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“La mentira es como la bola de nieve; cuantas más vuelta da, mayor se hace” Lutero

¿Estamos en el buen camino? Hay motivos para desconfiar

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Existen don puntos en esta aplicación que está haciendo el Gobierno de la nación del Art.º 155 de la Constitución española que, como ciudadanos de a pie, no logramos encontrarles el debido sentido. Veamos si nos aclaramos: se aplicó el referido precepto para evitar que los catalanes, dirigidos por sus caudillos independentistas, convocaran un referéndum para lo que ellos denominaron “el derecho a decidir”. La Justicia, de manos de los tribunales españoles, ha decidido que existen suficientes indicios para que, los dirigentes independentistas, que han sido los causantes del alboroto que se ha armado por la cuestión de sí se podía votar la independencia de Cataluña de España o no, y, en base a ello, ha decidido la imputación y subsiguiente detención preventiva de los miembros del Gobern y deberemos suponer que, algo parecido, va a suceder con los aforados del Parlamento catalán, si el TS no se desmarca de la postura de la AN y también decide enviar, a alguna de las prisiones en las que ya están recluidos el resto de los altos cargos de la Generalitat catalana, a la señora Forcadell y a todos su colaboradores del Parlamento catalán, por haber desobedecido las órdenes del Constitucional, promulgando las leyes de Referéndum y de Transitoriedad, de contenido evidentemente inconstitucional.

Ahora, algunos ministros del Gobierno de la nación, parecen convencidos de que, aquellos que están encausados en sendos procesos penales por haber, presuntamente, prevaricado, desobedecido, cometido delitos de rebelión o sedición, debido a que no ha sido condenados en firme por los delitos de los que se les acusa; están en condiciones de presentarse, como elegibles, en el referéndum que, en este caso concreto, de forma excepcional, habrá convocado el Gobierno de la nación que ejerce el poder, provisionalmente, en la autonomía catalana, para ( y aquí señores ya empezamos a perdernos) que opten a ser elegidos como futuros miembros de la Generalitat y del Parlamento catalán, los mismos componentes que acaban de ser privados de sus cargos. ¿Era preciso armar tanta parafernalia para acabar volviendo al principio? Algunos lo dudamos.

El convocar elecciones en un espacio tan corto de tiempo, ha tenido el evidente inconveniente de que se van a celebrar precisamente cuando las heridas de la intervención del Estado, en el gobierno catalán, están muy recientes. Tampoco va a ayudar el hecho de que, la Justicia, vaya (como es su obligación y deber) por su cuenta; lo que permite que situaciones como la que se ha acabado de provocar, con el encarcelamiento de la mayoría de los dirigentes independentistas, que han sido detenidos en España o que se hallan en busca y captura, como es el caso de Puigdemont y cuatro más de sus compañeros de gobierno que permanecen en el extranjero. Es evidente que el Gobierno debió de prever que, todo esto que ha sucedido, iba a suceder y, si tenemos que ser francos, incluso debiera haber previsto que las reacciones de los independentistas hubieran sido más tumultuosas. ¿Por qué no previó que se pudieran presentar otra vez, si no estaban condenados por sentencia firme (algo que en tan corto espacio de tiempo era imposible) los mismos señores que han sido los promotores de este desafío independentistas en contra de la Constitución? Es algo inexplicable.

No se entiende que la policía no vigilara más de cerca al señor Puigdemont y sus compañeros de fuga si, como es evidente, la juez que se ocupa del caso, estaba preparando los autos para enviar a todos los presuntos culpables a la cárcel; precisamente para evitar este riego de fuga que, si tenemos que atenernos a la realidad, pone al señor Puigdemont en una situación de ventaja, al menos durante 60 días, tiempo suficiente para que, desde el lugar dónde se halle, y con la facilidad de utilizar los medios de comunicación belga, como se ha venido demostrando durante estos últimos días, en los que se ha convertido en trending topic de algunas de las TV belgas; pueda dirigir la campaña electoral utilizando, para ello, sin limitación alguna, su facilidad innata para mentir, engañar, desbarrar y contar la historia según su particular sentido de lo que es Cataluña y sus relaciones con el resto del Estado español.

