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No tratándose de tarea imposible, tal parece; circulamos cargados de mucho material inconveniente

Quitar lastre

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Lo que comienza como simples adherencias foráneas, acaba por convertirse en un lastre pelmazo e indeseado del que cuesta desprenderse; más aún, promueven demasiados comportamientos sin responsabilidad, centrados en exclusiva en esas adherencias. Suelen ser influencias introducidas de manera solapada, como cuestiones intrascendentes. Un gesto, una frase, repetidos adecuadamente; sin la mención de los intereses subyacentes, claro. El desliz sobreviene cuando pensamos en tales ADHERENCIAS como elementos básicos de nuestras maneras de pensar y, sobre todo, modelando los comportamientos; contaminan así las decisiones, confunden los criterios y las responsabilidades.

En el ámbito inquietante de las CONSIGNAS, variado, pero un tanto perverso. Quizá todas comportan un componente cierto de enajenación, en cuanto pretenden transplantar a los demás las ideas propias, y esa es mucha pretensión. La marabunta de ramificaciones irrespetuosas con los demás gira en torno a la imbecilidad de quienes no se enteran, de las maquinaciones maliciosas y de las complicidades de mucha gente que quiere pasar inadvertida. Los movimientos multitudinarios no son proclives a las demostraciones, si acaso el poco discernimiento, con individuos que dilapidan su dignidad a base de sus múltiples renuncias, como meras coletillas de aquellas consignas proferidas con aires rumbosos.

Si hablamos del PENSAMIENTO propio con rasgos de una cierta autenticidad independiente, corren tiempos de un aturdimiento muy extendido por la acumulación de influencias externas, a veces agresivas e inclementes. Cobra actualidad la escultura “El pensador” de Rodin, por el fiel reflejo de la actitud de quien está pensando. Por tratarse de una actividad practicada en cuentagotas, ¿encaminada a la desaparición? Por constituir toda una invitación a escapar de los ambientes actuales. No vaya a caernos encima el ejemplo de una encuesta escolar, el niño interrogado respondió que la escultura representaba el dolor de cabeza. La contaminación llega a hacer desaparecer el verdadero pensamiento.

Los GRADOS de la intoxicación reflejan múltiples escalones. El más sencillo pasa desapercibido por su escasa entidad, por la débil capacidad intelectual de los afectados, por la mínima atención prestada a los eventos cotidianos o por la estúpida adaptación a los criterios circundantes. Después sobrevienen otros mecanismos, como la complicidad con los agentes tóxicos o la irresponsabilidad de no contar con las consecuencias de las conductas diseñadas. El variado panorama social ofrece ejemplos adobados con los matices más peculiares y en todas las geografías, pese a los disimulos organizados. Con abrir los ojos, observamos que los mensajes tendenciosos expresan bien sus deficiencias.

A pesar de los rasgos democráticos introducidos en las relaciones sociales, asombra la necedad de la tolerancia con la que dejamos desenvolverse a los ILUMINADOS de caletres poco consistentes, pero con su gran osadía intempestiva a la hora de planear sobre las masas de gente desprevenida y acomodaticia. Desde Cataluña a las columnas de Hercules y en todos los horizontes, parece desarrollarse una competencia inusitada para ver quien miente mejor. Ejercen a base de disparates morrocotudos bien ostensibles, por lo que destaca la dejadez operativa de quienes ceden ante los embaucadores. La coraza de tantos falsos iluminados se convierte en un lastre plagado de inconvenientes.

Cuando disponemos de los mejores medios para aproximarnos al conocimiento, al menos como nunca los tuvimos con anterioridad; el predominio de la RUMOROLOGÍA, sobre a las confirmaciones fidedignas, caracteriza las expresiones usuales en amplios sectores de la sociedad. Los intentos de intensificar las comprobaciones, quedan arrumbados por el jolgorio de poco o nulo fundamento. Tertulias habituales, la plaga de anónimos circulando por las redes, titulares o imágenes sensacionalistas, contribuyen a la falsificación de las experiencias. Impresiona la difusión de semejantes ligerezas en los círculos dedicados a cuestiones de importancia, la enjundia de las afirmaciones se desmorona.

Siempre me resultó chocante esa reiterada cantilena de la igualdad; nunca queda claro si hace referencia a los orígenes o los finales, o quién sabe qué aspectos toman en cuenta, porque la igualdad permanece muy escondida. El manejo de ese concepto IGUALITARIO conduce a los peores desatinos. Primero, porque la vida es una diversidad descollante en todos sus ámbitos. Pero, en segundo lugar, allí se alardea de igualitarismo, donde se pretende implantarlo, están activadas las posiciones de fuerza indeseadas. Y todavía un tercer apunte, el engaño subsiste pese a la acumulación de empeños furibundos. Tampoco los buenismos lo solucionan, están descentrados, su candidez no parece apropiada a este mundo.

