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¿Cuánto hay de hipocresía, de engaño, de desprecio por la inteligencia ajena y de intento de lavado de cerebro de una ciudadanía adormilada, propicia a aceptar aquello que sacia sus propios instintos, que se muestra acomodaticia a todo aquello que piensa que la va a beneficiar y que se deja seducir por la ley del menor esfuerzo, la sublimación del ocio, la tranquilidad del funcionariado y la lujuria del hedonismo y la libertad sexual?
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