No sabemos, como es evidente, al no tener opción a recibir información directa del Ejecutivo de Rajoy, lo que estarán preparando en los sucesivos consejos de ministros, que van a tener lugar, ni tampoco, las conversaciones secretas que mantendrán con los que han venido apoyando la aplicación del Art.º 155, el PSOE y Ciudadanos; pero lo que si nos barruntamos es el peligro que entraña el que, unas elecciones autonómicas para Cataluña, en unos momentos en que el independentismo, que afecta a una parte importante de la ciudadanía catalana, está al rojo vivo e incluso, para los más remisos, muy disgustados por la detenciones de los miembros del gobierno y del Parlamento catalán, pueda tener un efecto decisivo a la hora de votar. Parece que hubiera sido más sensato no adelantar las elecciones y esperar a que, esta primera ola de indignación, pasara y se asentaran los ánimos de modo que hubieran tenido tiempo de ir asimilando los efectos negativos, que ya se están empezando a notar, empezaran a hacer mella en quienes fueran más remisos. La evidencia es que hay sectores como el turismo, las ventas, las inversiones y las graves pérdidas del PIB que ya se calculan en más de un 22% que indican hasta donde puede afectar esta mera posibilidad de una independencia de Cataluña.

Los comerciantes catalanes ya dan muestras de un gran nerviosismo, que se va exacerbando cuando, sujetos como el señor Joan Tardá, de ERC, anuncian propuestas como aquella que pide que, las iluminaciones navideñas, se retrasen hasta que todos los presos, que para ellos son políticos, abandonen las cárceles en las que han ingresado. Estas elecciones que van a tener lugar el día 21 de diciembre, mucho nos tememos que favorezcan (aunque en un principio cogieron descolocados a los separatistas y comunistas) más a una coalición en favor de pedir de nuevo la independencia que a los partidos que pudiéramos llamar constitucionalistas. El que consigan reescribir este pacto al que tanto costó llegar, entre los Socialistas, el PP y los Ciudadanos de A. Rivera no se presenta fácil. Al menos, estos últimos ya se han manifestado en contra de una coalición para evitar que los separatistas vuelvan a las andadas si, como pudiera ser muy fácilmente, consiguieran revalidar su mayoría absoluta en el Parlament Catalá.

Quisiéramos equivocarnos y, posiblemente no tengamos todas las claves que maneja el gobierno del señor Rajoy, pero lo que, a bote pronto, nos parece muy optimista pensar que, donde hace muchos años no ha sido posible sacar un resultado favorable a los partidos constitucionalistas, incluso el PSOE, que durante años fue hegemónico en Cataluña, ya hace muchos años que ha perdido aquel lugar privilegiado de que gozó durante mucho tiempo; en unos momentos como el actual, de exaltación nacionalista y de furia independentistas, las cosas van a dar un vuelco; por mucha buena voluntad que pueda poner esta mayoría silenciosa que, hace apenas unos días, salió a las calles para protestar contra este intento absurdo de separar de España este trozo de tierra catalana, que lleva más de quinientos años formando parte de ella.

