Con “Cuéntame cómo pasó” la televisión en España iniciaba una corriente de series que reflejarían la historia, -más reciente y más lejana-, de nuestro país. Un pasado que, si bien a la generación ni-ni le cuesta estudiar en los libros, cosecha audiencias de 3, 4 y 5 millones de espectadores. Vamos, casi como los documentales del Canal Historia.
La audiencia ha hablado: las series de época están llenando nuestra parrilla. Hasta los clásicos culebrones de sobremesa han dejado paso a telenovelas históricas como “El secreto del puente viejo” que ya lleva 400 capítulos en antena o “Amar en tiempos revueltos”, con más de 2 millones de espectadores diarios.
“Isabel”, la nueva superproducción de TVE, es la última en subirse al carro de las series de época en España. ¿De dónde viene nuestro interés por conocer el pasado oscuro de nuestros antecesores en las series de televisión?
Águila Roja, la ficción líder en audiencia de 2012, nos traslada a un dudoso reinado de Felipe IV mientras más de 6 millones de españoles se sientan frente a sus pantallas para ver una historia que poco avanza pero mucho engancha. Y ésto es como quién es la madre de los hijos de Ted Mosby. ¿Acaso importa?
Bastante se ha comentado sobre el rigor histórico de estas series. Precisamente Isabel no parece haberse alejado demasiado de la historia -al menos en su episodio piloto- pero en algunas series como “Águila Roja” o “Toledo”, las licencias que se permiten los guionistas y productores poco respetan lo que ocurrió en el pasado.
-¿Lo sabe alguien exactamente?- podría responderte un guionista. Como siempre se ha dicho, la historia la escriben los vencedores, así que después de todo, puede que sea cierto el ambiente erótico-festivo en el que se desarrollan las clases altas de nuestro pasado. Y si no lo es, poco importa: más de un 20% de la audiencia española quiere ser testigo de sus devenires amorosos.
Pero si en realidad no nos están contando lo que pasó, ¿qué es lo que hace que las series históricas tengan tanto éxito? Quizás sea la misteriosa sensación de que reyes o plebeyos, amos o esclavos, medievales o contemporáneos, todos tenemos las mismas relaciones, los mismos dilemas y los mismos deseos. Pero ojo, no os creáis que nuestras queridas generaciones de monarcas son, ni de lejos, tan guapetones como nuestros Isabel y Fernando de TVE. A ver si ahora va a haber 6 millones de pre-adolescentes deseando llegar al capítulo de los Reyes Católicos en sus libros de texto esperando encontrarse a Michelle Jenner...