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Etiquetas:   Política

Carne de prisión

Esther Esteban
jueves, 24 de mayo de 2018, 08:06 h (CET)
MADRID, 23 (OTR/PRESS) "Manuel pasa más tiempo expulsado que en clase. Tiene 15 años y no teme ir a prisión. Su padre ha estado entre rejas. También su abuelo. Y un vecino. 'Mi primo está allí ahora', detalla. ¿Cómo se le explica a un niño de La Línea que entrar en la cárcel es malo y supone una privación de libertad?". "Es verdad que no puedes salir, pero tampoco se está tan mal: tienes piscina, cama y comida; allí entras y después se sale", dice Manuel, con voz conformista.

Raúl, su amigo, más maduro, de su misma edad, con una voz ya alejada del niño que fue, le recuerda: "¿Y tu familia, que es lo más importante? Si eres padre, no vas a ver crecer a tu hijo. ¿A ti te gustaría esto? Yo creo que son tontos y se lo buscan". De este modo arrancaba un reportaje que leí, tiempo atrás de Agustín Rivera, un periodista que suele escribir sobre temas sociales desde La Línea de la Concepción y lo archive con el nombre "cárcel y normalización". Lo guardé pensando que algún día tendríamos que preguntarnos qué sociedad estamos construyendo para que un niño crea que pasar su vida en la cárcel no es malo, porque hay piscina te dan comida y tienes una cama. Ayer cuando leí la noticia de la detención de Eduardo Zaplana por graves delitos, recordé que vi al exministro hace poco más de un mes cuando un grupo de periodistas nos lo encontramos al salir de una comida de trabajo. La conversación fue breve, lo justo para preguntarle por su salud y por su familia. Estuvo amable pero llevaba prisa y, aunque intentamos entrar en materia de cómo veía el convulso panorama político nacional, se despidió diciendo que ya quedaríamos otro día porque había quedado con alguien y no tenía tiempo.

Aunque ya estamos curados de espanto y ver entrar a políticos o altos cargos en la cárcel acusados de gravísimos delitos -casi todos relacionados con la corrupción- se está convirtiendo en algo habitual no sé por qué al ver el nombre del último detenido de relumbrón me he acordado de los hijos de los políticos de altos vuelos y de que pensarán cuando han visto a héroes convertidos en villanos. ¿Qué pensarán los hijos de los poderosos que finalmente dan con sus huesos en la cárcel por haber robado como vulgares chorizos?. ¿Qué explicación darán a sus hijos esos poderosos, que se creían por encima del bien y del mal, cuando vean que todo se desmorona a su alrededor? Se ha recordado tras la detención de Eduardo Zaplana que él siempre negó hasta la saciedad haber dicho, como se comentó en su día, que entraba en política "para forrarse" y se jactaba de no haber tenido "ningún problema judicial". Es verdad que hasta ahora había logrado escaparse del olor a podrido que desprendía el PP en Valencia pese a haber ocupado cargos públicos en el partido desde 1991 a 2008, pero también es cierto que las sospechas en torno a su gestión siempre han estado ahí. La justicia determinará si los delitos que se le imputan son o no ciertos, pero más allá del caso Zaplana la política no puede convertirse en una ciénaga y vamos a caso por día.

La corrupción sigue llenando páginas y páginas de los periódicos y el horno no está para bollos. Los ciudadanos no estamos dispuestos a seguir aceptando, sin inmutarnos, que las arcas del Estado sean saqueadas por políticos de medio pelo, representantes cutres y advenedizos de altas instituciones, empresarios sin escrúpulos o sindicalistas desalmados. Aquí, como ya he dicho en varias ocasiones, estamos hasta los pelos del saqueo de las cuentas públicas y ni los partidos ni los empresarios, ni los sindicatos, ni nadie que reciba un euro público se puede ir de rositas si lo malgasta o llevárselo crudo sin que haya consecuencias.

Visto lo visto, me pregunto si llegará el día que también los hijos de nuestros políticos corruptos verán normal que sus padres estén en prisión. Se imaginan a esos chicos educados en los mejores colegios, criados con todo tipo de lujos y caprichos mantener la misma conversación que los chicos de la Línea? "Es verdad que no puedes salir, pero tampoco se está tan mal: tienes piscina, cama y comida; allí entras y después se sale", decía el adolescente Manuel. Pues pongan ustedes el apellido que quieran y pensemos por qué hemos llegado a este nivel. Se me ponen los pelos como escarpias.

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