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Perfiles

Carles Puigdemont, President en el exilio

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Con el perfil del President Puigdemont termino esta serie empezada hace unos días, el próximo jueves los catalanes acudirán a los colegios electorales para dilucidar en unas elecciones anómalas quienes serán los políticos que tengan que dirigir la política de Catalunya. Digo elecciones anómalas porque han sido convocadas irregularmente, aunque los partidos políticos las hayan tenido que aceptar, algunos a regañadientes y para no dejar el terreno libre al nacionalismo español representado por los partidos del “155”. El convocante de estas alegales, tal vez ilegitimas, elecciones ha sido Mariano Rajoy, Presidente del Gobierno del Reino de España. En ningún texto legal figura que él pueda convocar elecciones, ni en Catalunya ni en cualquier otro territorio autonómico, su jurisdicción para convocar elecciones acaba en el Congreso español, ir, como ha ido, más allá es tomar el rábano por las hojas y hacer del texto constitucional un traje a la medida que a su partido, el PP, el más corrupto de Europa, le ha interesado.

Por eso, Catalunya acudirá el 21-S a votar unos parlamentarios que tendrán que elegir un Govern descabezado, no por la Justicia sino por Rajoy, según dicen su Vicepresidenta y “Virreina de Catalunya”, su “poncio” Millo y su monaguillo García Albiol. Carles Puigdemont fue elegido con los votos mayoritarios de los representantes del pueblo catalán, y sólo a los catalanes tocaba destituirlo, pero llegó ese M. Rajoy, desconocido en los “papeles de Bárcenas”, e interpretó como mejor le vino la Constitución, ese texto legal que en 1978 los fundadores del PP con Fraga al frente y Aznar de correveidile atacaron y votaron en contra. Ahora es el paraguas en el que el PP, su “hacendado” Ciudadanos, y el PSOE, ya sin la S de socialista ni la O de obrero, se amparan para seguir medrando y apoyando un estado corrompido desde la cabeza a los pies. La Constitución y la obsoleta Monarquía borbónica son los pilares del españolismo más rancio, y son intocables. Ni la Constitución se reforma ni la Monarquía se pone a referéndum.

Y Carles Puigdemont, licenciado en Filología Catalana y periodista, tuvo, junto con sus compañeros del Govern de Catalunya, la osadía de proclamar el 27 de Octubre la República Catalana. Una declaración que, en honor a la verdad, nunca tuvo efectos jurídicos, el texto de la proclamación nunca llegó a publicarse oficialmente. El mismo 27 de Octubre el BOE publico la destitución del President Puigdemont, de su Govern y el cierre del Parlament de Catalunya. Rajoy, con este acto, ganó unos cuantos votos en España, esa España que antes del 1-O ardientemente gritaba “a por ellos” a las puertas de los cuarteles de la Guardia Civil, esa España que recogió más de cuatro millones de firmas contra el Estatut de Catalunya, esa España que, como en el verso de Machado, lleva años helando el corazón de los catalanes con su incomprensión, y, en algunas ocasiones, odio sin motivo.

Ahora Carles Puigdemont está en Bélgica, exiliado, su abuelo materno Carles Casamajó, de quien le viene el nombre también tuvo que exiliarse en 1939 escapando de las tropas franquistas. Ahora su nieto, ha escogido el exilio para no ser encarcelado por los metafóricos nietos de aquel general golpista. Puigdemont en el exilio y Junqueras en la cárcel son el exponente de unas elecciones que en Catalunya se ven con recelo, han aparecido tarjetas censales en domicilios donde no conocen a los titulares, en algunos de los consulados de España en el exterior ha habido problemas para votar, y la Junta Electoral Central cada día nos sorprende con una nueva prohibición, en Catalunya se ha prohibido el color amarillo hasta en la iluminación del agua de las fuentes públicas.

Puigdemont apareció por sorpresa como candidato a la Presidencia de la Generalitat en enero de 2016 cuando Artur Mas, a requerimientos de la CUP tuvo que hacerse a un lado y dejar la candidatura al entonces alcalde de Girona, un independentista desde hace años, fue activista de la Crida a la Solidaritat y periodista en la prensa comarcal por lo que conoce bien el territorio y los problemas de Catalunya. Habla cinco idiomas, cosa extraña en los presidentes españoles, y es un amante de la música y el rock, no en vano fue bajista del grupo Zénit, y todavía en alguna ocasión especial y ante los amigos se atreve a tocar las cuatro cuerdas del bajo. El próximo 29 de Diciembre será su cumpleaños, también el mío, pero él lo pasará lejos de su familia, en Bélgica, desde donde junto con los Consellers que le acompañan en el exilio está haciendo un buen trabajo explicando al mundo qué clase de democracia existe en España, una democracia que encarcela por las ideas y que no conoce la palabra dialogo. Tal vez después del 21-D Puigdemont tenga que venir a Catalunya para ser, de nuevo, investido President, o él o Junqueras. La pregunta del millón es saber si los partidos unionistas respetaran el resultado de las votaciones si estas no les son propicias o tendremos que estar votando hasta que el resultado guste en Moncloa.

