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El todo vale, el no me da la gana o el me rebelo contra la autoridad española, se han convertido en el leitmotiv del separatismo catalán. El anarquismo se impone

Los políticos catalanes optan por enfrentarse a la Justicia

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Es evidente que, todos aquellos que pensaron que, con las votaciones del día 21 de este mes de diciembre, el problema catalán tendría solución; deberán empezar a plantearse la posibilidad de que los resultados de dichos comicios no serán, ni mucho menos, los que sirvan para clarificar la situación en una comunidad en la que, como los delincuentes, se ha decidido por quienes la gobiernan marchar en contra de la legalidad en un intento de establecer diferencias con el Gobierno español; con el específico objetivo de ir avanzando hacia su objetivo primordial que, como se han cansado de decir los candidatos que concurren como elegibles, no es otro que el de lograr la independencia de Cataluña de aquel país con el que llevan cientos de años conviviendo, formando parte de él, prosperando y engrandeciéndose gracias a sus relaciones comerciales con el resto de la nación y al intercambio de ciudadanos con el resto de España, que tanto ha contribuido a la mezcla de culturas que tanto ha venido enriqueciendo a la nación española.


Lo peor es que, en el intento de superar los escollos que les impiden conseguir su ansiada independencia, están estableciendo, en Cataluña, un peligroso precedente que, tarde o temprano, van a tener que pagar, incluso en el imposible y utópico caso de que llegaran a constituirse en una nación independiente. En esta autonomía se está incurriendo en algo que no puede estar más lejos de la democracia y que, si no se le pone freno y se corta de tajo esta tendencia anarquista, se va a producir una situación de ingobernabilidad del país, completamente incompatible con un estado democrático y muy parecido a aquellos tipos de gobiernos populistas que pretenden dar voz a las masas que, como es natural, acaban rigiéndose por aquellos activistas que saben cómo manejarlas, para acabar cayendo en lo peor que le puede suceder a un país: la dictadura opresiva y acumulativa de poderes, en la que las libertades individuales son anuladas y, como sucede en la Venezuela del señor Maduro, la miseria, las restricciones y el caos económico que acaban por conducir a una nación a su decadencia y, llegado el momento, a la revolución del pueblo en contra de sus opresores.


El caso de los objetos de arte religioso depositados en el museo de Lérida pertenecientes al monasterio de Sijena ( Aragón) es la más clara y desagradable consecuencia de hasta dónde llega el sectarismo, fanatismo y locura de un nacionalismo artificialmente exaltado por una serie de políticos que anteponen sus propios intereses, sus carreras personales y sus ambiciones políticas a la conveniencia del pueblo catalán que, por de pronto, se ha fraccionado en dos bandos: el que sigue empeñado en justificar lo injustificable obsesionado por culpar al Estado español de todos los males reales e imaginarios de Cataluña y aquellos otros que huyen de semejantes historias de caballería, convencidos de que el camino marcado por el independentismo, tanto para Cataluña como para España, no tienen otro resultado que el empobrecimiento de la comunidad catalana, algo que, a pesar de las afirmaciones, intentos de justificación y pretendido optimismo con el que pretenden disimular los nacionalistas la marcha de casi 4.000 empresas catalanas, que ya han dado el primer paso cambiando de sede social y trasladándola a otras comunidades españoles (especialmente a Madrid y Valencia) no se puede negar el impacto que, tal desbandada de empresas (las más importantes de Cataluña, con dos bancos al frente, como es el caso de LaCaixa y el Banco de Sabadell) ya ha empezado a tener en el prestigio de Cataluña, aunque ahora, los sediciosos, pretendan minimizar los efectos de tal diáspora, hablando de que el efecto en la recaudación fiscal no ha sido muy importante.


