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El mensajero locuaz

Fernando Jáuregui
sábado, 20 de octubre de 2018, 08:00 h (CET)
MADRID, 19 (OTR/PRESS) A veces, el aliado puede hacer cosas que el gobernante no puede. Es el argumento que muchas veces se esgrime para los trabajos sucios. Lo digo porque desde ámbitos gubernamentales (y de Podemos, claro) se dice que el encuentro mantenido por Pablo Iglesias con Oriol Junqueras en la cárcel de Lledoners es algo así como 'una misión especial' exploratoria de cómo respiran los de Esquerra Republicana a la hora de un posible apoyo a los Presupuestos elaborados por el Gobierno de Pedro Sánchez... con ayuda de Podemos, claro, que es algo que Iglesias bien se encarga de recordarnos a todos en cuanto tiene la oportunidad.

No diré yo que esta 'misión' del enviado especial a Lledoners -bueno, quizás auto enviado especial más bien- sea un trabajo sucio. Siempre he repetido que predicar el diálogo con todos no es buenismo, sino pragmatismo, que para el palo que otros recetan siempre habrá tiempo y es lo último que debe hacerse. También he dicho muchas veces que esta prisión provisional de los siete políticos catalanes, que representan a casi la mitad de Cataluña, la secesionista, es un despropósito creciente. Y de la misma manera pienso, como piensan todos los ministros del Gobierno central, y como pensaba la ex vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría, que Junqueras sería ahora quizá el interlocutor menos malo posible con Pedro Sánchez y su entorno, es decir, con quienes gobiernan el país.

A mí, responsabilizar en las tareas de la gobernación a Esquerra y al PDeCat y sus múltiples variantes me parecería positivo, desde luego siempre y cuando quedase clara la línea roja absoluta: no habrá independencia y no habrá referéndum de autodeterminación, aunque pueda haber otros tipos de consulta, como el previsto en la Constitución para aprobar un nuevo Estatut. Y, por supuesto, resulta imprescindible que el separatismo, que lo es muy legítimamente mientras no se dedique a dar golpes de Estado, no desgaste la figura del Rey, de este mismo Rey que este viernes --aah, las dos Españas...-- presidía en Oviedo el acto de entrega de los premios que llevan el nombre de su hija, incomprensiblemente apartada de la ceremonia.

Pienso que el jefe del Estado, ese a quien cada vez que puede ataca Pablo Iglesias, el 'aliado' de Sánchez, debe quedar por encima de esta polémica territorial, puesto que el Rey lo es de toda España. Me parece un inmenso error, por parte del impulsivo e inquieto líder de Podemos, abrir ahora un melón delicadísimo precisamente cuando se tambalean otras estructuras de este país llamado España. Y es el presidente del Gobierno central, con sus ministros y con las instituciones, empezando por el Parlamento, quien debe velar por el mantenimiento de un sistema que ahora no se podría, sin serio peligro, poner en almoneda. Es, por otro lado, lo que han jurado o prometido hacer cuando tomaron posesión del cargo.

Quiero con todo ello decir que me parece necesario el diálogo incluso con los independentistas presos, máxima cuando se está demostrado que es el principal inquilino de Lledoners quien tiene la capacidad de mantener un contacto con el Estado, algo que claramente Quim Torra y menos aún quien le maneja desde Waterloo serían incapaces de hacer. Que no digo yo que Junqueras ofrezca una garantía total de poder reanudar aquella 'conllevanza' que inauguraron Suárez y Tarradellas hace cuarenta y un años; de hecho, el mismo Junqueras, cuando era vicepresidente de la Generalitat, ya hizo naufragar aquella 'operación diálogo' con Sáenz de Santamaría. Pero eso fue dos años y una eternidad atrás. Lo que ahora digo solamente es que el preso Junqueras constituye acaso la única esperanza que nos queda de no destruir del todo los puentes, cosa que nunca es buena.

Sé que esto que aquí escribo molestará a muchos; yo también sé que es doloroso aceptar otros puntos de vista procedentes de quienes quieren imponerlos como hechos consumados. Pero las cosas son como son, y no como nos gustaría que fuesen y con estos bueyes hay que arar. Lo que pasa es que Pablo Iglesias, el mensajero locuaz, no es precisamente San Isidro labrador. Y su abrazo es más bien el del oso que el del amigo fraterno. Sospecho que Sánchez lo sabe bien y que intuye que no tardará en tener nuevas pruebas de lo que digo. Sánchez, y todos nosotros, claro.

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