Carles Puigdemont, President en el exilio

Perfiles
Rafa Esteve-Casanova
martes, 19 de diciembre de 2017, 00:00 h (CET)
Con el perfil del President Puigdemont termino esta serie empezada hace unos días, el próximo jueves los catalanes acudirán a los colegios electorales para dilucidar en unas elecciones anómalas quienes serán los políticos que tengan que dirigir la política de Catalunya. Digo elecciones anómalas porque han sido convocadas irregularmente, aunque los partidos políticos las hayan tenido que aceptar, algunos a regañadientes y para no dejar el terreno libre al nacionalismo español representado por los partidos del “155”. El convocante de estas alegales, tal vez ilegitimas, elecciones ha sido Mariano Rajoy, Presidente del Gobierno del Reino de España. En ningún texto legal figura que él pueda convocar elecciones, ni en Catalunya ni en cualquier otro territorio autonómico, su jurisdicción para convocar elecciones acaba en el Congreso español, ir, como ha ido, más allá es tomar el rábano por las hojas y hacer del texto constitucional un traje a la medida que a su partido, el PP, el más corrupto de Europa, le ha interesado.

Por eso, Catalunya acudirá el 21-S a votar unos parlamentarios que tendrán que elegir un Govern descabezado, no por la Justicia sino por Rajoy, según dicen su Vicepresidenta y “Virreina de Catalunya”, su “poncio” Millo y su monaguillo García Albiol. Carles Puigdemont fue elegido con los votos mayoritarios de los representantes del pueblo catalán, y sólo a los catalanes tocaba destituirlo, pero llegó ese M. Rajoy, desconocido en los “papeles de Bárcenas”, e interpretó como mejor le vino la Constitución, ese texto legal que en 1978 los fundadores del PP con Fraga al frente y Aznar de correveidile atacaron y votaron en contra. Ahora es el paraguas en el que el PP, su “hacendado” Ciudadanos, y el PSOE, ya sin la S de socialista ni la O de obrero, se amparan para seguir medrando y apoyando un estado corrompido desde la cabeza a los pies. La Constitución y la obsoleta Monarquía borbónica son los pilares del españolismo más rancio, y son intocables. Ni la Constitución se reforma ni la Monarquía se pone a referéndum.

Y Carles Puigdemont, licenciado en Filología Catalana y periodista, tuvo, junto con sus compañeros del Govern de Catalunya, la osadía de proclamar el 27 de Octubre la República Catalana. Una declaración que, en honor a la verdad, nunca tuvo efectos jurídicos, el texto de la proclamación nunca llegó a publicarse oficialmente. El mismo 27 de Octubre el BOE publico la destitución del President Puigdemont, de su Govern y el cierre del Parlament de Catalunya. Rajoy, con este acto, ganó unos cuantos votos en España, esa España que antes del 1-O ardientemente gritaba “a por ellos” a las puertas de los cuarteles de la Guardia Civil, esa España que recogió más de cuatro millones de firmas contra el Estatut de Catalunya, esa España que, como en el verso de Machado, lleva años helando el corazón de los catalanes con su incomprensión, y, en algunas ocasiones, odio sin motivo.

Ahora Carles Puigdemont está en Bélgica, exiliado, su abuelo materno Carles Casamajó, de quien le viene el nombre también tuvo que exiliarse en 1939 escapando de las tropas franquistas. Ahora su nieto, ha escogido el exilio para no ser encarcelado por los metafóricos nietos de aquel general golpista. Puigdemont en el exilio y Junqueras en la cárcel son el exponente de unas elecciones que en Catalunya se ven con recelo, han aparecido tarjetas censales en domicilios donde no conocen a los titulares, en algunos de los consulados de España en el exterior ha habido problemas para votar, y la Junta Electoral Central cada día nos sorprende con una nueva prohibición, en Catalunya se ha prohibido el color amarillo hasta en la iluminación del agua de las fuentes públicas.

Puigdemont apareció por sorpresa como candidato a la Presidencia de la Generalitat en enero de 2016 cuando Artur Mas, a requerimientos de la CUP tuvo que hacerse a un lado y dejar la candidatura al entonces alcalde de Girona, un independentista desde hace años, fue activista de la Crida a la Solidaritat y periodista en la prensa comarcal por lo que conoce bien el territorio y los problemas de Catalunya. Habla cinco idiomas, cosa extraña en los presidentes españoles, y es un amante de la música y el rock, no en vano fue bajista del grupo Zénit, y todavía en alguna ocasión especial y ante los amigos se atreve a tocar las cuatro cuerdas del bajo. El próximo 29 de Diciembre será su cumpleaños, también el mío, pero él lo pasará lejos de su familia, en Bélgica, desde donde junto con los Consellers que le acompañan en el exilio está haciendo un buen trabajo explicando al mundo qué clase de democracia existe en España, una democracia que encarcela por las ideas y que no conoce la palabra dialogo. Tal vez después del 21-D Puigdemont tenga que venir a Catalunya para ser, de nuevo, investido President, o él o Junqueras. La pregunta del millón es saber si los partidos unionistas respetaran el resultado de las votaciones si estas no les son propicias o tendremos que estar votando hasta que el resultado guste en Moncloa.

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