Hubo una cesión, de último momento, para que los socialistas se adhirieran al pacto para poner en marcha el Art.º 155 de la Constitución. Una petición absurda, seguramente fruto de esta mente algo infantil y muy torticera del señor Iceta, de los socialistas catalanes. Se trata del veto socialista a que, en la aplicación del 155 se interviniera, de alguna manera, a dos de las principales bazas del nacionalismo catalán para mantener unidos y motivados a quienes les vienen siguiendo. Se trata, como es evidente, de la TV3 catalana y Cataluña Radio, dos de los medios de comunicación acaparados por entero por los separatistas, que dominan completamente el medio, se valen de él para ir fomentando el odio a España, criticar a sus dirigentes, engañar a su audiencia respecto a las previsibles consecuencias de una independencia de España y seguir lavando el cerebro de los ciudadanos de buena voluntad, insistiendo obstinadamente en las burdas razones con las que pretenden sustentar una derechos imaginarios, que nunca han existido, para insistir, a pesar de todos su peligros, en ir apoyando a quienes, contra viento y marea, siguen, tozudos y descerebrados, en esta loca carrera con la que pretenden llevar a Cataluña a su propia autodestrucción. De hecho, siguen haciendo lo mismo después de la aplicación del 155 en Cataluña.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, hemos llegado a pensar, ante una situación que no acabamos de entender respecto a una aplicación descafeinada del famoso 155, si pudiera ser que haya algo que se nos escape si estamos ante una escenificación que se haya montado, desde las alcantarillas de la política más repugnante, con el espurio fin de que, los nacionalistas e independentistas, que se encontraban en un callejón sin salida, tengan la posibilidad de salvar la cara sin que, aparentemente, hayan cedido un ápice en sus pretensiones ni, como se le pedía a Puigdemont, hayan tenido necesidad de convocar unas elecciones; pero que sea el Gobierno quien, desde la legalidad, las convoque; de modo que, todos los anteriores miembros directivos del separatismo catalán, tengan la oportunidad de presentarse, de intentar volver a ganar y, desde el nuevo gobierno de la Generalitat y el nuevo Parlamento que se constituyeran, legalmente avalados por los votos de la ciudadanía; la historia, esta abominable historia que muchos españoles hemos tenido que soportar en tierras catalanas durante años; de aquí a unos meses, en momentos que pudieran ser más favorables para los nacionalistas, se volviera a repetir, con un nuevo intento de declaración de la República Independiente Catalana. Puede que sólo sea una pesadilla, pero, por mucho que me empeño en apartarla del pensamiento, sigue volviendo para martirizarme, sin que consiga librarme de ella. Espero que no se confirme.

¿Estamos en el buen camino? Hay motivos para desconfiar

“La mentira es como la bola de nieve; cuantas más vuelta da, mayor se hace” Lutero
Miguel Massanet
domingo, 5 de noviembre de 2017, 10:40 h (CET)
Existen don puntos en esta aplicación que está haciendo el Gobierno de la nación del Art.º 155 de la Constitución española que, como ciudadanos de a pie, no logramos encontrarles el debido sentido. Veamos si nos aclaramos: se aplicó el referido precepto para evitar que los catalanes, dirigidos por sus caudillos independentistas, convocaran un referéndum para lo que ellos denominaron “el derecho a decidir”. La Justicia, de manos de los tribunales españoles, ha decidido que existen suficientes indicios para que, los dirigentes independentistas, que han sido los causantes del alboroto que se ha armado por la cuestión de sí se podía votar la independencia de Cataluña de España o no, y, en base a ello, ha decidido la imputación y subsiguiente detención preventiva de los miembros del Gobern y deberemos suponer que, algo parecido, va a suceder con los aforados del Parlamento catalán, si el TS no se desmarca de la postura de la AN y también decide enviar, a alguna de las prisiones en las que ya están recluidos el resto de los altos cargos de la Generalitat catalana, a la señora Forcadell y a todos su colaboradores del Parlamento catalán, por haber desobedecido las órdenes del Constitucional, promulgando las leyes de Referéndum y de Transitoriedad, de contenido evidentemente inconstitucional.

Ahora, algunos ministros del Gobierno de la nación, parecen convencidos de que, aquellos que están encausados en sendos procesos penales por haber, presuntamente, prevaricado, desobedecido, cometido delitos de rebelión o sedición, debido a que no ha sido condenados en firme por los delitos de los que se les acusa; están en condiciones de presentarse, como elegibles, en el referéndum que, en este caso concreto, de forma excepcional, habrá convocado el Gobierno de la nación que ejerce el poder, provisionalmente, en la autonomía catalana, para ( y aquí señores ya empezamos a perdernos) que opten a ser elegidos como futuros miembros de la Generalitat y del Parlamento catalán, los mismos componentes que acaban de ser privados de sus cargos. ¿Era preciso armar tanta parafernalia para acabar volviendo al principio? Algunos lo dudamos.

