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“El hombre selecto no es el petulante que se cree superior a los demás, sino que se exige más que los demás, aunque no logre cumplir en su persona esas exigencias superiores” Ortega y Gasset

Jordi Évole ignora cómo trabaja la Justicia democrática española

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Está visto que no podemos librarnos de estos personajillos, engreídos y dispuestos a dar lecciones de política a todo el mundo, convencidos de que son el ombligo del mundo y que se permiten opinar sobre todo lo divino y lo humano aunque, en muchas ocasiones, la mayoría de ellas, podríamos decir que, lo único que consiguen con su verborrea, su desprecio por la inteligencia de la gente y su temeridad, es equivocarse, hacer el ridículo y ganarse el desprecio de quienes presencian sus impresionantes metidas de pata. Algunos se han creído que basta dejarse barba, adoptar apariencia de patibularios y presumir de progres antisistema con la apariencia de enfant terrible, para que ya se les otorgue el carne de personaje importante, de “enterado” y de desfacedor de entuertos, un pasaporte que le permite dogmatizar sobre cualquier tema, entienda o no de él, insultar o poner como chupa de dómine a quien le parezca, con razón o sin ella y sacar conclusiones, muchas de ellas sesgadas, carentes de credibilidad y, evidentemente, fruto exclusivamente de sus fobias, ojerizas o, simplemente, porque su mala uva innata le haya llevado a cebarse con el primero que le contradiga, piense distinto de él o le haya tomado la medida, algo que no suelen tolerar.

Hete aquí a este cornellarense resabiado, este personaje que, si se afeitase, con toda probabilidad, perdería toda su personalidad, convertido de la noche a la mañana en predicador. No le ha bastado explotar todas las desgracias del mundo para arrimar el ascua a su sardina, no ha sido suficiente presumir de ser el que le canta las verdades a cualquiera o dárselas de verdugo de los poderosos, para conseguir medrar en una faceta del periodismo que requiere tener poca vergüenza, mucha cara dura y amigos influyentes que te puedan sacar de apuros. Así, en el seno de la Sexta, donde también milita su compadre Farreras, otro de estos a los que les sale la bilis izquierdista por los ojos, en su empeño de poner cizaña contra todo aquello que no sea refocilarse en las doctrinas del Marx o Lenín; nos encontramos con este sujeto, Jordi Evole, de la misma catadura política que aquél con el que forma tándem, por aquello de que, como decía el dramaturgo Jacinto Benavente “Más se unen los hombres para compartir un mismo odio que un mismo amor”.

En el programa El Hormiguero, del señor Pablo Moto, un programa del que se habla mucho y no precisamente en alabanza del señor Moto, sino más bien por algunas de sus excentricidades y toqueteos, no siempre bien aceptados por sus huéspedes; el invitado de la noche, el señor Jordi Évole, en lugar de prestarse a la serie de juegos, entretenimientos y “hábiles interrogatorios” dirigidos por Motos y sus muñecos parlantes, sin venir al caso y con premeditación y alevosía, se dedicó a castigar los oídos de los sufridos espectadores con una catilinaria en contra de los jueces españoles, la Justicia, y todo lo relacionado con los miembros del Parlamento catalán y el gobierno de la Generalitat; un discurso que consiguió dejar pasmado y sin palabras al presentador del programa, que no tuvo ni el valor ni la autoridad para evitar que siguiera desbarrando durante un espacio aproximado de una hora.

Recuerdo que, hace unos días, alguien afecto al PDEcat, en una tertulia de TV, seguramente escamado por la reacción, magnífica reacción de esta mayoría silenciosa catalana, que nunca se había atrevido a salir a la calle y, en esta ocasión, no sólo lo hizo en una verdadera multitud, sino que exhibió banderas nacionales juntamente con las señeras catalanas, la verdadera no la independentista, demostrando que cuando a la gente de orden se le acaba la paciencia, también es capaz de salir a reclamar los derechos que, alguna minoría revolucionaria, intenta arrebatarle. El periodista Enrich Juliana, alertaba de que, el éxito innegable de la aplicación del 155, no debía dar paso a lo que muchos españoles venimos pidiendo, que se acabe de una vez con este foco de independentismo. Hoy, vista la situación y las declaraciones, como las de Jordi Evole, quejándose de que, no por cuestiones políticas, como intenta hacernos creer con su speach revolucionario, sino debido a que todos los que han sido encarcelados por existir peligro de huida, han sido imputados por delitos contemplados en el Código Penal español. ¡Se entera, usted, señor Évole! Usted que se las da de enterado, debiera ya saber distinguir entre los poderes del Estado según Montesquieu. El Judicial es el que se ocupa de que las leyes se cumplan y cuando existe una alteración del orden jurídico, de una magnitud tal como la que, todos estos señores, han intentado, por todos los medios, producir; los funcionarios de la Justicia tienen la obligación de intervenir para que la legalidad se restituya y se evite que se continúe delinquiendo..

