El mítico director Wes Craven (Pesadilla en Elm Street) ha llevado una carrera acorde con sus primeros trabajos, insertos en el género del terror adolescente, ese que proporciona una buena hornada de sangre joven y, a ratos, cierto carácter de divertimento (o al menos de ingenuidad) subida de tono, entre la comedia negra y el regusto goreño. Después de Freddy Krueger y la popular saga Scream (que volvió a relanzar el género en la segunda mitad de los noventa) firmaba la lacrimógena Música del corazón seguida de un nuevo acercamiento a los sustos con La maldición.
Vuelo nocturno posee una estructura simple, con tres partes bien diferenciadas: la primera trata de establecer una relación afectiva entre Lisa (Rachel McAdams) y Jackson (Cillian Murphy), la primera gerente de un importante hotel, el Lux Atlantic, el segundo un astuto planificador para “derruir gobiernos y realizar atentados”, algo que Lisa, por supuesto, desconoce. Las cosas se tuercen poco después de subir al avión (aquí está el nudo) cuando Jack Rippner (guiño desafortunado hacia el Destripador) revela su identidad y el contenido de su plan, nada menos que asesinar al Secretario General de Seguridad Interior, que llegará con su familia al Lux esa misma madrugada. La clave está en cambiar la habitación en la que se aloja para que sus amigos (un apacible grupo de pescadores!) hagan blanco con su bazooka, y Lisa es la única con autorización para hacerlo. Como aliciente, Jack mantiene a un sicario frente a la casa de su padre (presentado al comienzo como una persona encomiable, para que luego podamos sentir algo por él) presto a eliminarlo si su hija se resiste a colaborar.
Una de las pocas características que me han llamado la atención de este descafeinado trabajo es la elección de los intérpretes principales: Rachel McAdams es una actriz más robusta y firme que, por ejemplo, Jessica Alba, Elisha Cuthbert o Bridget Moynahan, aunque su físico no le haya servido para salir de las comedias románticas a las que toda joven aspirante a actriz americana debe rendir cuentas. De todos modos, las emociones que vierte cuando se ve amenazada, la atlética carrera por el aeropuerto de Miami o la confrontación final (Craven no renuncia a los encuentros inesperados tras una puerta semiabierta o al amenazante sonido de la ducha) le dan cierto carisma a una interpretación difícil de llevar. En cuanto a su antagonista, le pudimos ver hace poco en otro papel de villano, El Espantapájaros del magnífico Batman de Nolan, aunque ahora tiene más hueco para mostrar sus encantos de mirada angelical durante casi media hora para terminar sin voz, intentando articular palabras sin conseguirlo, algo así como una parodia del hombre de la careta blanca que tantas risas nos ha causado.
El tercer tramo de Vuelo nocturno es, al igual que el primero, terrestre, y sirve a Craven para regresar a sus orígenes del falso suspense, además de aumentar el bagaje humorístico del film: cuando Lisa llama a la policía diciendo que hay alguien en su casa con el objetivo de matarla, la operadora de emergencias responde con un insólito “enciérrese en una habitación y espere” en tono parsimonioso, como si la entrada en escena de un asesino a punto de aumentar su bolsa de cadáveres fuese cosa diaria, casi molesta en su pesadez y no en su moralidad!.
Poco más que añadir, salvo una dirección algo espesa, efectista, y un guión con pocas ideas dramáticas (y menos aún visuales) que aburre aunque pueda interesar más o menos lo que nos están intentando contar, que es más bien poco.
Lo Mejor: La cámara que atraviesa todo el avión, presentando una fauna reconocible, entre el tópico y los traumas post 11-S, además del chiste a costa de los miembros del Mile High Club.
Lo Peor: La pobreza de la historia, predecible de principio a fin, y el hecho de no encontrar por ningún lado una secuencia con empaque.