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España, gracias a la acción de los políticos, es ya un ámbito de desesperación y tristeza

La cloaca

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Un país no son sus bancos y empresas en un territorio en el que habitan los ciudadanos, sino sólo el conjunto de los ciudadanos y los territorios en los que viven. Lo de los bancos y las empresas nada tienen que ver con él, porque ellos se mueven por intereses pecuniarios, y el dinero es apátrida, sirve en todas partes y no tiene filiación de ninguna clase. Sin embargo, a la infecta clase política de España sólo y únicamente les interesan sus bancos y sus empresas (sólo las grandes), y los ciudadanos no tienen para ellos otro valor que el de meros contribuyentes, una suerte de esclavos que los mantienen, a no ser que éstos sean personajes importantes que manejen los bancos o las empresas (sólo las grandes), en cuyo caso les proveen de toda suerte de herramientas para que vivir aquí les resulte impune y gratis, como las SICAVs y todo eso. Respecto de los territorios, tampoco les interesa en absoluto a los políticos, pues que están vendiendo la soberanía nacional a quien mejor les pague –ahí está el Artículo 155 de la Constitución metido de rondón por esa infame legión-, y aún la someten a colonia de intereses extranjeros no sólo imponiendo bases militares como si fuéramos un país emprestitado, sino radicando en Rota el Centro de Comando del Escudo Antimisiles y en Las Palmas el Estado Mayor de EEUU para un caso de guerra entre Israel e Irán, convirtiéndonos en ambos casos en objetivos nucleares de primera magnitud si se diera un conflicto entre potencias.

España duele como nunca antes dolió. La desesperanza gana los espacios ciudadanos arrebatando sonrisas y futuro al mismo ritmo que esta repugnante especie de vivales legisla y gobierna para intereses espurios. Los jóvenes sólo ven la oportunidad de la huida adonde sea pero lejos, porque aquí saben sobradamente que no hay ninguno, y tienen vitalidad para ello; los menos afortunados o los menos combativos, sólo confían ya en la suerte, pues que el futuro lo saben negado y ya el trabajo no es un derecho, sino una suerte, aunque sea esclavista y mal pagado. Los demás, todos saben que no saben nada, ni si lo que tienen podrán mañana tenerlo o si como tantos otros estarán mañana durmiendo al raso.

Los cinco derechos constitucionales fundamentales –Trabajo, Sanidad, Educación, Vivienda y Justicia- es papel mojado, mentira sobre mentira. El hambre llega ya a diez millones de ciudadanos en España, en mayor o menor medida, y ya son casi cinco millones de nuestros niños los que apenas si llegan a un plato de espaguetis o macarrones una vez al día. Alimentos pobres para pobres, sangre escasa que no genere rebeldías. El país se desangra lentamente, gota a gota, arrastrando afuera de su cuerpo la esperanza y los sueños y acercando los más tenebrosos horizontes con cada alborada. Aúlla la tristeza en las calles, ruge el hambre extrarradios de las ciudades procurando ganar el corazón de las urbes, grita la miseria en las esquinas y semáforos, y ululan fantasmales las alarmas de la desesperación sembrando de tinieblas las almas. ¿No sería mejor morir como los toros –que diría Miguel Hernández- ahogados en un río de sangre que en este gota a gota de desolación y llanto?...

Quisiera que esta artículo fuera un grito de rabia, un alarido de furia, un bramido de ira que desperezara ciencias y conciencias, poniendo en pie a los vivos y a los muertos. ¡Ya basta! Es el momento de decir “¡Basta!”, antes de que nos falten las fuerzas y nos sometamos al yugo de estos mentirosos y estos perversos. Y si hay que morir, ya digo, hagámoslo como los toros, con la cerviz alta y con las astas prevenidas.

