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“Con los reyes quienes gobiernan son las mujeres y con las reinas son los hombres los gobernantes” Duquesa de Borgoña

Leticia esclava de su imagen y aguijonazos electorales

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En tiempos revueltos conviene que quienes tienen funciones de Estado y todos aquellos que los acompañan, extremen la vigilancia de su comportamiento, eviten cometer actos u omisiones que pudieran ser mal interpretados por el pueblo y, sobre todo, procuren evitar hacer ostentación de los privilegios que su cargo les permite disfrutar. Como republicano de derechas tengo que admitir que, el rey Felipe VI, cumple con el protocolo que le corresponde, sabe mantenerse en su lugar y se limita a aquellas intervenciones que, su cargo de jefe del Estado español, le exigen. No obstante, no se puede decir lo mismo de su egregia esposa, la reina, que parece que todavía no ha encajado suficientemente lo que se le exige a la esposa del rey y lo que, ya ha tenido tiempo suficiente para asimilarlo, le está vedado a una reina para evitar poner en situaciones embarazosas a su real cónyuge, especialmente cuando sus deberes les exigen comparecencias públicas en las que, por el rango que ostentan, deben cuidar con suma exquisitez hasta el último detalle, tanto en lo referente a gestos y palabras que utilizan, como respecto al aspecto y la vestimenta usada para cada evento.


No hace mucho todas las revistas rosas del reino y, posiblemente, del extranjero, se hicieron eco del aspecto de la reina Leticia cuando compareció en público con un mini vestido de flecos que dejaba al descubierto una generosa porción de las piernas reales. A mi juicio, un atuendo poco indicado para ser utilizado por la reina de España que, sin que sea necesario que vista como monja de clausura, ni mucho menos, tiene medios y personas que le pudieran aconsejar la clase de modelos que corresponde llevar a quien representa a toda una nación. De todos es sabido, porque ha trascendido a todos los medios, el complicado carácter de doña Leticia y el mal genio que suele usar del que, al parecer, según le reconoció la princesa Leonor a una amiga, no se libra ni su marido el Rey. Ello no obsta para que se le exija comportarse como exige el protocolo de la Casa real.


Lo que pueda pasar en la Zarzuela no nos importa ni mucho ni poco, pero lo que forma parte de las competencias reales y de sus funciones de representatividad y de la imagen que la familia real está obligada a someter al juicio popular, ya es otra cosa que se sale de la intimidad de la vida privada de los reyes y entra en lo que tiene de público y notorio, propio de las obligaciones reales. Puede que la fama que tuvo don Alfonso XIII, al que se le atribuían escarceos secretos y furtivas visitas secretas, fuera motivo de comentarios en los mentideros de la corte; su majestad don Juan Carlos I, tampoco se libró de esta “leyenda negra” y tuvo que reconocer alguno de sus comportamientos impropios; no hemos tenido noticias de las posibles flaquezas del actual monarca, lo que nos congratula; sin embargo, este excesivo desparpajo de quien le acompaña en su vida pública y los gastos excesivos que parece que se le atribuyen a su esposa a la que ,una conocida revista especializada en cotilleos de la llamada “alta sociedad”, calcula que la reina de España gasta en vestir unos 130.000€ anuales; nos podría hacer pensar que doña Leticia se interesa demasiado en resaltar su persona, en epatar a otras princesas o reinas de familias reales del resto de Europa, cuando España está en una situación extremadamente delicada en la que, el porvenir del país está en cuestión y una parte importante del territorio nacional está en efervescencia debido al desafío de una parte de sus ciudadanos a la unidad de la nación española. Es obvio que se evite, en lo posible, llamar la atención aunque sea de una forma involuntaria. No olvidemos que los revoltosos incluyen en su proyecto la proclamación de una república que, por supuesto, dado su carácter de tiranía comunista, rechazamos de plano.


No son, como el mismo Felipe VI ha comprendido, momentos de dar carnaza a quienes están en contra de nuestra democracia y pretenden emanciparse de España o, como sucede con los comunistas y anarquistas que intentan establecer en nuestra nación un régimen autoritario, seudo-republicano de izquierdas, en el que las libertades del pueblo queden en entredicho y el bienestar, conseguido a costa de tantos sacrificios, en la cuerda floja, dependiendo de quienes sean los que ganen las elecciones catalanas; de si respetan la Constitución o no, y de la fuerza de la que dispongan, para enfrentarse al resto de la nación española.


