Sorprende que una autonomía de primer nivel como Cataluña y una entidad financiera de la seriedad de La Caixa acepten a un empresario conflictivo como Enrique Bañuelos para llevar a cabo un macroproyecto que incluye parques temáticos, teniendo en cuenta que lo que hemos visto hasta la fecha es su falta de viabilidad y los muchos ejemplos de estas aventuras empresariales fracasadas. Bañuelos, en Valencia, dejó un recuerdo triste con sus movimientos especulativos que llevaron a la ruina a cantidad de pequeños y grandes accionistas, mientras él con su fortuna emprendió al extranjero, dejándolos tirados. Logró encandilar incluso a Amancio Ortega para embarcarse en Astroc. Cuentan que hoy no puede ni verle, igual que los bancos españoles que vivieron aquello. Valencia, Londres, Nueva York, São Paulo, Pekín... pero no conocemos ningún éxito.
Una pataleta de Artur Mas, al Adelson escoger Madrid, le lleva a Bañuelos, "el innombrable", según dicen le llaman en Quabit. Así reaparece en España y, como no podía ser de otra forma, a lo grande, a pesar de sus agujeros inmobiliarios y diversos fracasos empresariales. Pero todo eso no importa, porque Mas tiene que sacar pecho tras perder Eurovegas y brindar el apoyo institucional a la iniciativa, Barcelona World, pudiendo generar unas expectativas empresariales que probablemente no existen, con lo que eso supone en la situación actual. El problema no son las inversiones, menos si son privadas. El problema es la insensatez, que conlleva riesgo. Parece que reafirmar la identidad sobre Madrid domina cualquier otra lógica. El verdadero riesgo que corremos es que a España le pase como a Ronaldo, y que la gestión de nuestros gobernantes le lleve a estar triste, como decía Ortega a la nostalgia.
Un medio publicaba el otro día en palabras de Xavier Adserá, consejero delegado de Veremonte, que dispone del veinte por ciento de la inversión total necesaria para hacer realidad el proyecto y pretenden que el resto de la inversión la vayan aportando fondos inmobiliarios, inversores extranjeros y operadores que participen en el complejo. Complicado. Nos faltará por descubrir si habrá dinero público destinado al apoyo del proyecto, tratos de favor, recalificaciones, etc. Veremos si son los propios catalanes quienes acaban pagando la aventura. Que así no sea.