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Etiquetas:   Política

El congreso empaquetado

Rafael Torres
martes, 2 de junio de 2020, 08:01 h (CET)
MADRID, 1 (OTR/PRESS) Christo Javacheff, el artista búlgaro que lo envolvía todo, que empaquetaba islas, monumentos, edificios, puentes, cualquier cosa a condición de que fuera enorme e inabarcable, ha muerto a los 84 años en Nueva York. Ya no podremos encargarle la obra que, por esa rara cualidad curativa del Arte, nos ayudaría a convalecer sosegadamente de la epidemia que nos ha dejado sin los mejores de los nuestros: el empaquetamiento del Congreso de los Diputados con todos, o casi todos, dentro.

Christo Javacheff anduvo por Madrid y Barcelona a principios de la década de los 80 del pasado siglo, intentando que le dejaran envolver con sus inmensas lonas, que a la distancia y por su textura parecían de papel de estraza, la Puerta de Alcalá y el Monumento a Colón, respectivamente. Los Ayuntamientos de ambas ciudades, después de darle largas y de reírse un poco de él, declinaron el honor de albergar instalaciones tan hermosas, haciendo gala de la pedestre sensibilidad que en materia de arte y cultura suele ser característica de los Consistorios. Si le hubieran dejado, nuestros monumentos habrían rivalizado en empaquetamiento con el Reichstag berlinés y con el Pont Neuf de París, que el bueno de Christo sí pudo envolver para fascinación del mundo, y es probable que habría querido seguir con el Acueducto de Segovia, la Giralda, la Sagrada Familia, la Alhambra, el Monasterio de El Escorial y hasta la Monumental de las Ventas...

Christo Javacheff ha muerto en Nueva York y ya no podrá aceptar el encargo que tanto contribuiría a facilitarnos la vida, a hacerla más llevadera, prometedora y grata en los tiempos sombríos que se avecinan: el empaquetamiento, bien firme, bien atado, del Congreso y sus dependencias anexas con toda su chusmilla dentro. Así, tan divinamente empaquetados, quedarían, entre otros de similar jaez, las Cayetanas, los Iglesias, las Olonas, los Echániz, los Abascales, las Borrás y todos cuantos golpean con su sectarismo, su ordinariez y su energumenismo en las heridas aún sangrantes de una sociedad que no sé si merece ese tormento.

Revisitando la singular obra de Christo Javacheff se puede imaginar uno lo precioso que quedaría empaquetado el caserón de la Carrera de San Jerónimo. Desde fuera, además, no se oiría nada.

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