Bien está el arrimo de uno a sus creencias, al fin constituyen el bagaje acumulado desde las experiencias previas; sin ellas, el individuo aparecería vacio, como si no hubiera existido. Otra cosa será si ese bagaje le sirvió para una vida satisfactoria o le provocó impedimentos. En todo caso, situadas en su justo punto, esas creencias son una aportación personal. Cuando exageramos su consistencia, intentamos acogotar a los demás, originamos toda la estirpe de los DOCTRINARIOS, de asombrosas, nocivas e injustificadas acciones, añadidas como un lastre al resto de las personas; en la política, religión, la educación, diversiones, economía, enturbiando los funcionamientos.

Los componentes no deseados adheridos a cada comportamiento, conviene aclararlo, no serán deseados por el gran número de personas a las cuales perjudican; sin embargo, interesan a determinados sujetos que los tergiversan, aprovechándose del lastre. Favorecen por lo tanto la propagación de tales inconvenientes; utilizan la estupidez de muchos de los afectados, que lejos de oponerse, colaboran con las tropelías.

Observamos el grupo de los divulgadores DESBOCADOS por los diferentes sectores de la comunicación. Sobre todo, propalando noticias sin la confirmación analítica adecuada, desdeñando las posibles equivocaciones o inquietudes ocasionadas. Desbarran en asuntos de todo tipo, sentimentales, legales, sucesos, hasta en deportes, sanidad u orientaciones científicas. Y lo que es peor, esa ligereza plegada a intereses mezquinos.

También es cierto que, en los ámbitos de la tan cacareada postverdad, resulta complicada la referencia concreta de cuanto ocurre, cada individuo circula con sus verdades subjetivas, sin la menor intención de debatirlas, estudiarlas o simplemente ser prudente. El lastre de la IMPERTINENCIA ocupa muchas capas de las relaciones sociales. Son añadidos pringosos, difíciles de eliminar. El pluralismo pierde sentido cuando no practicamos con los razonamientos consistentes.

Quitar lastre

No tratándose de tarea imposible, tal parece; circulamos cargados de mucho material inconveniente
Rafael Pérez Ortolá
viernes, 8 de diciembre de 2017, 09:49 h (CET)
Lo que comienza como simples adherencias foráneas, acaba por convertirse en un lastre pelmazo e indeseado del que cuesta desprenderse; más aún, promueven demasiados comportamientos sin responsabilidad, centrados en exclusiva en esas adherencias. Suelen ser influencias introducidas de manera solapada, como cuestiones intrascendentes. Un gesto, una frase, repetidos adecuadamente; sin la mención de los intereses subyacentes, claro. El desliz sobreviene cuando pensamos en tales ADHERENCIAS como elementos básicos de nuestras maneras de pensar y, sobre todo, modelando los comportamientos; contaminan así las decisiones, confunden los criterios y las responsabilidades.

En el ámbito inquietante de las CONSIGNAS, variado, pero un tanto perverso. Quizá todas comportan un componente cierto de enajenación, en cuanto pretenden transplantar a los demás las ideas propias, y esa es mucha pretensión. La marabunta de ramificaciones irrespetuosas con los demás gira en torno a la imbecilidad de quienes no se enteran, de las maquinaciones maliciosas y de las complicidades de mucha gente que quiere pasar inadvertida. Los movimientos multitudinarios no son proclives a las demostraciones, si acaso el poco discernimiento, con individuos que dilapidan su dignidad a base de sus múltiples renuncias, como meras coletillas de aquellas consignas proferidas con aires rumbosos.

Si hablamos del PENSAMIENTO propio con rasgos de una cierta autenticidad independiente, corren tiempos de un aturdimiento muy extendido por la acumulación de influencias externas, a veces agresivas e inclementes. Cobra actualidad la escultura “El pensador” de Rodin, por el fiel reflejo de la actitud de quien está pensando. Por tratarse de una actividad practicada en cuentagotas, ¿encaminada a la desaparición? Por constituir toda una invitación a escapar de los ambientes actuales. No vaya a caernos encima el ejemplo de una encuesta escolar, el niño interrogado respondió que la escultura representaba el dolor de cabeza. La contaminación llega a hacer desaparecer el verdadero pensamiento.

