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Otro año se abre ante mis ojos, sin conocer los vientos que traerá; estoy seguro que me marcará y hasta me robe algunos antojos.
En estos primeros días del año, donde todos fijamos la mirada en los buenos deseos, injertados de esperanza, será fructífero que nos abramos a la verdad, bajo el lenguaje del sincero diálogo, la reconciliación y la solidaridad. Por tanto, comencemos volviendo nuestra contemplativa hacia nosotros mismos, pongamos voluntad en los auténticos quehaceres cotidianos, que lo substancial en esta vida es trabajar el corazón, dar asistencia y existencia a nuestros impulsos.
Hay gran ambiente de fiesta y guirnaldas de colores. En las almas... los amores, ansían feliz respuesta.
Dentro de poco llega un nuevo año, el 2022 está asomando ya un piececito por la puerta, y yo, sin embargo, llevo meses confundiéndome y pensando que el año que entra es el 2023. Puede que sea el estrés, las ganas de ver esta pandemia acabada… no lo sé, pero el caso es que me he comido inconscientemente un año, espero que no sea un mal presagio, porque, a pesar de no creer en el futuro, siempre tenemos esas ascuas de esperanza que nunca se apagan por muy mal que vayan las cosas.
Cuando pasamos de un año a otro, parece tiempo adecuado para hacer balance de nuestra vida y preguntarnos qué ha significado un año más para cada uno de nosotros. Las personas tendríamos que examinar si hemos ganado en experiencia, en responsabilidad, en solidaridad, en comprensión, en lo que los griegos llamaban areté y que traducimos por virtud; o si por el contrario hemos perdido confianza, tanto en nosotros como en el prójimo.
Pero junto con lo que respecta a lo sanitario, toca lo económico, un ámbito en donde las medidas urgentes, necesarias y extraordinarias deben de ir al menos orientadas en varios sentidos vitales para el presente y futuro de nuestro tejido productivo y económico.
Acabamos de iniciar un año con las mismas perspectivas que el pasado. Llenas de dificultades y bajo la incógnita de si vamos a desterrar definitivamente la pandemia de nuestras vidas. Esperamos que a lo largo del mismo podamos desprendernos de las puñeteras mascarillas y se nos permita volver a abrazarnos. Ojo, mucho más que antes, que nos estábamos volviendo un poco despegados.
De todo se aprende. Incluso de las malas situaciones, consiguiendo valorar los pequeños detalles: “El ser humano es superviviente y resiliente por naturaleza, pero si hay algo que ayuda a las personas a lo largo de su vida y en momentos vitales difíciles, es dar sentido y sacar aprendizajes de lo vivido”.
El término utopía (lo que no está en ningún lugar) fue empleado por Thomas More en el siglo XVI y sería “la búsqueda incansable de la Humanidad desde el comienzo de los tiempos de un lugar o sociedad ideal” y a pesar de su carácter no real, permite reconocer los ideales de una sociedad o comunidad en un momento concreto de su singladura histórica así como los obstáculos que impiden cristalizar su sueño idílico.
Hay como un embate contra la vida: matarlos antes de nacer, matarlos con drogas y vicios, eliminar a los viejos con la eutanasia. Así el mundo entero quedará más despejado. Las mentes criminales en que se cuecen estos planes seguramente que muchos podrán acertarlas. Hay que defenderse de esta plaga de poderosos criminales que quieren tenernos en sus manos.
Como cada año, al terminar la Navidad, a los españoles nos gusta comenzar el nuevo con un concienzudo balance de los pros y contras de todo aquello que hemos vivido en los últimos 365 días.
Por eso, es primordial, que los progenitores den prueba de moderación en sus familias, que los educadores transmitan en todas las áreas del saber los auténticos valores que nos hermanan, que la ciudadanía se dignifique y los liderazgos trabajen por el orden y el bienestar de todos.
Enero es un mes que comienza repleto de celebraciones tradicionales como el Año Nuevo, la Epifanía, el Bautismo del Señor y Nuestra Señora de Belén en su Huida a Egipto.
No voy a hablar de aprender inglés ni tampoco de apuntarse al gimnasio, los grandes clásicos. Tal y como están las cosas, con no tener que volver a votar este año uno ya casi se da por satisfecho.
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