Miente el centro, miente la derecha y miente la izquierda. Es mentira la crisis, son mentira los EREs, son mentiras las leyes. ¿Desde cuándo es legítimo obedecer leyes injustas?... Nerón las tuvo, y las tuvo Mussolini, y Hitler las tuvo. Todas las bestias que asolaron la humanidad tuvieron leyes, y éstos las tienen. No les importa el pueblo, no les importan los ciudadanos ni los territorios nacionales: no les interesa su país. El país –mi país- somos nosotros, y nosotros no contamos para ellos. Yo los acuso, los señalo con mi dedo de escritura –siempre lo he hecho-, los marco con el estigma de mis palabras: sois, políticos, los culpables, los únicos culpables. Todos y cada uno de vosotros, sin excepción de ninguna clase. Vosotros habéis traído todos los males, mirad en qué se ha convertido mi país: en esta inmunda cloaca de intereses, en esta montaña de basura donde toda esa marabunta de insectos insaciables de los corruptos se alimenta y nutre, en este colosal albañal de excrementos que tanto celebra las subidas de la bolsa mientras los ciudadanos languidecen en la miseria y la desesperación.

Yo os acuso a todos y cada uno, y pido Justicia –que no ley- para todos vosotros. Estoy harto de vuestras comilonas y mariscadas, de vuestros gastos onerosos, de este reguero de corrupción que asola los horizontes patrios con obras inútiles y derroches absurdos que sólo han servido para llenar infames bolsillos de comisiones, estoy harto de vuestra impunidad, estoy harto de que no os declaren culpables y no atiborréis las cárceles, de vuestros autos de superlujo, de vuestra vida de maharajás a costa del Erario, de vuestra insolencia y soberbia, de vuestros salarios astronómicos y prebendas de reyes en un orden que habéis corrompido hasta extenuarlo, de vuestras mañas arteras, de vuestros chanchullos de golfos apandados y mafiosos, y de que respiréis el mismo aire que los ciudadanos que durante siglos, acaso milenios, se esforzaron con su sacrificio y su sangre en edificar un país que habéis dilapidado para beneficio de otros y vuestro. Estoy harto, harto, harto de vosotros, dictadorzuelos enmascarados como demócratas para robar el porvenir de millones de españoles, arrebatándonos derechos y libertades y futuro. No; nunca os elegimos para esto, jamás: este desastre lo habéis perpetrado solos, consiguiendo que donde había esperanza haya desolación; donde futuro, tinieblas; donde honradez, corrupción a manos llenas; y donde bienestar, hambre y miseria. Este mérito es vuestro, sólo vuestro, sin excusas de ninguna clase ni atenuante alguno. Y, escupiéndonos a la cara, pedís indemnizaciones por cese, os regaláis cuadros que un día quemaremos porque es un insulto al arte, os asignáis jubilaciones indecorosas por haber destruido al país desde la indolencia durante unos pocos años mientras los dueños legítimos de este país, los ciudadanos, se ven privados de todo, cargan con los pagos de vuestros hurtos, son arrinconados en los muladares de los sinderechos y han de trabajar hasta la vejez más ignominiosa por un país en el que sus descendientes tienen negada la Vivienda, el Trabajo, la Salud, la Educación y la Justicia. Yo os acuso, y yo os condeno.

¿Además de tropelías y sembrar corrupción por doquier, enriqueciendo a otros y enriqueciéndoos, qué habéis hecho?... ¿Pactar con mafiosos negocios ostentosos que nos traerán la corrupción en masa, la extorsión, la prostitución masiva y las drogas a mansalva, mientras os comprometéis a ajustar las leyes a sus intereses?...  ¿Comprometer deuda para salvar bancos o sinvergüenas sin que un solo euro haya revertido en crear un solo empleo, endeudando durante decenios o siglos o para siempre a nosotros y nuestra descendencia venidera?... Yo os acuso, y yo os condeno; pero no porque lo haga yo, sino porque es vuestro saldo, vuestro balance: vosotros mismos os acusáis y os condenáis. Sólo constato lo que es una evidencia sin paliativos. Habéis elegido el destino con vuestra propia libertad. Nada es para siempre, pero siempre hay un san Martín esperando ajustar cuentas.

Estamos gobernados –lo llevamos siendo ya casi treinta años- por incompetentes, por corruptos, por sinvergüenzas. Las Administraciones han crecido llenándose de los advenedizos de cada partido, han proliferado como la peste las empresas amañadas que han sido beneficiarias de los contratos del Estado, los truhanes se han multiplicado, las privatizaciones han ido regalando lo de todos a los pillos convenidos: habéis descuartizado España, y es España –nosotros- los que os acusamos como os acusan vuestros propios actos.

