Opus Dei. Anexo a una historia". Quien lo quiera leer o descargar, lo puede hacer en este enlace: ( http://www.opuslibros.org/libros/anexo_historia/indice.htm ) y ( http://opuslibros.org/anexo_historia.pdf ) . El libro apareció año y medio después de fallecer san Josemaría, pues la autora lo venía elaborando desde hacía tiempo atrás. Aunque quizá se pueda ver hoy como algo antiguo, en él se contienen los problemas que el Opus Dei arrastraba desde hacía años y que con una persona tan intratable e intransigente como san Josemaría, era imposible abordar.


A mi modo de ver, María Angustias es excesivamente benévola y respetuosa, en formas e ideas, con los impresentables que había tenido que torear, pero claramente pone el dedo en la llaga sobre las incongruencias y canalladas del Opus Dei que ya entonces eran patentes y que años después no han hecho sino aumentar y empeorar.


Para mí es admirable que en 1976 una mujer, en la España machista de entonces, tuviera la valentía de plantarle cara al poderoso Opus Dei de entonces, machista como ahora, pero mucho más entonces, y dijera cosas que otros no se habían atrevido a exponer. La crítica de María Angustias, aunque muy delicada y educada, fue demoledora. En el Opus Dei se consideró su libro poco menos que blasfemo contra ese "dios" en que se había convertido san Josemaría Escrivá para ellos, y altamente peligroso para el proceso de beatificación, que ni siquiera había comenzado oficialmente.


El libro de María Angustias tuvo una acogida extraordinaria, vendiéndose muchos ejemplares. Sentó como un tiro al Opus Dei, justo en el momento en que echaban a andar los preparativos para incoar la causa de beatificación. Se hizo todo lo que se pudo para secuestrar la publicación en librerías o para evitar su difusión.


A raíz de la publicación del libro, varios ex miembros del Opus Dei hicieron lo que hasta la fecha nadie había hecho: Se reunieron y firmaron una carta en enero de 1977, la cual fue publicada en el Diario de Barcelona (ver este enlace: http://www.opuslibros.org/prensa/carta_apoyo.htm ) en la que apoyaron públicamente a María Angustias.


Esto causó más revuelo todavía en el seno del Opus Dei, de modo que la respuesta que dieron fue nada más y nada menos que organizar una campaña de calumnias contra María Angustias Moreno.


Este ha sido más o menos el esquema que vienen siguiendo con los que abandonan la institución. Desde que los miembros reticentes muestran signos de querer abandonarla, les empiezan a hacer la vida un infierno, fomentando una auto culpabilidad, creándoles escrúpulos y juzgándoles su conciencia de modo absolutamente ruin. En no pocos, este modo de actuar ha creado en ellos problemas psicológicamente irreparables e incluso el suicidio, como hemos visto atrás.


Una vez que el interesado ha abandonado el Opus Dei, le han respondido con la mayor de las indiferencias, salpicada de calumnias hacia su persona y hacia su vida como cristiano.


Si el interesado ha tenido la osadía de hablar o de defenderse, las calumnias son ya abierto chaparrón, como le pasó a María Angustias Moreno.


En concreto, ante esa carta publicada en el Diario de Barcelona, la respuesta fue la de ir a visitar, una por una, a esas personas para decirles que María Angustias Moreno era una mujer depravada y una lesbiana.


Esas visitas fueron llevadas a cabo metódicamente por parte de seis sacerdotes del Opus Dei, en grupos de dos en dos, en las ciudades de Madrid, Barcelona y Sevilla.


Que dos sacerdotes católicos anden de casa en casa diciendo de una mujer que es lesbiana, en 1977, no es lo mismo que si eso se produjese en el momento actual, en el que a nadie le importa un pimiento - gracias a Dios - si determinada persona es lesbiana o deja de serlo. En ese aspecto, hemos mejorado mucho en los últimos años. Pero en 1977, decir aquello, con la autoridad moral de dos sacerdotes, era una calumnia gravísima.


Y era una calumnia organizada. ¿De dónde partía todo aquello?