Por otra parte, no podemos menos de denunciar el peligro que representa el señor Iceta y sus ocurrencias vertidas a lo largo de esta campaña electoral que se viene desarrollando en Cataluña, si es que no corrige la deriva en la que se ha metido con el único y proclamado objetivo de conseguir votos a cualquier precio para él y su partido el PSC. No sabemos el acuerdo que debe haber sellado con su jefe de filas, P.Sánchez, ni lo que viene ocultando bajo esta aparente bonhomía, campechanía y esporádicas ráfagas faranduleras que, en ocasiones, no puede ocultar; pero tenemos la impresión de que bajo esta costra en la que esconde sus verdaderos propósitos, existe un plan que para nada contempla la posibilidad de una alianza postelectoral con el PP y con Ciudadanos, si es que la suma de votos permitiera hacerla para poder gobernar la comunidad catalana.


Últimamente se ha lanzado a emular a sus adversarios independentistas, prometiendo el oro y el moro a los catalanes si lo votaran a él. Planes de 6.000 millones de euros; de una quita que propone para las CCAA más endeudadas, una propuesta pensada -es obvio- para Cataluña; postula una Hacienda federal con la que la Generalitat asuma "la recaudación y gestión -en consorcio con la Administración central del Estado, tal como dice el Estatut- de todos los impuestos" que se pagan en Catalunya; pide al Estado español que le perdone a Cataluña la mitad de los 52.000 millones de euros que le debe y, si llegara a gobernar Cataluña y los separatistas pendientes de juicios fueran condenados, sería partidario de pedir el indulto para ellos. Es evidente que piensa que, lo ocurrido con el golpe de Estado en contra de España y su Gobierno, las amenazas de reincidir de los candidatos que siguen intentando recuperar sus puestos anteriores, de los que fueron cesados por el 155, en lugar de ser sancionadas de acuerdo con su gravedad y evitar que el independentismo vuelva a resurgir de los nuevos comicios intente volver a las andadas, está más preocupado por buscar llegar a acuerdos con ellos, en esta ocasión con él como figura señera, en una reedición corregida y aumentada del famoso Tripartit del señor Montilla.


No nos extraña que el señor Rajoy esté echando el resto y, sus continuas visitas a Cataluña, confirman el nerviosismo que se ha instalado en Génova. La misma Inés Arrimadas, de C´s, en una entrevista en la Cope ha reconocido que ellos pensaron que el adelanto de las elecciones, después del 155, era la única forma posible de aprovechar el supuesto despiste del separatismo. Es posible que, para los intereses de Ciudadanos, que van consiguiendo avanzar en número de votos sea así pero, en cuanto al PP, cuyos resultados en Cataluña viene siendo cada vez más deficientes; la realidad lo que sucederá es que les van a suponer otro de los decepcionantes momentos que, desde el gran error de la destitución del señor Vidal Cuadras, se vienen repitiendo en cada consulta. Desde entonces el PP no consigue levantar cabeza y, en esta ocasión, todavía menos.


O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, es posible que los resultados de las elecciones autonómicas del día 21, lo único para que sirvan sea para crear una situación de más ingobernabilidad de Cataluña si, como parece que se está produciendo, los que formaron piña para enfrentar su campaña separatista, parece que están en un enfrentamiento claro entre ellos, como es el caso del señor Puigdemont y su antiguo socio el señor Junqueras, que han decidido desterrar el hacha de guerra y han comenzado su batalla particular, a vida o muerte, para ver quién de los dos se lleva el gato al agua; si es que, alguno de ellos, es capaz de deshacer el posible empate que, hasta ahora, parece que existe entre los tres partidos que parecen tener más posibilidades de vencer. Luego: a rezar.

