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Habida cuenta de la situación general en todos los ámbitos nacionales, aprovechando que se van a celebrar elecciones en algunas comunidades autónomas, tal vez sería el momento de hacer también elecciones generales

¿Y por qué no generales?...

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Que se entienda bien: no creo que vivamos en ninguna clase de democracia. Al menos para mí, votar una vez cada cuatro años sólo es elegir a dictadores temporales: la democracia es otra cosa. Puede ser que uno esté equivocado y que vea siempre las cosas de casa con cierto negativismo, pero si consideramos los últimos artículos publicados por los más prestigiosos medios europeos, tanto de información general como especializados en economía, todo parece indicar que el problema de España (éste país a quienes nuestros corruptos políticos quieren convertir en “marca”) es precisamente el mamoneo y corrupción galopante institucionalizada impuesto (sin votaciones) precisamente por nuestra inmoral clase política. No hay más que ver, verbigracia, que el partido en el gobierno ha ganado las elecciones en fraude de ley, pues que no sólo no ha cumplido ninguna de sus promesas electorales, sino que ha hecho radicalmente lo contrario no sólo al programa con el que ganaron, sino también a los intereses generales de los ciudadanos españoles. Cataluña, o al menos parte de su población, tiene aspiraciones soberanistas, y hoy mismo ha saltado a la prensa que también Euskadi aspira lo mismo –como si no lo supiéramos ya y no fuera de esperar que lo proclamaran-. Nada más natural en los nacionalistas que aspirar a ser nación. “Ésta es mi naturaleza”, que le decía el escorpión a la rana. Para algunos esto está mal, muy mal y es muy poco solidario, y probablemente tienen razón; pero ¿es que acaso la ralea política no ha mirado sólo por sí misma, regalándose todo tipo de prevendas, saqueando el Estado y llenándolo de parásitos al gobernar y legislar como si lo estuvieran haciendo con una finca particular?... ¿Acaso cada uno de los partidos que ha gobernado no se ha declarado independiente de los intereses generales?... Cada uno de los partidos con representatividad parlamentaria y responsabilidades de gobierno, cada uno, ha hecho de España lo que le ha dado la gana, manejándolo como un interés particular, acaso conchabados entre los que se han alternado en el poder para perpetrar el colosal dolo producido, sucediéndose en un tuyo-mío como Pochón y Molón, o quién sabe si como aquéllos predecesores del Gobierno Largo instaurado por Cánovas en el que se practicaba una repugnante alternancia de conservadores y liberales muy semejante a la que vivimos. Y con los mismos añadidos, como que los nacionalistas independentistas dirigieran (hacia el abismo) la política nacional de España.

Bueno es apuntar, ya que al paso viene, que fue precisamente este político tan visceralmente antidemocrático el que en cierta ocasión llegó a decir: “Democracia, sí; pero no hasta el extremo de votar quién es el padre de mis hijos.” Un aserto con el que no puedo estar más de acuerdo. ¿Por qué han de pagar los ciudadanos los hurtos y corruptelas (mejor sería decir corrupción galopante) de políticos de todo pelaje?... Esta cuestión tiene una respuesta tan sencilla como porque el sistema es corrupto en sí mismo, y como no se elige gobernante sino dictador a plazo fijo (en connivencia con los otros dictadores del otro lado a quienes en su momento les llegará su turno de toma el dinero y corre), pues pasa lo que pasa. Entre bueyes, ya se sabe, que no hay cornadas.

El problema de la democracia en España es que no hay ninguna democracia de ninguna clase, y mucho menos transparencia alguna. Actualmente de políticos están encausados en distintas tramas –como la mafia, aunque conviene recordar que no son todos los que están- de corrupción institucionalizada, pero no por eso hay uno sólo que esté en la cárcel –ni uno, pese a las condenas firmes-, sino que ostentan puestos y cargos de los niveles de la mayor confianza tanto al frente de los partidos que los amparan como de las Instituciones y la Administración, un poco al modo y manera de zorras hambrientas puestas a cuidar gallinas. No; no han sido los ciudadanos los que han perpetrado los gigantescos daños producidos ni han sido los ciudadanos los que votaron a favor de los despropósitos que están cometiendo, de modo que no son los ciudadanos quienes deban pagar las consecuencias (mientras los corruptos siguen tan ricamente y además enriquecidos delictivamente), aunque sí son los ciudadanos quienes tienen todo el derecho de volver a poder elegir un gobierno que los represente. No sé si será legal este gobierno que ganó con falsas promesas las elecciones pasadas, pero desde luego no es un gobierno legítimo.