¿Cómo se ha podido llegar de la noche a la mañana, desde una país más o menos a esta cloaca que habitamos. Tal vez habría qué preguntarse en qué pensaban o qué querían los que gobernaban. Fuera caretas y fuera convencionalismos absurdos de frases manidas que se caen de tontas por su propio peso. ¿Qué puede legislar a favor de la infancia quien siente atracción sexual por los niños?...: pues esas leyes tenemos, mayoría de edad sexual a los trece años. ¿Qué puede promocionar quien es filmado –con buenas o malas intenciones la verdad fue hecha pública- manifestándose animalescamente a sus anchas en perversiones sexuales ridículas o hilarantes?...: pues eso tenemos, por más que luego reclamen derechos de intimidad. ¿Qué puede pensar quien se regala comilonas a costa de los ciudadanos y se ufana grabándolas y colgándolas en la Red?...: pues eso tenemos. ¿Qué podemos pensar de quien ayer era un chupatintas y se hace construir el automóvil blindado más caro del mundo?...: pues eso tenemos. ¿Qué es lo que piensan, no sólo quienes ejercen de califas o de reyezuelos con sus manifestaciones soberbias y su risibles creencias de ser un elegido divino, sino también quienes les ríen las gracias?...: pues eso tenemos. ¿Qué se puede esperar de quien por complejo de inferioridad se tiñe el pelo, o se lo lía a la calvatrueno como las hebras de una fregona, o se opera de esto o aquello?...: pues eso tenemos. Tenemos un país convertido en un albañal, en una cloaca, en una soberbia cordillera de basura en la que con insufrible estridencia se mueven como en la gloria los más repugnantes insectos: los políticos. Y es preciso limpiarla enseguida, desinfectarla, fumigarla. Debemos limpiar nuestra casa antes de que sea tarde, antes de que gota a gota nos desangremos y con la sangre se agote también la esperanza… y la rabia.

Yo os acuso, políticos, porque os acusáis, porque os acusan vuestros actos. Aquí, mirad en la dirección que queráis, están los resultados.

La cloaca

España, gracias a la acción de los políticos, es ya un ámbito de desesperación y tristeza
Ángel Ruiz Cediel
viernes, 7 de septiembre de 2012, 11:38 h (CET)
Un país no son sus bancos y empresas en un territorio en el que habitan los ciudadanos, sino sólo el conjunto de los ciudadanos y los territorios en los que viven. Lo de los bancos y las empresas nada tienen que ver con él, porque ellos se mueven por intereses pecuniarios, y el dinero es apátrida, sirve en todas partes y no tiene filiación de ninguna clase. Sin embargo, a la infecta clase política de España sólo y únicamente les interesan sus bancos y sus empresas (sólo las grandes), y los ciudadanos no tienen para ellos otro valor que el de meros contribuyentes, una suerte de esclavos que los mantienen, a no ser que éstos sean personajes importantes que manejen los bancos o las empresas (sólo las grandes), en cuyo caso les proveen de toda suerte de herramientas para que vivir aquí les resulte impune y gratis, como las SICAVs y todo eso. Respecto de los territorios, tampoco les interesa en absoluto a los políticos, pues que están vendiendo la soberanía nacional a quien mejor les pague –ahí está el Artículo 155 de la Constitución metido de rondón por esa infame legión-, y aún la someten a colonia de intereses extranjeros no sólo imponiendo bases militares como si fuéramos un país emprestitado, sino radicando en Rota el Centro de Comando del Escudo Antimisiles y en Las Palmas el Estado Mayor de EEUU para un caso de guerra entre Israel e Irán, convirtiéndonos en ambos casos en objetivos nucleares de primera magnitud si se diera un conflicto entre potencias.

España duele como nunca antes dolió. La desesperanza gana los espacios ciudadanos arrebatando sonrisas y futuro al mismo ritmo que esta repugnante especie de vivales legisla y gobierna para intereses espurios. Los jóvenes sólo ven la oportunidad de la huida adonde sea pero lejos, porque aquí saben sobradamente que no hay ninguno, y tienen vitalidad para ello; los menos afortunados o los menos combativos, sólo confían ya en la suerte, pues que el futuro lo saben negado y ya el trabajo no es un derecho, sino una suerte, aunque sea esclavista y mal pagado. Los demás, todos saben que no saben nada, ni si lo que tienen podrán mañana tenerlo o si como tantos otros estarán mañana durmiendo al raso.

