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Etiquetas:   Política

Hambre de debates

Curri Valenzuela
sábado, 23 de febrero de 2008, 13:55 h (CET)
MADRID, 23 (OTR/PRESS) El éxito de audiencia cosechado por el tedioso debate económico del pasado jueves en Antena 3 entre Pedro Solbes y Manuel Pizarro demuestra que los españoles estamos ansiosos por este tipo de confrontaciones entre los principales candidatos. Acostumbrados como estamos a que el televisor ocupe el lugar de honor de cada hogar, resulta anacrónico que los políticos estén dedicados a dar vueltas por todo el país para quedarse afónicos en mítines a los que solo acuden sus propios fans con el objeto de conseguir un minuto de información en cada telediario por cada uno de ellos, cuando lo que la gente desea es verles y escucharles en programas que duren tanto como "Aída", "La isla de los famosos" o "Los diálogos de matrimonio".

Es cierto que los políticos arriesgan más en los debates, por muy pactados que estén sus intervenciones en ellos, que en las breves apariciones de los telenoticias. En estos días se habla mucho de las leoninas condiciones acordadas por PSOE y PP para que Zapatero y Rajoy se vean cara a cara mañana. Y es cierto que ambos aparecerán necesariamente encorsetados por un formato que les obligará a estar tan pendientes del cronómetro como del mensaje que quieren enviar a los ciudadanos. Ojalá fueran posibles en España debates del tipo de los que están llevando a cabo los candidatos de las presidenciales norteamericanas, en los que Obama y Hillary Clinton se sientan en una misma mesa y responden a las preguntas improvisadas de tres periodistas independientes, en cuya designación no intervienen ni republicanos ni demócratas, que versan sobre temas no fijados de antemano.

El miedo escénico de nuestros dos grandes partidos es tal que en esta campaña no es posible para ninguna cadena de televisión ofrecer escenas de los mítines de Zapatero y Rajoy que no sean las que les llegan producidas por los equipos técnicos de PSOE y PP. Son ellos los que retransmiten los actos electorales de comienzo a fin, lo que les concede el control sobre imágenes no deseadas de su candidato o su público. Las televisiones públicas y privadas lo aceptan gustosas porque así se ahorran el gasto de enviar equipos de grabación y unidades móviles. Pero de esa forma permiten que los políticos actúen como los titiriteros miedosos: con red. Una red que ya no tendrán mañana ni Rajoy ni Zapatero. Es, como se dice en televisión, la grandeza del directo.

Curri Valenzuela
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