Conociendo el Opus Dei y el momento delicado en que esto se producía, estoy totalmente persuadido que no procedía de la iniciativa personal de los seis calumniadores citados. Pienso que era algo organizado que solo podía tener dos orígenes posibles: Florencio Sánchez Bella, consiliario del Opus Dei en España, o el mismísismo Álvaro del Portillo, presidente general del Opus Dei. Probablemente tuviera a los dos por origen, y sobre todo a Álvaro del Portillo, pues al tratarse de un asunto que hacía relación directa con el fundador, él mismo lo llevaba.


Al ir visitando uno a uno a los firmantes de la carta, entre los destinatarios se dieron a conocer entre ellos la existencia de esas visitas, de modo que alguna de ellas ya le pilló al interesado preparado, esto es, con magnetófono, testigo no visible y notario.


Lo que siguió a esto fue una querella criminal interpuesta por María Angustias Moreno el 20 de diciembre de 1977 contra estos sacerdotes del Opus Dei, contando con pruebas exhaustivas, consistentes en cintas grabadas, con testigos y protocolizadas por notario, de cada una de las entrevistas que se pudieron documentar. Todo lo que pasó tras la publicación del primer libro, lo recogió María Angustias en un segundo libro que tituló “La otra cara del Opus Dei”. Quien lo quiera leer, este es el enlace: http://www.opuslibros.org/libros/otra_cara/capitulo_1.htm


En este segundo libro se detalla lo que acabo de contar, así como el desenlace de la querella, que no fue otro sino la desestimación mediante auto de 19 de mayo de 1978. Los hechos sucedieron así:


María Angustias Moreno acudió al abogado José María Gil Robles y Quiñones, el cual aceptó el caso.


En último término, una de las querellas, relativa a injurias, se centró en Sevilla, por lo que Gil Robles le expuso a María Angustias la necesidad de contar con un abogado colaborador en Sevilla. Ella propuso que fuera R.C., un abogado que era primo suyo, residente en Sevilla. Sin embargo, unos días después, Gil Robles le comunicó que había designado a su colega Juan Abascal, con el que trabajaba habitualmente los asuntos de Sevilla, y como procurador, a Manuel Pérez Perera.


El 21 de octubre de 1977 hubo acto de conciliación sin avenencia. Había un plazo de dos meses para presentar la querella.


Esta se redactó con fecha de 17 de diciembre de 1977, pero se presentó el 23, esto es, fuera de plazo, algo totalmente insólito en un abogado y en un procurador.


La querella fue desestimada por interponerse fuera de plazo.


Se recurrió en apelación el 20 de enero de 1978. La Audiencia Provincial señaló día y hora para que tuviera lugar la vista del recurso. El 16 de marzo de 1978.


Nadie acudió para defenderlo. ¿Dónde coño estaban el Pérez Perera y el Abascal?


Evidentemente, si el procurador y el abogado no se personaron, se confirmó el rechazo de la querella.


No quiero aburrir al lector repitiendo lo que ya viene en el libro. El resumen de todo ello es un mareo a tres bandas (José María Gil Robles, Manuel Pérez Perera y Juan Abascal) mediante el combinado de agotar al cliente no cogiéndole el teléfono, no dándole explicaciones de la marcha del caso, retrasándose en las presentaciones de escritos al juzgado, aconsejándole que desista porque las cosas están difíciles de ganar a causa de los altos cargos del Opus Dei del país, no conveniencia de seguir pleiteando porque ello supondría un desembolso mayor, etc.


En la otra querella, la de calumnias, el camino fue igualmente tortuoso y opaco por parte de los profesionales que la defendían.


La sentencia de 19 de mayo de 1978 se desestimaba por el siguiente motivo: “No se hace en el escrito de querella una relación circunstanciada del hecho objeto de la misma, ni se rodea al mismo de la concreta expresión del “lugar, año, mes, día y hora en cuanto se ejecutó”, necesarios en su caso para determinar la competencia, o para computar el corto plazo de seis meses para las prescripciones de las injurias señaladas en el artículo 113 del Código Penal”.


¿Cómo era posible esto?


