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Anatoly Beliaev

¿Lograrán los 'nuevos revolucionarios' crear un cordón sanitario antirruso'?

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Aunque la declaración firmada hace unos días en Borjomi por los presidentes de Ucrania y Georgia proclama el objetivo de "comenzar una nueva era de democracia, seguridad, estabilidad y paz en toda Europa, desde el océano Atlántico hasta el mar Caspio", sus ambiciones geográficas son más modestas. Los objetivos auténticos de los iniciadores de fundar una nueva organización regional se reducen a proseguir la expansión de las "revoluciones de colores" en la CEI y debilitar al máximo las posiciones de Rusia en el espacio postsoviético.

Una de las causas fundamentales del surgimiento de la iniciativa de Borjomi radica en la creciente crisis que atraviesan los actuales regímenes de Georgia y Ucrania. En la primera, a pesar de que el gobierno de Saakashvili ya dura casi dos años, la situación económica y social no mejora, y la tarea principal que él plantea - el retorno bajo control de Tbilisi de la Osetia del Sur y la Abjasia secesionistas, las que se separaron ya durante el desmoronamiento de la URSS - está más lejos que nunca de su realización. La élite ucrania, que llegó al poder sobre la oleada de un colosal apoyo por una considerable parte de la población del país, se ha escindido en dos campos poco dispuestos a colaborar, lo cual, en vistas de las elecciones parlamentarias que van a celebrarse en marzo del año que viene y una eventual transformación del sistema político del país en uno parlamentario-presidencial, amenaza a las fuerzas "anaranjadas" con la pérdida del poder.

Además, las formas en que se desarrolla la lucha política en las "nuevas democracias", en el marco de la cual fueron arrestados muchos adversarios políticos de los "anaranjados" en las provincias orientales de Ucrania, sirven de una mala prueba de la esencia democrática de las nuevas autoridades de dichos países. En este contexto, Yuschenko y Saakashvili han promovido su iniciativa para apuntalar la "imagen democrática" de sus regímenes que se tiene en el mundo exterior y quizás también para fortalecer su popularidad personal dentro de sus países, la que ha empezado a decrecer.

El revés sufrido en los intentos de realizar el proyecto de instituir la organización regional GUUAM, obliga a Kíev y Tbilisi a buscar nuevas formas de crear una alternativa a la CEI, la que, pese a toda su ineficacia, sigue siendo la estructura más grande que actúa en el espacio postsoviético, donde Rusia ejerce su tradicional e inevitable influencia.

Además, los presidentes de Ucrania y Georgia están decididos a alcanzar su principal objetivo político, el de integrarse lo antes posible en las estructuras internacionales occidentales. Después de fracasados varios referéndums sobre la Constitución de la UE, la admisión de nuevos miembros ni va a analizarse por ésta en la perspectiva mediana, como tampoco el ingreso de esos dos países en la OTAN. En tal situación, Kíev y Tbilisi buscan nuevos métodos de "ser útiles" a Occidente, desempeñando el papel de ayudantes de éste en su expansión política en el espacio postsoviético y esperando obtener en tal calidad dividendos económicos y políticos de todo tipo.

En relación con ello, el plan de formar en la región Mar Báltico - Mar Negro - Mar Caspio una Comunidad de Opción Democrática (COD)se hace eco con las ideas que se gestaban a lo largo de todo el siglo XX de crear un "cordón sanitario" entre Europa Occidental y Rusia, a la que teme la primera. Por algo el único país que no se inscribe en ese "cordón antirruso", Bielorrusia, se señala como el objetivo más inmediato donde hace falta realizar "expansión revolucionaria".

Esos objetivos cuadran bien con las traes que se plantean los burócratas de la Unión Europea y los políticos de ánimos expansionistas más marcados: las de crear una "estructura filial", puesto que el electorado europeo no quiere la ampliación de la UE.

No se puede descartar que utilizando las estructuras de esa nueva organización - y en realidad el dinero de sus miembros más ricos - empiece la formación de "cuadros revolucionarios" procedentes de los países "no democráticos" de la CEI, mientras que las estructuras en cuestión actúen como un centro coordinador de la actividad "revolucionaria". Por lo menos ya hoy día activistas de varias organizaciones liberales de las ciudades más grandes de Rusia y de varias autonomías rusas están pasando "prácticas revolucionarias" en Kíev, Polonia, Suecia y Georgia.

Esta última circunstancia es muy importante. Da la impresión de que a diferencia del proyecto GUUAM, organización que se concebía desde el comienzo mismo como una agrupación interestatal, pero por faltarle una suficiente base económica y debido a las grandes diferencias que existían entre los regímenes políticos de sus miembros no se hizo realidad, a la COD la espera otro destino.

En una perspectiva inmediata, esa Comunidad difícilmente podrá constituirse en una auténtica unión interestatal, lo más probable es que desempeñe el papel de un centro de concentración de ayuda financiera de todo tipo, asignada con fines "revolucionarios", y de coordinación de la actividad de unas estructuras no gubernamentales instituidas con este fin.

En cuanto a la eficacia de los planes de "expansión revolucionaria", ello dependerá en mucho mayor grado de la "inmunidad" interna que poseen los regímenes postsoviéticos ante las "revoluciones de colores" que de la actividad de unos centros "revolucionarios" exteriores.

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Anatoly Beliaev es jefe del Departamento Analítico del Centro de Ingeniería Política de Rusia, para RIA "Novosti".