No podemos comprender como todavía hayan memos que intenten poner aquellas normas, que han decidido crear ilegalmente, por encima de las leyes estatales, aquellas que, precisamente por estar en un país democrático nos dimos todos, mediante una Constitución, la de 1978, aprobada por una gran mayoría de españoles y también de españoles catalanes. Aquellos intentos, promovidos por unas minorías independentistas dirigidas por quienes, aparte de ostentar cargos públicos gracias a las leyes nacionales, cometen prevaricación y se declaran a sí mismos como promotores de un intento de romper la unidad de España, con el propósito de declarar la independencia de la autonomía catalana. El señor Évole haría bien en documentarse, antes de cometer el fiasco de pretender justificar a los golpistas, los que han infringido, no una sino cien veces, el ordenamiento jurídico español; poniendo en duda, criticando y amenazando con grandes males, la acción de nuestros tribunales, la AN y el TS, cuando cumpliendo con su obligación, en el ejercicio de los poderes que la democracia les ha otorgado, han encarcelado, preventivamente, a aquellos que es notorio que fueron culpables, ellos mismo se acusaron de ello, de una serie de delitos que pueden ir, desde el de secesión, rebelión, desobediencia hasta el de, malversación de caudales públicos.

Cuando se pretende hablar del “mandato del pueblo catalán” en virtud del fracasado, ilegal, chapucero y carente de las garantías que se precisan para que pueda ser homologado con legítimo, referendo del 1 de octubre donde, la evidencia de manipulación, la carencia de garantías, y el estar prohibido por el TC, le privaron de cualquier apariencia de legitimidad, a pesar de que los separatistas pretendan agarrarse a él como a su última tabla de salvación. Las chapuzas se pudieron comprobar por medio de los documentos gráficos que emitieron las TV ( urnas cargas de papeletas derramadas por los suelos y recogidas, de cualquier manera, por quienes las trasportaban); unos documentos que no hacen más que darles a razón a quienes ven en todo este plan independentista una jugada de una serie de políticos, algunos de ellos corruptos, que lo único que buscan en librarse de las penas que caerían sobre ellos si se descubriese lo que han estado haciendo durante el tiempo que estuvieron en sus cargos políticos. El señor Évole, que no parece muy ducho en cuestiones jurídicas o, si lo es, lo cierto es que, fuere por mala fe o por ganas de tirar basura sobre la acción de nuestra Justicia, aunque les duela aceptarlo, debiera reconocer la plena independencia con la que actúan nuestro tibunales, como se ha demostrado con el caso Gürtel, un reguero de acciones contra la presunta corrupción de algunos miembros del PP, una investigación que, no obstante haber estado el PP en el poder, no ha podido ser detenida.

No podemos entender cómo, estos presuntos peritos en cuestiones políticas, no hayan sabido explicar o no hayan querido hacerlo, las inevitables consecuencias de una utópica independencia de Cataluña. Todos estos señores, que están viviendo a costa del Estado en dos confortables cárceles españolas, conocían perfectamente que estaban engañando a quienes los han votado, cuando hablaban de que Cataluña permanecería en la UE, que se convertiría en una de las más ricas naciones de Europa, que estaban en condiciones de atender a sus deudas ( cerca de 80.000 millones de euros) que las pensiones aumentarían y que la seguridad social se convertiría en una de las mejores de la UE. Falso,, completamente falso, como ya se han encargado de dejar claro todas las instituciones europeas, incluido el Parlamento. ¿A esta pandilla de sinvergüenzas es a la que defiende usted, señor Évole? O es que a usted le importa un pito la verdad y hace como Vellido Dolfos hijo de Dolfos Vellido, cuando estaba asesinando a Sancho II de Castilla, momento en el que, según los cantares de semejante gesta, se le atribuyen estas palabras: “Yo no quito ni pongo rey, pero ayudo a mi señor”. Un feo gesto y una alocución que mejor sería que se la hubiera ahorrado porque, con su perorata y falta de continencia, lo único que hizo fue retratarse como lo que en realidad es: un sujeto que busca la fama como sea y, para ello, no ha dudado en mentir, falsear y engañar a quienes tienen la humorada de escucharlo. No seré yo quien lo haga.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, nos revuelve las tripas ver cómo hay personas, que presumen de cultas y de bien informadas que, en apoyo de ideas políticas y de presuntas injusticia o errores, no dudan en confundir, adoctrinar o engañar a quienes, incluso de buena fe, se creen que les están diciendo la verdad.

