Rajoy dice que aplicará la Constitución si llega el caso y no sé a qué está esperando. Dejando de lado que la denominada Constitución en puridad es carta otorgada, lo cierto es que hace mucho que “llegó el caso”. Sin ir más lejos, por ejemplo, cuando determinados gobiernos de Comunidades Autónomas, ese experimento español cuyos resultados ahora cosechamos, incumplen sistemática y deliberadamente las resoluciones del Tribunal Supremo, máximo órgano jurisdiccional español. Hasta ahora, y así tiene visos de seguir siendo, los diversos gobiernos de España han mirado hacia otra parte. No sólo eso. El PSOE gobernó en Cataluña, recuerden el nefasto tripartito, y el PP de Alicia Sánchez Camacho, convertido en sucursal de CiU desde la defenestración de Alejo Vidal Quadras, apoya el gobierno y los ruinosos presupuestos del secesionista Artur Mas. Un teatrillo todo.
Lo cierto es que tanto PP como PSOE –y esto incluye hasta hace unos años a Rosa Díez, ven y cuéntalo, aunque rectificar es de sabios- se han pasado los últimos treinta años mirando hacia otra parte. Tanto es así que sus propios partidos, cuya democracia interna brilla por su ausencia, se han convertido en fiel reflejo de la España de las taifas. Rubalcaba y Rajoy dependen de sus barones regionales. No sólo eso. Ambos siguen aferrados a una carta otorgada que nació vieja y en la que se encuentra el origen de los males que hoy nos azotan, crisis económica inclusive. No puede ser de otra forma. Al fin y al cabo, las 17 oligarquías, el sistema del cual ellos forman parte, ha sido posible gracias a ella. ¿De qué iban a vivir Aído o Mato?
De ahí quizás el estruendoso silencio de ayer, finalizada la reunión entre Mas y Rajoy, que acabó según el catalán en un fracaso. En el fondo siguen pensando que todo esto es un juego y que los nacionalistas no romperán con el sistema. Con su sistema.