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Lo peor de todo es que a esas familias ni siquiera el banco les da crédito para el pago de la matrícula

Sufrimiento de miles de hogares

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Desde que las mentes calenturientas de los asesores de Mariano Rajoy decidieron subir las tasas universitarias, estamos comprobando que una parte importante del alumnado universitario no se pueden matricular (ni siquiera en primera matrícula) en las universidades de Castilla y León y del resto de comunidades autónomas --que han adaptado la ‘gamberrada’ del Gobierno a sus reinos de Taifas-- por el agobiante coste que ello supone y la desequilibrada situación económica de muchos hogares; algo que también se produce en un sector del alumnado procedente del bachillerato.

Y mientras hogares enteros sufren las malas políticas del Gobierno central, sigue habiendo comunidades que aún no han reformado su mapa universitario, regando carreras y titulaciones inadaptadas al mundo laboral, además de alejadas de la demanda social. Parece ser que el fin más claro de las universidades no es ya la formación o la preparación de cara al mundo laboral y profesional sino el afán recaudatorio para mantener infraestructuras caducas de órganos y organismos de los que se nutren los principales culpables de la crisis: los políticos; esos muñecos de tela a quienes se les empieza a retirar el saludo.

Hay familias enteras en el paro cuyos hijos se ven obligados a dejar la Universidad en muchos casos (sabemos de muy buenos alumnos y alumnas que ven interrumpida su trayectoria académica y que ni siquiera las becas llegan para subsanar el problemón). También hay comunidades autónomas que siguen racaneando becas y desconfiando del Gobierno central, incluso del propio Gobierno autonómico que las sustenta.

En muchos casos, el alumnado se ve obligado a matricularse de un número muy limitado de asignaturas, tan solo porque la economía familiar no da más de sí. Pero vamos más lejos: se ven obligados a  dejar asignaturas en segunda matrícula porque el importe se dispara  con respecto a la primera. Lo peor de todo es que a esas familias ni siquiera el banco les da crédito para el pago de la matrícula.

No es de extrañar que, cuando llegue el mes de septiembre y se ‘incendie’ la calle, piensen los gobiernos autonómicos del PP y su propio Gobierno central que no entienden nada; claro que, mirándolo bien, nunca lo han entendido. Con razón dice un proverbio que “quien no tenga un rostro sonriente, no debiera abrir una tienda”

Si el aumento excesivo de tasas universitarias y el truncamiento de la carrera para muchos jóvenes es la filosofía del Ministerio de Educación ‘y Cosas Varias’, presidido por el señor Juan Ignacio Wert, nadie se sorprenda si se maldice a quien aupó a semejante personaje para dirigir los destino de la Educación en España. Sería una pena que la fortuna llegara en unos barcos sin guía.

Ahí tienen la experiencia socialista para desgracia de las ‘Españas’. Siete años de vacas flacas y políticas manirrotas han dado nombre al “septenio negro” de los gobiernos del ‘vendeburras’ de León. Ahora estamos viendo y sufriendo las consecuencias. Ni los recortes son por casualidad y hubo previsión responsable durante el aludido septenio.

Sufrimiento de miles de hogares

Lo peor de todo es que a esas familias ni siquiera el banco les da crédito para el pago de la matrícula
Jesús  Salamanca
lunes, 27 de agosto de 2012, 06:55 h (CET)
Desde que las mentes calenturientas de los asesores de Mariano Rajoy decidieron subir las tasas universitarias, estamos comprobando que una parte importante del alumnado universitario no se pueden matricular (ni siquiera en primera matrícula) en las universidades de Castilla y León y del resto de comunidades autónomas --que han adaptado la ‘gamberrada’ del Gobierno a sus reinos de Taifas-- por el agobiante coste que ello supone y la desequilibrada situación económica de muchos hogares; algo que también se produce en un sector del alumnado procedente del bachillerato.

Y mientras hogares enteros sufren las malas políticas del Gobierno central, sigue habiendo comunidades que aún no han reformado su mapa universitario, regando carreras y titulaciones inadaptadas al mundo laboral, además de alejadas de la demanda social. Parece ser que el fin más claro de las universidades no es ya la formación o la preparación de cara al mundo laboral y profesional sino el afán recaudatorio para mantener infraestructuras caducas de órganos y organismos de los que se nutren los principales culpables de la crisis: los políticos; esos muñecos de tela a quienes se les empieza a retirar el saludo.

Hay familias enteras en el paro cuyos hijos se ven obligados a dejar la Universidad en muchos casos (sabemos de muy buenos alumnos y alumnas que ven interrumpida su trayectoria académica y que ni siquiera las becas llegan para subsanar el problemón). También hay comunidades autónomas que siguen racaneando becas y desconfiando del Gobierno central, incluso del propio Gobierno autonómico que las sustenta.

En muchos casos, el alumnado se ve obligado a matricularse de un número muy limitado de asignaturas, tan solo porque la economía familiar no da más de sí. Pero vamos más lejos: se ven obligados a  dejar asignaturas en segunda matrícula porque el importe se dispara  con respecto a la primera. Lo peor de todo es que a esas familias ni siquiera el banco les da crédito para el pago de la matrícula.

No es de extrañar que, cuando llegue el mes de septiembre y se ‘incendie’ la calle, piensen los gobiernos autonómicos del PP y su propio Gobierno central que no entienden nada; claro que, mirándolo bien, nunca lo han entendido. Con razón dice un proverbio que “quien no tenga un rostro sonriente, no debiera abrir una tienda”

Si el aumento excesivo de tasas universitarias y el truncamiento de la carrera para muchos jóvenes es la filosofía del Ministerio de Educación ‘y Cosas Varias’, presidido por el señor Juan Ignacio Wert, nadie se sorprenda si se maldice a quien aupó a semejante personaje para dirigir los destino de la Educación en España. Sería una pena que la fortuna llegara en unos barcos sin guía.

Ahí tienen la experiencia socialista para desgracia de las ‘Españas’. Siete años de vacas flacas y políticas manirrotas han dado nombre al “septenio negro” de los gobiernos del ‘vendeburras’ de León. Ahora estamos viendo y sufriendo las consecuencias. Ni los recortes son por casualidad y hubo previsión responsable durante el aludido septenio.

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Me he criado en una familia religiosa, sin llegar a ser beata, que ha vivido muy de cerca la festividad del Jueves Santo desde siempre. Mis padres se casaron en Santo Domingo, hemos vivido en el pasillo del mismo nombre, pusimos nuestro matrimonio a los pies de la Virgen de la Esperanza, de la que soy hermano, y he llevado su trono durante 25 años.

 
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