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Patxo Palacios

De los árbitros

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Uno va al campo, escucha retransmisiones por la radio, ve partidos por TV, oye tertulias, escucha impresiones generales del personal: “…qué malos son …no hay uno bueno …todos los domingos lo mismo …” y no puede sino discrepar.

Sugiero al lector que piense por un momento en el nivel de los arbitrajes de los encuentros de Champions o el de distintos partidos en los Mundiales y que haga una comparación con los arbitrajes que se ven en la Liga española.

Por supuesto que hay malos (los menos), como buenos (unos cuantos) y regulares (los más); entre los primeros podemos citar a trencillas como Puentes Leira o Pino Zamorano, que suelen arbitrar con criterios erráticos y, especialmente don Evaristo, con una forma física lamentable y esos aires de Peter Sellers despistado y torpe, deambulando por el campo. Entre los segundos, cabe citar a los Undiano Mallenco, Iturralde González, Muñiz Fernández, Mejuto Fernández…colegiados valientes y con sobrada preparación técnica y física, que suelen aplicar el Reglamento con criterio y equidad, excepción hecha de errores puntuales. Si no, que se lo pregunten a los entrenadores y jugadores, que son los que lidian con ellos.

Sin entrar en el sempiterno debate de la unificación de criterios o la profesionalización de su labor, que nadie dude de su independencia y adecuada preparación físico-técnica.

Sin embargo, ciertos aspectos del Reglamento que tienen que aplicar flaco favor les hace, no solo a los colegiados, sino al fútbol en general. Por ejemplo, la regla de ‘penalty y expulsión’ en los casos de ocasión manifiesta de gol que popularizara Rafa Guerrero, tiene pleno sentido cuando un jugador es derribado fuera del área y la falta en sí solo merecería la amonestación; en cambio, cuando ésta se produce en el área de penal, parece a todas luces un castigo excesivo. La pena máxima y acaso la amonestación se antojan sanción suficiente (salvo que hubiera juego brusco grave o conducta violenta). Jornada tras jornada se repiten estas situaciones; el sábado pasado en el At.Madrid-R.Madrid pudimos ver un ejemplo claro: minuto 6, penalty, expulsión, gol y el resto del encuentro absolutamente condicionado por la aplicación de esta discutible norma.

Apartado especial merece la incorporación de las nuevas tecnologías al universo del fútbol y a la cual no debe ser ajeno el mundo del arbitraje, por más que ciertas corrientes conservadoras se opongan a su uso. ¿Acaso no se trata de que los colegiados se equivoquen lo menos posible al aplicar el Reglamento? Pues entonces, proporcionemos a nuestros vilipendiados trencillas todos los medios posibles para que realicen con éxito su complicado trabajo. ¿Qué problema habría en añadir, por ejemplo, a las tareas del 4º árbitro la de ver el encuentro a través de un monitor y estar en contacto a través de un audio / transmisor para solo intervenir en casos extremos: penalty, expulsión, gol sí gol no … o solo a instancias del árbitro principal? Las fórmulas pueden ser varias.

Apenas habría pérdidas de tiempo y no se desnaturalizaría el espectáculo; a cambio, las decisiones erróneas de nuestros árbitros se reducirían considerablemente, sobre todo cualitativamente, evitándose las más graves, ya que prácticamente solo se darían errores de apreciación en lances normales del partido.

Con esta propuesta no se pretende implantar el sistema walkie talkie de Luxemburgo para los colegiados, sino estar más cerca del fair play en el más amplio sentido de la palabra. Se trata de combatir la impresión resignada de que el error del árbitro forma parte del juego y utilizar todas las herramientas posibles para minimizar estos.
… y no son malos…

De los árbitros

Patxo Palacios
Patxo Palacios
sábado, 22 de octubre de 2005, 00:47 h (CET)
Uno va al campo, escucha retransmisiones por la radio, ve partidos por TV, oye tertulias, escucha impresiones generales del personal: “…qué malos son …no hay uno bueno …todos los domingos lo mismo …” y no puede sino discrepar.

Sugiero al lector que piense por un momento en el nivel de los arbitrajes de los encuentros de Champions o el de distintos partidos en los Mundiales y que haga una comparación con los arbitrajes que se ven en la Liga española.

Por supuesto que hay malos (los menos), como buenos (unos cuantos) y regulares (los más); entre los primeros podemos citar a trencillas como Puentes Leira o Pino Zamorano, que suelen arbitrar con criterios erráticos y, especialmente don Evaristo, con una forma física lamentable y esos aires de Peter Sellers despistado y torpe, deambulando por el campo. Entre los segundos, cabe citar a los Undiano Mallenco, Iturralde González, Muñiz Fernández, Mejuto Fernández…colegiados valientes y con sobrada preparación técnica y física, que suelen aplicar el Reglamento con criterio y equidad, excepción hecha de errores puntuales. Si no, que se lo pregunten a los entrenadores y jugadores, que son los que lidian con ellos.

Sin entrar en el sempiterno debate de la unificación de criterios o la profesionalización de su labor, que nadie dude de su independencia y adecuada preparación físico-técnica.

Sin embargo, ciertos aspectos del Reglamento que tienen que aplicar flaco favor les hace, no solo a los colegiados, sino al fútbol en general. Por ejemplo, la regla de ‘penalty y expulsión’ en los casos de ocasión manifiesta de gol que popularizara Rafa Guerrero, tiene pleno sentido cuando un jugador es derribado fuera del área y la falta en sí solo merecería la amonestación; en cambio, cuando ésta se produce en el área de penal, parece a todas luces un castigo excesivo. La pena máxima y acaso la amonestación se antojan sanción suficiente (salvo que hubiera juego brusco grave o conducta violenta). Jornada tras jornada se repiten estas situaciones; el sábado pasado en el At.Madrid-R.Madrid pudimos ver un ejemplo claro: minuto 6, penalty, expulsión, gol y el resto del encuentro absolutamente condicionado por la aplicación de esta discutible norma.

Apartado especial merece la incorporación de las nuevas tecnologías al universo del fútbol y a la cual no debe ser ajeno el mundo del arbitraje, por más que ciertas corrientes conservadoras se opongan a su uso. ¿Acaso no se trata de que los colegiados se equivoquen lo menos posible al aplicar el Reglamento? Pues entonces, proporcionemos a nuestros vilipendiados trencillas todos los medios posibles para que realicen con éxito su complicado trabajo. ¿Qué problema habría en añadir, por ejemplo, a las tareas del 4º árbitro la de ver el encuentro a través de un monitor y estar en contacto a través de un audio / transmisor para solo intervenir en casos extremos: penalty, expulsión, gol sí gol no … o solo a instancias del árbitro principal? Las fórmulas pueden ser varias.

Apenas habría pérdidas de tiempo y no se desnaturalizaría el espectáculo; a cambio, las decisiones erróneas de nuestros árbitros se reducirían considerablemente, sobre todo cualitativamente, evitándose las más graves, ya que prácticamente solo se darían errores de apreciación en lances normales del partido.

Con esta propuesta no se pretende implantar el sistema walkie talkie de Luxemburgo para los colegiados, sino estar más cerca del fair play en el más amplio sentido de la palabra. Se trata de combatir la impresión resignada de que el error del árbitro forma parte del juego y utilizar todas las herramientas posibles para minimizar estos.
… y no son malos…

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