Se impone un cambio de rumbo profundo si es que, como advierten los medios europeos, no se quiere que las próximas generaciones de españoles hereden deudas absolutamente impagables. La reestructuración del Estado es absolutamente indemorable, además que ha de ser de una profundidad abismal, hasta la raíz misma de donde se encuentran los problemas que están comprometiendo severamente nuestra convivencia y el amparo de la Justicia, reconsiderando la misma Transición como un error conceptual que de dimensiones épicas y revisando la Constitución actual hasta en sus últimas tildes. Ningún español, ninguno, votó casi nada de lo que en ella se dice y legaliza, desde la configuración del Estado mismo a esta aberrante situación de cesión de soberanía que supuso la modificación del Artículo 135, convirtiendo a los españoles en los últimos beneficiarios de su país en su propio país.

El gobierno, en consecuencia, debe inmediatamente convocar elecciones generales, y por el mismo interés general de España, disolver el Parlamento y nombrar un Gobierno Constituyente multipolítico de transición que garantice la limpieza de unas elecciones de las que nazca democráticamente una representación sólida que sea capaz de reconfigurar el Estado y establecer una nueva Constitución que sea aceptada por todos, y en la que las aberraciones de dictadorzuelos taifas, como las que hemos vivido en los últimos 30 vergonzantes años, no tengan cabida. O eso, o vayámonos despidiendo de España como nación soberana, porque no será sino un chiringuito propiedad de corruptos y delincuentes, en los que la población sólo será carne contributiva. Y esto no es una petición, sino una demanda. No caben en este país la idea demencial de sostener 18 gobiernos, ni es tan grande como para albergar a tantos gusanos como pudren la economía nacional. Naturalmente, es exigible al potencial nuevo gobierno que nazca de esas elecciones, que sus primeras acciones se encaminen a la investigación y represión de todos estos corruptos que durante tan dilatado periodo pusieron al país en semejante tesitura, naturalmente previa desposesión de todos sus haberes y propiedades, y de las de sus testaferros. Hay que limpiar la casa a fondo, y éste es un momento excelente…, si es que algo hemos aprendido.

¿Y por qué no generales?...

Habida cuenta de la situación general en todos los ámbitos nacionales, aprovechando que se van a celebrar elecciones en algunas comunidades autónomas, tal vez sería el momento de hacer también elecciones generales
Ángel Ruiz Cediel
viernes, 21 de septiembre de 2012, 07:10 h (CET)
Que se entienda bien: no creo que vivamos en ninguna clase de democracia. Al menos para mí, votar una vez cada cuatro años sólo es elegir a dictadores temporales: la democracia es otra cosa. Puede ser que uno esté equivocado y que vea siempre las cosas de casa con cierto negativismo, pero si consideramos los últimos artículos publicados por los más prestigiosos medios europeos, tanto de información general como especializados en economía, todo parece indicar que el problema de España (éste país a quienes nuestros corruptos políticos quieren convertir en “marca”) es precisamente el mamoneo y corrupción galopante institucionalizada impuesto (sin votaciones) precisamente por nuestra inmoral clase política. No hay más que ver, verbigracia, que el partido en el gobierno ha ganado las elecciones en fraude de ley, pues que no sólo no ha cumplido ninguna de sus promesas electorales, sino que ha hecho radicalmente lo contrario no sólo al programa con el que ganaron, sino también a los intereses generales de los ciudadanos españoles. Cataluña, o al menos parte de su población, tiene aspiraciones soberanistas, y hoy mismo ha saltado a la prensa que también Euskadi aspira lo mismo –como si no lo supiéramos ya y no fuera de esperar que lo proclamaran-. Nada más natural en los nacionalistas que aspirar a ser nación. “Ésta es mi naturaleza”, que le decía el escorpión a la rana. Para algunos esto está mal, muy mal y es muy poco solidario, y probablemente tienen razón; pero ¿es que acaso la ralea política no ha mirado sólo por sí misma, regalándose todo tipo de prevendas, saqueando el Estado y llenándolo de parásitos al gobernar y legislar como si lo estuvieran haciendo con una finca particular?... ¿Acaso cada uno de los partidos que ha gobernado no se ha declarado independiente de los intereses generales?... Cada uno de los partidos con representatividad parlamentaria y responsabilidades de gobierno, cada uno, ha hecho de España lo que le ha dado la gana, manejándolo como un interés particular, acaso conchabados entre los que se han alternado en el poder para perpetrar el colosal dolo producido, sucediéndose en un tuyo-mío como Pochón y Molón, o quién sabe si como aquéllos predecesores del Gobierno Largo instaurado por Cánovas en el que se practicaba una repugnante alternancia de conservadores y liberales muy semejante a la que vivimos. Y con los mismos añadidos, como que los nacionalistas independentistas dirigieran (hacia el abismo) la política nacional de España.

