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470

Francisco Muro de Iscar
jueves, 28 de julio de 2016, 08:00 h (CET)
MADRID, 27 (OTR/PRESS) España se comprometió hace unos meses a acoger a unos 18.000 refugiados del millón muy largo que han llegado a Europa en el último año. A día de ayer, la cifra llegaba a 470. Cada día unos 2.000 más llegan a las costas italianas. Los campos de refugiados en Turquía y en Grecia están a reventar y el miedo a lo que pueda pasar después de la purga terrible de Erdogan es invencible. La ventaja es que esos cientos de miles, millones de refugiados no pueden perder casi nada porque no tienen nada. Tampoco parece que puedan aspirar a estar mejor, y mira que no es nada difícil, porque las autoridades europeas y los grupos ultras levantan cada día más sus voces para echarles la culpa de los atentados que están machacando Europa. Aunque no sea verdad, aunque sean casos aislados.

Aquí en España no somos diferentes. Se mira uno por uno a los que forman parte del cupo asignado para evitar que entre un solo candidato a terrorista. Como si no tuvieran miles de formas de venir, actuar y marcharse, al margen de la excelente y necesaria labor de la policía para detectar grupos afines a Daesh y otros grupos criminales. Algunos incluso dicen que las ONGs que trabajan sobre el terreno de la tragedia -y que lo hacen porque los Gobiernos europeos no cumplen con el respeto a los derechos humanos- deben ser controladas "para que no se conviertan en focos de radicalización". ¿Pero cómo no nos vamos a radicalizar todos si levantamos muros, ponemos barreras, pagamos a terceros países donde se violan sin límite los derechos humanos, ignoramos el problema de fondo y miramos permanentemente para otro lado? El arquitecto Wolf D. Prix dice que hay que derrotar el miedo a la inmigración y que las fronteras, más que protegernos nos encierran. Levantaremos más, no lo duden.

El mensaje catastrofista contra la inmigración, aprovechando el avance terrorista, encierra más peligros que respuestas reales a un problema. En lugar de hacer pactos con terceros países para que hagan lo que quieran mientras sean capaces de frenar el éxodo a Europa, violando lo que haya que violar o quemando montes donde se refugian los que huyen o los que esperan dar el salto, deberían actuar sobre esos países para, como dice George Soros, hacer posible su desarrollo real, ese mismo que los políticos prometen siempre e ignoran tantas veces como lo han prometido.

Europa debería afrontar de verdad el problema, empezando por romper el impresentable acuerdo con Turquía. Los que cierran fronteras y levantan muros, los que culpan a los refugiados de los atentados, los que hablan de infiltrados entre los que huyen de la muerte, de la guerra y la persecución, van a ser los responsables del gran aumento de los votos de todos esos movimientos populistas y xenófobos y de la desconfianza de todos los ciudadanos de buena voluntad. Los jóvenes españoles dicen que quieren ser policías, futbolistas, profesores o bomberos. Ninguno quiere ser refugiado. Lógico. Los que lo son tampoco quieren, pero les estamos condenando a serlo hasta su muerte. Una vergüenza.

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