Leticia esclava de su imagen y aguijonazos electorales

“Con los reyes quienes gobiernan son las mujeres y con las reinas son los hombres los gobernantes” Duquesa de Borgoña
Miguel Massanet
jueves, 14 de diciembre de 2017, 00:00 h (CET)

En tiempos revueltos conviene que quienes tienen funciones de Estado y todos aquellos que los acompañan, extremen la vigilancia de su comportamiento, eviten cometer actos u omisiones que pudieran ser mal interpretados por el pueblo y, sobre todo, procuren evitar hacer ostentación de los privilegios que su cargo les permite disfrutar. Como republicano de derechas tengo que admitir que, el rey Felipe VI, cumple con el protocolo que le corresponde, sabe mantenerse en su lugar y se limita a aquellas intervenciones que, su cargo de jefe del Estado español, le exigen. No obstante, no se puede decir lo mismo de su egregia esposa, la reina, que parece que todavía no ha encajado suficientemente lo que se le exige a la esposa del rey y lo que, ya ha tenido tiempo suficiente para asimilarlo, le está vedado a una reina para evitar poner en situaciones embarazosas a su real cónyuge, especialmente cuando sus deberes les exigen comparecencias públicas en las que, por el rango que ostentan, deben cuidar con suma exquisitez hasta el último detalle, tanto en lo referente a gestos y palabras que utilizan, como respecto al aspecto y la vestimenta usada para cada evento.


No hace mucho todas las revistas rosas del reino y, posiblemente, del extranjero, se hicieron eco del aspecto de la reina Leticia cuando compareció en público con un mini vestido de flecos que dejaba al descubierto una generosa porción de las piernas reales. A mi juicio, un atuendo poco indicado para ser utilizado por la reina de España que, sin que sea necesario que vista como monja de clausura, ni mucho menos, tiene medios y personas que le pudieran aconsejar la clase de modelos que corresponde llevar a quien representa a toda una nación. De todos es sabido, porque ha trascendido a todos los medios, el complicado carácter de doña Leticia y el mal genio que suele usar del que, al parecer, según le reconoció la princesa Leonor a una amiga, no se libra ni su marido el Rey. Ello no obsta para que se le exija comportarse como exige el protocolo de la Casa real.


Lo que pueda pasar en la Zarzuela no nos importa ni mucho ni poco, pero lo que forma parte de las competencias reales y de sus funciones de representatividad y de la imagen que la familia real está obligada a someter al juicio popular, ya es otra cosa que se sale de la intimidad de la vida privada de los reyes y entra en lo que tiene de público y notorio, propio de las obligaciones reales. Puede que la fama que tuvo don Alfonso XIII, al que se le atribuían escarceos secretos y furtivas visitas secretas, fuera motivo de comentarios en los mentideros de la corte; su majestad don Juan Carlos I, tampoco se libró de esta “leyenda negra” y tuvo que reconocer alguno de sus comportamientos impropios; no hemos tenido noticias de las posibles flaquezas del actual monarca, lo que nos congratula; sin embargo, este excesivo desparpajo de quien le acompaña en su vida pública y los gastos excesivos que parece que se le atribuyen a su esposa a la que ,una conocida revista especializada en cotilleos de la llamada “alta sociedad”, calcula que la reina de España gasta en vestir unos 130.000€ anuales; nos podría hacer pensar que doña Leticia se interesa demasiado en resaltar su persona, en epatar a otras princesas o reinas de familias reales del resto de Europa, cuando España está en una situación extremadamente delicada en la que, el porvenir del país está en cuestión y una parte importante del territorio nacional está en efervescencia debido al desafío de una parte de sus ciudadanos a la unidad de la nación española. Es obvio que se evite, en lo posible, llamar la atención aunque sea de una forma involuntaria. No olvidemos que los revoltosos incluyen en su proyecto la proclamación de una república que, por supuesto, dado su carácter de tiranía comunista, rechazamos de plano.


No son, como el mismo Felipe VI ha comprendido, momentos de dar carnaza a quienes están en contra de nuestra democracia y pretenden emanciparse de España o, como sucede con los comunistas y anarquistas que intentan establecer en nuestra nación un régimen autoritario, seudo-republicano de izquierdas, en el que las libertades del pueblo queden en entredicho y el bienestar, conseguido a costa de tantos sacrificios, en la cuerda floja, dependiendo de quienes sean los que ganen las elecciones catalanas; de si respetan la Constitución o no, y de la fuerza de la que dispongan, para enfrentarse al resto de la nación española.