Después de pedirles veinte mil explicaciones a los abogados y de no conseguir comunicar con ellos por estar siempre “reunidos”, aprovechando que R.C., su primo – y abogado también – pasaba por Madrid, después de muchos intentos infructuosos, logró ponerse en comunicación con José María Gil Robles, el cual le indicó que en su despacho tenía un sobre para él. Era el 26 de setiembre de 1978.


Al recoger el sobre pudo ver que en él estaban las pruebas que tan en falta habían echado en el juzgado…

Opus Dei: Comentario crítico a una carta (XLII)

Lo que siguió a esto fue una querella criminal contra estos sacerdotes del Opus Dei
Antonio Moya Somolinos
sábado, 21 de julio de 2018, 10:58 h (CET)

Ayer vimos que los santos no salen solo a base de oración, sino de medios humanos y materiales,... y de dinero. Y que, a más dinero, menor tiempo tardan los expedientes.


Por muy divina que sea la Iglesia - que lo es - el Vaticano es un Estado, con su organización administrativa en la que los monseñores que pululan por los despachos, son funcionarios. Y el Papa, es el jefe del Estado Vaticano.


Los que llevamos muchos años trabajando en la Administración Pública sabemos que el público valora en mucho la amistad con los funcionarios y políticos pues les va en ello la celeridad de sus expedientes o conseguir de ellos lo que les favorece, sobre todo con los funcionarios y políticos que se dejan querer.


Como botón de muestra puedo citar la intensa relación entre José Ignacio Wert, entonces ministro de Educación, Cultura y Deporte en el primer gobierno Rajoy y Ramón Herrando, consiliario del Opus Dei en España, durante los meses previos a la aprobación de la LOMCE, en la que José Ignacio Wert se autoinmoló políticamente, defendiendo numantinamente la educación diferenciada o segregada, tal y como la entiende el Opus Dei para sus colegios.


La LOMCE llegó en un momento crítico para las pretensiones del Opus Dei en el tema de los colegios diferenciados, cuando solo por ley podían salirse con la suya, pues en los tribunales no las tenían ya todas consigo.


Parece que van a tener que seguir haciendo labor de pasillo, pues tal y como se ven las cosas, a la LOMCE (a lo que queda de ella) le quedan solo unos pocos colacaos.


Lo peor que le puede pasar a un ciudadano es toparse con un funcionario o político independiente, que sea imparcial, que se conforme con su sueldo y que no necesite ninguna ayuda económica para vivir con dignidad; que actúe pensando en todos, y no en unos grupitos. Y que no aspire a más gastos que los que él mismo se pueda pagar con su sueldo.


Esto también es lo peor que le puede pasar a un político en el ejercicio de su cargo, encontrarse a un funcionario que no esté dispuesto a obedecer más que lo que las disposiciones legales digan; y lo que le ordene el político, siempre que ello no contradiga esas leyes.


Cuando Benedicto XVI renunció al pontificado, no fue porque estuviera poco menos que a punto de morir, sino porque se dio cuenta de que no podía con los hijoputas que pululan por el Vaticano y tuvo la humildad de reconocerlo y dar paso a otro que tuviera más fuerzas para lidiar con esa mafia.


Lo primero que hizo Benedicto XVI al verse con su sucesor fue entregarle el dossier con la mierda que había en el Vaticano y él no pudo con ella. En estos últimos años se ha filtrado una gran cantidad de documentos que lo aseveran. Muchos de ellos han aparecido reproducidos en varios libros, sobre todo en Italia.


No es ciencia ficción pensar que el Papa corre peligro de morir en el Vaticano. Hay mucho criminal ahí dentro. El hecho de que desde el primer momento optase por irse a vivir a Santa Marta o crear el G9, no obedece a simples cuestiones pastorales, sino a una estrategia, también, de autodefensa.


La corrupción viene de muy atrás, no solo de tiempos de Benedicto XVI, sino de Juan Pablo II y antes. No es exagerado decir que todavía no está esclarecida la muerte de Juan Pablo I.