Los cinco derechos constitucionales fundamentales –Trabajo, Sanidad, Educación, Vivienda y Justicia- es papel mojado, mentira sobre mentira. El hambre llega ya a diez millones de ciudadanos en España, en mayor o menor medida, y ya son casi cinco millones de nuestros niños los que apenas si llegan a un plato de espaguetis o macarrones una vez al día. Alimentos pobres para pobres, sangre escasa que no genere rebeldías. El país se desangra lentamente, gota a gota, arrastrando afuera de su cuerpo la esperanza y los sueños y acercando los más tenebrosos horizontes con cada alborada. Aúlla la tristeza en las calles, ruge el hambre extrarradios de las ciudades procurando ganar el corazón de las urbes, grita la miseria en las esquinas y semáforos, y ululan fantasmales las alarmas de la desesperación sembrando de tinieblas las almas. ¿No sería mejor morir como los toros –que diría Miguel Hernández- ahogados en un río de sangre que en este gota a gota de desolación y llanto?...

Quisiera que esta artículo fuera un grito de rabia, un alarido de furia, un bramido de ira que desperezara ciencias y conciencias, poniendo en pie a los vivos y a los muertos. ¡Ya basta! Es el momento de decir “¡Basta!”, antes de que nos falten las fuerzas y nos sometamos al yugo de estos mentirosos y estos perversos. Y si hay que morir, ya digo, hagámoslo como los toros, con la cerviz alta y con las astas prevenidas.

Miente el centro, miente la derecha y miente la izquierda. Es mentira la crisis, son mentira los EREs, son mentiras las leyes. ¿Desde cuándo es legítimo obedecer leyes injustas?... Nerón las tuvo, y las tuvo Mussolini, y Hitler las tuvo. Todas las bestias que asolaron la humanidad tuvieron leyes, y éstos las tienen. No les importa el pueblo, no les importan los ciudadanos ni los territorios nacionales: no les interesa su país. El país –mi país- somos nosotros, y nosotros no contamos para ellos. Yo los acuso, los señalo con mi dedo de escritura –siempre lo he hecho-, los marco con el estigma de mis palabras: sois, políticos, los culpables, los únicos culpables. Todos y cada uno de vosotros, sin excepción de ninguna clase. Vosotros habéis traído todos los males, mirad en qué se ha convertido mi país: en esta inmunda cloaca de intereses, en esta montaña de basura donde toda esa marabunta de insectos insaciables de los corruptos se alimenta y nutre, en este colosal albañal de excrementos que tanto celebra las subidas de la bolsa mientras los ciudadanos languidecen en la miseria y la desesperación.

Yo os acuso a todos y cada uno, y pido Justicia –que no ley- para todos vosotros. Estoy harto de vuestras comilonas y mariscadas, de vuestros gastos onerosos, de este reguero de corrupción que asola los horizontes patrios con obras inútiles y derroches absurdos que sólo han servido para llenar infames bolsillos de comisiones, estoy harto de vuestra impunidad, estoy harto de que no os declaren culpables y no atiborréis las cárceles, de vuestros autos de superlujo, de vuestra vida de maharajás a costa del Erario, de vuestra insolencia y soberbia, de vuestros salarios astronómicos y prebendas de reyes en un orden que habéis corrompido hasta extenuarlo, de vuestras mañas arteras, de vuestros chanchullos de golfos apandados y mafiosos, y de que respiréis el mismo aire que los ciudadanos que durante siglos, acaso milenios, se esforzaron con su sacrificio y su sangre en edificar un país que habéis dilapidado para beneficio de otros y vuestro. Estoy harto, harto, harto de vosotros, dictadorzuelos enmascarados como demócratas para robar el porvenir de millones de españoles, arrebatándonos derechos y libertades y futuro. No; nunca os elegimos para esto, jamás: este desastre lo habéis perpetrado solos, consiguiendo que donde había esperanza haya desolación; donde futuro, tinieblas; donde honradez, corrupción a manos llenas; y donde bienestar, hambre y miseria. Este mérito es vuestro, sólo vuestro, sin excusas de ninguna clase ni atenuante alguno. Y, escupiéndonos a la cara, pedís indemnizaciones por cese, os regaláis cuadros que un día quemaremos porque es un insulto al arte, os asignáis jubilaciones indecorosas por haber destruido al país desde la indolencia durante unos pocos años mientras los dueños legítimos de este país, los ciudadanos, se ven privados de todo, cargan con los pagos de vuestros hurtos, son arrinconados en los muladares de los sinderechos y han de trabajar hasta la vejez más ignominiosa por un país en el que sus descendientes tienen negada la Vivienda, el Trabajo, la Salud, la Educación y la Justicia. Yo os acuso, y yo os condeno.