Evidentemente que, la constante sangría de empresas que han optado por cambiar su sede social y siguen haciéndolo, sólo ha sido un primer paso para, a medida que vayan invirtiendo en otras partes de España, en las que tengan la seguridad de que no les vaya a suceder como en Cataluña, van a ir reduciendo su presencia en dicha región. Es obvio que el traslado de centros de producción no es una decisión que se pueda tomar en unos pocos días y se ha de planificar con tiempo antes de buscar otras ubicaciones apropiadas. Sin embargo, el establecer un nuevo domicilio fiscal (algo que algunas de las empresas que se han marchado ya lo han llevado a cabo) y, si sigue, como parece que va a ocurrir, el mantenimiento del enfrentamiento de los separatistas con el Estado español o ( miren el momento en que hacemos esta advertencia) los resultados de los comicios del 21 de diciembre dieran por resultado una victoria de las formaciones defensoras de la escisión de Cataluña de España, pueden ustedes apostar que lo que ha venido sucediendo desde el 1º de octubre pasado, respecto a la huida de empresas de la comunidad catalana, puede considerarse un mero anticipo de lo que sucedería cuando, las restantes que todavía quedan, decidieran poner tierra de por medio para evitar sufrir las consecuencias económicas, sociales, financieras y de todo orden, de permanecer en una país aislado de Europa, con fronteras con todos los países de su alrededor, con una deuda que sobrepasa los 80.000 millones de euros ( 52.000 al Estado español); calificado por todas las agencias de rating como de poco fiar y con la peor de las calificaciones para su deuda tratada de “bonos basura”; lo que garantizaría la imposibilidad del gobierno catalán (probablemente de izquierdas) de acudir a la financiación externa y su total aislamiento respecto a todas las naciones que ya han advertido, por activa y por pasiva, que no reconocerían a un estado, desgajado de España, sin posibilidad alguna de integrarse, como tal, en la CE.


La propia incertidumbre generada, no sólo entre los españoles, los que vivimos en Cataluña y los que no, y la que existe en toda Europa respecto al problema catalán, ha venido avalada por el caso particular del señor Puigdemónt, voluntariamente exiliado en Bruselas y que, gracias a la pasividad de las autoridades belgas, a la distinción con la que le tratan la policía y el resto de instituciones belgas, tiene patente de coso para atacar libremente a nuestro país, presumiendo de ser “el salvador” de una nación “oprimida” y, si se le escucha su verborrea indecente y cargada de maldades, sin una Justicia “justa” que actúa a “las órdenes” del Estado español. No dice, no obstante, que no se les persigue por su “ideología” sino que, como delincuentes comunes que son, como antiguos representantes del Estado español, como traidores a la patria, como secesionistas, malversadores de caudales públicos y prevaricadores, han sido los tribunales de justicia españoles, mucho más dignos y eficaces que los de un país conocido por haberse convertido en refugio de yihadistas, con una policía deficiente y unos establecimientos carcelarios unánimemente reconocidos, en toda la UE, como los peores de toda Europa; los que los han enjuiciado, investigado y acusado de unos delitos, cuya gravedad, en cualquier país miembro de la UE, ¿por qué no en Bélgica?, hacen que sean castigados con penas máximas de privación de libertad; ya no hablemos de las penas que se les aplicarían en cualquier otra nación de Oriente Medio u África.


La prueba del sectarismo de los nacionalistas, sin duda, la tenemos en la frivolidad con la que no les importa convertir las calles de Cataluña en el centro de sus actividades políticas, algo propio de los comunistas, como es el caso de Podemos o, en la misma Cataluña, del BenComú de la señora Colau, y la CUP de los anarquistas, actualmente los que vienen condicionando todos los actos de la Generalitat y del Parlamento catalán. El estar continuamente atacando a la Justicia española, el despreciar la acción de los jueces, el de acusar al Gobierno del Estado de manipular en la judicatura; el denostar a los fiscales por el solo hecho de cumplir con su obligación de perseguir los delitos o el poner en cuestión el encarcelamiento de aquellos que han pretendido, sin ocultarlo, dar un golpe de Estado para conseguir emanciparse de España, tendrá, sin duda alguna, unos graves efectos sobre el pueblo catalán que, acostumbrado a resolver todos los problemas chantajeando a los gobernantes con sus movimientos de masas en las calles, incitados desde sus propias máximas instituciones; han aprendido la táctica comunista de saltarse a las autoridades para ampararse en las muchedumbres ( raramente sensatas y generalmente manejables por activistas y especialistas en soliviantarlas) lo que, en el caso de que, los nuevos gobiernos que se sucedan en la Generalitat catalana ( ya no hablo de una utópica república catalana) iba a producir una grave merma de autoridad, siempre cuestionada por aquellos que saben cómo chantajearlos con la ocupación de los espacios públicos.