El convocar elecciones en un espacio tan corto de tiempo, ha tenido el evidente inconveniente de que se van a celebrar precisamente cuando las heridas de la intervención del Estado, en el gobierno catalán, están muy recientes. Tampoco va a ayudar el hecho de que, la Justicia, vaya (como es su obligación y deber) por su cuenta; lo que permite que situaciones como la que se ha acabado de provocar, con el encarcelamiento de la mayoría de los dirigentes independentistas, que han sido detenidos en España o que se hallan en busca y captura, como es el caso de Puigdemont y cuatro más de sus compañeros de gobierno que permanecen en el extranjero. Es evidente que el Gobierno debió de prever que, todo esto que ha sucedido, iba a suceder y, si tenemos que ser francos, incluso debiera haber previsto que las reacciones de los independentistas hubieran sido más tumultuosas. ¿Por qué no previó que se pudieran presentar otra vez, si no estaban condenados por sentencia firme (algo que en tan corto espacio de tiempo era imposible) los mismos señores que han sido los promotores de este desafío independentistas en contra de la Constitución? Es algo inexplicable.

No se entiende que la policía no vigilara más de cerca al señor Puigdemont y sus compañeros de fuga si, como es evidente, la juez que se ocupa del caso, estaba preparando los autos para enviar a todos los presuntos culpables a la cárcel; precisamente para evitar este riego de fuga que, si tenemos que atenernos a la realidad, pone al señor Puigdemont en una situación de ventaja, al menos durante 60 días, tiempo suficiente para que, desde el lugar dónde se halle, y con la facilidad de utilizar los medios de comunicación belga, como se ha venido demostrando durante estos últimos días, en los que se ha convertido en trending topic de algunas de las TV belgas; pueda dirigir la campaña electoral utilizando, para ello, sin limitación alguna, su facilidad innata para mentir, engañar, desbarrar y contar la historia según su particular sentido de lo que es Cataluña y sus relaciones con el resto del Estado español.

No sabemos, como es evidente, al no tener opción a recibir información directa del Ejecutivo de Rajoy, lo que estarán preparando en los sucesivos consejos de ministros, que van a tener lugar, ni tampoco, las conversaciones secretas que mantendrán con los que han venido apoyando la aplicación del Art.º 155, el PSOE y Ciudadanos; pero lo que si nos barruntamos es el peligro que entraña el que, unas elecciones autonómicas para Cataluña, en unos momentos en que el independentismo, que afecta a una parte importante de la ciudadanía catalana, está al rojo vivo e incluso, para los más remisos, muy disgustados por la detenciones de los miembros del gobierno y del Parlamento catalán, pueda tener un efecto decisivo a la hora de votar. Parece que hubiera sido más sensato no adelantar las elecciones y esperar a que, esta primera ola de indignación, pasara y se asentaran los ánimos de modo que hubieran tenido tiempo de ir asimilando los efectos negativos, que ya se están empezando a notar, empezaran a hacer mella en quienes fueran más remisos. La evidencia es que hay sectores como el turismo, las ventas, las inversiones y las graves pérdidas del PIB que ya se calculan en más de un 22% que indican hasta donde puede afectar esta mera posibilidad de una independencia de Cataluña.