Todo esto no es ciencia ficción. Podemos irnos a los tiempos del primer renacimiento, a la figura ya mencionada de Alejandro VI Borgia, que consiguió el pontificado sobornando a los cardenales del cónclave, que tuvo ocho hijos naturales, que mandó matar a su detractor Girolamo Savonarola y a todo el que se le oponía, que utilizó los bienes de la Iglesia para beneficiar económicamente a sus hijos, sobre todo a César, a quien hizo obispo de Pamplona a los 16 años, de Valencia a los 17 años, y un año después, cardenal; que mercadeaba con las cosas sagradas en sus intrigas políticas, que llevaba una vida de lujo, propia de un príncipe mundano, que no tenía el más mínimo escrúpulo en sus ambiciones de poder, que participaba de las orgías que organizaba su hijo César en Roma, en una de las cuales, estando ebrio, mantuvo relaciones sexuales con su propia hija Lucrecia, de la cual tuvo un hijo. Y un largo etcétera.


Aunque cite a Alejandro VI, no era un caso aislado. La ruptura de la Iglesia no fue obra de Lutero, sino de todos los hijoputas eclesiásticos que pululaban por Roma, de la misma manera que cuando alguien habla mal del Opus Dei, no es esa persona la que "hace daño a la Obra", sino que son ellos mismos los que, con su conducta hipócrita están haciendo daño a su propia institución y a la Iglesia. Y parte de esa conducta corrupta fue el proceso fraudulento de beatificación de su fundador.


Volviendo a la Iglesia del renacimiento, lo mismo que si queremos acudir al "siglo de Hierrro del Pontificado", en el que la corrupción fue tal que los Papas del renacimiento quedaron como monjas ursulinas, acudiendo a los periodos más oscuros de la Iglesia, es donde se puede ver su carácter divino, pues es imposible que tanta corrupción no haya dado con ella al traste. Si hablamos del cisma de oriente o del de occidente, cuando llegó a haber a la vez tres Papas rivales, o del conciliarismo o de otras páginas negras, podemos observar que en ningún momento de la historia de la Iglesia, por oscuro que haya sido, ha habido un solo Papa que no haya sido fiel a la fe recibida de Jesucristo.


Esto es importante, porque la fe es lo único en lo que el Papa tiene infalibilidad, y no en todos los supuestos. Y una beatificación no compromete la infalibilidad del Papa por cuanto no es una cuestión que comprometa la fe.


Lo cual quiere decir que cabe perfectamente en la Iglesia un proceso de beatificación fraudulento y mafioso, sin que por ellos se tenga que concluir que Juan Pablo II lo era. A mi modo de ver, era fundamentalmente un mal gobernante, a quien, además, le colaron unas cuantas.


Benedicto XVI siempre dijo de sí mismo que el gobierno no era su fuerte. Sin embargo, demostró ser un magnífico gobernante, sobre todo si lo comparamos con Juan Pablo II. Visto de tejas abajo, Juan Pablo II fue un político (no olvidemos que era jefe de Estado) que se dejó embelesar por el Opus Dei. Hay una carta durísima del cardenal Martini en la que se lo echa en cara. A mi modo de ver, el tiempo va dando cada vez más la razón al arzobispo fallecido de Milán.


Juan Pablo II no se dio cuenta, por ejemplo, de que el arzobispo norteamericano Paul Marcinkus, presidente del banco del Vaticano, el IOR, y amigo personal suyo, estaba llevando a cabo actividades financieras mafiosas en colaboración con la masoneria, que provocaron el colapso del banco Ambrosiano.


Tampoco se dio cuenta de que Marcial Maciel le estaba metiendo en un verdadero lío mientras que el pontífice lo tenía por santo en vida.


Tampoco tuvo tacto para afrontar el caso Lefevre, y al excomulgar al referido obispo, dio lugar a un problema cismático que ha supuesto una verdadera pesadilla para la Iglesia, aunque al parecer, está ya en vías de solución, gracias a la prudencia y buen gobierno de Benedicto XVI y Francisco, como veremos dentro de unos días.


Tampoco supo afrontar el problema de las secularizaciones de sacerdotes, y al reprimir la libertad de muchos de ellos, creó otros problemas peores que todavía hoy están vivos.