Los GRADOS de la intoxicación reflejan múltiples escalones. El más sencillo pasa desapercibido por su escasa entidad, por la débil capacidad intelectual de los afectados, por la mínima atención prestada a los eventos cotidianos o por la estúpida adaptación a los criterios circundantes. Después sobrevienen otros mecanismos, como la complicidad con los agentes tóxicos o la irresponsabilidad de no contar con las consecuencias de las conductas diseñadas. El variado panorama social ofrece ejemplos adobados con los matices más peculiares y en todas las geografías, pese a los disimulos organizados. Con abrir los ojos, observamos que los mensajes tendenciosos expresan bien sus deficiencias.

A pesar de los rasgos democráticos introducidos en las relaciones sociales, asombra la necedad de la tolerancia con la que dejamos desenvolverse a los ILUMINADOS de caletres poco consistentes, pero con su gran osadía intempestiva a la hora de planear sobre las masas de gente desprevenida y acomodaticia. Desde Cataluña a las columnas de Hercules y en todos los horizontes, parece desarrollarse una competencia inusitada para ver quien miente mejor. Ejercen a base de disparates morrocotudos bien ostensibles, por lo que destaca la dejadez operativa de quienes ceden ante los embaucadores. La coraza de tantos falsos iluminados se convierte en un lastre plagado de inconvenientes.

Cuando disponemos de los mejores medios para aproximarnos al conocimiento, al menos como nunca los tuvimos con anterioridad; el predominio de la RUMOROLOGÍA, sobre a las confirmaciones fidedignas, caracteriza las expresiones usuales en amplios sectores de la sociedad. Los intentos de intensificar las comprobaciones, quedan arrumbados por el jolgorio de poco o nulo fundamento. Tertulias habituales, la plaga de anónimos circulando por las redes, titulares o imágenes sensacionalistas, contribuyen a la falsificación de las experiencias. Impresiona la difusión de semejantes ligerezas en los círculos dedicados a cuestiones de importancia, la enjundia de las afirmaciones se desmorona.

Siempre me resultó chocante esa reiterada cantilena de la igualdad; nunca queda claro si hace referencia a los orígenes o los finales, o quién sabe qué aspectos toman en cuenta, porque la igualdad permanece muy escondida. El manejo de ese concepto IGUALITARIO conduce a los peores desatinos. Primero, porque la vida es una diversidad descollante en todos sus ámbitos. Pero, en segundo lugar, allí se alardea de igualitarismo, donde se pretende implantarlo, están activadas las posiciones de fuerza indeseadas. Y todavía un tercer apunte, el engaño subsiste pese a la acumulación de empeños furibundos. Tampoco los buenismos lo solucionan, están descentrados, su candidez no parece apropiada a este mundo.

Bien está el arrimo de uno a sus creencias, al fin constituyen el bagaje acumulado desde las experiencias previas; sin ellas, el individuo aparecería vacio, como si no hubiera existido. Otra cosa será si ese bagaje le sirvió para una vida satisfactoria o le provocó impedimentos. En todo caso, situadas en su justo punto, esas creencias son una aportación personal. Cuando exageramos su consistencia, intentamos acogotar a los demás, originamos toda la estirpe de los DOCTRINARIOS, de asombrosas, nocivas e injustificadas acciones, añadidas como un lastre al resto de las personas; en la política, religión, la educación, diversiones, economía, enturbiando los funcionamientos.

Los componentes no deseados adheridos a cada comportamiento, conviene aclararlo, no serán deseados por el gran número de personas a las cuales perjudican; sin embargo, interesan a determinados sujetos que los tergiversan, aprovechándose del lastre. Favorecen por lo tanto la propagación de tales inconvenientes; utilizan la estupidez de muchos de los afectados, que lejos de oponerse, colaboran con las tropelías.

Observamos el grupo de los divulgadores DESBOCADOS por los diferentes sectores de la comunicación. Sobre todo, propalando noticias sin la confirmación analítica adecuada, desdeñando las posibles equivocaciones o inquietudes ocasionadas. Desbarran en asuntos de todo tipo, sentimentales, legales, sucesos, hasta en deportes, sanidad u orientaciones científicas. Y lo que es peor, esa ligereza plegada a intereses mezquinos.

También es cierto que, en los ámbitos de la tan cacareada postverdad, resulta complicada la referencia concreta de cuanto ocurre, cada individuo circula con sus verdades subjetivas, sin la menor intención de debatirlas, estudiarlas o simplemente ser prudente. El lastre de la IMPERTINENCIA ocupa muchas capas de las relaciones sociales. Son añadidos pringosos, difíciles de eliminar. El pluralismo pierde sentido cuando no practicamos con los razonamientos consistentes.

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