¿Lograrán los 'nuevos revolucionarios' crear un cordón sanitario antirruso'?

Anatoly Beliaev
Redacción
lunes, 22 de agosto de 2005, 23:28 h (CET)
Aunque la declaración firmada hace unos días en Borjomi por los presidentes de Ucrania y Georgia proclama el objetivo de "comenzar una nueva era de democracia, seguridad, estabilidad y paz en toda Europa, desde el océano Atlántico hasta el mar Caspio", sus ambiciones geográficas son más modestas. Los objetivos auténticos de los iniciadores de fundar una nueva organización regional se reducen a proseguir la expansión de las "revoluciones de colores" en la CEI y debilitar al máximo las posiciones de Rusia en el espacio postsoviético.

Una de las causas fundamentales del surgimiento de la iniciativa de Borjomi radica en la creciente crisis que atraviesan los actuales regímenes de Georgia y Ucrania. En la primera, a pesar de que el gobierno de Saakashvili ya dura casi dos años, la situación económica y social no mejora, y la tarea principal que él plantea - el retorno bajo control de Tbilisi de la Osetia del Sur y la Abjasia secesionistas, las que se separaron ya durante el desmoronamiento de la URSS - está más lejos que nunca de su realización. La élite ucrania, que llegó al poder sobre la oleada de un colosal apoyo por una considerable parte de la población del país, se ha escindido en dos campos poco dispuestos a colaborar, lo cual, en vistas de las elecciones parlamentarias que van a celebrarse en marzo del año que viene y una eventual transformación del sistema político del país en uno parlamentario-presidencial, amenaza a las fuerzas "anaranjadas" con la pérdida del poder.

Además, las formas en que se desarrolla la lucha política en las "nuevas democracias", en el marco de la cual fueron arrestados muchos adversarios políticos de los "anaranjados" en las provincias orientales de Ucrania, sirven de una mala prueba de la esencia democrática de las nuevas autoridades de dichos países. En este contexto, Yuschenko y Saakashvili han promovido su iniciativa para apuntalar la "imagen democrática" de sus regímenes que se tiene en el mundo exterior y quizás también para fortalecer su popularidad personal dentro de sus países, la que ha empezado a decrecer.

El revés sufrido en los intentos de realizar el proyecto de instituir la organización regional GUUAM, obliga a Kíev y Tbilisi a buscar nuevas formas de crear una alternativa a la CEI, la que, pese a toda su ineficacia, sigue siendo la estructura más grande que actúa en el espacio postsoviético, donde Rusia ejerce su tradicional e inevitable influencia.

Además, los presidentes de Ucrania y Georgia están decididos a alcanzar su principal objetivo político, el de integrarse lo antes posible en las estructuras internacionales occidentales. Después de fracasados varios referéndums sobre la Constitución de la UE, la admisión de nuevos miembros ni va a analizarse por ésta en la perspectiva mediana, como tampoco el ingreso de esos dos países en la OTAN. En tal situación, Kíev y Tbilisi buscan nuevos métodos de "ser útiles" a Occidente, desempeñando el papel de ayudantes de éste en su expansión política en el espacio postsoviético y esperando obtener en tal calidad dividendos económicos y políticos de todo tipo.

En relación con ello, el plan de formar en la región Mar Báltico - Mar Negro - Mar Caspio una Comunidad de Opción Democrática (COD)se hace eco con las ideas que se gestaban a lo largo de todo el siglo XX de crear un "cordón sanitario" entre Europa Occidental y Rusia, a la que teme la primera. Por algo el único país que no se inscribe en ese "cordón antirruso", Bielorrusia, se señala como el objetivo más inmediato donde hace falta realizar "expansión revolucionaria".

Esos objetivos cuadran bien con las traes que se plantean los burócratas de la Unión Europea y los políticos de ánimos expansionistas más marcados: las de crear una "estructura filial", puesto que el electorado europeo no quiere la ampliación de la UE.

No se puede descartar que utilizando las estructuras de esa nueva organización - y en realidad el dinero de sus miembros más ricos - empiece la formación de "cuadros revolucionarios" procedentes de los países "no democráticos" de la CEI, mientras que las estructuras en cuestión actúen como un centro coordinador de la actividad "revolucionaria". Por lo menos ya hoy día activistas de varias organizaciones liberales de las ciudades más grandes de Rusia y de varias autonomías rusas están pasando "prácticas revolucionarias" en Kíev, Polonia, Suecia y Georgia.

Esta última circunstancia es muy importante. Da la impresión de que a diferencia del proyecto GUUAM, organización que se concebía desde el comienzo mismo como una agrupación interestatal, pero por faltarle una suficiente base económica y debido a las grandes diferencias que existían entre los regímenes políticos de sus miembros no se hizo realidad, a la COD la espera otro destino.

En una perspectiva inmediata, esa Comunidad difícilmente podrá constituirse en una auténtica unión interestatal, lo más probable es que desempeñe el papel de un centro de concentración de ayuda financiera de todo tipo, asignada con fines "revolucionarios", y de coordinación de la actividad de unas estructuras no gubernamentales instituidas con este fin.

En cuanto a la eficacia de los planes de "expansión revolucionaria", ello dependerá en mucho mayor grado de la "inmunidad" interna que poseen los regímenes postsoviéticos ante las "revoluciones de colores" que de la actividad de unos centros "revolucionarios" exteriores.

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Anatoly Beliaev es jefe del Departamento Analítico del Centro de Ingeniería Política de Rusia, para RIA "Novosti".

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