Bueno es apuntar, ya que al paso viene, que fue precisamente este político tan visceralmente antidemocrático el que en cierta ocasión llegó a decir: “Democracia, sí; pero no hasta el extremo de votar quién es el padre de mis hijos.” Un aserto con el que no puedo estar más de acuerdo. ¿Por qué han de pagar los ciudadanos los hurtos y corruptelas (mejor sería decir corrupción galopante) de políticos de todo pelaje?... Esta cuestión tiene una respuesta tan sencilla como porque el sistema es corrupto en sí mismo, y como no se elige gobernante sino dictador a plazo fijo (en connivencia con los otros dictadores del otro lado a quienes en su momento les llegará su turno de toma el dinero y corre), pues pasa lo que pasa. Entre bueyes, ya se sabe, que no hay cornadas.

El problema de la democracia en España es que no hay ninguna democracia de ninguna clase, y mucho menos transparencia alguna. Actualmente de políticos están encausados en distintas tramas –como la mafia, aunque conviene recordar que no son todos los que están- de corrupción institucionalizada, pero no por eso hay uno sólo que esté en la cárcel –ni uno, pese a las condenas firmes-, sino que ostentan puestos y cargos de los niveles de la mayor confianza tanto al frente de los partidos que los amparan como de las Instituciones y la Administración, un poco al modo y manera de zorras hambrientas puestas a cuidar gallinas. No; no han sido los ciudadanos los que han perpetrado los gigantescos daños producidos ni han sido los ciudadanos los que votaron a favor de los despropósitos que están cometiendo, de modo que no son los ciudadanos quienes deban pagar las consecuencias (mientras los corruptos siguen tan ricamente y además enriquecidos delictivamente), aunque sí son los ciudadanos quienes tienen todo el derecho de volver a poder elegir un gobierno que los represente. No sé si será legal este gobierno que ganó con falsas promesas las elecciones pasadas, pero desde luego no es un gobierno legítimo.

Se impone un cambio de rumbo profundo si es que, como advierten los medios europeos, no se quiere que las próximas generaciones de españoles hereden deudas absolutamente impagables. La reestructuración del Estado es absolutamente indemorable, además que ha de ser de una profundidad abismal, hasta la raíz misma de donde se encuentran los problemas que están comprometiendo severamente nuestra convivencia y el amparo de la Justicia, reconsiderando la misma Transición como un error conceptual que de dimensiones épicas y revisando la Constitución actual hasta en sus últimas tildes. Ningún español, ninguno, votó casi nada de lo que en ella se dice y legaliza, desde la configuración del Estado mismo a esta aberrante situación de cesión de soberanía que supuso la modificación del Artículo 135, convirtiendo a los españoles en los últimos beneficiarios de su país en su propio país.

El gobierno, en consecuencia, debe inmediatamente convocar elecciones generales, y por el mismo interés general de España, disolver el Parlamento y nombrar un Gobierno Constituyente multipolítico de transición que garantice la limpieza de unas elecciones de las que nazca democráticamente una representación sólida que sea capaz de reconfigurar el Estado y establecer una nueva Constitución que sea aceptada por todos, y en la que las aberraciones de dictadorzuelos taifas, como las que hemos vivido en los últimos 30 vergonzantes años, no tengan cabida. O eso, o vayámonos despidiendo de España como nación soberana, porque no será sino un chiringuito propiedad de corruptos y delincuentes, en los que la población sólo será carne contributiva. Y esto no es una petición, sino una demanda. No caben en este país la idea demencial de sostener 18 gobiernos, ni es tan grande como para albergar a tantos gusanos como pudren la economía nacional. Naturalmente, es exigible al potencial nuevo gobierno que nazca de esas elecciones, que sus primeras acciones se encaminen a la investigación y represión de todos estos corruptos que durante tan dilatado periodo pusieron al país en semejante tesitura, naturalmente previa desposesión de todos sus haberes y propiedades, y de las de sus testaferros. Hay que limpiar la casa a fondo, y éste es un momento excelente…, si es que algo hemos aprendido.

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