Los comerciantes catalanes ya dan muestras de un gran nerviosismo, que se va exacerbando cuando, sujetos como el señor Joan Tardá, de ERC, anuncian propuestas como aquella que pide que, las iluminaciones navideñas, se retrasen hasta que todos los presos, que para ellos son políticos, abandonen las cárceles en las que han ingresado. Estas elecciones que van a tener lugar el día 21 de diciembre, mucho nos tememos que favorezcan (aunque en un principio cogieron descolocados a los separatistas y comunistas) más a una coalición en favor de pedir de nuevo la independencia que a los partidos que pudiéramos llamar constitucionalistas. El que consigan reescribir este pacto al que tanto costó llegar, entre los Socialistas, el PP y los Ciudadanos de A. Rivera no se presenta fácil. Al menos, estos últimos ya se han manifestado en contra de una coalición para evitar que los separatistas vuelvan a las andadas si, como pudiera ser muy fácilmente, consiguieran revalidar su mayoría absoluta en el Parlament Catalá.

Quisiéramos equivocarnos y, posiblemente no tengamos todas las claves que maneja el gobierno del señor Rajoy, pero lo que, a bote pronto, nos parece muy optimista pensar que, donde hace muchos años no ha sido posible sacar un resultado favorable a los partidos constitucionalistas, incluso el PSOE, que durante años fue hegemónico en Cataluña, ya hace muchos años que ha perdido aquel lugar privilegiado de que gozó durante mucho tiempo; en unos momentos como el actual, de exaltación nacionalista y de furia independentistas, las cosas van a dar un vuelco; por mucha buena voluntad que pueda poner esta mayoría silenciosa que, hace apenas unos días, salió a las calles para protestar contra este intento absurdo de separar de España este trozo de tierra catalana, que lleva más de quinientos años formando parte de ella.

Hubo una cesión, de último momento, para que los socialistas se adhirieran al pacto para poner en marcha el Art.º 155 de la Constitución. Una petición absurda, seguramente fruto de esta mente algo infantil y muy torticera del señor Iceta, de los socialistas catalanes. Se trata del veto socialista a que, en la aplicación del 155 se interviniera, de alguna manera, a dos de las principales bazas del nacionalismo catalán para mantener unidos y motivados a quienes les vienen siguiendo. Se trata, como es evidente, de la TV3 catalana y Cataluña Radio, dos de los medios de comunicación acaparados por entero por los separatistas, que dominan completamente el medio, se valen de él para ir fomentando el odio a España, criticar a sus dirigentes, engañar a su audiencia respecto a las previsibles consecuencias de una independencia de España y seguir lavando el cerebro de los ciudadanos de buena voluntad, insistiendo obstinadamente en las burdas razones con las que pretenden sustentar una derechos imaginarios, que nunca han existido, para insistir, a pesar de todos su peligros, en ir apoyando a quienes, contra viento y marea, siguen, tozudos y descerebrados, en esta loca carrera con la que pretenden llevar a Cataluña a su propia autodestrucción. De hecho, siguen haciendo lo mismo después de la aplicación del 155 en Cataluña.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, hemos llegado a pensar, ante una situación que no acabamos de entender respecto a una aplicación descafeinada del famoso 155, si pudiera ser que haya algo que se nos escape si estamos ante una escenificación que se haya montado, desde las alcantarillas de la política más repugnante, con el espurio fin de que, los nacionalistas e independentistas, que se encontraban en un callejón sin salida, tengan la posibilidad de salvar la cara sin que, aparentemente, hayan cedido un ápice en sus pretensiones ni, como se le pedía a Puigdemont, hayan tenido necesidad de convocar unas elecciones; pero que sea el Gobierno quien, desde la legalidad, las convoque; de modo que, todos los anteriores miembros directivos del separatismo catalán, tengan la oportunidad de presentarse, de intentar volver a ganar y, desde el nuevo gobierno de la Generalitat y el nuevo Parlamento que se constituyeran, legalmente avalados por los votos de la ciudadanía; la historia, esta abominable historia que muchos españoles hemos tenido que soportar en tierras catalanas durante años; de aquí a unos meses, en momentos que pudieran ser más favorables para los nacionalistas, se volviera a repetir, con un nuevo intento de declaración de la República Independiente Catalana. Puede que sólo sea una pesadilla, pero, por mucho que me empeño en apartarla del pensamiento, sigue volviendo para martirizarme, sin que consiga librarme de ella. Espero que no se confirme.

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