O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, tenemos el convencimiento de que, estos extremistas y sectarios, que se han hecho con el poder en Cataluña, van a tener su propia penitencia en aquello mismo que intentan que les ayude a hacerse con el poder en esta autonomía catalana. Han sembrado el desprecio por las leyes; han criticado la legalidad vigente; han influido en la rebelión del pueblo en contra de sus gobernantes; han demostrado cómo, los propios dirigentes elegidos según unas normas democráticas, son los primeros en infringirlas; han apoyado, en contra de las decisiones de los tribunales, a aquellos presuntos delincuentes que han sido legalmente y preventivamente encarcelados y, finalmente, se han desplazado en multitudes a Bélgica para ensalzar, vitorear, dar respaldo y defender a un prófugo, traidor a la patria, prevaricador y presuntamente malversador de caudales públicos; todo ello para justificar los delitos de los que está acusado, ante la comunidad europea. ¡Vaya un ejemplo de ciudadanos y de comportamiento de un país que presume de sensato! En realidad ¡provocan náuseas!

Los políticos catalanes optan por enfrentarse a la Justicia

El todo vale, el no me da la gana o el me rebelo contra la autoridad española, se han convertido en el leitmotiv del separatismo catalán. El anarquismo se impone
Miguel Massanet
martes, 12 de diciembre de 2017, 07:18 h (CET)

Es evidente que, todos aquellos que pensaron que, con las votaciones del día 21 de este mes de diciembre, el problema catalán tendría solución; deberán empezar a plantearse la posibilidad de que los resultados de dichos comicios no serán, ni mucho menos, los que sirvan para clarificar la situación en una comunidad en la que, como los delincuentes, se ha decidido por quienes la gobiernan marchar en contra de la legalidad en un intento de establecer diferencias con el Gobierno español; con el específico objetivo de ir avanzando hacia su objetivo primordial que, como se han cansado de decir los candidatos que concurren como elegibles, no es otro que el de lograr la independencia de Cataluña de aquel país con el que llevan cientos de años conviviendo, formando parte de él, prosperando y engrandeciéndose gracias a sus relaciones comerciales con el resto de la nación y al intercambio de ciudadanos con el resto de España, que tanto ha contribuido a la mezcla de culturas que tanto ha venido enriqueciendo a la nación española.


Lo peor es que, en el intento de superar los escollos que les impiden conseguir su ansiada independencia, están estableciendo, en Cataluña, un peligroso precedente que, tarde o temprano, van a tener que pagar, incluso en el imposible y utópico caso de que llegaran a constituirse en una nación independiente. En esta autonomía se está incurriendo en algo que no puede estar más lejos de la democracia y que, si no se le pone freno y se corta de tajo esta tendencia anarquista, se va a producir una situación de ingobernabilidad del país, completamente incompatible con un estado democrático y muy parecido a aquellos tipos de gobiernos populistas que pretenden dar voz a las masas que, como es natural, acaban rigiéndose por aquellos activistas que saben cómo manejarlas, para acabar cayendo en lo peor que le puede suceder a un país: la dictadura opresiva y acumulativa de poderes, en la que las libertades individuales son anuladas y, como sucede en la Venezuela del señor Maduro, la miseria, las restricciones y el caos económico que acaban por conducir a una nación a su decadencia y, llegado el momento, a la revolución del pueblo en contra de sus opresores.


