Siglo XXI. Diario digital independiente, plural y abierto. Noticias y opinión
Viajes y Lugares Tienda Siglo XXI Grupo Siglo XXI
21º ANIVERSARIO
Fundado en noviembre de 2003
Opinión
Etiquetas | La buena noticia
El día de la Inmaculada del año 1970 se caracterizó por la tormenta de granizo que inundó las calles de Málaga y la hizo intransitable

Hace cuarenta y siete años

|

En esta ciudad no estamos acostumbrados a esas inclemencias meteorológicas. Aquél día había amanecido con un sol radiante y una sensación de frío bastante notable. Como fiesta importante las gentes se echaron a las calles en busca de los bares del centro, las ventas de los montes y del Puerto de la Torre.

A eso de las doce de la mañana se puso el cielo negro e, inesperadamente, cayo una granizada que atoró las “madreviejas” y dejó una capa blanca en las calles malacitanas. La situación se puso complicada porque en esta ciudad de sol y buen tiempo no estamos preparados para asumir esas contingencias y se armó el pitote.

En mi caso el tema era más grave. Esa tarde me casaba. Tenía previstas todas las contingencias, menos aquella especie de nevada que se nos vino encima inesperadamente. A las cuatro parecía que el problema se iba reduciendo y volvió a salir el sol de forma radiante.

Mi madre, que era la madrina de mi boda, se terminó de colocar la peineta, que soportaba una mantilla de blonda, vistió sus mejores galas estrenadas para lo ocasión y nos aprestamos a acudir a la Iglesia del Sagrado Corazón donde se celebraba la boda a las seis de la tarde. Se cogió de mi brazo con cuidado de no arrugarme el terno de media gala que yo lucía para la ocasión y cruzó el portal de mi casa hacia mi R-8 engalanado a modo, que conducía un familiar.

En la misma puerta se resbaló sin hacerse daño, pero dejando la mantilla y la peineta de aquella manera y entró en el coche de bruces. Sin más incidencias llegamos al templo. La novia, mi Ani, apareció a las seis y diez. Para entonces todo había cambiado. El granizo había acabado en agua. Ahora llovía a cantaros sobre todos los que acudían a la boda. Mis familiares de Jaén que venían andando desde Casa Curro, llegaron despeinados, con la ropa empapada y convertida en un guiñapo. La novia no se mojó porque Jorge Denis, que la llevaba en su Mercedes azul marino, lo subió hasta el segundo escalón de la Iglesia y la puso a salvo.

Sin más incidencias se inició la ceremonia. Miento, en mitad del “paseíllo” hacia el altar se fue la luz por completo. Con un talento innegable, propio de MacGuiver, Jorge encendió los faros del coche e alumbró el pasillo central. Mientras, Félix Gaspar, que estaba de monaguillo, arrimo cuantas velas pudo encontrar e iluminó el altar de una forma preciosa. Efectivamente, nos casamos a dos velas.

Lo que sigue dura ya 47 años. Ocho hijos, diecisiete nietos y un tercio del de dieciocho. Una vida feliz y complicada, De luces y sombras. De alegrías y tristezas. Pero siempre mucho más de lo primero que de lo segundo. Se nos han ido yendo los mayores de nuestro entorno y viniendo jóvenes y niños que han llenado por completo nuestra vida.

¿El secreto? Respeto, libertad y proyectos propios que se unen en uno común. Aceptar lo que no nos gusta del otro o la otra. Mucha agua y mucho ajo. El problema de las familias actuales se fundamenta en que no aguantan nada. A la primera de cambio tiran por la calle de en medio y no llegan a disfrutar de la mejor parte del matrimonio: Envejecer juntos.

Esta es mi buena noticia de hoy. Que felizmente podemos contar aquello que nos pasó hace cuarenta y siete años. Ha llovido, ha tronado, han caído granizadas, desatado vendavales y estallado rayos a nuestro alrededor, pero hemos sabido poner al mal tiempo buena cara y tirar para adelante. Lo mismo que aquel día de la Inmaculada de 1970. “Siempre que ha llovío, ha escampío”.

Hace cuarenta y siete años

El día de la Inmaculada del año 1970 se caracterizó por la tormenta de granizo que inundó las calles de Málaga y la hizo intransitable
Manuel Montes Cleries
lunes, 11 de diciembre de 2017, 08:04 h (CET)
En esta ciudad no estamos acostumbrados a esas inclemencias meteorológicas. Aquél día había amanecido con un sol radiante y una sensación de frío bastante notable. Como fiesta importante las gentes se echaron a las calles en busca de los bares del centro, las ventas de los montes y del Puerto de la Torre.

