Aquel verano debió hacer tanto calor como éste y, seguramente, también arderían los montes a los largo y ancho de la geografía española. Recuerdo estar mirando el agua azul de la piscina en el chalé de uno de mis penúltimos amores; en la mano, una cerveza, un güisqui o, quizás, algún libro. La radio desgranaba esas canciones con las que nos atormentan cada verano; pero entonces, entre otras noticias, una me hizo despertar de mi letargo estival: “Bruno Lomas falleció anoche en un accidente de tráfico mientras acudía a realizar una actuación en Liria”. La dama blanca había aparecido en la A-7 segando la vida de Emilio Baldoví Menéndez, más conocido como Bruno Lomas. Hacía dos meses y tres días que había cumplido cincuenta años. De todo esto se cumplen ahora quince años.
Para todos aquellos que ya no volveremos a cumplir los cuarenta y diez, como canta Sabina, Bruno Lomas y Los Milos o Los Milos y Bruno Lomas fueron un espejo donde nos miramos muchas veces. En los llamados, y no sé por qué, felices sesenta, aquí todo era negro, recuerdo cómo en el verano del 64 me detuvieron dos grises en la puerta de Correos por besar en la boca a una amiga, francesa naturalmente. Todavía no habían discotecas como las de ahora y los jóvenes que queríamos escuchar una música diferente a la del nacional flamenquismo o los tristes lamentos de Sepúlveda “mirando al mar” teníamos nuestro refugio en las matinales de la desaparecida Bolera Erajoma o del, también pasado a mejor vida, Teatro Apolo, donde por quince pesetas igual escuchábamos a Karina, Els Quatre Z o Los Milos. Y, sobre todo, teníamos algunos de los pabellones de la Feria de Julio donde pudimos bailar nuestros primeros rocks o aquel desparecido “Whisky a Gogo” donde por cien pesetas de la entrada teníamos derecho a una coca-cola y en su penumbra ensayábamos los primeros abrazos en el cuerpo juvenil y tierno de cualquier adolescente.
Por eso la aparición de Los Milos con Vicente Castelló, Salvador Blesa y Emilio Baldoví, sin olvidar a Los Pantalones Azules y Huracanes y, más tarde, Los Protones, entre otros grupos, fue un soplo de aire fresco en aquel triste panorama musical en el que nos movíamos. Escuchar en sus voces Be-bop-a-lula, Pitágoras o Zapatos azules de gamuza, temas estrella de sus tres primeros discos, nos acercaba a las juventudes europeas y yanquis. Éramos la modernidad y el escándalo de nuestros padres que nunca entendieron cómo podían gustarnos aquellos chicos que, para ellos, tan sólo gritaban.
Posteriormente, Emilio dejó Los Milos, coincidiendo con el salto a la fama de ese tema estrella que fue Twist a María Amparo, una canción que todos bailamos decenas de veces y que en su letra reflejaba las vivencias de la juventud valenciana, como eran el estar a las diez en casa, los blue jeans difíciles aún de encontrar, los interminables paseos por la calle de la Paz, las ansias de tener un coche deportivo o de ir a bailar a un club y dejar los bailes que se celebraban en la denominada Sala de Armas del adusto y viejo edificio de Gobierno Militar donde las madres de las niñas nos vigilaban mientras sopesaban nuestras cualidades como futuros yernos.
Emilio y los Diabólos pasaron a ser Los Estrellas de Fuego. Dejan Valencia y marchan a París, donde Bruno Coquatrix les contrata para debutar en el mítico Olimpia, donde vuelven a cambiarse el nombre y se presentan como Bruno et ses rockers. Aquella actuación parisina fue retransmitida por alguna emisora francesa y muchos jóvenes valencianos la escuchamos en aquellas enormes radios que, entonces, ocupaban en la casa el lugar que hoy tiene su majestad el televisor. Grabaron un disco francés con Si,si,nena y Perfidia en la cara B. En 1.964 se presenta la nueva formación en el Teatro principal de Valencia junto con otros conjuntos , pero ellos fueron las estrellas.
Llegaron las giras, los festivales de música como el de la canción del Mediterráneo donde triunfó con la canción “Como ayer” y el cine.Y, con el paso del tiempo, el cambio de gustos, derivando hacia temas más melódicos, y Bruno se adaptó a todo ello aunque sin abandonar nunca su vertiente rockera. En los últimos tiempos sus actuaciones eran en locales más pequeños, más acogedores, pero él seguía teniendo tirón. Aquellos jóvenes de los sesenta habíamos crecido y nuestra rebeldía o se había quedado a jirones entre las arrugas de la vida, o bien la habíamos encauzado por otras vertientes. Con la muerte de Bruno un 17 de Agosto y en la carretera, como antes Nino Bravo, se fue una parte de nuestra primera juventud, pero seguirá vivo en nosotros mientras podamos seguir escuchando su música en viejos vinilos que ya comienza a ser objeto del deseo de los coleccionistas.
Ahora en Xàtiva, su pueblo, van a rendirle un homenaje el martes día 16 con la presencia de Emilio Solo, que fue su último productor, de Carlos Segarra, un hombre que comenzó a cantara finales de los 70 junto con Loquillo en una banda fugaz que se llamó “Teddy Loquillo y sus amigos” y el mítico y veterano Mike Kennedy, el que fue cantante del grupo “Los Bravos” que popularizaron el conocido tema “Black is Black”. Bienvenido sea este homenaje a aquel viejo rocker que fue llamado el Elvis Presley español.