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Haberlas, no vamos a dudarlo; las ráfagas de los acontecimientos sociales son prodigas en relatos escalofriantes. Sentirnos atrapados por sus efectos por toda la vida es una tragedia; pero desentendernos de sus maquinaciones, lo es aún mayor, por el enquistamiento del mal proceder. Tenemos en la mente las acciones TERRORISTAS más horrorosas, sin límites geográficos, bajo formatos alevosos.
Pueden creerme si les digo que el título queda muy lejos de la simple metáfora, al menos en lo que a mi biografía personal se refiere ¿Cuándo pierde uno la inocencia? Supongo que a esta pregunta cada cual responderá de una manera. Habrá quien la pierda tras una experiencia decepcionante que le abre los ojos, o en medio de un viaje iniciático. Quizá en un burdel barato invitado por un tío legionario. Y habrá quien no la pierda nunca porque nunca le afectó tal cosa.
Buenos días, era la orden del nuevo día. El anciano y su literatura, forman parte del distintivo café que degustan por la tardes. La gran experiencia de la vida. Desde ese tiempo, se alquilaba una cuartería de madera, en donde, el o los ancianos, nacieron en vejez y se hicieron hombres jóvenes, con sus tremendos diálogos por las tardes y la suculenta taza de café con pan y mantequilla.
He tenido el gusto de ver el documental que, sobre La Polla Records en su regreso para celebrar el cuarenta aniversario del grupo, dirigió Javier Corcuera y que llegó a exhibirse en el Festival de San Sebastián. Dicha película acompaña al grupo (que conserva a tres de sus cinco miembros fundadores: Sumé, Abel y Evaristo) durante la gira conmemorativa del mismo, ofreciendo secuencias tanto de las actuaciones como de ciertos momentos en el back-stage.
Pocas veces caemos en cuenta de la sobrecarga con la cual saturamos a nuestra mente. Pensamientos, recuerdos, sentimientos de culpa, deseos y preocupaciones transitan una y otra vez por ella. De acuerdo con diferentes estudiosos en el tema, tenemos alrededor de 60 mil pensamientos durante el día.
Soy un amante inveterado de ese trozo de la Málaga antigua que se denomina como “el Perchel” o “los percheles”. Tengo mi motivación: mi abuelo regentaba un establecimiento de curtidos en la calle Ancha malagueña. Allí nació mi madre. Posteriormente pasé varios años de mi infancia en el Pasillo de Santo Domingo. Desde entonces soy hermano de La Esperanza, ante cuyo altar se casaron mis padres.
Aquellos que nacimos a mediados del siglo pasado (que barbaridad), hemos ido cambiando las peticiones de nuestras cartas a sus majestades (que por cierto alguno ya ha entrado en la categoría de emérito; y también viene de Oriente). Aun recuerdo aquellos años en que me conformaba con libros y “las cosas del colegio”. En mi más tierna infancia los reyes me traían un caballo de cartón o un motorista de lata.
Recuerdo aquellos años, cuando el medio de transporte más popular era el tren. Al ponerse en marcha iba dejando estelas de vapor blanco grisáceo…, recuerdos de la multitud de adioses de personas, de pueblos, de ciudades. Adioses por la casi imposible protección familiar… Inmigración interior, de las mesetas al norte industrial, del sur a la Cataluña de expansiva, de la Galicia herculana a las Américas…
De nuestro interior siempre salen los deseos más sublimes, las felicitaciones más armónicas en una conjunción de abecedarios poéticos, que nos llevan a vivir este tiempo de la Navidad, en su valor más profundo, que es lo que realmente nos pone en movimiento las cuerdas del corazón, de modo que también nuestra alegría no sea hueca, sino transcendental.
Con Almudena Grandes se marcha una persona amable, combativa y fiel a sus ideas republicanas. Ha dejado escrito su último artículo y, también, una novela inédita. Allá donde estés, Almudena, encontrarás materia de escritura. Seguro que sí. Seguro también que no dejarás nunca de darle a la tecla. Como has hecho hasta el final de tus días entre nosotros. Gracias por todo lo que nos has dejado escrito, por tus palabras, por tu ejemplo de compromiso.
Yo no sé vosotros, pero cuando miro atrás, y recuerdo mi pasado, siempre lo hago con banda sonora. Sí, quizás soy más rara de lo que imaginaba, no lo niego, pero si recuerdo mis primeros años de colegio, se me viene a la cabeza la canción de los pajaritos. Recuerdo a mi padre despertándome todos los días con esa canción, lleno de felicidad por saludar un nuevo día.
En el día de Todos los Santos muchos de nosotros volvemos nuestra atención a los amigos y parientes que ya no están entre nosotros físicamente. Es una fecha para recordarles y honrar su memoria, bien cómo para compartirlo con los que todavía pueden hacerlo.
Tomar tiempo para poder repasar los días transcurridos y hacer balance, puede ayudarnos a descubrir ese encuentro con uno mismo y renacer con nuevo entusiasmo; puesto que, la propia providencia vivencial nos ofrece sus enseñanzas, para hacernos crecer como los árboles y madurar como sus frutos. Sin duda, necesitamos de esa sinfonía vivencial para ordenar nuestros pasos por aquí abajo.
Hace bastantes años, allá por los 60-70, impartía lo que se conocía como docencia, en un importante colegio religioso de la capital. En aquellos días la docencia estaba influenciada por la situación política: educación para una buena convivencia y orientación profesional para un equilibrio personal. El sistema educativo, el que yo practiqué, estaba basado en la reflexión y en la deducción..., la memoria en los libros.
Llenaré mis días de felicidad, cuatro habitaciones llenas de armonía, estará muy cerca del mar, bonitas serán las vistas que se ocuparán de mi inquietante soledad, que cubrirán mis años finales, venderé todas mis cosas y me mudaré, mis planes son esos y los realizaré.
La imagen que se me aparece de un tiempo a esta parte, cuando se marcha una parte de la cultura popular que he mamado desde que tengo uso de razón, es la de un par de tramoyistas que aparecen por el escenario para llevarse algo de él. Dos maniquís, un bafle, un perchero, un póster dedicado, no importa muy bien lo que sea. El hueco que queda es como el de cualquier cosa que no valoramos demasiado mientras creemos que está en su sitio.
El calendario dice que hoy tengo que acordarme de ti, madre: decirte que te quiero, y hacerte un pequeño presente como prueba de mi cariño.
El recuerdo se va, el recuerdo se olvida, mas siempre has estado en mi presencia.
La vida está hecha de sencillos momentos, instantes serenos que llenan mis cuentos, campos de batalla, sucesos ciertos naciendo y viviendo. Son recuerdos y eso es lo que somos, tormento, malestar, gloria, risa, diversión, lágrimas y la ley del silencio que permite revivir y sentir de nuevo.
Minnie reza a los santos con su mirada azul cielo, sus sentimientos sinceros, su saber decir "os quiero", con sus estampitas y su maravillosa fe, vivirá. Minnie, Minnie, vivirá. Caminará por la casa, orinará un buen rato y mejorará, se comerá sus croquetas gastrointestinales y de pescado y su hígado recuperará todos sus valores normales. Los milagros, existen a pesar de que las épocas sean difíciles y la crisis quiera apoderarse de nosotros de una manera despiadada.
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