Siglo XXI. Diario digital independiente, plural y abierto. Noticias y opinión
Viajes y Lugares Tienda Siglo XXI Grupo Siglo XXI
21º ANIVERSARIO
Fundado en noviembre de 2003
Opinión
Etiquetas:   Política

Ni en un año, ni en dos, ni en cinco: ya

Fernando Jáuregui
lunes, 25 de junio de 2018, 08:00 h (CET)
MADRID, 24 (OTR/PRESS)Me preocupa un poco el manejo de los tiempos de Pedro Sánchez: dijo que no hay tiempo para proceder a una reforma de la financiación autonómica --claro que lo hay--, y cree que la crisis catalana "no se va a resolver ni en un año, ni en dos, ni en cinco". Claro que no... Sobre todo, si este es el planteamiento con el que el 'premier' español aborda su mandato. No se nos 'rajoyice' Sánchez en los 'timings' que baraja, fijando límites temporales casi 'ad infinitum': le quedan, según los cánones clásicos, todavía setenta y siete de los cien días 'de gracia' que habría que conceder a un nuevo Gobierno.

Y ha ocupado ya veintitrés de estos días con promesas de futuro que son más bien palmaditas en la espalda a la opinión pública y publicada. Y no, Sánchez, no. Ni en un año, ni en dos --que es lo le queda casi asegurado en Moncloa, salvo que él mismo decida otra cosa-- ni, menos, en cinco: a los toros, incluso ante los sanfermines y hasta, si se quiere, a los carrebous, hay que cogerlos por los cuernos ya. Ya.

Un día, acababa él de llegar a la secretaría general, Sánchez me telefoneó para que le recomendase algún buen libro sobre Adolfo Suárez. El abulense era, creo, su modelo remoto. Le comenté, me parece recordar, que Suárez había dado la vuelta al Estado como un calcetín en solamente once meses. Después no me volvió a telefonear, quizá porque reconozco que mi actitud crítica hacia su 'no es no' permanente se acentuó. Ahora, Sánchez, que tiene hechuras para ello y ha dado un giro copernicano sobre aquella actitud prepotente de negativa continua, ha alcanzado la máxima meta de un político español: La Moncloa.

Me parece que, desde el palacio de los falsos mármoles de la Cuesta de las Perdices, debería de nuevo volver la vista a los mejores tiempos de Adolfo Suárez; es decir, aquellos once meses transcurridos entre julio de 1976 y junio de 1977, y emprender una marcha reformista decidida y contundente, antes de que las circunstancias, la veleta de la opinión pública y él mismo se acomoden otra vez al ritmo algo elefantiásico al que el 'marianismo' nos tenía --y al propio Sánchez creo que también-- acostumbrados.

¿Prudencia? Sí, de acuerdo. Pero inmovilismo nunca jamás. Presume Sánchez de ser un hombre ejecutivo. No podrá considerársele así si solamente se empeña en sacar ya --y hará bien, por lo demás-- a Franco del Valle de los Caídos, en profundizar cambios de nombres de calles en la ley de memoria histórica o en intentar liderar el sector de los mejores de Europa a la hora de tratar a los sufridos inmigrantes que nos llegan. Temo que no se es un estadista solamente por fotografiarse, en plano de igualdad, con estadistas comprobados, como Macron o Merkel, y por unirse a ellos frente a la aberrante política de la peor Italia, que es la de un Salvini a quien podría con facilidad confundirse con un integrante de 'la manada'.

¿Qué ocurrió con la propuesta de reforma constitucional, con el desarrollo de la idea federalista, con los planes para una mayor igualdad y equidad entre los territorios y entre los hombres y las mujeres de España? Ya sé, ya sé que la aritmética parlamentaria no da para sacar adelante muchos proyectos de ley 'revolucionarios', suponiendo que Sánchez tuviese alguno en mente; por eso mismo, tienen Sánchez y su equipo que incrementar los esfuerzos de diálogo, de manos tendidas. Un encuentro con Torra es infinitamente más difícil, pero acaso aún más necesario, que uno con la canciller alemana, por muy amiga que fuese la señora Merkel de Rajoy; incluso más difícil que entenderse con Tsipras, ahora que, aunque sea puntualmente, se nos ha puesto corbata.

No sé, me parece que Sánchez debería poner al menos tanto empeño en entenderse con Albert Rivera, con quien, al fin y al cabo, tendrá que intentar pactar un Gobierno de coalición en 2020, como el que está mostrando con el podemita Pablo Iglesias, con quien, sin duda, tendrá que acordar gobiernos municipales y tal vez autonómicos el año que viene. La tarea de construir casi un nuevo edificio para el Estado, mientras mantienes las cañerías para que den agua, el tendido eléctrico para tener luz, como decía, ahora que hablamos de él, Suárez, resulta algo muy complicado. Casi la cuadratura del círculo. Y no, Pedro Sánchez no tiene cinco años, ni dos, ni quizá uno, para hacerlo. Ahora, creo, más vale equivocarse en lo coyuntural que dejar que se pudra lo eterno.

Noticias relacionadas

Buscan un pagafantas

Sanidad da alas a la picaresca

Mascarillas

Lo particular y lo general

Derroche y contaminación

 
Quiénes somos  |   Sobre nosotros  |   Contacto  |   Aviso legal  |   Suscríbete a nuestra RSS Síguenos en Linkedin Síguenos en Facebook Síguenos en Twitter   |  
© Diario Siglo XXI. Periódico digital independiente, plural y abierto | Director: Guillermo Peris Peris