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MADRID, 19 (OTR/PRESS) Cuando hace unos días Jordi Évole entrevistó a Mercedes Milá en "Salvados", muchos espectadores tuvieron la sensación de reencontrarse con una mujer que forma parte de su pasado pero también de su presente más reciente. Lo que no impidió que se sorprendiesen al oírle hablar de temas que rehuyen la mayoría de los periodistas: El papel del Rey Felipe en la España del proceso catalán -la periodista cree que además de hablar con empresarios y jueces debería hacerlo con la gente de la calle-, de la Reina Letizia como catalizadora de todas las críticas, de Rajoy, de Felipe González, de Aznar, pero sobre todo de la depresión que sufrió hace un tiempo y a la que tuvo que enfrentarse mirando cara a cara a la enfermedad, de manera que nadie de quienes veían Gran Hermano se dieran cuenta de la tragedia personal que estaba viviendo.
Un tema doloroso, del que tuve oportunidad de hablar con ella hace meses, en la intimidad de la librería Berna, en Barcelona, a la que acude cada mañana, porque es ahí, rodeada de amigos, de libros y de su socia Montse Serrano, donde ha encontrado una nueva razón para seguir adelante, en espera de que le llegue algún programa de televisión que le merezca la pena, en el que pueda decir lo que otros callan y demostrar, una vez más, la gran comunicadora que es.
Cuando Mercedes decide contar cómo vivió la depresión, lo hace sin tapujos, para que quienes la padecen vean que de ese pozo negro se puede salir. Aun a sabiendas de que cuando empezó a sentir los primeros síntomas de la enfermedad -se ahogaba, se iba apagando poco a poco, no tenía fuerzas para nada-, le salvó ponerse en manos de un buen especialista.
Las razones de por qué se llega a la depresión, pueden ser muchas. En el caso de la Milá, el exceso de trabajo, el stress laboral, querer seguir adelante cueste lo que cueste, pensando que es algo que puedes superar sola, cuando lo cierto es que lo importante es buscar ayuda, contar lo que te ocurre a tu entorno más cercano y tomar las medidas oportunas. Ella lo hizo, se puso en tratamiento, y comenzó una vida nueva junto a su madre, que ha superado los 90, a quien dedica gran parte de su tiempo.
En ese repaso por su vida, Évole le fue poniendo imágenes del pasado -entrevistas a Adolfo Suárez, a Aznar y Ana Botella, a Bosé, entre otros-, y fue entonces cuando apareció la Mercedes Milá más punzante, irónica, seductora, dando una clase magistral de periodismo del bueno. Y yo, como otros compañeros, sentí un pellizco en la boca del estómago, la misma emoción que cuando fui al cine a ver "Los papeles del Pentágono". Un periodismo que tuvo en España un relevante papel durante la transición y que ha ido perdiendo fuelle a medida que se apoderaban de la comunicación y de la información las redes sociales, los 140 caracteres, la post verdad, la inmediatez, la falta de interés de los lectores saturados por tanta información como reciben a diario.
Imbuida en la lectura, Mercedes lanzó recientemente una campaña (salvemoslaslibrerias.com), con el fin de evitar que se sigan cerrando lo que ella define como "la despensa de la sabiduría". Lugares como la librería Berna en la que se pueden leer los periódicos del día, en papel, hojear libros, tomar un café, asistir a conferencias, a encuentros con grandes autores, un mundo en el que la cultura lo impregna todo, y que hay que rescatar según ella, tal como hizo Maragall en el 92.
Dice Charles Aznavour, que ha cumplido los 94 y sigue recorriendo el mundo, que la genética es una lotería pero la vida es una elección. En el caso de la Milá eligió la de periodista y comunicadora, en la que ha triunfado por un estilo personalísimo de preguntar y seducir.
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