Ya no sé como empezar esta columna, sin caer en el pecado de ser repetitivo. Sin embargo, nobleza obliga.
Los populares, con sus continuos ataques a la política antiterrorista del gobierno, no dejan de echarse al monte y escalar la ignominiosa cumbre de la deslealtad a los españoles.
Les guste o no –que no les gusta–, los españoles elegimos mayoritariamente a los socialistas para gobernarnos y, con ello, apostamos por un cambio en el fondo y en las formas.
El PP, apelando a la extrema derecha que siempre le ha sustentado, no duda en romper –como ya había venido haciendo en los últimos cuatro años de gobierno Aznar– cualquier posibilidad de consenso, aun cuando de ello dependa el bienestar de todos los españoles.
Ahora –sin ni siquiera enrojecer de vergüenza– proceden a insultar nuestra inteligencia, dibujando a un Zapatero al que sólo le faltaría ser acusado de liderar la banda terrorista ETA.
Quienes en su época de gobierno acercaron presos de ETA al País Vasco; quienes no dudaron en denominar a la banda terrorista como Movimiento de Liberación Nacional –Aznar dixit–; o quienes negociaron abiertamente con los terroristas, se han reconvertido en hipócritas recalcitrantes que, negando su pasado, quieren negar a España la posibilidad de acabar con ETA, si no son ellos quienes lideran tal proceso.
Decía un filósofo francés que la política ha de ser el arte de hacer felices a los pueblos. Sin duda alguna, este autor no debe ser de los preferidos de Rajoy.