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Virus en castellano y en catalán

Rafael Torres
jueves, 9 de julio de 2020, 08:00 h (CET)
MADRID, 8 (OTR/PRESS) En un Parlamento nunca se habla demasiado, pues para eso está, para que los designados por el pueblo para representarle hablen hasta por los codos si es necesario, pero a menudo sí que se dicen muchas necedades, siendo irrelevante, por lo demás, en qué lengua se expresen, pues una idiotez lo es así se diga en mandarín, en swahili o en ruso. Sin embargo, la consejera de Cultura de la Generalitat de Cataluña, doña Mariàngela Vilallonga, desearía que en el Parlament sólo se dijeran en catalán, en occitano y en aranés. Tal es su manera, ciertamente acultural, de hacer patria.

La señora Vilallonga opina que en TV3, el NODO del secesionismo catalán, se habla demasiado castellano, e interpelada tras tan flipante declaración, ha añadido, ya puesta, que también en el Parlament de Cataluña se emplea demasiado la lengua de Cervantes y, por cierto, la oficialmente común en todo el territorio español. Mientras el Ejecutivo regional al que pertenece la consejera muestra su debilidad y su incoherencia, su incapacidad en suma, en la gestión en solitario ante los brotes de pandemia en Lleida y Tarragona, Mariàngela se dedica a enfrentar lenguas, culturas, mundos, que viven juntos y que se necesitan para combatir y vencer al miserable bicho de la única manera posible, juntos, units.

A la consejera ésta no parece importarle gran cosa lo que se diga en el Parlament, pero sí que lo que sea se diga en catalán, en occitano y en aranés, las únicas tres lenguas que, si de ella dependiera, estarían obligados a emplear todos los habitantes de Cataluña, aunque, para no parecer más franquista que Franco, seguramente permitiría que se hablara el castellano en la intimidad, como Aznar, bien que si no mediara la delación de algún vecino de su cuerda, pues entonces lo mismo habría que multar como a aquellos tenderos que rotulaban sus comercios en castellano.

Que alguien que desprecia el maravilloso don cultural del bilingüismo pueda llegar a ser, y acabar siéndolo, consejera de Cultura, nada más y nada menos que de Cultura, sólo puede entenderse si llega ahí catapultada (no encuentro otra palabra, catapultada, lanzada con catapulta) por criaturas tan hispanofóbicas como Torra y el dueño del brazo que lo maneja, Puigdemont. Sin embargo, en Mariàngela no se da solo esa patología, sino también la más grave de la culturofobia, que se genera por un virus letal, las más de las veces, para la inteligencia

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