Muy dado a manifestaciones multitudinarias, a llenar estadios, a dar varias vueltas al mundo en olor de multitudes, a las jornadas mundiales de la juventud, a proclamar en San Pedro miles de santos y beatos, a producir montones de documentos doctrinales, pero poco prudente al elegir a sus colaboradores o a dar soluciones con mansedumbre a los problemas. De muchas meteduras de pata le salvó la presencia junto a él del cardenal Ratzinger.


Con la destitución del padre Arrupe se equivocó de plano, y él mismo lo reconoció más tarde


La beatificación de san Josemaría Escrivá está llena de corrupciones procedimentales sobre las que Juan Pablo II no actuó.


Entrando ya en el proceso de beatificación, podemos decir que este comenzó muchos años antes de que falleciera el fundador. En el Opus Dei, con una disciplina férrea, se venía recogiendo cuidadosamente todo lo que en el futuro pudieras ser de utilidad al proceso.


Por ello, cuando falleció san Josemaría, no hubo más que hacer que poner en marcha una maquinaria cuyos motores ya se estaban calentando desde hacía años. Más que preparar una documentación, hubo que hacer selección, habida cuenta de la cantidad tan exorbitante de material que había.


Incluso había cartas testimoniales de personas que habían fallecido antes que san Josemaría, y que los miembros del Opus Dei habían recogido años atrás pensando en esa posibilidad de premorir, que de hecho, sucedió en esos casos.

Recuerdo que, aquel verano de 1975, yo lo pasé en el colegio mayor Moncloa, en una convivencia de 60 días para los que comenzábamos a vivir en centros del Opus Dei. Más o menos a los 20 días de fallecer san Josemaría, esto es, a mediados de julio, en una tertulia después de comer, se nos empezaron a repartir esas famosas estampas amarillas para la devoción privada. También recuerdo que a finales de ese verano, todos pasamos a firmar una carta postulatoria dirigida a la Santa Sede para que incoara el proceso.


Si estos detalles los protagonizábamos los que estábamos más en la base, a nivel de Roma y del consejo general, la maquinaria se movía de otro modo, consiguiendo cartas postulatorias del mayor número de los obispos del mundo, pidiendo también cartas testimoniales, empezando a fomentar la publicación de biografías, la primera de las cuales, "Apuntes biográficos de monseñor Escrivá de Balaguer" salió aproximadamente al año del fallecimiento, seguida de una batería de ellas, todas escritas por personas del Opus Dei: Peter Berglar, Francois Gondrand, Vázquez de Prada (la primera; la posterior no es suya, aunque la firmó), Ana Sastre, Pilar Urbano, etc.


Quizá el Opus Dei no contó con que habría otras personas que no tuvieran sobre san Josemaría la misma opinión que ellos. Salieron otras publicaciones.


Sin embargo, el Opus Dei siempre ha esgrimido que lo que otros digan del Opus Dei o del fundador, no tiene valor porque "no lo conocen", a diferencia de ellos, que sí lo conocen por estar dentro.


Ahora bien, no contaban con que una de esas personas que ellos habían dejado en la cuneta Y QUE SÍ SABÍA PERFECTAMENTE lo que es el Opus Dei, tamién se lanzó a contarlo, no precisamente la versión oficial, sino lo que el Opus Dei venía ocultando.


Esta persona era María Angustias Moreno, ex numeraria, que años atrás fue directora de un centro del Opus Dei y sabía de lo que hablaba. El proceso de beatificación empezaba a complicarse, incluso antes de ser incoado.


Años atrás, Jesús Ynfante, también ex miembro, había publicado un libro sobre el Opus Dei titulado "La santa mafia", que gracias a las influencias políticas que la institución tenía con el régimen de Franco, este secuestró la publicación, aunque no pudo evitar que se vendiera en el mercado clandestino a precio de oro o que se vendiera en Francia. Vaya, algo parecido a "El último tango en París".


El libro de María Angustias se llama "Opus Dei. Anexo a una historia". Quien lo quiera leer o descargar, lo puede hacer en este enlace: ( http://www.opuslibros.org/libros/anexo_historia/indice.htm ) y ( http://opuslibros.org/anexo_historia.pdf ) . El libro apareció año y medio después de fallecer san Josemaría, pues la autora lo venía elaborando desde hacía tiempo atrás. Aunque quizá se pueda ver hoy como algo antiguo, en él se contienen los problemas que el Opus Dei arrastraba desde hacía años y que con una persona tan intratable e intransigente como san Josemaría, era imposible abordar.