Jordi Évole ignora cómo trabaja la Justicia democrática española

“El hombre selecto no es el petulante que se cree superior a los demás, sino que se exige más que los demás, aunque no logre cumplir en su persona esas exigencias superiores” Ortega y Gasset
Miguel Massanet
sábado, 4 de noviembre de 2017, 11:15 h (CET)
Está visto que no podemos librarnos de estos personajillos, engreídos y dispuestos a dar lecciones de política a todo el mundo, convencidos de que son el ombligo del mundo y que se permiten opinar sobre todo lo divino y lo humano aunque, en muchas ocasiones, la mayoría de ellas, podríamos decir que, lo único que consiguen con su verborrea, su desprecio por la inteligencia de la gente y su temeridad, es equivocarse, hacer el ridículo y ganarse el desprecio de quienes presencian sus impresionantes metidas de pata. Algunos se han creído que basta dejarse barba, adoptar apariencia de patibularios y presumir de progres antisistema con la apariencia de enfant terrible, para que ya se les otorgue el carne de personaje importante, de “enterado” y de desfacedor de entuertos, un pasaporte que le permite dogmatizar sobre cualquier tema, entienda o no de él, insultar o poner como chupa de dómine a quien le parezca, con razón o sin ella y sacar conclusiones, muchas de ellas sesgadas, carentes de credibilidad y, evidentemente, fruto exclusivamente de sus fobias, ojerizas o, simplemente, porque su mala uva innata le haya llevado a cebarse con el primero que le contradiga, piense distinto de él o le haya tomado la medida, algo que no suelen tolerar.

Hete aquí a este cornellarense resabiado, este personaje que, si se afeitase, con toda probabilidad, perdería toda su personalidad, convertido de la noche a la mañana en predicador. No le ha bastado explotar todas las desgracias del mundo para arrimar el ascua a su sardina, no ha sido suficiente presumir de ser el que le canta las verdades a cualquiera o dárselas de verdugo de los poderosos, para conseguir medrar en una faceta del periodismo que requiere tener poca vergüenza, mucha cara dura y amigos influyentes que te puedan sacar de apuros. Así, en el seno de la Sexta, donde también milita su compadre Farreras, otro de estos a los que les sale la bilis izquierdista por los ojos, en su empeño de poner cizaña contra todo aquello que no sea refocilarse en las doctrinas del Marx o Lenín; nos encontramos con este sujeto, Jordi Evole, de la misma catadura política que aquél con el que forma tándem, por aquello de que, como decía el dramaturgo Jacinto Benavente “Más se unen los hombres para compartir un mismo odio que un mismo amor”.

En el programa El Hormiguero, del señor Pablo Moto, un programa del que se habla mucho y no precisamente en alabanza del señor Moto, sino más bien por algunas de sus excentricidades y toqueteos, no siempre bien aceptados por sus huéspedes; el invitado de la noche, el señor Jordi Évole, en lugar de prestarse a la serie de juegos, entretenimientos y “hábiles interrogatorios” dirigidos por Motos y sus muñecos parlantes, sin venir al caso y con premeditación y alevosía, se dedicó a castigar los oídos de los sufridos espectadores con una catilinaria en contra de los jueces españoles, la Justicia, y todo lo relacionado con los miembros del Parlamento catalán y el gobierno de la Generalitat; un discurso que consiguió dejar pasmado y sin palabras al presentador del programa, que no tuvo ni el valor ni la autoridad para evitar que siguiera desbarrando durante un espacio aproximado de una hora.

Recuerdo que, hace unos días, alguien afecto al PDEcat, en una tertulia de TV, seguramente escamado por la reacción, magnífica reacción de esta mayoría silenciosa catalana, que nunca se había atrevido a salir a la calle y, en esta ocasión, no sólo lo hizo en una verdadera multitud, sino que exhibió banderas nacionales juntamente con las señeras catalanas, la verdadera no la independentista, demostrando que cuando a la gente de orden se le acaba la paciencia, también es capaz de salir a reclamar los derechos que, alguna minoría revolucionaria, intenta arrebatarle. El periodista Enrich Juliana, alertaba de que, el éxito innegable de la aplicación del 155, no debía dar paso a lo que muchos españoles venimos pidiendo, que se acabe de una vez con este foco de independentismo. Hoy, vista la situación y las declaraciones, como las de Jordi Evole, quejándose de que, no por cuestiones políticas, como intenta hacernos creer con su speach revolucionario, sino debido a que todos los que han sido encarcelados por existir peligro de huida, han sido imputados por delitos contemplados en el Código Penal español. ¡Se entera, usted, señor Évole! Usted que se las da de enterado, debiera ya saber distinguir entre los poderes del Estado según Montesquieu. El Judicial es el que se ocupa de que las leyes se cumplan y cuando existe una alteración del orden jurídico, de una magnitud tal como la que, todos estos señores, han intentado, por todos los medios, producir; los funcionarios de la Justicia tienen la obligación de intervenir para que la legalidad se restituya y se evite que se continúe delinquiendo..

