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Etiquetas:   Política

El PP se hunde, según las encuestas. ¿Lo merece?

Fernando Jáuregui
viernes, 16 de noviembre de 2018, 08:01 h (CET)
MADRID, 15 (OTR/PRESS) Ahora que ha comenzado la campaña andaluza, las casas encuestadoras, comenzando por la que regenta el sociólogo socialista Tezanos, o sea, el CIS, se han volcado a pronosticar, con casi unanimidad, que el PSOE de Susana Díaz se mantendrá a flote, aunque tendrá que pactar con la versión local de Podemos (Adelante Andalucía, no muy 'pablista', por cierto), que Ciudadanos es quien más sube y que el Partido Popular se hunde. No hay 'efecto Pablo Casado', al parecer. Y menos 'efecto JuanMa Moreno', que es el candidato de los 'populares' en Andalucía y que, pese a su bonhomía y a su desgaste en mítines de extremo a extremo de la Comunidad, arropado por su jefe Casado, no traspasa la barrera del sonido. Lo que me pregunto es si el PP merece tan negros augurios: las encuestas deben tomarse como lo que son, pero, cuando se muestran tan alineadas en las mismas proyecciones, en el PP deberían empezar a pensar que algo está fallando en la sala de máquinas.

Alguna vez escribí, y lo mantengo, que Pablo Casado -entonces no era el líder y estaba aparentemente lejos de serlo-- era el político con mayores facultades que yo conocía en este momento, el más 'suarista', independientemente de su adscripción a un bando u otro del espectro político. Es cercano, tiene tiempo para los periodistas y para estrechar manos en la calle, está en la edad idónea, está preparado y las salpicaduras de aquel master malhadado se han secado y no han dejado demasiada mancha en sus ropas encorbatadas. O sea, que no debe de ser algo personal, sino de estrategia, además de la táctica, a veces claramente equivocada, por excesiva. Ha abandonado Casado aquel discurso en el que pensaba en las incertidumbres tecnológicas, sociológicas, laborales, que nos depara el futuro para sustituirlo por la sal gorda del ataque mitinero.

A nada lleva acusar casi de 'golpista' al presidente del Gobierno, a nada comparar a Susana Díaz con Fidel Castro, a nada ir por ahí arrancando lazos amarillos -aunque en esto le ha ganado Rivera--, a nada ir preconizando palo de madera del 155, sin zanahoria, para arreglar lo de Cataluña. Ya sé, ya, que Vox, al que algunos, quizá algo simplistamente, califican como de ultraderecha -aunque algún rasgo haya, ¿verdad, señor Abascal?- va ganando terreno y llevándose a una parte del electorado más conservador del PP, y que Ciudadanos 'muerde' por el lado centrista, sobre todo ahora que Rivera parece estar virando algo de nuevo hacia la hace poco renegada socialdemocracia: ahí están sus tan publicitados encuentros con militantes socialistas desencantados con el tándem Sánchez-Pablo Iglesias.

Si los sondeos tienen razón y el PP se hunde tanto en Andalucía, pese a la incongruencia de que esos mismos trabajos demoscópicos muestren que los andaluces quieren mayoritariamente cambio, ¿qué será de Casado? ¿Qué de ese 'nuevo PP' del que Mariano Rajoy, y no digamos ya Soraya Sáenz de Santamaría, no quieren saber, del que Cospedal ha salido disparada, del que Arenas anda como forzadamente ausente, ejem, y sobre el que Aznar sobrevuela cual abejorro padre, quizá con el aguijón listo? El partido mejor estructurado, más numeroso en militancia -aunque trampas ha habido, y gordas, en el recuento--, más disciplinado, de militantes mejor formados, anda un poco a la deriva. No encuentra su mensaje entre la derecha y el centro, o sea, en el centro-derecha.

Pero el país, comenzando por la mayor de las autonomías de España, que dentro de dos semanas se enfrenta a unas urnas importantes, necesita una alternativa. Cuarenta años en el poder con el mismo signo político, un poder que no está basado en el voto de las principales capitales de provincia, que tiene dividida a la sociedad andaluza, tienen que tener alguna explicación para la pervivencia. En el PP no han sabido acabar con la imagen de que son unos 'señoritos' -ya no lo son, quizá lo fueron--, no han sabido ganarse a las gentes del ERE, al mundo de esos grandes pueblos rurales, agrícolas. Y mira, ya digo, que Pablo y JuanMa son simpáticos y, a veces, Díaz antipática (sobre todo, para su inevitable aliada futura, la 'morada-verdiblanca' Teresa Rodríguez), y el centrista Marín anodino. A ver cuál es el precio que doña Teresa pone a su odiada doña Susana a cambio de apoyo para una suerte de coalición.

No creo que Andalucía sea inevitablemente el signo de los tiempos en toda España. Ni que la corrupción andaluza sea como la de otras Comunidades -Madrid, Baleares y Valencia, muy concretamente-: siempre he defendido la honradez personal, aunque fuese en un mundo de cloacas, de Griñán y Chaves. Pero sí creo que el despiste que el PP evidencia cada miércoles en las sesiones de control parlamentario en el Congreso de los Diputados acaba pasando factura. Que, puestos a votar a la derechona, mejor hacerlo al original, que emerge, y no a quienes se fuerzan a ser extremistas sin, en realidad, serlo. ¿Por qué no prueban Casado, con todas esas cualidades a las que me refería, y el PP, en general, con toda su historia a cuestas, a ser lo que en realidad son y dejarse de, vaya palabro, 'impostamientos', quiero decir de imposturas?

Todavía están a tiempo de ofrecer colaboración, no hostilidad; ideas, no ocurrencias; crítica -anda que no hay cosas que criticar al actual Gobierno y, especialmente, a su principal aliado--, no 'leña al mono'; vuelo alto, sobre los problemas evidentes de la nación, y no vuelo rasante, en busca de ratas para comer. El PP merece mejor suerte, y los españoles, algún otro sitio al que mirar cuando se otea el porvenir de este país, hoy sumido en una grave y persistente crisis política.

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