Por otra parte, no podemos menos de denunciar el peligro que representa el señor Iceta y sus ocurrencias vertidas a lo largo de esta campaña electoral que se viene desarrollando en Cataluña, si es que no corrige la deriva en la que se ha metido con el único y proclamado objetivo de conseguir votos a cualquier precio para él y su partido el PSC. No sabemos el acuerdo que debe haber sellado con su jefe de filas, P.Sánchez, ni lo que viene ocultando bajo esta aparente bonhomía, campechanía y esporádicas ráfagas faranduleras que, en ocasiones, no puede ocultar; pero tenemos la impresión de que bajo esta costra en la que esconde sus verdaderos propósitos, existe un plan que para nada contempla la posibilidad de una alianza postelectoral con el PP y con Ciudadanos, si es que la suma de votos permitiera hacerla para poder gobernar la comunidad catalana.


Últimamente se ha lanzado a emular a sus adversarios independentistas, prometiendo el oro y el moro a los catalanes si lo votaran a él. Planes de 6.000 millones de euros; de una quita que propone para las CCAA más endeudadas, una propuesta pensada -es obvio- para Cataluña; postula una Hacienda federal con la que la Generalitat asuma "la recaudación y gestión -en consorcio con la Administración central del Estado, tal como dice el Estatut- de todos los impuestos" que se pagan en Catalunya; pide al Estado español que le perdone a Cataluña la mitad de los 52.000 millones de euros que le debe y, si llegara a gobernar Cataluña y los separatistas pendientes de juicios fueran condenados, sería partidario de pedir el indulto para ellos. Es evidente que piensa que, lo ocurrido con el golpe de Estado en contra de España y su Gobierno, las amenazas de reincidir de los candidatos que siguen intentando recuperar sus puestos anteriores, de los que fueron cesados por el 155, en lugar de ser sancionadas de acuerdo con su gravedad y evitar que el independentismo vuelva a resurgir de los nuevos comicios intente volver a las andadas, está más preocupado por buscar llegar a acuerdos con ellos, en esta ocasión con él como figura señera, en una reedición corregida y aumentada del famoso Tripartit del señor Montilla.


No nos extraña que el señor Rajoy esté echando el resto y, sus continuas visitas a Cataluña, confirman el nerviosismo que se ha instalado en Génova. La misma Inés Arrimadas, de C´s, en una entrevista en la Cope ha reconocido que ellos pensaron que el adelanto de las elecciones, después del 155, era la única forma posible de aprovechar el supuesto despiste del separatismo. Es posible que, para los intereses de Ciudadanos, que van consiguiendo avanzar en número de votos sea así pero, en cuanto al PP, cuyos resultados en Cataluña viene siendo cada vez más deficientes; la realidad lo que sucederá es que les van a suponer otro de los decepcionantes momentos que, desde el gran error de la destitución del señor Vidal Cuadras, se vienen repitiendo en cada consulta. Desde entonces el PP no consigue levantar cabeza y, en esta ocasión, todavía menos.


O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, es posible que los resultados de las elecciones autonómicas del día 21, lo único para que sirvan sea para crear una situación de más ingobernabilidad de Cataluña si, como parece que se está produciendo, los que formaron piña para enfrentar su campaña separatista, parece que están en un enfrentamiento claro entre ellos, como es el caso del señor Puigdemont y su antiguo socio el señor Junqueras, que han decidido desterrar el hacha de guerra y han comenzado su batalla particular, a vida o muerte, para ver quién de los dos se lleva el gato al agua; si es que, alguno de ellos, es capaz de deshacer el posible empate que, hasta ahora, parece que existe entre los tres partidos que parecen tener más posibilidades de vencer. Luego: a rezar.

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Pienso, y esto no deja de ser una opinión exclusivamente personal, que la literatura debe estar escrita siempre desde el foco de la ilusión y la esperanza. Son los esenciales avituallamientos para la creatividad. No digo ya que las novelas deban tener un matiz rosa y de amores platónicos que nos alejan de la realidad. Porque ante todo hay que tener presente el punto de unión entre la ficción y la realidad.

Estoy arrepintiéndome de votar, arrepintiéndome de leer páginas de opinión política en la prensa, arrepintiéndome de acudir a manifestaciones manipuladas, arrepintiéndome de ver noticiarios de televisión y, mucho más, tertulias generalistas con tertulianos mediocres.

El padre de la Constitución argentina, Juan Bautista Alberdi, en su obra "El Crimen de la Guerra"(1870), afirma: "No puede haber guerra justa, porque no hay guerra juiciosa. La guerra es la pérdida temporal del juicio". Asimismo, añade que "las guerras serán mas raras a medida que la responsabilidad por sus efectos se hagan sentir en todos los que las promueven y las invitan".

 
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