El caso de los objetos de arte religioso depositados en el museo de Lérida pertenecientes al monasterio de Sijena ( Aragón) es la más clara y desagradable consecuencia de hasta dónde llega el sectarismo, fanatismo y locura de un nacionalismo artificialmente exaltado por una serie de políticos que anteponen sus propios intereses, sus carreras personales y sus ambiciones políticas a la conveniencia del pueblo catalán que, por de pronto, se ha fraccionado en dos bandos: el que sigue empeñado en justificar lo injustificable obsesionado por culpar al Estado español de todos los males reales e imaginarios de Cataluña y aquellos otros que huyen de semejantes historias de caballería, convencidos de que el camino marcado por el independentismo, tanto para Cataluña como para España, no tienen otro resultado que el empobrecimiento de la comunidad catalana, algo que, a pesar de las afirmaciones, intentos de justificación y pretendido optimismo con el que pretenden disimular los nacionalistas la marcha de casi 4.000 empresas catalanas, que ya han dado el primer paso cambiando de sede social y trasladándola a otras comunidades españoles (especialmente a Madrid y Valencia) no se puede negar el impacto que, tal desbandada de empresas (las más importantes de Cataluña, con dos bancos al frente, como es el caso de LaCaixa y el Banco de Sabadell) ya ha empezado a tener en el prestigio de Cataluña, aunque ahora, los sediciosos, pretendan minimizar los efectos de tal diáspora, hablando de que el efecto en la recaudación fiscal no ha sido muy importante.


Evidentemente que, la constante sangría de empresas que han optado por cambiar su sede social y siguen haciéndolo, sólo ha sido un primer paso para, a medida que vayan invirtiendo en otras partes de España, en las que tengan la seguridad de que no les vaya a suceder como en Cataluña, van a ir reduciendo su presencia en dicha región. Es obvio que el traslado de centros de producción no es una decisión que se pueda tomar en unos pocos días y se ha de planificar con tiempo antes de buscar otras ubicaciones apropiadas. Sin embargo, el establecer un nuevo domicilio fiscal (algo que algunas de las empresas que se han marchado ya lo han llevado a cabo) y, si sigue, como parece que va a ocurrir, el mantenimiento del enfrentamiento de los separatistas con el Estado español o ( miren el momento en que hacemos esta advertencia) los resultados de los comicios del 21 de diciembre dieran por resultado una victoria de las formaciones defensoras de la escisión de Cataluña de España, pueden ustedes apostar que lo que ha venido sucediendo desde el 1º de octubre pasado, respecto a la huida de empresas de la comunidad catalana, puede considerarse un mero anticipo de lo que sucedería cuando, las restantes que todavía quedan, decidieran poner tierra de por medio para evitar sufrir las consecuencias económicas, sociales, financieras y de todo orden, de permanecer en una país aislado de Europa, con fronteras con todos los países de su alrededor, con una deuda que sobrepasa los 80.000 millones de euros ( 52.000 al Estado español); calificado por todas las agencias de rating como de poco fiar y con la peor de las calificaciones para su deuda tratada de “bonos basura”; lo que garantizaría la imposibilidad del gobierno catalán (probablemente de izquierdas) de acudir a la financiación externa y su total aislamiento respecto a todas las naciones que ya han advertido, por activa y por pasiva, que no reconocerían a un estado, desgajado de España, sin posibilidad alguna de integrarse, como tal, en la CE.


La propia incertidumbre generada, no sólo entre los españoles, los que vivimos en Cataluña y los que no, y la que existe en toda Europa respecto al problema catalán, ha venido avalada por el caso particular del señor Puigdemónt, voluntariamente exiliado en Bruselas y que, gracias a la pasividad de las autoridades belgas, a la distinción con la que le tratan la policía y el resto de instituciones belgas, tiene patente de coso para atacar libremente a nuestro país, presumiendo de ser “el salvador” de una nación “oprimida” y, si se le escucha su verborrea indecente y cargada de maldades, sin una Justicia “justa” que actúa a “las órdenes” del Estado español. No dice, no obstante, que no se les persigue por su “ideología” sino que, como delincuentes comunes que son, como antiguos representantes del Estado español, como traidores a la patria, como secesionistas, malversadores de caudales públicos y prevaricadores, han sido los tribunales de justicia españoles, mucho más dignos y eficaces que los de un país conocido por haberse convertido en refugio de yihadistas, con una policía deficiente y unos establecimientos carcelarios unánimemente reconocidos, en toda la UE, como los peores de toda Europa; los que los han enjuiciado, investigado y acusado de unos delitos, cuya gravedad, en cualquier país miembro de la UE, ¿por qué no en Bélgica?, hacen que sean castigados con penas máximas de privación de libertad; ya no hablemos de las penas que se les aplicarían en cualquier otra nación de Oriente Medio u África.


