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Ekain Rico

Y ahora toca la educación

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¡Que dios nos pille confesados! –como diría aquél–. El PP ha decidido jugar, él sólo, al bueno, al feo y al malo con todos y cada unos de los proyectos legislativos del partido del gobierno.

¿Dónde queda esa oposición constructiva siempre anunciada y que, hasta hoy, aún no hemos visto por ninguna parte?

Decíamos –en artículos anteriores–, que este otoño apuntaba maneras para ser uno de los más calentitos de los últimos tiempos. Ahora, esto es indudable. Mucho más, cuando es el propio Mariano Rajoy quien se ocupa de alimentar, día sí y día también, esa particular hoguera de las necedades en la que, él mismo, ha querido convertir su porfiado intento por llegar a la Moncloa.

¡Y nada es bueno según los populares! Como poseedores de una verdad absoluta –que no es malo recordar que no existe–, se pasean, de una cadena de televisión a otra, enunciando a modo de tesis, los desaciertos de un gobierno de izquierdas a ojos de un espectador de derechas. A saber: todos.

¡Y nada hay que salvaguardar de la lucha partidista! Ya se sabe que el interés general sólo es respetable, si coincide con el interés particular de los líderes del PP. Lo demás, Aznar dixit, no será sino ladrar sus rencores por las esquinas.

Cuando en un país como el nuestro, la oposición es capaz de utilizar la lucha contra el terrorismo como arma arrojadiza, sólo toca esperar tiempos convulsos en los que, a toque de arrebato, derecha política y mediática sean uno en los ataques al adversario común: el gobierno socialista.

¡Y ahora toca la educación…! O, al menos, eso nos dice un Rajoy embebido en sí mismo que, mezclando churras con meninas –o si se quiere, peras con manzanas–, intenta vincular la reforma educativa al proyecto de Estatuto catalán.

¿Alguien entiende algo? Yo hace tiempo que soy incapaz de comprender los "argumentos" –siendo generosos– de los portavoces del PP.

Ahora bien, ¿se han dado ustedes cuenta de que, el grupo parlamentario popular, todo lo arregla con una enmienda a la totalidad? O, lo que es lo mismo, con decir No, porque no.

Oponerse a algo, por definición, significa proponer una acción alternativa a aquella a la que uno se opone. Pero ¿se acuerdan de una sola contrapropuesta del PP, en todo lo que llevamos sufriéndoles de oposición?

No todo vale en política y, ni siquiera, cuando se está en la oposición.

Y ahora toca la educación

Ekain Rico
Álvaro Peña
domingo, 9 de octubre de 2005, 23:54 h (CET)
¡Que dios nos pille confesados! –como diría aquél–. El PP ha decidido jugar, él sólo, al bueno, al feo y al malo con todos y cada unos de los proyectos legislativos del partido del gobierno.

¿Dónde queda esa oposición constructiva siempre anunciada y que, hasta hoy, aún no hemos visto por ninguna parte?

Decíamos –en artículos anteriores–, que este otoño apuntaba maneras para ser uno de los más calentitos de los últimos tiempos. Ahora, esto es indudable. Mucho más, cuando es el propio Mariano Rajoy quien se ocupa de alimentar, día sí y día también, esa particular hoguera de las necedades en la que, él mismo, ha querido convertir su porfiado intento por llegar a la Moncloa.

¡Y nada es bueno según los populares! Como poseedores de una verdad absoluta –que no es malo recordar que no existe–, se pasean, de una cadena de televisión a otra, enunciando a modo de tesis, los desaciertos de un gobierno de izquierdas a ojos de un espectador de derechas. A saber: todos.

¡Y nada hay que salvaguardar de la lucha partidista! Ya se sabe que el interés general sólo es respetable, si coincide con el interés particular de los líderes del PP. Lo demás, Aznar dixit, no será sino ladrar sus rencores por las esquinas.

Cuando en un país como el nuestro, la oposición es capaz de utilizar la lucha contra el terrorismo como arma arrojadiza, sólo toca esperar tiempos convulsos en los que, a toque de arrebato, derecha política y mediática sean uno en los ataques al adversario común: el gobierno socialista.

¡Y ahora toca la educación…! O, al menos, eso nos dice un Rajoy embebido en sí mismo que, mezclando churras con meninas –o si se quiere, peras con manzanas–, intenta vincular la reforma educativa al proyecto de Estatuto catalán.

¿Alguien entiende algo? Yo hace tiempo que soy incapaz de comprender los "argumentos" –siendo generosos– de los portavoces del PP.

Ahora bien, ¿se han dado ustedes cuenta de que, el grupo parlamentario popular, todo lo arregla con una enmienda a la totalidad? O, lo que es lo mismo, con decir No, porque no.

Oponerse a algo, por definición, significa proponer una acción alternativa a aquella a la que uno se opone. Pero ¿se acuerdan de una sola contrapropuesta del PP, en todo lo que llevamos sufriéndoles de oposición?

No todo vale en política y, ni siquiera, cuando se está en la oposición.

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