No podemos comprender como todavía hayan memos que intenten poner aquellas normas, que han decidido crear ilegalmente, por encima de las leyes estatales, aquellas que, precisamente por estar en un país democrático nos dimos todos, mediante una Constitución, la de 1978, aprobada por una gran mayoría de españoles y también de españoles catalanes. Aquellos intentos, promovidos por unas minorías independentistas dirigidas por quienes, aparte de ostentar cargos públicos gracias a las leyes nacionales, cometen prevaricación y se declaran a sí mismos como promotores de un intento de romper la unidad de España, con el propósito de declarar la independencia de la autonomía catalana. El señor Évole haría bien en documentarse, antes de cometer el fiasco de pretender justificar a los golpistas, los que han infringido, no una sino cien veces, el ordenamiento jurídico español; poniendo en duda, criticando y amenazando con grandes males, la acción de nuestros tribunales, la AN y el TS, cuando cumpliendo con su obligación, en el ejercicio de los poderes que la democracia les ha otorgado, han encarcelado, preventivamente, a aquellos que es notorio que fueron culpables, ellos mismo se acusaron de ello, de una serie de delitos que pueden ir, desde el de secesión, rebelión, desobediencia hasta el de, malversación de caudales públicos.

Cuando se pretende hablar del “mandato del pueblo catalán” en virtud del fracasado, ilegal, chapucero y carente de las garantías que se precisan para que pueda ser homologado con legítimo, referendo del 1 de octubre donde, la evidencia de manipulación, la carencia de garantías, y el estar prohibido por el TC, le privaron de cualquier apariencia de legitimidad, a pesar de que los separatistas pretendan agarrarse a él como a su última tabla de salvación. Las chapuzas se pudieron comprobar por medio de los documentos gráficos que emitieron las TV ( urnas cargas de papeletas derramadas por los suelos y recogidas, de cualquier manera, por quienes las trasportaban); unos documentos que no hacen más que darles a razón a quienes ven en todo este plan independentista una jugada de una serie de políticos, algunos de ellos corruptos, que lo único que buscan en librarse de las penas que caerían sobre ellos si se descubriese lo que han estado haciendo durante el tiempo que estuvieron en sus cargos políticos. El señor Évole, que no parece muy ducho en cuestiones jurídicas o, si lo es, lo cierto es que, fuere por mala fe o por ganas de tirar basura sobre la acción de nuestra Justicia, aunque les duela aceptarlo, debiera reconocer la plena independencia con la que actúan nuestro tibunales, como se ha demostrado con el caso Gürtel, un reguero de acciones contra la presunta corrupción de algunos miembros del PP, una investigación que, no obstante haber estado el PP en el poder, no ha podido ser detenida.

No podemos entender cómo, estos presuntos peritos en cuestiones políticas, no hayan sabido explicar o no hayan querido hacerlo, las inevitables consecuencias de una utópica independencia de Cataluña. Todos estos señores, que están viviendo a costa del Estado en dos confortables cárceles españolas, conocían perfectamente que estaban engañando a quienes los han votado, cuando hablaban de que Cataluña permanecería en la UE, que se convertiría en una de las más ricas naciones de Europa, que estaban en condiciones de atender a sus deudas ( cerca de 80.000 millones de euros) que las pensiones aumentarían y que la seguridad social se convertiría en una de las mejores de la UE. Falso,, completamente falso, como ya se han encargado de dejar claro todas las instituciones europeas, incluido el Parlamento. ¿A esta pandilla de sinvergüenzas es a la que defiende usted, señor Évole? O es que a usted le importa un pito la verdad y hace como Vellido Dolfos hijo de Dolfos Vellido, cuando estaba asesinando a Sancho II de Castilla, momento en el que, según los cantares de semejante gesta, se le atribuyen estas palabras: “Yo no quito ni pongo rey, pero ayudo a mi señor”. Un feo gesto y una alocución que mejor sería que se la hubiera ahorrado porque, con su perorata y falta de continencia, lo único que hizo fue retratarse como lo que en realidad es: un sujeto que busca la fama como sea y, para ello, no ha dudado en mentir, falsear y engañar a quienes tienen la humorada de escucharlo. No seré yo quien lo haga.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, nos revuelve las tripas ver cómo hay personas, que presumen de cultas y de bien informadas que, en apoyo de ideas políticas y de presuntas injusticia o errores, no dudan en confundir, adoctrinar o engañar a quienes, incluso de buena fe, se creen que les están diciendo la verdad.

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