A eso de las doce de la mañana se puso el cielo negro e, inesperadamente, cayo una granizada que atoró las “madreviejas” y dejó una capa blanca en las calles malacitanas. La situación se puso complicada porque en esta ciudad de sol y buen tiempo no estamos preparados para asumir esas contingencias y se armó el pitote.

En mi caso el tema era más grave. Esa tarde me casaba. Tenía previstas todas las contingencias, menos aquella especie de nevada que se nos vino encima inesperadamente. A las cuatro parecía que el problema se iba reduciendo y volvió a salir el sol de forma radiante.

Mi madre, que era la madrina de mi boda, se terminó de colocar la peineta, que soportaba una mantilla de blonda, vistió sus mejores galas estrenadas para lo ocasión y nos aprestamos a acudir a la Iglesia del Sagrado Corazón donde se celebraba la boda a las seis de la tarde. Se cogió de mi brazo con cuidado de no arrugarme el terno de media gala que yo lucía para la ocasión y cruzó el portal de mi casa hacia mi R-8 engalanado a modo, que conducía un familiar.

En la misma puerta se resbaló sin hacerse daño, pero dejando la mantilla y la peineta de aquella manera y entró en el coche de bruces. Sin más incidencias llegamos al templo. La novia, mi Ani, apareció a las seis y diez. Para entonces todo había cambiado. El granizo había acabado en agua. Ahora llovía a cantaros sobre todos los que acudían a la boda. Mis familiares de Jaén que venían andando desde Casa Curro, llegaron despeinados, con la ropa empapada y convertida en un guiñapo. La novia no se mojó porque Jorge Denis, que la llevaba en su Mercedes azul marino, lo subió hasta el segundo escalón de la Iglesia y la puso a salvo.

Sin más incidencias se inició la ceremonia. Miento, en mitad del “paseíllo” hacia el altar se fue la luz por completo. Con un talento innegable, propio de MacGuiver, Jorge encendió los faros del coche e alumbró el pasillo central. Mientras, Félix Gaspar, que estaba de monaguillo, arrimo cuantas velas pudo encontrar e iluminó el altar de una forma preciosa. Efectivamente, nos casamos a dos velas.

Lo que sigue dura ya 47 años. Ocho hijos, diecisiete nietos y un tercio del de dieciocho. Una vida feliz y complicada, De luces y sombras. De alegrías y tristezas. Pero siempre mucho más de lo primero que de lo segundo. Se nos han ido yendo los mayores de nuestro entorno y viniendo jóvenes y niños que han llenado por completo nuestra vida.

¿El secreto? Respeto, libertad y proyectos propios que se unen en uno común. Aceptar lo que no nos gusta del otro o la otra. Mucha agua y mucho ajo. El problema de las familias actuales se fundamenta en que no aguantan nada. A la primera de cambio tiran por la calle de en medio y no llegan a disfrutar de la mejor parte del matrimonio: Envejecer juntos.

Esta es mi buena noticia de hoy. Que felizmente podemos contar aquello que nos pasó hace cuarenta y siete años. Ha llovido, ha tronado, han caído granizadas, desatado vendavales y estallado rayos a nuestro alrededor, pero hemos sabido poner al mal tiempo buena cara y tirar para adelante. Lo mismo que aquel día de la Inmaculada de 1970. “Siempre que ha llovío, ha escampío”.

Noticias relacionadas

Alberga la voz protocolo acepciones varias. La cuarta de ellas, siguiendo al DRAE, define esta palabra como ”secuencia detallada de un proceso de actuación científica, técnica, médica, etc.”. Al parecer, todo protocolo supone una garantía para evitar decisiones improvisadas en los distintos ámbitos y tranquilizar, de paso, a los destinatarios de la actuación, que pueden ser los miembros de un colectivo concreto o, en algunos casos, toda la población.

Si algo nos va quedando claro, es la enorme complicación de la cual formamos parte activa. El cielo nos plantea retos de altura si queremos ser consecuentes y la materia resulta muy superficial, la mayor parte es indetectable en el Universo como materia oscura. Las energías y las condensaciones nos traen de cabeza, hasta el punto de que avanzamos sin avanzar, de ver sin ver, o muchas situaciones similares.

Hoy comienzan las elecciones en la India. Están habilitados para votar más de 960 millones de habitantes en comicios de formato singular que van a durar 44 días. El país encarna la mayor democracia del mundo y, a diferencia de lo que suele acontecer en occidente, se espera un incremento del número de ciudadanos que acudan a las urnas.

 
Quiénes somos  |   Sobre nosotros  |   Contacto  |   Aviso legal  |   Suscríbete a nuestra RSS Síguenos en Linkedin Síguenos en Facebook Síguenos en Twitter   |  
© Diario Siglo XXI. Periódico digital independiente, plural y abierto | Director: Guillermo Peris Peris
© Diario Siglo XXI. Periódico digital independiente, plural y abierto