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Etiquetas:   Política

Las cuatro (o cinco, o seis) Españas

Fernando Jáuregui
domingo, 21 de octubre de 2018, 08:01 h (CET)
MADRID, 20 (OTR/PRESS)Este viernes, 20 de octubre, estaba destinado a ser un día histórico, pero con sordina. El Consejo de Ministros, en Madrid, empezaba a aprobar los impuestos 'nuevos', o no tanto, encaminados a hacer posibles los Presupuestos que, ese mismo día, recibían un 'sí, pero' de Bruselas, donde, por cierto, estaba el presidente del Gobierno Sánchez, mientras, en Oviedo, los dos líderes de la oposición, Casado y Rivera, asistían, con el Rey pero sin la titular, a la entrega de los premios Princesa de Asturias. Ese mosaico configuraba una jornada de apariencia normal, relativamente tranquila, que pudo haber sido importante para el avance del país. Y entonces llegó Pablo y mandó parar.

Porque todos esos titulares, además de otros que se referían a encuestas en Andalucía, donde el PSOE gana pero a ver con quién gobierna, fueron eclipsados por la visita de Pablo Iglesias a la prisión de Lledoners para entrevistarse durante cuatro horas con el líder de Esquerra Republicana de Catalunya, Oriol Junqueras. La impresión que daba al escuchar los noticiarios de radio y televisión, al leer los digitales del viernes noche y la prensa de papel del sábado era la de un país fragmentado, nada que ver un fragmento con otro, como si de marcianos y selenitas se tratase. No hay una conducción común, sino impulsos parciales, locales y coyunturales. Una crisis de Estado en toda regla.

Que conste que no culpo a Iglesias y a su visita --que apruebo, aunque debería haberse producido sin la prodigalidad verbal, la facundia y el protagonismo del líder podemita-- ni de esta fragmentación ni de tal crisis. Es apenas una muestra más del estado de anormalidad que padece el país, empezando por una de sus partes, Cataluña. Que el 'socio' del presidente del Gobierno central visite en la prisión a un hombre encarcelado por un intento de golpe, nada menos, pero cuyo encierro provisional dura ya demasiado, para, presuntamente, negociar con él los Presupuestos del Estado al que el líder republicano preso dice combatir, mientras, a ochocientos kilómetros de allí, el jefe del Estado lanza su proclama constitucionalista, evidencia, ni más ni menos, el caos en el que vivimos.

Me encantaría que ERC, con Junqueras libre a la cabeza, se involucrase en esos Presupuestos del Estado a los que Bruselas no ha dicho 'no', tolerándolos, aunque tampoco haya dado un entusiasta 'sí'. Como me encantaría que Pablo Iglesias, que yo creo que comete errores solo semejantes a los que comete quien por él se deja abrazar, fuese un leal colaborador del Estado, todo lo crítico que él quiera con la Monarquía que lo representa.

Eso sería algo cercano a la normalidad. Pero ERC no es un tigre de papel enjaulado, ni Iglesias piensa en otra cosa que en su propio ego, del que un día de estos se va a caer y se va a producir serias lesiones. Ni, ya que estamos, da la impresión de que Pedro Sánchez, encantado de hacerse fotos con el 'premier' japonés o con quien sea, tenga un plan creíble y eficaz para sacar al Estado del marasmo, más allá de disfrutar del templado otoño monclovita. Ni, lo peor de todo, estoy seguro de que el por otro lado magnífico Rey Felipe VI esté bien asesorado en lo que a la imagen del fortalecimiento de la Corona se refiere: ¿cómo es posible que doña Leonor, que va a cumplir trece años dentro de diez días, no asistiese, como protagonista, a los premios Princesa de Asturias? Ese es un error que confío en que el año próximo no se repita. Aunque de aquí a un año, quien sabe.

El caso es que las cuatro (o cinco, o seis) Españas estuvieron ahí, acaso más presentes que nunca, en el diseño de un día que podría haber sido, si los cuatro, o cinco, o seis, protagonistas de la jornada hubiesen querido, histórico. Se quedó en la anécdota de una visita carcelaria a quien debería, ya en la calle, estar esperando el juicio por sus pasadas fechorías y después ya veríamos lo que ocurre. Pero, si esta situación de excepcionalidad procesal se prolonga mucho, el personaje de Lledoners podría 'pasar de político preso a, efectivamente en la percepción de muchos, preso político', según le admitió a quien suscribe alguien que tuvo, no hace demasiado tiempo, importantes responsabilidades de gobierno.

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