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Etiquetas:   Política

La memoria y el olvido

Pedro Calvo Hernando
miércoles, 25 de abril de 2018, 08:00 h (CET)
MADRID, 24 (OTR/PRESS) Hay cosas que no se puede uno creer, especialmente las que tienen que ver con las secuelas de nuestra guerra civil. Estos días lo estamos viendo en relación con las exhumaciones de restos humanos en el Valle de los Caídos o con el tema del cambio de los nombres de calles y plazas, concretamente en la ciudad de Madrid. Somos muchos los que no podemos entenderlo, por muchas vueltas que le venimos dando en los últimos años. En ocasiones parece como si la dictadura franquista no hubiese terminado, o como si la democracia del 78 no se hubiera puesto a caminar.

Y parece más mentira todavía si tenemos en cuenta que en estos cuarenta años de régimen democrático más de la mitad de ese tiempo en España ha gobernado la izquierda, catorce años con Felipe González y ocho con José Luis Rodríguez Zapatero. No quiero decir que no hubieran deseado solucionar tan tristes problemas, sino que tal vez no se atrevieron a combatir los obstáculos con suficiente decisionismo. No me digan que ochenta años después de la guerra, los últimos cuarenta ya en democracia, no era tiempo sobrado para haber borrado la presencia y las consecuencias de aquella terrible contienda entre españoles.

Lo del Valle de los Caídos es especialmente grave e incomprensible. Pareciera que el franquismo no hubiese sido arrumbado, a juzgar por su presencia dominante en asuntos como ese del Valle de los Caídos, recinto en el que la democracia no se hizo presente y en el que la dictadura sí lo estaba en todo momento. Estoy escribiendo esto y tengo la sensación de no poder creérmelo yo mismo. Pero es que esta exhumación en que están empeñados familiares y descendientes de muchos asesinados no sería en absoluto suficiente para solucionar el resto del problema. Tal vez solo para comenzar a solucionarlo. Las nuevas generaciones supongo que se pondrán de uñas con las viejas cuando recapaciten sobre lo increíble de lo sucedido. Es cosa de preguntárselo insistentemente.

Pero no digamos sobre la gravedad también de la presencia durante décadas de signos, centros, organizaciones directamente relacionados con la dictadura de Franco. Me refiero ahora a los nombres de las calles porque el asunto está muy de actualidad, aunque no sea el único. ¿Es tolerable que llevemos décadas viendo y soportando ese espectáculo, en mi caso en Madrid, la ciudad donde habito? No es tolerable, pero ahí lo tenemos, y es ahora cuando parece que van a apretar el acelerador de la solución de esa verdadera vergüenza. Es que hay más calles con nombres del franquismo que de personajes históricos de otro signo.

Es un contrasentido pasar décadas exaltando a unos y olvidando a los otros, a los que más representaron los valores de la democracia en torno a la guerra civil, cuando tal cosa no ha sucedido, por ejemplo, en el cine o en la literatura, donde hemos sido mucho más justos y razonables.

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