A mi modo de ver, María Angustias es excesivamente benévola y respetuosa, en formas e ideas, con los impresentables que había tenido que torear, pero claramente pone el dedo en la llaga sobre las incongruencias y canalladas del Opus Dei que ya entonces eran patentes y que años después no han hecho sino aumentar y empeorar.


Para mí es admirable que en 1976 una mujer, en la España machista de entonces, tuviera la valentía de plantarle cara al poderoso Opus Dei de entonces, machista como ahora, pero mucho más entonces, y dijera cosas que otros no se habían atrevido a exponer. La crítica de María Angustias, aunque muy delicada y educada, fue demoledora. En el Opus Dei se consideró su libro poco menos que blasfemo contra ese "dios" en que se había convertido san Josemaría Escrivá para ellos, y altamente peligroso para el proceso de beatificación, que ni siquiera había comenzado oficialmente.


El libro de María Angustias tuvo una acogida extraordinaria, vendiéndose muchos ejemplares. Sentó como un tiro al Opus Dei, justo en el momento en que echaban a andar los preparativos para incoar la causa de beatificación. Se hizo todo lo que se pudo para secuestrar la publicación en librerías o para evitar su difusión.


A raíz de la publicación del libro, varios ex miembros del Opus Dei hicieron lo que hasta la fecha nadie había hecho: Se reunieron y firmaron una carta en enero de 1977, la cual fue publicada en el Diario de Barcelona (ver este enlace: http://www.opuslibros.org/prensa/carta_apoyo.htm ) en la que apoyaron públicamente a María Angustias.


Esto causó más revuelo todavía en el seno del Opus Dei, de modo que la respuesta que dieron fue nada más y nada menos que organizar una campaña de calumnias contra María Angustias Moreno.


Este ha sido más o menos el esquema que vienen siguiendo con los que abandonan la institución. Desde que los miembros reticentes muestran signos de querer abandonarla, les empiezan a hacer la vida un infierno, fomentando una auto culpabilidad, creándoles escrúpulos y juzgándoles su conciencia de modo absolutamente ruin. En no pocos, este modo de actuar ha creado en ellos problemas psicológicamente irreparables e incluso el suicidio, como hemos visto atrás.


Una vez que el interesado ha abandonado el Opus Dei, le han respondido con la mayor de las indiferencias, salpicada de calumnias hacia su persona y hacia su vida como cristiano.


Si el interesado ha tenido la osadía de hablar o de defenderse, las calumnias son ya abierto chaparrón, como le pasó a María Angustias Moreno.


En concreto, ante esa carta publicada en el Diario de Barcelona, la respuesta fue la de ir a visitar, una por una, a esas personas para decirles que María Angustias Moreno era una mujer depravada y una lesbiana.


Esas visitas fueron llevadas a cabo metódicamente por parte de seis sacerdotes del Opus Dei, en grupos de dos en dos, en las ciudades de Madrid, Barcelona y Sevilla.


Que dos sacerdotes católicos anden de casa en casa diciendo de una mujer que es lesbiana, en 1977, no es lo mismo que si eso se produjese en el momento actual, en el que a nadie le importa un pimiento - gracias a Dios - si determinada persona es lesbiana o deja de serlo. En ese aspecto, hemos mejorado mucho en los últimos años. Pero en 1977, decir aquello, con la autoridad moral de dos sacerdotes, era una calumnia gravísima.


Y era una calumnia organizada. ¿De dónde partía todo aquello?


Conociendo el Opus Dei y el momento delicado en que esto se producía, estoy totalmente persuadido que no procedía de la iniciativa personal de los seis calumniadores citados. Pienso que era algo organizado que solo podía tener dos orígenes posibles: Florencio Sánchez Bella, consiliario del Opus Dei en España, o el mismísismo Álvaro del Portillo, presidente general del Opus Dei. Probablemente tuviera a los dos por origen, y sobre todo a Álvaro del Portillo, pues al tratarse de un asunto que hacía relación directa con el fundador, él mismo lo llevaba.


