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El doctor Jekyll y mister Hyde

Antonio Pérez Henares
martes, 22 de octubre de 2019, 08:01 h (CET)
MADRID, 21 (OTR/PRESS) Por el día aparentaban ser y son el afable y sonriente doctor Jekyll y por la noche se convertían en el terrorífico mister Hyde. Nada mejor que la novela del gran Robert Louis Stevenson para describir al separatismo catalán. Y también para identificar el bebedizo, la pócima nacionalista a base de odio y mentira, que trasmuta al uno en otro y le convierte en un ser capaz de las mayores atrocidades, para luego retornar a una vida de total, aparente y pacífica normalidad. Así los hemos podido contemplar toda esta semana. A la luz del día, en su discursos y proclamas, eran los sonrientes, los pacíficos, los sensatos y dialogantes y caída la tarde y según avanzaba la oscuridad, los fanáticos incendiarios, violentos y desatados que destruían y atacaban todo lo que se ponía por delante.

Pero también en el relato, en el cuento mediático de parte, es algo parecido lo que nos quieren colocar. Por la noche las imágenes y los periodistas de verdad y la verdad nos mostraban la ciudad en llamas, destrozada y la agresión continua contra las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad a los que agredían con saña. Pero luego por el día aparecían los voceros opináticos y nos intentaban llevar a la conclusión de que habíamos visto mal, que las turbas eran unos inocentes muchachos descarriados, unas gentes de paz, frustrados por todos nosotros y con muchas razones en protestar. Y en eso están, en convencernos de que el terrible mister Hyde es el bondadoso doctor Jekill.

El intento de blanqueo de la violencia desatada en Barcelona es ahora el objetivo esencial por parte del separatismo, la extrema izquierda y su comando de voceros mediáticos. La formula: acusar a la policía de causar y alimentar tal violencia y destrucción. Pero esta vez tienen un problema. El cuento se estrella con la imagen vista, vivida y hasta sufrida, que cada noche pudieron contemplar millones de personas. Porque esta vez lo hemos visto todos, lo ha visto España y lo ha visto el Mundo. Y eso es letal para ellos, esa imagen de sus hogueras, su violencia y sus saqueos les socarra ante la ciudadanía española y la opinión publica mundial. De ahí esta ofensiva por intentar borrarnos la memoria y ocultar la realidad. Pero en esta ocasión lo hemos visto, hemos visto caer a ese policía nacional que ahora se debate entre la vida y la muerte. Hemos visto a sus compañeros resistiendo y amparándolo y las gentes del común, las inmensas mayorías de las gentes de bien, cada cual en sus ideas y pensar, se han estremecido en su sencilla y profunda humanidad. Esta vez la mentira doctrinaria y falaz tiene delante la poderosa luz de la verdad y el hecho de haberla podido contemplar con sus propios ojos barre el miserable intento de convertir a los criminales en victimas y en criminales a quienes cumplieron, con una entrega heroica, con su deber.

No hay que olvidar tampoco al bebedizo que está en la raíz del delirio de esa sociedad desde aquella Barcelona alegre y maravillosa de 1992 que impactó a todo el planeta y este siniestro escenario que ahora han podido contemplar. La pócima ha sido adoctrinamiento sistemático, desde la infancia hasta la universidad, la intimidación a todo aquel que se atreve a disentir, la coacción ejercida de manera continua y totalitaria contra cualquier opinión divergente hasta el impedir el derecho fundamental a la libertad de expresión fueron las primeras piedras para levantar el vesánico edificio de un relato mendaz donde los agresores se exhibían como agredidos, los fascistas como antifascistas y los ladrones clamaban que eran ellos los robados. La escalada prosiguió con la "normalización" del atropello contra los derechos de movilidad, de trabajo de la población, el sabotaje de instalaciones, carreteras, vías férreas y aeropuertos y ya en el colmo, la justificación y exculpación preventiva de quienes habían sido sorprendidos fabricando explosivos y con planos en las manos.

Terrorismo "pacifista", vamos. Porque todo se proclamaba "urbi et orbe" como pacífico, amoroso, sonriente y angelical. Hasta que las hogueras comenzaron a arder y la luz de las llamas descubrió el pastel. Ahora, conscientes del destrozo, repliegan esas velas y intentan volver al mantra y recuperar la imagen chamuscada por el pavor sembrado en las calles. Hasta se señala, Torra en un intento de escape de su irresponsabilidad, a presuntos infiltrados. Pero todos saben que no. Que ha sido él y han sido ellos. Hasta Rufián.

Sin embargo también la pócima nos lo pretenden hacer tomar a todos y una vez más a través de la intoxicación mediática y propagandística. Ahora una ristra de abducidos y cómplices se dedican a pregonar y le añaden de inmediato el calificativo de "pacífico" a insultar, amenazar, intimidar, coaccionar, colapsar un aeropuerto, bloquear un autopista, sabotear una vía de tren, impedir a las gentes su libertad de movimientos y trabajo. ¿De cuando acá eso es pacífico? ¿De cuando acá cualquiera de nosotros puede hacer tal cosa sin sufrir la justa sanción? Una vez más estamos en la utilización de la mentira semántica convertida en arma de propaganda para subvertir la realidad y la verdad. Lo dicho en tratar de convencernos que Hyde es el bondadoso doctor Jekyll.

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