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Etiquetas:   Política

El selfie universitario de Iglesias

Antonio Casado
sábado, 22 de octubre de 2016, 08:00 h (CET)
MADRID, 21 (OTR/PRESS) Por escrito dicho Pablo M. Iglesias en enero de 2016 (El artículo se titulaba "El Gobierno del cambio"): "No confiamos en los aparatos del PSOE, pero admiramos a sus bases y a sus votantes". La sentencia es de estricta aplicación a los dirigentes de Podemos. A él, en especial, cuando hace y dice cosas que no representan el malestar social del 15-M (indignados contra la "casta") ni sirven para canalizar hacia los centros de decisión (instituciones) esa legítima indignación de los ciudadanos que está en el espíritu fundacional del partido.

Todos tenemos en la retina las últimas actuaciones de inequívoca inspiración pablista. Me refiero, sobre todo, a la algarada del jueves pasado en el Congreso y a la del día anterior contra el ex presidente del Gobierno, Felipe González, en la Universidad Autónoma de Madrid. La primera, por cuenta del amago de motín en un Centro de Internamiento de Extranjeros, se quedó en una muestra más del acostumbrado recurso pablista a las artes escénicas. No pasó de ahí.

Lo de la Universidad, en cambio, tiene más enjundia. Es muy grave tratar de convertir el templo del saber en una caja de resonancia del fanatismo y la ignorancia. Porque fanatismo e ignorancia es lo que hubo en la actuación y los gritos contra González. Una actuación represiva contra la libertad de expresión que nos remite al precedente de una actuación similar contra la entonces presidenta de UPyD, Rosa Díez, en la que participó personalmente el actual líder de Podemos.

No consta que estuviera presente en la actuación organizada para impedir la conferencia del expresidente pero encaja en el llamamiento a tomar la calle que viene haciendo ante sus seguidores. Les insta a dar caña e instaurar el "poder popular", en coherencia con su doctrina de que Podemos solo tendrá futuro si consigue dar miedo. Es su manera de diferenciarse de Iñigo Errejón, más partidario de hacerse notar en las instituciones, con el que está librando una batalla de poder.

Dicho y hecho. La relación causa-efecto está clara en el incidente del miércoles en la Universidad Autónoma, donde se repicó la insidiosa referencia de Iglesias a la "cal viva" en el debate de la fallida investidura de Pedro Sánchez, a primeros de marzo. Seis meses después, lo que solo está en la rencorosa memoria de Iglesias reaparece en los gritos de unos muchachos que no se han esmerado en conocer la reciente historia de España. De haberlo hecho, jamás habrían alternado el slogan de la "cal viva", de clara resonancia pablista, con los viva a Eta, como si los terroristas fueran los buenos de la película.

El acto vandálico contra Felipe González, dicho sea de paso, ha cursado como imprevisto factor de acercamiento entre las dos facciones del PSOE que resultaron enfrentadas tras la caída de Pedro Sánchez. El selfie universitario de Iglesias, asimismo, ha logrado que se visualice la distancia entre los tres partidos de inequívoco compromiso constitucional (PP, PSOE y Ciudadanos) respecto a un cuarto (Podemos), que hace lo posible por quedarse en el gallinero de la política.

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