Al ir visitando uno a uno a los firmantes de la carta, entre los destinatarios se dieron a conocer entre ellos la existencia de esas visitas, de modo que alguna de ellas ya le pilló al interesado preparado, esto es, con magnetófono, testigo no visible y notario.


Lo que siguió a esto fue una querella criminal interpuesta por María Angustias Moreno el 20 de diciembre de 1977 contra estos sacerdotes del Opus Dei, contando con pruebas exhaustivas, consistentes en cintas grabadas, con testigos y protocolizadas por notario, de cada una de las entrevistas que se pudieron documentar. Todo lo que pasó tras la publicación del primer libro, lo recogió María Angustias en un segundo libro que tituló “La otra cara del Opus Dei”. Quien lo quiera leer, este es el enlace: http://www.opuslibros.org/libros/otra_cara/capitulo_1.htm


En este segundo libro se detalla lo que acabo de contar, así como el desenlace de la querella, que no fue otro sino la desestimación mediante auto de 19 de mayo de 1978. Los hechos sucedieron así:


María Angustias Moreno acudió al abogado José María Gil Robles y Quiñones, el cual aceptó el caso.


En último término, una de las querellas, relativa a injurias, se centró en Sevilla, por lo que Gil Robles le expuso a María Angustias la necesidad de contar con un abogado colaborador en Sevilla. Ella propuso que fuera R.C., un abogado que era primo suyo, residente en Sevilla. Sin embargo, unos días después, Gil Robles le comunicó que había designado a su colega Juan Abascal, con el que trabajaba habitualmente los asuntos de Sevilla, y como procurador, a Manuel Pérez Perera.


El 21 de octubre de 1977 hubo acto de conciliación sin avenencia. Había un plazo de dos meses para presentar la querella.


Esta se redactó con fecha de 17 de diciembre de 1977, pero se presentó el 23, esto es, fuera de plazo, algo totalmente insólito en un abogado y en un procurador.


La querella fue desestimada por interponerse fuera de plazo.


Se recurrió en apelación el 20 de enero de 1978. La Audiencia Provincial señaló día y hora para que tuviera lugar la vista del recurso. El 16 de marzo de 1978.


Nadie acudió para defenderlo. ¿Dónde coño estaban el Pérez Perera y el Abascal?


Evidentemente, si el procurador y el abogado no se personaron, se confirmó el rechazo de la querella.


No quiero aburrir al lector repitiendo lo que ya viene en el libro. El resumen de todo ello es un mareo a tres bandas (José María Gil Robles, Manuel Pérez Perera y Juan Abascal) mediante el combinado de agotar al cliente no cogiéndole el teléfono, no dándole explicaciones de la marcha del caso, retrasándose en las presentaciones de escritos al juzgado, aconsejándole que desista porque las cosas están difíciles de ganar a causa de los altos cargos del Opus Dei del país, no conveniencia de seguir pleiteando porque ello supondría un desembolso mayor, etc.


En la otra querella, la de calumnias, el camino fue igualmente tortuoso y opaco por parte de los profesionales que la defendían.


La sentencia de 19 de mayo de 1978 se desestimaba por el siguiente motivo: “No se hace en el escrito de querella una relación circunstanciada del hecho objeto de la misma, ni se rodea al mismo de la concreta expresión del “lugar, año, mes, día y hora en cuanto se ejecutó”, necesarios en su caso para determinar la competencia, o para computar el corto plazo de seis meses para las prescripciones de las injurias señaladas en el artículo 113 del Código Penal”.


¿Cómo era posible esto?


Después de pedirles veinte mil explicaciones a los abogados y de no conseguir comunicar con ellos por estar siempre “reunidos”, aprovechando que R.C., su primo – y abogado también – pasaba por Madrid, después de muchos intentos infructuosos, logró ponerse en comunicación con José María Gil Robles, el cual le indicó que en su despacho tenía un sobre para él. Era el 26 de setiembre de 1978.


Al recoger el sobre pudo ver que en él estaban las pruebas que tan en falta habían echado en el juzgado…

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