La prueba del sectarismo de los nacionalistas, sin duda, la tenemos en la frivolidad con la que no les importa convertir las calles de Cataluña en el centro de sus actividades políticas, algo propio de los comunistas, como es el caso de Podemos o, en la misma Cataluña, del BenComú de la señora Colau, y la CUP de los anarquistas, actualmente los que vienen condicionando todos los actos de la Generalitat y del Parlamento catalán. El estar continuamente atacando a la Justicia española, el despreciar la acción de los jueces, el de acusar al Gobierno del Estado de manipular en la judicatura; el denostar a los fiscales por el solo hecho de cumplir con su obligación de perseguir los delitos o el poner en cuestión el encarcelamiento de aquellos que han pretendido, sin ocultarlo, dar un golpe de Estado para conseguir emanciparse de España, tendrá, sin duda alguna, unos graves efectos sobre el pueblo catalán que, acostumbrado a resolver todos los problemas chantajeando a los gobernantes con sus movimientos de masas en las calles, incitados desde sus propias máximas instituciones; han aprendido la táctica comunista de saltarse a las autoridades para ampararse en las muchedumbres ( raramente sensatas y generalmente manejables por activistas y especialistas en soliviantarlas) lo que, en el caso de que, los nuevos gobiernos que se sucedan en la Generalitat catalana ( ya no hablo de una utópica república catalana) iba a producir una grave merma de autoridad, siempre cuestionada por aquellos que saben cómo chantajearlos con la ocupación de los espacios públicos.


O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, tenemos el convencimiento de que, estos extremistas y sectarios, que se han hecho con el poder en Cataluña, van a tener su propia penitencia en aquello mismo que intentan que les ayude a hacerse con el poder en esta autonomía catalana. Han sembrado el desprecio por las leyes; han criticado la legalidad vigente; han influido en la rebelión del pueblo en contra de sus gobernantes; han demostrado cómo, los propios dirigentes elegidos según unas normas democráticas, son los primeros en infringirlas; han apoyado, en contra de las decisiones de los tribunales, a aquellos presuntos delincuentes que han sido legalmente y preventivamente encarcelados y, finalmente, se han desplazado en multitudes a Bélgica para ensalzar, vitorear, dar respaldo y defender a un prófugo, traidor a la patria, prevaricador y presuntamente malversador de caudales públicos; todo ello para justificar los delitos de los que está acusado, ante la comunidad europea. ¡Vaya un ejemplo de ciudadanos y de comportamiento de un país que presume de sensato! En realidad ¡provocan náuseas!

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Al fin, el sistema educativo (aunque fundamentalmente lo es, o habría de serlo, de enseñanza-aprendizaje) está dentro de una dinámica social y en su transcurrir diario forja futuros ciudadanos con base en unos valores imperantes de los que es complicado sustraerse. Desde el XIX hasta nuestros días dichos valores han estado muy influenciados por la evolución de la ética económico-laboral, a la que Jorge Dioni López se refería afinadamente en un artículo.

Acaba de fallecer Joe Lieberman, con 82 años, senador estadounidense por Connecticut durante cuatro mandatos antes de ser compañero de Al Gore en el año 2000. Desde que se retiró en 2013 retomó su desempeño en la abogacía en American Enterprise Institute y se encontraba estrechamente vinculado al grupo político No Label (https://www.nolabels.org/ ) y que se ha destacado por impulsar políticas independientes y centristas.

Me he criado en una familia religiosa, sin llegar a ser beata, que ha vivido muy de cerca la festividad del Jueves Santo desde siempre. Mis padres se casaron en Santo Domingo, hemos vivido en el pasillo del mismo nombre, pusimos nuestro matrimonio a los pies de la Virgen de la Esperanza, de la que soy hermano, y he llevado su trono durante 25 años.

 
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