¿Además de tropelías y sembrar corrupción por doquier, enriqueciendo a otros y enriqueciéndoos, qué habéis hecho?... ¿Pactar con mafiosos negocios ostentosos que nos traerán la corrupción en masa, la extorsión, la prostitución masiva y las drogas a mansalva, mientras os comprometéis a ajustar las leyes a sus intereses?...  ¿Comprometer deuda para salvar bancos o sinvergüenas sin que un solo euro haya revertido en crear un solo empleo, endeudando durante decenios o siglos o para siempre a nosotros y nuestra descendencia venidera?... Yo os acuso, y yo os condeno; pero no porque lo haga yo, sino porque es vuestro saldo, vuestro balance: vosotros mismos os acusáis y os condenáis. Sólo constato lo que es una evidencia sin paliativos. Habéis elegido el destino con vuestra propia libertad. Nada es para siempre, pero siempre hay un san Martín esperando ajustar cuentas.

Estamos gobernados –lo llevamos siendo ya casi treinta años- por incompetentes, por corruptos, por sinvergüenzas. Las Administraciones han crecido llenándose de los advenedizos de cada partido, han proliferado como la peste las empresas amañadas que han sido beneficiarias de los contratos del Estado, los truhanes se han multiplicado, las privatizaciones han ido regalando lo de todos a los pillos convenidos: habéis descuartizado España, y es España –nosotros- los que os acusamos como os acusan vuestros propios actos.

¿Cómo se ha podido llegar de la noche a la mañana, desde una país más o menos a esta cloaca que habitamos. Tal vez habría qué preguntarse en qué pensaban o qué querían los que gobernaban. Fuera caretas y fuera convencionalismos absurdos de frases manidas que se caen de tontas por su propio peso. ¿Qué puede legislar a favor de la infancia quien siente atracción sexual por los niños?...: pues esas leyes tenemos, mayoría de edad sexual a los trece años. ¿Qué puede promocionar quien es filmado –con buenas o malas intenciones la verdad fue hecha pública- manifestándose animalescamente a sus anchas en perversiones sexuales ridículas o hilarantes?...: pues eso tenemos, por más que luego reclamen derechos de intimidad. ¿Qué puede pensar quien se regala comilonas a costa de los ciudadanos y se ufana grabándolas y colgándolas en la Red?...: pues eso tenemos. ¿Qué podemos pensar de quien ayer era un chupatintas y se hace construir el automóvil blindado más caro del mundo?...: pues eso tenemos. ¿Qué es lo que piensan, no sólo quienes ejercen de califas o de reyezuelos con sus manifestaciones soberbias y su risibles creencias de ser un elegido divino, sino también quienes les ríen las gracias?...: pues eso tenemos. ¿Qué se puede esperar de quien por complejo de inferioridad se tiñe el pelo, o se lo lía a la calvatrueno como las hebras de una fregona, o se opera de esto o aquello?...: pues eso tenemos. Tenemos un país convertido en un albañal, en una cloaca, en una soberbia cordillera de basura en la que con insufrible estridencia se mueven como en la gloria los más repugnantes insectos: los políticos. Y es preciso limpiarla enseguida, desinfectarla, fumigarla. Debemos limpiar nuestra casa antes de que sea tarde, antes de que gota a gota nos desangremos y con la sangre se agote también la esperanza… y la rabia.

Yo os acuso, políticos, porque os acusáis, porque os acusan vuestros actos. Aquí, mirad en la dirección que queráis, están los resultados.

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