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En los albores de la historia, entre el murmullo de los olivos griegos y los árboles Bodhi de la India, dos filosofías florecieron como flores en el desierto del sufrimiento humano. El estoicismo, con su armadura de razón, y el budismo, con su manto de compasión, surgieron para responder a la misma pregunta eterna: ¿cómo vivir en un mundo de caos y dolor sin quebrarnos?
En un mundo que parece cada vez más perdido entre causas y consecuencias, el budismo ofrece una de las guías morales más estructuradas y profundamente coherentes: las doce leyes del karma. No se trata solo de una doctrina religiosa sino que es una visión ética del universo en la que cada acción deja una huella que el tiempo, tarde o temprano, devuelve. En eso, el karma es una promesa de justicia, pero también una advertencia inapelable.
El sufrimiento, un fenómeno omnipresente en la experiencia humana, ha sido objeto de reflexión y análisis por parte de diversas tradiciones religiosas a lo largo de la historia. En este artículo, exploraremos las perspectivas budista y cristiana sobre el sufrimiento, centrándonos en sus diferencias fundamentales y en cómo abordan el sentido y la aceptación del dolor humano.
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