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He observado la existencia de tres grupos muy marcados de personas en función de su actitud ante la enfermedad y los avatares de la vida

Los "pupas"

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El primero de ellos está integrado por aquellos que andan por el mundo de modo inconsciente y con una pachorra pasmosa que le hace pasar de todo indolentemente. No temen a nada ni a nadie. No les duele nunca nada y consideran una pulmonía doble como una especie de catarro.

El segundo lo constituyen personas muy reposadas y tranquilas. Se cuidan de si mismos y de los demás de una forma ordenada, sin alharacas, con seguridad y confianza en los medios que el progreso, la medicina y la inteligencia pone a su servicio. Usan de los medicamentos con moderación y tienen las prevenciones necesarias e imprescindibles para tener una vida sana.

El tercero, en el cual me incluyo, está formado por hipocondríacos de todo tipo, temerosos ante la enfermedad y los accidentes; la situación política, económica, laboral y personal, propia y de cuantos les rodean. En cuanto alguien nos cuenta sus dolamas, inmediatamente padecemos los mismos síntomas y la intranquilidad y el nerviosismo cunde por nuestra sufrida humanidad. Si nos hicieran caso nos tendrían que poner un puesto fijo en urgencias. Y no será porque no estoy “concienciado”. Como “Clodomiro” el de la canción, conozco la letra pero se me ha olvidado la música. Se claramente que debemos olvidar el pasado, dejar el futuro en las manos de Dios y vivir el presente. Pero ¡Ay!, del dicho al hecho hay mucho trecho. Lo curioso es que me considero un fenómeno para aconsejar e infundir paciencia y tranquilidad en los demás. Pero en cuanto noto cualquier síntoma de enfermedad o de peligro propio o de mis cercanos, pierdo la paz y los papeles.

Mi buena noticia de hoy me la proporcionan los seres mesurados de los que, gracias a Dios, estoy rodeado. Gente tranquila y consecuente, muy lejos de aquellos que, al primer síntoma, nos sentimos a punto de palmarla. Entre ellos destacan mis amigos médicos –mi hijo incluido-. Cuando me pongo muy pesado me hacen un análisis y tan solo con leerlo se me quitan todos los males.

Pero, pese a mis deseos, mi pánico, aprensión y temor se disparan cuando alguno de los míos tarda más de la cuenta, se siente enfermo, viaja a sitios lejanos o sufre algún descalabro.

Escribo para animarme. Se que son muchos los que piensan o sienten como yo. Aquellos que quitamos la radio o la tele cuando hablan de enfermedades o pasamos de puntillas sobre cualquier artículo de Internet que se acerque a la descripción de alguna enfermedad. La buena noticia de hoy es que me encuentro como una rosa. A ver lo que me dura. No quiero seguir siendo un “pupas”.

Los "pupas"

He observado la existencia de tres grupos muy marcados de personas en función de su actitud ante la enfermedad y los avatares de la vida
Manuel Montes Cleries
domingo, 3 de diciembre de 2017, 12:08 h (CET)
El primero de ellos está integrado por aquellos que andan por el mundo de modo inconsciente y con una pachorra pasmosa que le hace pasar de todo indolentemente. No temen a nada ni a nadie. No les duele nunca nada y consideran una pulmonía doble como una especie de catarro.

El segundo lo constituyen personas muy reposadas y tranquilas. Se cuidan de si mismos y de los demás de una forma ordenada, sin alharacas, con seguridad y confianza en los medios que el progreso, la medicina y la inteligencia pone a su servicio. Usan de los medicamentos con moderación y tienen las prevenciones necesarias e imprescindibles para tener una vida sana.

El tercero, en el cual me incluyo, está formado por hipocondríacos de todo tipo, temerosos ante la enfermedad y los accidentes; la situación política, económica, laboral y personal, propia y de cuantos les rodean. En cuanto alguien nos cuenta sus dolamas, inmediatamente padecemos los mismos síntomas y la intranquilidad y el nerviosismo cunde por nuestra sufrida humanidad. Si nos hicieran caso nos tendrían que poner un puesto fijo en urgencias. Y no será porque no estoy “concienciado”. Como “Clodomiro” el de la canción, conozco la letra pero se me ha olvidado la música. Se claramente que debemos olvidar el pasado, dejar el futuro en las manos de Dios y vivir el presente. Pero ¡Ay!, del dicho al hecho hay mucho trecho. Lo curioso es que me considero un fenómeno para aconsejar e infundir paciencia y tranquilidad en los demás. Pero en cuanto noto cualquier síntoma de enfermedad o de peligro propio o de mis cercanos, pierdo la paz y los papeles.

Mi buena noticia de hoy me la proporcionan los seres mesurados de los que, gracias a Dios, estoy rodeado. Gente tranquila y consecuente, muy lejos de aquellos que, al primer síntoma, nos sentimos a punto de palmarla. Entre ellos destacan mis amigos médicos –mi hijo incluido-. Cuando me pongo muy pesado me hacen un análisis y tan solo con leerlo se me quitan todos los males.

Pero, pese a mis deseos, mi pánico, aprensión y temor se disparan cuando alguno de los míos tarda más de la cuenta, se siente enfermo, viaja a sitios lejanos o sufre algún descalabro.

Escribo para animarme. Se que son muchos los que piensan o sienten como yo. Aquellos que quitamos la radio o la tele cuando hablan de enfermedades o pasamos de puntillas sobre cualquier artículo de Internet que se acerque a la descripción de alguna enfermedad. La buena noticia de hoy es que me encuentro como una rosa. A ver lo que me dura. No quiero seguir siendo un “pupas”.

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