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Etiquetas:   Política

Rojo, gualda y... naranja

Fernando Jáuregui
martes, 22 de mayo de 2018, 08:00 h (CET)
MADRID, 21 (OTR/PRESS) Albert Rivera ha decidido tratar de captar las esencias patrias para su proyecto: no hay que avergonzarse de ser lo que somos, ni de hablar castellano, ni de la bandera, ni del himno nacional, aunque sea cantado en la para quien suscribe horrenda versión ideada por Marta Sánchez. Es necesario, y tiene razón el líder de Ciudadanos a la hora de lanzar su plataforma 'España Ciudadana', recuperar el orgullo de ser español, máxime en esta hora de confusión propiciada por quienes quieren romper España.

Si Rivera despoja de la caspa que acompañó a la presentación de su plataforma 'macroniana', este proyecto, basado en lo de siempre, puede ser, paradójicamente, moderno: seguramente, la sociedad civil española (y la catalana) está deseando recuperar algunas señas de identidad para sentirse de nuevo poblando un gran país. Y España es, por cierto, un gran país, aunque habitado por algunas gentes que, quizá con cierta razón, no lo creen así.

Ocurre que no es solamente el enorme embrollo catalán, que está poniendo de los nervios a todo el 'corpus' jurídico del país, lo que pone palos en las ruedas del avance de España como nación europea, democrática, con visión de futuro. El mal funcionamiento de los partidos, de los sindicatos, de las instituciones y de los gobiernos a distintas escalas (nacional, autonómicos, locales), es lo que está provocando, me parece, una mayor decepción en el ánimo de los ciudadanos, y esto es algo que se percibe en la bajísima valoración que los políticos (y demás) reciben en las encuestas, para lo que valgan.

De acuerdo, solamente Rivera, no desgastado por las tareas de gobernar, aún inédito aunque lleve década y media en el ruedo de la política, joven y a veces con un mensaje regeneracionista, aprueba, aunque sea por los pelos, en la valoración ciudadana. Los sondeos de opinión, definitivamente, le miman, quizá en la medida en la que castigan los errores de los demás. Pero él no debe actuar como si esto fuese un dato inmutable: son muchas las veces que hemos visto que la veleta casquivana de la opinión pública española giraba al menor viento que la impulsase. A Rivera, algunos de los que le seguimos profesionalmente le hemos visto alejarse, levitar, por el presunto éxito que le espera en las urnas.

Sí, yo creo que, empujado por el oportuno, que no oportunista, movimiento rojo, gualda y naranja que presentaba en sociedad -ya digo que aderezado con elementos algo chuscos_este domingo, Albert Rivera tiene en estos momentos bastantes posibilidades de convertirse en el sucesor en La Moncloa de un Rajoy que no está sabiendo, ni pudiendo, convencer a los españoles de que tiene recetas, redaños y recursos para afrontar los enormes retos planteados a la nación. Entre estos retos se encuentra, por supuesto, el desapego hacia la idea de Estado, que es un mal connatural a los españoles tras un franquismo que precisamente pervirtió, con sus excesos, la propia idea del Estado y, de paso, de España.

Claro que el franquismo está lejos, y Rivera puede retomar elementos tradicionales renovando el valor que siempre debieron haber tenido. Pienso que, en este trayecto, debe evitar esa cierta frialdad con la que acoge a las personas, ese cierto desprecio que alguna vez mostró hacia los mayores -base sustancial del electorado que él quiere arrebatar al PP- y ese cierto aire de excesiva hostilidad hacia los planteamientos que huelan a nacionalismo. No toda la política del Estado se puede centrar en una aplicación rigurosa, vía togada, del artículo 155 de la Constitución 'et alia', ni se puede basar la acción del Ejecutivo exclusivamente en un concepto de firmeza que excluya el verdadero diálogo, no ese que continuamente invocan los políticos, de Rajoy hasta Quim Torra, cuando en verdad no quieren dialogar.

Pienso, en suma, que aferrarse a un concepto rojigualda para impulsar la idea naranja -y, de paso, la idea del Estado- es un acierto de Rivera: no hay más que leer los titulares y comentarios de los medios no nacionalistas en la mayor parte de España tras la presentación de esa plataforma tan 'a la francesa'. Pero atención: porque, por cierto, hay partes de España en la que las ideas de Ciudadanos van a tener mucha más dificultad para calar; este es, y ese también habría de ser un elemento para las meditaciones de Rivera, un país muy heterogéneo, en el que los módulos de presentación de esa 'España Ciudadana' no cuelan por igual.

Y hay sectores que, sin estar adscritos a partidos y ni siquiera a la pertenencia anímica a la izquierda, se inclinan a pensar que la formación naranja, tras renunciar explícitamente en su último congreso a la socialdemocracia, puede estar virando excesivamente a la derecha, en su búsqueda del granero de votos 'popular'. No puede ser, por poner un ejemplo extremo, que Rivera se complazca en el apoyo de gentes mediáticas que públicamente manifiestan -así ha sido-- que el Gobierno de Rajoy "no tiene valor" para bombardear la Generalitat catalana, como hizo la república en 1934. Creo que el prometedor líder de Ciudadanos ha de lanzarse a criticar abiertamente tales ideas y otras semejantes que, aunque menos brutalmente expresadas, andan circulando por ahí, con mayor profusión a medida que el 'procés' catalán se va convirtiendo en un lío endiablado.

Sí, a Rivera le queda aún un camino por andar hasta llegar a su meta, que es la presidencia del Gobierno, en coalición, ya veremos, con la derecha 'popular' o con la izquierda socialista. Tiene, pienso, que ofrecer más manos tendidas y prodigar menos gestos de victoria. Y alguien en su entorno, hay que insistir, debería precederle en los mítines triunfales recordándole, como a los aurigas romanos vencedores en la carrera, "recuerda que eres mortal".

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